martes, 10 de abril de 2012

Capítulo 7


Gracias a Sabri y la anónima por las firmas, y gracias tambien a las chicas de twitter.  Que bueno que les guste, y ojala pronto haya más lectoras. :)  NAAA, no saben lo que es   el proximo capitulo... ;)




—Peter, Peter Lanzani —contestó. Esperó a que la mujer le dijera el suyo, pero comprendió que tendría que gastar una pregunta para saber­lo—. ¿Y tú?
—Lali Espósito. Yo llevo tres, tú dos. ¿Quie­res preguntarme algo?

Capítulo 7
—¿Vives en Buenos Aires? —quiso saber Peter, in­capaz de contener la curiosidad.
—Estaré una temporada aquí, pero vivo en Chicago.
De modo que, realmente, no sabía quién era. Eran dos auténticos desconocidos.
—Encantado de conocerte, Lali —murmu­ró—. Lali, me gusta el nombre. Te pega.
—¿Por? —Lali corrió a precisar—. Y no es una de las preguntas. Sólo curiosidad.
—Vaya, me pones a prueba. Ahora tiene que ocurrírseme algo poético sobre tu nombre o te darás cuenta de que no soy tan galante como in­tento aparentar.
—Me encanta la poesía, Peter Lanzani.
—Me temo que sólo sé hacer quintillas.
—Adelante —lo desafió ella.
—En fin, me he metido yo solito —Peter pensó unos segundos en busca de alguna rima—. Soy irlandés, se supone que tendría que salirme de forma natural... Una mujer de Chica­go. La luna en el cielo, un faro. Hablaba con un chiflado. Sobre bonos del Estado... Me presenté con descaro —improvisó y Lali soltó una carca­jada.
—No está mal. Pero no responde a mi pre­gunta.
—Es que Lali no rima —Peter la miró hasta que ella se sintió obligada a retirar la vista—. Lali te pega porque me gusta cómo suena cuan­do lo pronuncio. Y creo que no he conocido a ninguna Lali, así que cuando oiga ese nombre, pensaré en ti la primera.
—Qué bonito —dijo ella tras dejar escapar un suspiro.
La miró, registrando las bellas facciones de su rostro. No tuvo que pensárselo para besarla. Bastó con inclinarse y ella estaba ahí, esperan­do, con los labios suaves, húmedos y dulces.
Era evidente que no podían aprovechar mejor ese momento de ninguna otra forma. Luego se retiró y siguieron bailando.
Estaba cómodo con ella entre los brazos, pa­recían encajar: la mano reposaba en el sitio ade­cuado de la espalda y sus dedos estaban hechos a la medida de su palma. La atrajo contra su pe­cho y notó el roce de sus caderas, sus senos contra el torso.
Peter no recordaba la primera vez que se ha­bía sentido atraído por una mujer. Había pasado mucho tiempo, había estado con un montón de mujeres desde entonces. Pero Lali tenía algo es­pecial que no acertaba a precisar. Quizá fuese el juego que habían acordado, dos desconocidos intercambiando algo más que miradas por la no­che.
Balada a balada, iba aprendiendo más de ella: su forma de moverse, el sonido de su voz, las formas de su cuerpo bajo el vestido y el olor del perfume en la curva del cuello. No charla­ban de nada importante, pero cada palabra lo hacía desearla más. No sabía a qué se dedicaba, su comida favorita ni sus aficiones siquiera.
Pero sí dónde podía terminar la velada y, por primera vez desde que era un hombre adulto, Peter no sabía si quería que acabase ahí. Alejó esos pensamientos de su mente y se concentró en la música, la fragancia de su cabello, resuelto a disfrutar cada segundo, donde quiera que la noche los condujera.
Tomó aire. Era todo un descubrimiento: qui­zá el hecho de estar con una mujer no se reducía sólo al sexo. Quizá estaba bien que la seduc­ción finalizara con un beso de buenas noches.
La música finalizó. Poco a poco, las luces de la pista se encendieron. Lali levantó la cabeza del hombro y miró alrededor.
—¿Qué hora es? —preguntó con el ceño fruncido.
—Hora de irnos —dijo él—. Somos los últi­mos en la pista.
—No me había dado cuenta de que fuera tan tarde —comentó Lali, ruborizada.
Peter la rodeó por la cintura y la guió de vuelta a la mesa donde estaban los zapatos y el bolso.
—Vámonos —dijo al tiempo que se agacha­ba para ayudarla a calzarse.
Echaron a andar hacia la salida y, a medio ca­mino, Peter vio una sala tenuemente iluminada e, incapaz de resistirse, la metió dentro y la besó. Le acarició las mejillas y se abrió paso con la lengua. Lali emitió un ligero suspiro y, cuan­do Peter se separó, permaneció un rato con los ojos cerrados.
—¿Adonde vamos? —preguntó ella.
—No sé. Adonde sea. Con tal de ir juntos.
—Ten... tengo el coche afuera.
—Adelante.
Cuando llegaron a la calle, Lali le entregó al aparcacoches una tarjeta. Peter hizo una llama­da fugaz por el móvil y, segundos después, se detuvo una limusina frente a ellos. No le prestó atención hasta que Lali se aproximó y el aparca­coches le abrió la puerta.
—Cuando dijiste coche, pensé que te referías a un Toyota o a un Ford —dijo él después de que Lali entrara.
—Es una limusina.
—Ya lo veo —Peter entró.
—¿Prefieres que vayamos en tu coche? - Peter pensó en su Ford destartalado, esta­cionado al raso a un par de manzanas, y lo com­paró con el lujoso interior de cuero de la limusi­na.
—No, este vale.
—¿Adónde? —preguntó el chófer, mirándolos por el retrovisor.
Peter miró a Lali, dejándole la elección a ella.
—¿Adonde quieres ir? —le preguntó con los ojos clavados en sus labios.
—Simplemente conduzca —murmuró mien­tras entrelazaba las manos tras la nuca de Peter—. Enséñenos la ciudad.
El cristal de separación hizo un ruidito mien­tras subía, pero Peter sólo pudo oír los latidos de su corazón mientras estrechaba a Lali entre los brazos.

Continuará...


Y ahi tienen el beso :)  Firmen aca o en mi twitter, please chicas! @siempreconlyp

2 comentarios:

  1. Hermoso Me Encanto...

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  2. Awwwwww morí de amor!!! Yo se que de a poco se van a ir enamorando y ya después no se van a poder separar muchas gracias por subir está Nove @LuciaVega14

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