CAPÍTULO 19

Hola, todo bien? :) Gracias por las firmas y por todo lo lindo que me dicen por twitter. Si hay firmas subo más. DISFRUTEN Y FIRMEN ! Besos ♥ 

—No le falles… —repitió la mujer—. Y no traiciones a tu corazón.

Con esas palabras desapareció, y dejó a Lali temblorosa, preguntándose de nuevo si lo que creía que acababa de presenciar no habría sido sólo producto de su imaginación.

CAPÍTULO 19

Era una lástima que Lali se hubiese marchado antes de que lograra atrapar a aquel reportero que los había interrumpido, se dijo Peter, que había interrumpido el que para él había sido sin duda el momento más romántico de su vida.

Estaba seguro de que a Lali le habría encantado ver cómo le quitaba la cámara y le arrancaba el carrete.

—Piérdete, parásito inmundo —le había dicho al tipo, antes de darle una patada en el trasero.

Y el paparazzi se había alejado frotándose las posaderas y farfullando que «el público tenía derecho a saber».

Cuando Peter regresó al lugar donde había dejado a Lali, con la intención de tranquilizarla y decirle que no iban a publicar nada sobre ellos, se encontró con que ya no estaba. Dio un puntapié al césped lleno de irritación, maldiciendo el hecho de apellidarse Lanzani.

Buscó a Lali en vano por todas partes; parecía que se la hubiera tragado la tierra. Y entonces, para colmo de males, tuvo que toparse de nuevo con Marcie Mae, que entraba de los jardines al salón con una copa en la mano.

—¡Peter, querido, estabas aquí! Llevo un buen rato intentando encontrarte. Tienes que volver fuera conmigo ahora mismo —le dijo agarrándolo por el brazo y arrastrándolo con ella—. No te lo vas a creer cuando te diga a quién me he encontrado cuando salimos a ver los fuegos artificiales: Jenny Mitchell, aquella chica tan mona que estuvo saliendo con Curtís Walker, la que parecía Heidi, con esas mejillas sonrosadas… Ahora está casada… no con Curtís, claro, que al final resultó ser gay, qué cosas… En fin, ahora la verás, pero te aviso que da un poco de pena: parece una espina de pescado de lo delgada que se ha quedado, ¿a pobre…

Sin saber cómo, Lali encontró finalmente el camino de regreso al salón George Washington. Mientras avanzaba con piernas temblorosas por el corredor, se preguntó si estaría volviéndose loca. No le encontraba otra explicación posible a lo que acababa de ocurrirle, porque desde luego ebria no estaba. Apenas había tomado un par de sorbos del vaso de ginger ale que había tenido en la mano hasta que el tal Fred la había invitado a bailar.

Además, aquello de que no le fallara al chico y que no traicionara a su corazón… Su imaginación debía estar jugándole una mala pasada. Probablemente era su subconsciente, intentando conciliar las emociones conflictivas que habían surgido en ella en los últimos días por el tira y afloja entre sus hormonas y su buen criterio.

La otra posible explicación no era racional, y al pensar que aquella aparición hubiera podido ser real, un escalofrío la recorrió de arriba abajo, erizándole el vello de los brazos.

Cuando entró en el salón, miró a un lado y a otro, sorprendida de ver que allí seguía habiendo cuatro gatos.

—Todo el mundo sigue fuera —dijo una voz masculina a sus espaldas.

Lali se giró sobre los talones y se encontró con un hombre alto y fuerte.

—Ya no debe faltar mucho para el discurso del señor Lanzani —añadió, echando un vistazo a su reloj de pulsera—. Después la gente irá marchándose, a excepción de los incondicionales de siempre, que se quedarán hasta el amanecer.

Peter no le había dicho hasta qué hora tendrían que permanecer allí, pero Lali esperaba que no fuera tanto, porque estaba rendida física y emocionalmente. Si no, estaba dispuesta a usar a Dylan como excusa para escaparse de allí más temprano.

Claro que, desde el día en que llegaron a Savannah, los miembros de la familia se habían mostrado tan deseosos de pasar tiempo con el pequeño, que prácticamente no habían necesitado de sus servicios.

Sin embargo, se moría por poder regresar por fin a casa de los padres de Peter y dejarse caer en la cama. Con suerte a la mañana siguiente la velada entera no habría sido más que un mal sueño.

—¿Y estará usted entre ellos? —le preguntó, con una voz casi tan temblorosa como sus manos, ocultas tras la espalda—. Entre los incondicionales, quiero decir.

—Parece que sí —respondió el hombre.

Lali frunció ligeramente el ceño ante la extraña respuesta. No lo conocía, por supuesto, pero, así a primera vista, no le parecía el clásico juerguista. Se preguntó qué estaría haciendo allí. Estaba solo, y no hacía más que mirar en todas direcciones sin llamar la atención, como si estuviese alerta.

—Soy Lali Espósito —se presentó tendiéndole una mano.

—Michael Whittaker —contestó el hombre, estrechándola—. ¡Cielo santo, está helada! ¿Se encuentra usted bien? —inquirió escrutando su rostro. Al reparar en su palidez, añadió—: Parece que hubiera visto usted un fantasma.

—Tiene gracia que diga usted eso —murmuró Lali, dejando escapar una risa temblorosa.

Frunciendo el ceño preocupado, el hombre la agarró suavemente por el hombro.

—Creo que necesita un poco de aire fresco. Venga, saldremos a los jardines.

—No, por favor —le rogó Lali—. Hay demasiada gente.

—Está bien, a los jardines no. Bueno, por allí se sale a un patio interior —le dijo, señalando unas puertas de hierro forjado y cristal junto al podio de la orquesta—. ¿Le parece mejor?

Lali asintió con la cabeza.

Continuará...