CAPÍTULO 23

Hola chicaaaaaas! Si hay firmas subo otro a la noche :) Disfruten y firmen mucho. Besos ♥ 

—¿Hablar? —repitió—. ¿De qué?

Su voz sonaba ligeramente temblorosa.

—De anoche.

Aunque agradecía que Peter fuera tan directo, Lali se sintió aliviada al ver que estaban llegando al aeropuerto.

—¿No podríamos esperar a que estemos en el rancho? —le pidió.

—Sí, supongo que será mejor —accedió Peter con un suspiro.

CAPÍTULO 23

Lali no podía saber que Peter estaba recordando todas las discusiones que Sheila había pospuesto, prometiéndole siempre que las cosas mejorarían, sin hacer nada por mejorarlas. Sólo oyó la resignación en la voz de Peter, y dio por sentado que no se sentía cómodo con aquella conversación que pensaba que debían tener. Si facilitara las cosas, se dijo Lali, siempre podía decirle que dejaba el puesto… aunque supusiese tener que dejar un trabajo que le encantaba, y no volver a ver a una familia que estaba empezando a gustarle.

Con sus padres las despedidas siempre habían sido tan frías y breves, que, por contraste, la de la familia de Peter, eterna, y llena de sonrisas, lágrimas, besos, y abrazos, la conmovió profundamente.

Sin embargo, como no estaba acostumbrada a esa clase de muestras de cariño, se sintió como si estuviera presenciando algo demasiado íntimo, y, respetuosa, iba a escabullirse hacia la escalerilla del avión cuando…

—¡Lali!, ¿se puede saber adónde vas? —exclamó de pronto Miranda.

El tono herido en su voz dejó confundida a Lali.

—Bueno, yo… creí que querríais un poco de privacidad —se explicó.

—¡Qué bobada! —le espetó la madre de Peter—. ¿No te dije que ya te consideramos como parte de la familia? —añadió, tomándola del brazo y haciendo que volviera con ellos.

—Espero que en vuestra próxima visita mi hermano tenga el buen acuerdo de hacerlo oficial —intervino Imogene.

La sonrisa traviesa de sus labios dio a entender a Lali que lo que esperaba que Peter hiciera oficial era un supuesto compromiso, y se puso roja como un tomate, pero la mirada asesina que Peter le lanzó a su hermana la hizo sonreír. Imogene, sin embargo, con la indolencia que la caracterizaba, no se amedrentó, y le susurró algo al oído.

—¿Eso crees? Puedes esperar sentada —farfulló Peter sarcástico, mirándola con una ceja enarcada.

La sonrisa se borró de los labios de Lali. Aunque no sabía qué le había dicho Imogene a su hermano, pensó que le había hecho algún comentario malicioso sobre ella.

Miranda, que advirtió el cambio en la expresión de Lali, le dio unas palmaditas en el brazo.

—No les hagas ni caso, querida. Desde niños les he dicho mil veces que es de mala educación cuchichear delante de la gente, pero jamás me han hecho caso. No son lo que se dice unos hijos muy dóciles. ¿Por qué crees si no que me han salido todas estas canas? —le dijo riendo y llevándose una mano a la cabeza.

Conmovida por su intervención, Lali se dijo que Miranda Lanzani seguiría pareciéndole una mujer muy hermosa aun con todo el cabello blanco. Tenía esa clase de belleza que irradia no tanto de fuera como de dentro.

—Lo siento, Lali, perdóname —dijo Imogene, sinceramente arrepentida. Pero de inmediato resurgió su espíritu juguetón, y le dijo casi de carrerilla—: Ya sé que es injusto pedirle a una chica tan buena como tú que cargue con alguien tan huraño y cabezota como Peter, pero, tranquila, por lo que acaba de decirme, parece que piensa que no estás tan loca como para casarte con un bruto como él. Claro que, habiéndome casado hace poco con un hombre que definía el matrimonio como «el gusano que esconde el anzuelo», creo que soy la más indicada para hacerle ver a este botarate el error que cometerá si te deja escapar.

—¡Genie!

Era Harold quien había increpado a la lenguaraz damisela. Con una sola mirada, era el único que parecía poder controlarla. Sin embargo, aunque Imogene se calló al momento, el brillo malicioso no abandonó sus ojos.

Lali volvió a enrojecer, no sabiendo qué cara poner ante el hecho de que al menos un miembro de la familia Lanzani le hubiese dado su «aprobación». Harold dio un paso adelante para intervenir de nuevo.

—Te estamos muy agradecidos, Lali—le dijo mirándola a los ojos con una sonrisa. ¡Si tan sólo su padre la hubiese mirado alguna vez de esa manera, haciéndola sentirse valiosa…!—. Por lo que estás haciendo por Dylan, y por ende por nuestro hijo, no tiene precio. Siempre estaremos en deuda contigo. Esperamos volver a verte, y que sea muy pronto.

Emocionada por lo mucho que aquella invitación significaba para ella, Lali se quedó literalmente sin palabras. Y entonces, de pronto, una vocecita infantil dijo:

—Adiós, adiós.

Lali y todos los Lanzani se quedaron boquiabiertos y miraron a Dylan, que estaba en brazos de su padre.

—¿Qué has dicho? —inquirió Peter pasmado.

Por toda respuesta, Dylan prorrumpió en risitas.

—Ha dicho «adiós» —repitió Thiago, sacudiendo la cabeza con incredulidad ante el hecho de que todos los adultos parecieran haberse vuelto tontos de repente.

El hecho de que Thiago fuera el único que no pareciera sorprendido hizo que Lali se preguntara si sería posible que Dylan le hubiese hablado más veces cuando estaban a solas. Lágrimas de alegría y risa de padre, abuelos y tíos acompañaron la proeza del pequeño diablillo, a quien todos abrazaron, besaron y revolvieron el cabello.

Aunque Peter aseguró que era gracias a Lali, ella estaba convencida de que los progresos del niño se debían a la combinación de un buen padre y el apoyo incondicional de su familia. Eso… y un aparente deseo de que acabara de una vez la interminable despedida de los mayores, añadió para sí, esbozando una sonrisa.

—Te dije que volvería a hablar cuando estuviera listo —se jactó Lali, mirando a Peter mientras se abrochaba el cinturón de seguridad—. Y sin tener que sobornarlo con galletas…

Continuará...