Capítulo 30

Vi las firmas y que me pedian más, asi que.. aqui estoy! jajaja Muchas gracias a Friii por recomendar la nove, de verdad.. muchas gracias! Estoy feliz por que hay nuevas lectoras..  Espero que les guste la novela. :) Gracias por firmar Luli, y le cuento que soy de Brasil y me voy a la playa. Gracias tambien a las anónimas,  a complicidad_lyp y a Lalita Pásion que siempre firman. Subo nove por ustedes que siempre firman y me hablan por twitter para que suba más capitulos.  GRACIAS GRACIAS GRACIAS ♥ mañana más, besos besos. Las quiero!

Peter estiró las piernas y consideró la res­puesta. Luego le lanzó una sonrisa traviesa:

—No, para mí no fue más que sexo.

—¿Serás bobo? —Lali agarró la bolsa y le pegó con ella en el pecho.

Capítulo 30

—No, en serio. La primera vez que te vi, con aquel vestido dorado, pensé: tengo que conocer a esta chica. Eras la más guapa de la fiesta. Lue­go, cuando el otro tipo se sentó contigo, creí que ya estabas ocupada. Pero entonces me mi­raste y comprendí que necesitabas que te resca­tase. Así que intervine y el resto... ya lo sabes — Peter hizo una pausa—. Me gustaba cómo te caía el pelo por la nuca, me gustaba tu perfume, el sonido de tu voz. Y me gustaba sentirte entre mis brazos mientras bailábamos.

Lali se quedó un buen rato mirándolo antes de contestar:

—Es muy bonito esto que dices... pero sos­pecho que les dices cosas bonitas a muchas mujeres.

—Muchas no se lo merecen como tú —repli­có él.

Lali soltó el sándwich y se limpió con la ser­villeta.

—¿Te has parado a pensar lo difícil que sería salir juntos? En primer lugar, no empezamos como se empieza normalmente. Y no estamos de acuerdo en algunas cosas importantes. Nos pasaríamos el tiempo discutiendo.

—¿Cómo vamos a saberlo si no lo intenta­mos? —preguntó Peter y Lali suspiró.

—¿Y si te digo que me lo pensaré antes de tomar una decisión?

—Supongo que tendré que contentarme. Al menos estamos avanzando —Peter sonrió. Se giró hasta estar tumbado sobre el vientre y puso su sándwich delante de él—. ¿Qué es esto?

Se le detuvo el corazón. Peter tenía en las manos el informe del detective privado. Aunque en un principio hizo ademán de darle la carpeta a Lali, de pronto vio su nombre en la portada, escrito en letras mayúsculas.

—Dámelo —le exigió ella, lanzándose hacia la carpeta.

Pero Peter reaccionó con buenos reflejos. Se puso de pie y se apartó de ella. Empezó a leer mientras caminaba y no paró hasta estar junto a la fuente. Lali no sabía qué hacer. Quizá debiera advertir a Peter de hasta dónde estaba dispuesto a llegar Soler para proteger sus intereses. Aunque no le hubiera arrebatado el expediente, se habría planteado la posibilidad de avisarlo... por cortesía.

Se levantó y fue hacia él. Pero antes de que pudiera explicarse, Peter la fulminó con la mira­da.

—¿Has pedido que me investiguen? —dijo y soltó una risotada amarga—. No puedo creérmelo. Es mi vida completa. O pensabas utilizar­lo en mi contra o te preocupaba un poco con quién te habías acostado.

—No he sido yo —dijo Lali—. Fue Soler quien encargó que te investigaran. Quería tener algo que utilizar en tu contra.

—Esto pasó cuando era un chaval —murmu­ró Peter—. En fin, ya veo que la sopa de agua de salchichas no es tan interesante como mis antecedentes. La sopa no es un buen arma. Pero piensa un momento en cómo reaccionará la prensa: mi padre no estaba en casa y, cuando estaba, estaba borracho. Mi madre huyó de casa y no volvió. Vivíamos en una casa con goteras en San Clemente del Tuyú y nos cortaban la luz y la calefacción cuando no podíamos pagar las facturas. A veces robábamos en el mercado para comer. Y lo úni­co que nos preocupaba era conseguir que los trabajadores sociales no nos separasen. Tuvimos una infancia conmovedora. La gente se compa­decerá de mí.

—No voy a utilizarlo —dijo Lali.

—Haz lo que quieras —contestó él—, Por mí no te cortes. No hay reglas —agregó y se dio media vuelta.

Lali lo vio alejarse con el informe todavía en la mano.

—Necesito el informe. No puedes llevártelo. - Peter se paró, se giró despacio. Regresó has­ta Lali con un gesto de rabia contenida.

—Necesitas el informe —repitió mientras se lo lanzaba por encima del hombro. Lali oyó el ruido de la carpeta al caer en el agua y cerró los ojos—. Ahí tienes tu maldito informe.

Lali se giró hacia la fuente y encontró la car­peta empapada. Cuando se dio la vuelta, Peter ya estaba casi en la calle.

—¡Creía que no te importaba lo que te ocul­tase! —gritó.

¿Por qué tenían que acabar enfrentados cada vez que se veían? Aunque quizá fuera mejor, pensó mientras se descalzaba y subía al borde de la fuente. Si la odiaba, se mantendría alejado. Y si se mantenía alejado, no le entrarían ganas de... Lali sacudió la cabeza. Se negaba a abandonarse en una nueva recreación de lo que ha­bían compartido.

Por fin, se metió en la fuente. Respiró pro­fundo y se puso bajo el chorro para alcanzar la carpeta. Luego, salió por el extremo opuesto.

El pelo le chorreaba, se había empapado el traje. Lali maldijo en voz baja, se apartó el cabello de los ojos, recogió los zapatos y volvió al césped. Peter había dejado los sándwiches y las cervezas junto a la bolsa. Se tumbó, decidió ter­minar de comer. Tenía que secarse antes de volver a trabajar.

Agarró su sándwich y le pegó un buen mor­disco.

—Y querrá que salgamos juntos —murmu­ró—. Cuando no podemos pasar quince minu­tos sin que me saque de quicio.

Continuará...