Capítulo 61

holaaa :) Si hay firmas subo el cap final hoy.. y a la noche o mañana el epilogo! eee mañana o en el martes empiezo nueva adaptacion? jajaja besoss ♥ 

—Esperaba encontrar a Peter aquí —comen­tó.

—Vendrá.

—Ha quedado con nosotros —añadió Thiago. Lali asintió con la cabeza, incómoda ante el atento escrutinio de los hermanos.

Capítulo 61

—¿Te apetece echar una partida de dardos mientras esperamos?—le preguntó Bautista.

—Creo que nunca he jugado a los dardos — Lali asintió con la cabeza—. No creo que se me diera bien.

—Venga —Bautista la agarro por un brazo—. Eres una chica, te dejaremos ganar un poco. Será divertido.

Pasaron la mesa de billar y llegaron a una zona con dos dianas al fondo. Thiago tomó los dardos y le dio los amarillos a Lali.

—Es increíble cómo os parecéis —comentó esta tras darle las gracias.

Pero, al mismo tiempo, también había dife­rencias evidentes. Mientras que Peter era sociable, Thiago padecía de una timidez patológica.

—Sujétalo así —Bautista le indicó cómo sostener el dardo—. Luego echa el brazo con suavidad hacia atrás e impúlsalo hacia adelante. Venga, in­téntalo —añadió tras hacer él el movimiento un par de veces.

Lali se fijó en la diana, trató de repetir lo que Bautista le había enseñado. Pero el dardo acabó pegando contra la pared, a varios metros del ob­jetivo, y se cayó al suelo.

—Ha sido un gran lanzamiento —bromeó él—. Pero todavía puedes mejorarlo. Inténtalo otra vez.

Lanzó otros tres dardos y los tres acabaron rebotando contra la pared y cayendo al suelo.

—Puede que lo tuyo sea el billar —dijo Bautista.

—No tienes por qué entretenerme. Puedo to­marme algo tranquilamente.

—Thiago, pídele una Guinness a Lali—Bautista apuntó hacia una mesa—. ¿Nos sentamos aquí? Lali tomó asiento y sonrió.

—Si te apetece jugar a los dardos, juega.

—No, mejor me quedo. Si decides marcharte y no estoy aquí para impedírtelo, Peter me estrangularía —dijo Bautista al tiempo que Thiago les servía sendas Guinness. Luego regresó a la ba­rra—. Creía que te habías ido de Buenos Aires.

—Iba a hacerlo, pero tenía un par de cosas que decirle y quería decirlas antes de volverme a Chicago.

—Le gustas mucho —comentó Bautista—. Así que, si lo vas a dejar plantado, quizá sea mejor que te vayas sin más.

—No he venido a hacerle daño. Pero tene­mos que hablar.

—Bueno —Bautista apuntó con la barbilla hacia la puerta—. Parece que no vas a tener que espe­rar más.

Lali se giró y vio entrar a Peter. Se levantó de inmediato y se apartó el pelo de los ojos. Al principio no la vio, pero luego la miró con tanta intensidad, que se quedó hipnotizada. Se acercaron lentamente. Lali sabía que la mayoría de los clientes estaban observándolos, pero le dio igual.

No estaba segura de que le diría, pero Peter se encargo de solucionarlo. Le agarró la cara en­tre las manos y devoró su boca como si fuese un vaso de agua en medio del desierto. El corazón se le disparó, apenas podía respirar. Pero supo que había tomado la decisión correcta. Peter la quería. Había volcado todo su amor en aquel beso.

Cuando se separaron, los clientes rompieron a aplaudir, silbar y vitorear.

—Tenemos un público estupendo —dijo él, sonriente, al tiempo que la abrazaba.

—Espero que esto no acabe también en la portada del Exprés de mañana.

—No saldrá, te lo prometo —Peter le agarró una mano y tiró de ella hacia la salida. Una vez en la calle, la estrechó entre los brazos y volvió a besarla, esa vez con más delicadeza—. Has vuelto —murmuró, haciéndole una caricia en el cuello con la nariz.

—No he llegado a irme —dijo ella—. Estaba en el aeropuerto y comprendí que no podía irme.

—¿Por qué no?

—Tenía que hablar contigo. Tenía que estar segura.

—¿De qué?

—La otra noche, en el ascensor, me dijiste que te estabas enamorando de mí. Y luego, en la furgoneta, dijiste que querías casarte conmi­go. Si me hubiera marchado, siempre me habría quedado la duda.

—En realidad no dije que quería casarme contigo —Peter sonrió mientras le pasaba el pulgar sobre el labio inferior.

—Pero...

—Dije que tendría que casarme contigo.

—Ah —Lali sintió que el alma se le caía a los pies. No habría final feliz. Abatida, se dio la vuelta y echó a andar.

Continuará...