CAPÍTULO 27

Se viene, pronto se viene :) Firmen chicaaas! Disfruten, espero que les guste! Besos besos ♥ 

Pronto, confundida por aquel cambio en su comportamiento, y por el hecho de que había dejado de evitarla, comenzó a reaccionar como una adolescente nerviosa cuando lo tenía cerca.

CAPÍTULO 27

Durante el día intentaba concentrarse en las tareas de la casa y en Dylan para no prestar tanta atención a su presencia, pero cuando llegaba la noche y se iba a la cama, estaba exhausta por sus esfuerzos por reconstruir el muro que los separaba como patrón y empleada, y sentía que estaba fracasando estrepitosamente porque se estaba cayendo a pedazos.

Por mucho que se empeñara, no era una santa, sino una mujer con sus debilidades y sus necesidades. Además, después de sus escarceos con Josef había dejado de considerarse una «buena chica». Y, por otra parte, no era una aversión al sexo lo que le impedía dejarse llevar por la química que había entre Peter y ella, sino miedo, simple y llanamente.

Temía que, si se acostaba con Peter, aquello destruiría por completo su relación. Aquello era lo que le había pasado con Josef, y no tenía ningún deseo de volver a cometer el error de dejar que la utilizasen y luego se deshiciesen de ella como de un pañuelo de papel, sobre todo cuando necesitaba el empleo para poder vivir… y para sentirse útil.

Además, ¿qué sería de la amistad que había surgido entre ellos? Era algo que valoraba y no quería perder. Durante el tiempo que llevaba en aquella casa, había ido descubriendo a un hombre amable, cariñoso, con sentido del humor… y sorprendentemente perspicaz y considerado. Cuando la veía tensa, no la agobiaba ni la presionaba como había hecho Josef, sino que le dejaba espacio, cuando la notaba poco habladora, no intentaba sacarle conversación, ni hacerla reír, sino que respetaba su silencio. Todo aquello, por mucho que intentarse negar la atracción que sentía por Peter, no hacía sino acercarla más a él.

Aun cansada como estaba al final de cada jornada, le costaba mucho conciliar el sueño, y cuando por fin lo conseguía, tenía extraños sueños en los que aparecía la señorita Carlisle. Llevaba el mismo vestido negro, y jugueteaba con el relicario de oro que había visto colgado de su cuello. De pronto, como si en el sueño se convirtiera en ella, abría el relicario, y veía dentro la foto de un hombre. No sabía de quién podía tratarse, pero de algún modo sabía que era alguien que ocupaba un lugar especial en el corazón de la institutriz. Y luego oía un susurro que decía que tenía que revelarse la verdad a los descendientes de aquel hombre, a todas las generaciones malditas por los pecados del padre.

Por más vueltas que le daba, Lali no lograba descifrar el significado de aquel galimatías. Aquella noche, sin embargo, el sueño cambió. Se hallaba en medio del campo, y era noche cerrada. De pronto se oían cascos de caballos aproximándose al galope, y el traqueteo del carruaje del que tiraban. La escena cambiaba y estaba dentro del vehículo. Veía a la señorita Carlisle golpeando la pared de madera con los puños y gritándole al cochero que fuera más despacio.

Lali no podía ver el camino, pero de algún modo intuía que se acercaban a una curva peligrosa, la curva que había acabado con la vida de la institutriz, y que seguiría haciéndolo una y otra vez por toda la eternidad si alguien no rectificaba en el presente algo que había sucedido en el pasado.

Una sucesión de imágenes borrosas y el eco de sus propios gritos en el sueño la despertaron. Se incorporó en la cama, bañada en sudor, y miró en derredor desorientada, aliviada de encontrarse a salvo.

Sin embargo, seguía oyendo una especie de gemidos asustados, y se preguntó si no estaría aún soñando. Le llevó un instante darse cuenta de que no provenían de su cabeza, sino de la habitación de Dylan.

Llena de miedo por el chiquillo, se levantó de la cama como un resorte y corrió a su dormitorio. Al abrir la puerta, vio que estaba siendo presa de una pesadilla que parecía tan terrible como las suyas. El niño se despertó en ese momento, y se sobresaltó al ver su silueta en el umbral de la puerta, gritando asustado:

—¡Mami!

Lali fue a su lado en un instante. Se sentó en el borde de la cama, lo abrazó con fuerza, y lo acunó contra su pecho susurrándole:

—Tranquilo, Dylan, no pasa nada. Soy, yo, Lali. Estoy aquí contigo; ya pasó, ya pasó…

Entre sollozos, con voz ronca por la falta de uso, el chiquillo le imploró:

—No me dejes… no te vayas…

Aquellas palabras le encogieron el corazón a Lali. Dylan le rodeó el cuello con los brazos, y se aferró a ella con una desesperación inusitada en alguien de tan corta edad.

—No voy a irme a ningún sitio, cariño —le dijo—. Te lo prometo.

—No le digas eso a menos que pienses cumplirlo.

Aquellas palabras no las había pronunciado Dylan, sino alguien detrás de ella. Lali giró la cabeza, y vio a Peter en el umbral de la puerta, vestido sólo con unos bóxers, dejó a Lali sin aliento.

La joven había intentado imaginar muchas veces los contornos de su cuerpo, pero, como suele ocurrir, la realidad supera a la ficción. Tenía un físico tan perfecto que merecía ser esculpido en mármol e inmortalizado para la posteridad.

La voz de Peter había sonado tan suave como una caricia, y su tono rezumaba una preocupación tan sincera, que Lali no pudo evitar conmoverse.

—Pienso cumplirlo —respondió con una firmeza que la sorprendió a ella misma.

Continuará...