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—Pero quizá no te ofrezcan los telediarios del fin de semana. Y sabes que el encargado del fin de semana será el que sustituirá a Barto cuando se jubile dentro de dos años.
Los rumores se sucedían desde hacía semanas, pero Peter trataba de no hacerles caso.
Capítulo 2
—¿Crees que quiero pasarme el resto de mi carrera sentado delante de una
cámara leyendo noticias? —preguntó.
—Dar en cámara das de maravilla —respondió ella.
No debería haberle extrañado el comentario. Había subido rápidamente en
el canal y, aunque quería creer que se debía a su calidad como periodista,
sospechaba que tenía mucho que ver con su imagen. Las encuestas eran
elocuentes: era el reportero con más tirón para las mujeres de entre veintiún y
cuarenta y nueve años. Y tampoco eran malas sus cifras con el público
masculino. A ellas les gustaba su físico y a ellos que fuese un hombre
corriente de San Clemente del Tuyú. Los habitantes de Argentina confiaban en
que Peter Lanzani les contaba la verdad.
—Puede que dé en cámara, pero me falta vocación para eso. Me pasa como a
ti. Somos iguales. Nos gusta estar en la calle.
—Si no quieres el ascenso, ¿por qué trabajas tanto?
—Porque me gusta ser el primero en saber las cosas —Peter se encogió de
hombros.
—¡Vanesa! Tenemos una alarma de incendio en Palermo. Ve a cubrirlo.
Vanesa se giró e hizo una señal a uno de los periodistas jóvenes, que ya
corría hacia la salida.
—Nos vamos —dijo y sonrió a Peter—. Cuando tengas la historia, no te
olvides de tu diosa de la cámara favorita. Pondré el objetivo tan pegado a la
nariz de Soler que podremos leer lo que está pensando.
—Cuento contigo —contestó él justo antes de que Vanesa se diera la vuelta
y echara a correr hacia el camión de prensa. Luego, abrió el cajón del escritorio
y sacó una grabadora de mano. Mientras introducía una cinta nueva, pensó en
las palabras de su compañera.
Sabía que la directiva tenía planes para él, que se estaba convirtiendo
en la nueva cara de WBTN. Aunque había disfrutado de su ascenso meteórico, Peter
sabía lo que quería y no era un trabajo en los estudios de televisión, por muy
bueno que fuese el sueldo. Lo único que de verdad le importaba era contar
buenas historias.
Al terminar la universidad, se había propuesto trabajar para la prensa
escrita. Así que había hecho prácticas con un par de periódicos pequeños. Pero
al ofrecerle un puesto como redactor en plantilla para el canal WBTN, había
aceptado sin dudarlo. Nunca había imaginado que subiría tan deprisa.
Peter se guardó la grabadora en la chaqueta y sacó del bolsillo de los
pantalones las llaves del coche. Mientras caminaba hacia la salida, siguió
dándole vueltas a la advertencia de Vanesa. Llevaba más de un año trabajando
con ella y siempre había acertado en sus consejos, profesionales o personales.
Pero el instinto le decía que, en contra de la opinión popular, su carrera no
iba dirigida en esa dirección. Y Peter confiaba en su instinto.
No le importaba tener que dimitir en ese momento y volver a empezar de
cero, encontrar un trabajo en un periódico decente y volver a abrirse camino.
Pero tenía veinticinco años. A esa edad, se suponía que debía ir teniendo la
vida en orden, las prioridades definidas. Claro que no había crecido en una
familia convencional, lo que quizá era una buena excusa.
Vivir bajo el techo de la familia Lanzani había enseñado a los seis
hermanos a vivir el momento. Su padre, Pablo, casi nunca estaba en casa, pues
su trabajo como pescador lo obligaba a pasar semanas seguidas enteras en el
mar. Y la madre de Peter los había abandonado cuando este sólo tenía tres años.
Él y sus hermanos se habían criado por su cuenta, teniendo a Santiago, el
mayor de los hermanos, como auténtica figura paternal.
Todos se habían metido en más de un lío, pero él y su hermano, Thiago,
habían sido los más rebeldes. Se las habían arreglado para conseguir un buen
historial de delitos menores, aunque, por suerte, Santiago había empezado a
trabajar como policía antes de que se metieran en mayores problemas. Los había
metido en la cárcel tres días tras robar el coche de un vecino y los había
obligado a pasarse las vacaciones de verano pintando la casa del tipo. El
castigo había servido para que Thiago y él decidieran que no merecía la pena
seguir por ese camino.
Así que él había centrado sus energías en los estudios y había aceptado
un trabajo a media jornada, cargando periódicos en los camiones. Y al finalizar
el instituto, se había convertido en el segundo Lanzani en matricularse en la
universidad, después de su hermano Bruno. Tenía que escoger una carrera y, al
ir a inscribirse, le había preguntado a una chica guapa que hacía cola delante
de él qué iba a estudiar. Periodismo no había estado entre sus primeras
opciones, pero había resultado ser un buen sitio para conocer chicas apasionadas.
Y las clases habían resultado sorprendentemente interesantes; sobre todo,
después de descubrir que se le daba bien contar historias.
Peter echó una carrerita hasta el aparcamiento donde tenía el coche. Con
un poco de suerte, conseguiría lo que quería pronto y podría pasar el resto de
la noche del sábado en el pub de Lanzani, relajándose con una copa de Guinness
y seduciendo a alguna mujer bonita. Peter sonrió. Quizá hasta se dejaba puesto
el esmoquin. Seguro que conseguiría llamar la atención de un buen puñado de
bellezas.
—Primero el deber, luego el placer —murmuró mientras arrancaba.
Continuará..
Lo que me costo leer este cap, porque mi celu anda bastante mal y cada vez que lo encontraba me sacaba de internet y lo tenia que volver a buscar :( buenisimo! :D @LuciaVega14
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