CAPÍTULO 20

Chicas, pronto me voy a un cumple, pero si hay firmas cuando vuelva subo otro cap :) Por ahora habra muy poco Laliter, pero despues se viene con todo :) Disfruten y firmen mucho. Besos ♥ 

—Está bien, a los jardines no. Bueno, por allí se sale a un patio interior —le dijo, señalando unas puertas de hierro forjado y cristal junto al podio de la orquesta—. ¿Le parece mejor?

Lali asintió con la cabeza.

CAPÍTULO 20

El patio tenía naranjos, un precioso pozo de hierro forjado en el centro, y varias mesas con sillas, también de hierro forjado. El aire olía a azahar. Se sentaron en un rincón, cerca de la puerta.

—Y ahora, ¿quiere contarme qué es lo que le ocurre? —le preguntó el hombre con amabilidad—. Le vendría bien desahogarse.

Lali sacudió la cabeza.

—Me tomará usted por una loca.

—No lo creo.

Lali vaciló.

—¿No será un reportero, o algo así?

La sonrisa que asomó a los labios del hombre le indicó que la sola idea se le antojaba ridícula.

—No, soy del personal de seguridad. ¿En quién mejor podría confiar?

Lali exhaló aliviada.

—La verdad es… la verdad es que sí he visto un fantasma.

El hombre no se burló de ella, sino que la instó a seguir hablando.

—Era… era una mujer joven —continuó Lali, en el mismo tono balbuceante—. Daba un poco de miedo porque era como… traslúcida, y flotaba unos centímetros por encima del suelo, pero no resultaba amenazante. Y me dio… me dio un mensaje.

El hombre se inclinó hacia ella.

—¿Un mensaje?

Animada por su interés, Lali le repitió lo que la mujer le había dicho y el aspecto que tenía.

—Es la segunda vez que la veo —le confesó—. La primera fue en la distancia, bajo un roble, en las afueras de Crofthaven.

—La señorita Carlisle —dijo el hombre, sin un atisbo de duda.

            Heather lo miró sorprendida.

—¿La conoce?

—No exactamente —respondió él con una media sonrisa—, pero esa mujer podría ser la misma que se me apareció a mí hace unos días, preguntándome por dónde se iba a Crofthaven. Yo estaba a varios kilómetros de allí, y aunque me pareció un tanto extraña, le señalé la dirección en la que estaba la mansión, y me pareció que murmuraba algo, pero no la entendí. Luego se desvaneció.

Parecía que no le estaba tomando el pelo, así que Lali le pidió que se la describiera, y se estremeció cuando los detalles que le dio coincidieron en todo, incluido aquel relicario de oro que llevaba colgado del cuello el espectro.

En ese momento la puerta se abrió, y los dos dieron un respingo, pero quien cruzó el umbral no era un fantasma, sino una joven de rasgos orientales. En la penumbra no pareció verlos, y se sentó en una de las mesitas del fondo, a su izquierda.

Sólo instantes después la puerta se abría de nuevo, y salía al patio el mismísimo anfitrión de la fiesta, Abraham Lanzani. Aunque ni Peter ni ningún otro miembro de la familia se lo había presentado, Lali lo había visto demasiadas veces en la televisión y en la prensa como para no reconocerlo de inmediato.

Se quedó un instante parado, y al ver a la joven se dirigió derecho hacia ella.

—Disculpe que la moleste —le dijo—. Llevo toda la noche observándola, y cuando la he visto salir aquí, la he seguido para poder hablar con usted en privado. Verá, probablemente sólo esté equivocado, pero es que me recuerda muchísimo a una persona que conocí hace ya muchos años.

Lali giró el rostro hacia Michael para decirle que quizá deberían marcharse, pero sus ojos estaban fijos en la bella desconocida oriental.

—El nombre de esa persona… ¿era Lan Nguyen, por un casual? —le preguntó la joven, en un tono desafiante, poniéndose de pie y colocándose frente a él.

—Sí, sí, lo era —respondió Abraham sorprendido—. ¿Cómo lo sabe?

—Porque yo soy su hija, Lea. Y soy hija suya, señor Lanzani, la hija a la que abandonó en Vietnam.

          Lali emitió un gemido ahogado. Abraham Lanzani, famoso por sus dotes de orador, parecía haberse quedado sin palabras, y estaba pálido como una sábana.

Preguntándose si aquello no sería una encerrona preparada al candidato a senador por la prensa amarilla, Lali miró en derredor, esperando atisbar a algún reportero escondido en las sombras, pero no había nadie más. Michael le puso una mano en el brazo y, cuando Lali lo miró, él se llevó el índice a los labios para indicarle que no hiciera ruido.

El que Abraham no se hubiera defendido al momento de la acusación de la joven hizo que Lali se preguntara si quizá aquella exótica belleza estaría diciendo la verdad. Amarga como se había vuelto su relación con su padre en los últimos dos años, era incapaz de imaginar el valor que habría tenido que reunir aquella joven para mirar a los ojos a un perfecto extraño y decirle que era su hija.

James Espósito no había sido un padre amoroso, y mucho menos comprensivo, pero estaba segura de que más duro que crecer con un padre así, debía ser crecer sabiendo que el hombre cuya sangre corría por tus venas te había despreciado y abandonado.

Si lo que decía era cierto, aquella joven tenía motivo para estar enfadada. Lali se preguntó cómo explicaría Abraham Lanzani a sus hijos, ya adultos, que tenían una hermanastra y que todo ese tiempo se lo había ocultado. Por no hablar de los medios de comunicación. ¿Qué pasaría con sus aspiraciones políticas si se hacía pública una revelación semejante?

Cuando volvió a hablar, la voz del candidato a senador sonó quebrada.

—Lan… ¿sobrevivió? ¿Sobrevivió al ataque sobre su pueblo? Creía que había muerto. Yo…

La joven no le dejó terminar.

—Mi madre está muerta.

A pesar del tono desafiante de la joven, Lali la vio tambalearse hacia atrás. Michael se levantó como un resorte, y la sostuvo antes de que se desmayara. Lali lo escuchó murmurarle algo en el oído, antes de que Abraham Lanzani recobrara la compostura y tomara el control de la situación.

—Llévala a casa, Michael —le dijo. Su preocupación parecía sincera—, y quédate con ella hasta que me ponga en contacto contigo… hasta que podamos solucionar esto.

—Sí, señor.

Michael le había dicho a Lali que era del personal de seguridad, pero no se le había pasado por la cabeza que pudiera ser el guardaespaldas del mismísimo Abraham Lanzani.

Era evidente que el candidato a senador estaba luchando por controlar las emociones que había suscitado en él aquella revelación, pero cuando se despidió de Michael con un asentimiento de cabeza y regresó dentro parecía más sereno, como si se quedase tranquilo de dejar en buenas manos a aquella joven que se había presentado como su hija.

Michael sentó a Lea en una silla, y le dio palmaditas en ambas mejillas hasta que logró que volviese en sí. La joven abrió los ojos y lo miró aturdida. Michael se volvió hacia Lali, que había ido junto a él, y le dijo que lo mejor sería que ella también volviese a la fiesta.

Lali asintió, y le prometió que no diría nada a nadie sobre lo que habían presenciado. Abraham Lanzani era lo bastante mayor como para ocuparse de sus asuntos, y bajo ningún concepto se metería ella jamás donde no la llamaban.

Además, no le parecía que hubiese motivo para hablarle de ello siquiera a Peter. Bastante tenía ya con sus propios problemas, y probablemente no daría crédito a lo que había dicho aquella joven.

Y, por otra parte, el hacerlo sólo haría que se prolongase su estancia en Savannah. Era una ciudad muy bonita, de eso no había duda, pero también era bulliciosa, como todas las ciudades, y Lali ansiaba regresar al rancho Doble D, donde se respiraba calma y sosiego, y donde podría explorar sus sentimientos por Peter, lejos de los familiares bienintencionados pero entrometidos, y de los molestos reporteros.

Continuará..