CAPÍTULO 29

Hola otra veeeeeeez :) Este cap se merece muchas firmitas no? jajajaja Disfruten mucho y tambien firmen mucho y recomienden la nove. Espero que les guste, de verdad.

Aaaa, a mi me encanta esa foto jajaja y  para las que dicen que Laliter no existio,  que Laliter fue marketing... Miren, creo el amiguito de Peter no comparte de la misma opinion no? JAJAJAJA "Donde hubo fuego, cenizas quedan..."  ;) BESOS ♥ 

—Lali… —murmuró Peter preocupado—. ¿Qué sucede?, ¿por qué lloras?

«Porque no estoy segura de estar preparada para esto», respondió Lali para sus adentros, «porque tengo miedo de que luego me desprecies por entregarme a ti, y de que me apartes de tu lado cuando hayas obtenido de mí lo que quieres».

CAPÍTULO 29

—No estoy llorando —replicó, secándose los ojos con la manga del camisón.

Peter le acarició el cabello.

—No tengo por costumbre forzar a mujeres que estén llorando en mi cama —le dijo—, independientemente de que estén desnudas o no.

Lali se preguntó cómo podía su voz contener a un mismo tiempo humor y una preocupación tan sincera. Sonrió ante lo absurdo de sus palabras en medio de nuevas lágrimas, y levantó la cabeza de la almohada para besarlo.

La ternura y la pasión con que le respondió Peter disiparon la tensión de Lali, y el mundo dejó de existir para ella.

Para lo tímida que se mostraba habitualmente, Peter descubrió con sorpresa que Lali era una amante totalmente desinhibida. Para empezar, lo torturó sin piedad, dibujando el contorno de sus labios con la punta de la lengua, y cuando él entreabrió los labios, esperando que la introdujera en su boca, lo dejó con las ganas, bajando en zigzag por su mejilla hasta llegar al lóbulo de su oreja y mordisquearlo sensualmente.

Peter, sin embargo, quería mucho más que eso. Se incorporó un poco, apartándose de ella, y cuando Lali gimió en señal de protesta volvió a agachar la cabeza para tomar sus labios en un beso apasionado, y sus lenguas se entrelazaron en un ballet no coreografiado que los dejó a ambos sin aliento.

Peter acarició con reverencia el cabello negro extendido sobre su almohada, como para asegurarse de que no estaba soñando. Apoyado en los codos, bajó la vista a las angelicales facciones de Lali, que no podían ocultar lo que sentía. No tenía que pronunciar palabra para que supiera que lo amaba, porque estaba escrito en su rostro.

Y, aunque no hubiese sido tan obvio, Peter la conocía ya lo suficiente como para saber que no era la clase de mujer capaz de entregarse a un hombre sin sentir nada por él, no quería romperle el corazón.

El deseo carnal y el amor no eran la misma cosa, y Lali se merecía algo mejor que un hombre incapaz de embarcarse en una relación seria, que no se sentía emocionalmente preparado para comprometerse.

Y, sin embargo, ¿cómo podría rechazar en ese momento lo que Lali le estaba ofreciendo por su propia voluntad y sin condiciones? Nunca antes había deseado a una mujer tan desesperadamente.

Por mucho que intentara agotar su cuerpo cada día con el trabajo, Lali seguía ocupando sus pensamientos. Ni siquiera por las noches se libraba de su influjo, porque también lo obsesionaba en sus sueños, y se despertaba con las sábanas revueltas, y lleno de frustración.

Tal vez aquello no estuviera bien, pero no era más que un mortal, y en ese momento no tenía fuerzas para resistir su debilidad.

Sus dedos no tuvieron paciencia con los pequeños botones en forma de perla que abrochaban el frontal del camisón de Lali hasta la altura del esternón. Agarrando las dos solapas redondeadas del cuello, dio un tirón, y salieron disparados en todas direcciones. Al oír el gemido ahogado de Lali, Peter se disculpó por su falta de control, esperando no haberla asustado.

La respuesta de la joven no podría haber sido más clara: capturó sus labios en un intenso beso, y guió sus manos hasta la abertura que había hecho.

—No pares—le rogó.

No tuvo que repetírselo dos veces. Desde el día en que Lali llegara a su casa y se enfrentara a él, había fantaseado con la idea de besarla, y desde el beso de aquella noche bajo la lluvia de fuegos artificiales, no había podido dejar de fantasear con hacerle el amor.

Mientras le acariciaba los senos, Lali buscó su miembro y cerró la mano en torno a él, robándole el aliento cuando lo apretó suavemente. Para corresponderle, él tiró con el índice y el pulgar de un pezón, y Lali emitió un gemido tan sensual, que Peter sintió que no podía aguantar más.

Subiéndole el camisón, se posicionó entre sus piernas, y se introdujo dentro de ella murmurando algo incomprensible.

Lali se oyó a sí misma respondiendo a los jadeos y gruñidos de Peter con gemidos y suspiros que parecían proceder no de su garganta, sino de un lugar secreto y oscuro en su interior.

No había tiempo para pensar, no cuando los impulsaba una frenética necesidad de entregarse por completo al otro, de no guardarse nada. Era como si la pasión que se había ido acumulando en ellos todos esos días hubiese estado contenida por una presa, que en ese momento estuviese resquebrajándose ante la creciente presión.

Con Peter empujando sus caderas contra las de ella, el muro de aquella presa acabó por reventar, y las aguas de la pasión los inundaron a ambos con una fuerza aterradora, acercándolos al éxtasis.

Rodeando a Peter con las piernas, Lali le ofreció no sólo su cuerpo, cálido y dispuesto, sino también unos sentimientos tan reales y sólidos como las montañas coronadas de nieve que se recortaban majestuosas en el horizonte que se veía a través de la ventana. No era sólo su cuerpo lo que le estaba entregando, sino también su corazón.

Con las uñas de Lali clavadas en sus hombros, Peter se retiró una última vez, y se hundió hasta el fondo de su sexo con un gemido casi animal, que hizo a la joven sentirse a la vez frágil y poderosa.

Lali cerró los ojos con fuerza, y se aferró a la esperanza, al sueño, de que quizá un día Peter llegase a correspondería. Las veces que habían hecho el amor, Josef nunca se había mostrado atento ni tierno con ella. Peter, en cambio, la retuvo en sus brazos después de que ambos alcanzaran el clímax, y la colmó de besos y caricias. Aquella era una experiencia nueva y maravillosa para ella.

Josef había prostituido la palabra «amor», utilizándola sin sentirla, sólo para obtener de una mujer lo que quería. A Peter, por el contrario, Lali sospechaba que le costaría pronunciar esa palabra aunque provinieran de lo más hondo de su corazón.

Entre los dos hombres, prefería sin duda al segundo. Las palabras dulces de labios de un hombre no tenían valor alguno si las pronunciaba sólo como un anzuelo.

Rodeándole la ancha espalda con los brazos, Lali apoyó la cabeza en el pecho de Peter, que había rodado hacia un lado, llevándola con él. Era suyo hasta el amanecer, hasta que la luz del sol inundará los picos de las montañas, trayendo no sólo un nuevo día, sino también una nueva página a sus vidas, completamente en blanco, abierta a todas las posibilidades.

Continuará...