CAPÍTULO 11

Holaaaaaaaa :) Si hay firmas subo más y más! jajaja Pronto se viene Laliter! besos ♥ Disfruten y firmen!

A coro, los Lanzani le aseguraron que no sería una molestia en absoluto. De hecho, a juzgar por la mirada que cruzaron madre e hija, y que Lali no advirtió, acababa de convertirse en el centro de una nueva «operación casamentera», como Imogene llamaba a sus actividades de Celestina.

CAPÍTULO 11

Peter refrenó el deseo de arrancarse la dichosa pajarita, ese invento diabólico cuyo único propósito parecía ser el de ahogar a quien la llevaba puesta y hacerlo parecer un idiota. Aunque ya no era aquel adolescente rebelde de años atrás, que se oponía con vehemencia a que lo obligaran a asistir a esos aburridos actos sociales, Peter seguía prefiriendo el olor a caballo al de los empalagosos perfumes que flotaban en ese momento por el aire del salón George Washington del hotel Twin Oaks.

Su tío Abraham, en uno de sus caprichos de última hora, había decidido finalmente celebrar el acto allí.

Tampoco su paladar había llegado a apreciar nunca el caviar, que se contaba entre los aperitivos que había en las mesas de la fiesta, servido en elegantes cuencos de cristal entre esculturas de hielo. Seguía prefiriendo el pollo frito a esos huevos de pez negros… y también una buena cerveza al champán. Sería menos fina pero quitaba la sed, pensó mirando con desdén la copa que tenía en la mano.

Estaba llevándosela a los labios, cuando una criatura encantadora entró en el salón. El corazón le latió con fuerza una vez, dos, y hasta tres en un rápido staccato, antes de detenerse. Si los ojos negros de aquella belleza no hubieran buscado los suyos en ese instante, haciendo latir de nuevo a su pobre corazón, probablemente se habría puesto a sí mismo en ridículo, derramándose el burbujeante champán por encima, y se habría convertido en el objeto de las burlas de su hermano Jacob, que estaba charlando con él.

—¿Puedes creer que me dijera eso? Es sencillamente increíble…

Peter puso cara de interés y asintió como si lo estuviera escuchando, pero no pudo apartar los ojos de aquella visión vestida de azul que estaba atravesando el salón en dirección a él. Aunque sólo la había visto con vaqueros y camisetas de manga corta, tendría que haber estado ciego para no haberse dado cuenta de lo bonita que era la niñera de su hijo.

El vestido que había escogido para la fiesta de esa noche no podría haberlo dejado más sorprendido. La prenda, de una tela similar al satén, abrazaba su figura y acentuaba sus formas femeninas de tal modo, que todas las miradas se centraron en ella.

Igual que la Cenicienta del cuento no estaba destinada a limpiar suelos durante el resto de su vida, tampoco podría imaginar ninguno de los presentes al ver a Lali que era una niñera. Parecía una princesa, y aquel vestido le sentaba tan bien que Peter  se preguntó si lo habrían diseñado expresamente para ella. De diseño clásico, la prenda relucía con los adornos de lentejuelas y abalorios a cada paso que daba.

El bajo del vestido estaba cortado en un ángulo que iba desde la mitad del muslo de una pierna, a un par de centímetros bajo la rodilla de la otra. Peter nunca hubiera imaginado que las piernas de Lali pudieran parecer tan largas con un par de sandalias plateadas de tacón. Dios, eran unas piernas interminables… Tragando saliva, apartó la vista un momento para mirar irritado a los hombres que, como él, parecían haberse quedado traspuestos con aquella aparición celestial.

Jacob le dio un codazo en las costillas y le dijo:

—Caray con la niñera… ¿Qué hace una chica así trabajando para un cascarrabias como tú?

—Cuidar a mi hijo —respondió Peter con aspereza.

Tomó un largo trago de champán para apurar la copa, ufanándose de no atragantarse al hacerlo, y la depositó en la bandeja de un camarero que pasaba. Para ocultarle a su hermano el ligero temblor de sus manos, se las metió en los bolsillos, y se apoyó en la columna de mármol que tenía detrás.

—No te enfades conmigo, hombre —le dijo Jacob—. Sólo estaba picándote un poco. Lali parece encantadora, y no todas las mujeres son como Sheila, ¿sabes?

—¿No me digas que Genie te ha convencido para que la ayudes a intentar emparejarme? —inquirió Peter con un gruñido.

Aunque la sonrisa que se dibujó en los labios de Jacob era algo traviesa, también había en ella compasión.

—Nunca he sido partidario de empujar a nadie a algo que no quiere, hermanito —le dijo—, pero puedo decirte que, después de haber pasado años luchando contra ello con uñas y dientes, el matrimonio es lo mejor que me ha ocurrido. Y no me gusta dar consejos, créeme, pero sería una pena que dejaras que una mala experiencia ahuyente cualquier oportunidad que se te presente de ser feliz. Una cosa es que quisieras iniciar una nueva vida en Wyoming, lejos de toda esta parafernalia de fiestas e hipocresías, y otra que te entierres siendo tan joven.

De haber sido otro hombre el que hubiera estado intentando aleccionarlo, Peter le habría pegado un puñetazo y lo habría mandado al diablo, pero se trataba de su hermano, y sabía que sólo quería lo mejor para él.

Continuará...