Capítulo 6

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Sin embargo, al tiempo que esos pensamientos cruzaban por su mente, Peter se recordó que aquel matrimonio no iba a ser un camino de rosas. Hacía ya mucho que se había convertido en el objetivo de los paparazzi, y el que su esposa perteneciese al clan Espósito haría que se volviesen aún más implacables en su acoso y persecución cuando se enterasen.

—Puede besar a la novia.

Capítulo 6

Aquellas palabras del sacerdote borraron de un plumazo todo pensamiento de su mente. Se giró hacia Lali. La gente los miraba, pero lo único que él podía ver eran sus ojos, esos brillantes ojos que lo miraban vacilantes.

—¿Lamentando no habértelo pensado dos veces? —le susurró, apartando un mechón de su rostro y remetiéndolo detrás de la oreja.

Una de las comisuras de los labios de ella se arqueó ligeramente.

—Dos no: tres, o cuatro, o…

Pero no terminó la frase porque Peter inclinó la cabeza y le impuso silencio con un beso.

Cuando sus labios se tocaron, una especie de descarga eléctrica lo sacudió, y Peter levantó la cabeza y se quedó mirando a Lali como si aquélla fuese la primera vez que la veía. Ella parecía tan sorprendida como él. Habían saltado chispas entre ellos… algo que no le había ocurrido con una mujer desde hacía… bueno, pensándolo bien no le había ocurrido nunca. Y no estaba seguro de que fuera algo bueno.

Aquél era un matrimonio de conveniencia en el sentido más literal de la palabra, y el pensar siquiera que pudiera surgir algo especial entre ellos no le causaría más que problemas.

Pero, aun así… Incapaz de reprimirse volvió a besarla, y al instante volvió a sentir esa especie de descarga, como si un rayo lo hubiera golpeado.

Lali se puso de puntillas al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás, y le respondió con avidez. Una ráfaga de deseo lo sacudió, y se olvidó por completo de dónde estaban, se olvidó de que eran extraños, y se dejó llevar por el beso.

Le rodeó la cintura con los brazos y la atrajo hacia sí hasta que pudo sentir cada unas de las curvas de su cuerpo. El olor de su perfume, una mezcla floral, invadió sus fosas nasales, haciéndolo sentirse algo mareado. Dejándose arrastrar por el deseo que estaba consumiéndolo, hizo el beso más profundo, y Lali enredó su lengua con la de él. Las manos de la joven, que hasta ese momento habían descansado sobre su pecho, se deslizaron también en torno a su cintura, y Peter la sintió suspirar dentro de su boca.

Un ruido de risas y aplausos logró abrirse paso por entre la niebla de la pasión que cubría su mente, y a regañadientes puso fin al beso y bajó la mirada hacia Lali.

Sus pálidas mejillas estaban teñidas de rubor, sus labios hinchados, y sus ojos resplandecían. Dios, la deseaba como no había deseado nunca a ninguna otra mujer…

Sin embargo, recordándose dónde estaban, Peter apretó los dientes y se apartó de ella dando un paso atrás. Luego, obligándose a esbozar una sonrisa, la tomó de la mano y se volvió con ella hacia los invitados, que ya estaban congregando en el pasillo para felicitarlos.

Durante el aperitivo que sirvieron antes del banquete, y aprovechando que se había quedado sola un momento, Cande se acercó a su hermana.

—Todo va bien, así que deja de preocuparte —le dijo.

—¿Sabes? Se me hace raro no estar ahora mismo yendo de aquí para allá, atendiendo a la gente —le confesó Lali alisándose la falda del vestido de novia.

Cande enarcó las cejas y parpadeó antes de sacudir la cabeza con incredulidad.

—Así que se te hace raro no estar atendiendo a la gente, pero no el haberte casado con un hombre al que no conoces, ¿verdad?

—Está bien, admito que eso también me resulta bastante raro —dijo paseando la mirada por entre los invitados hasta dar con su «esposo».

—Sigo sin poder creerme que hayas hecho esto —murmuró Cande.

Los ojos de Peter se alzaron en ese momento, encontrándose con los de Lali, y a ella le pareció ver una mirada intensa en ellos, pero se dijo que sólo eran imaginaciones suyas.

—Ya, bueno, yo tampoco —contestó Lali azorada, volviendo el rostro hacia su hermana—; pero puestos a elegir me pareció que era mejor casarme con Peter por mi voluntad que casarme obligada con el bobo de Benjamin.

—No creo que nuestro padre hubiese llegado a obligarte a que te casaras con el hijo del senador —le insistió Cande una vez más.

Lali miró irritada a su hermana pequeña.

—¿Estamos hablando del mismo padre, de Carlos Espósito?

—De acuerdo, tal vez lo habría hecho —concedió Cande apartándose el cabello de los ojos. Cubrió el micrófono del auricular que llevaba en la cabeza, y le siseó—: Pero, ¿qué crees que dirá cuando descubra lo que has hecho?

Lali no quería pensar en ello, pero se le revolvió el estómago de sólo imaginarlo. Su padre se pondría furioso. Sin embargo, ya no podría hacerle nada, se dijo, no podría obligarla a casarse con nadie porque ya se había casado.

Se puso una mano sobre el estómago e inspiró profundamente para luego expirar despacio. Era un viejo truco que usaba desde hacía años para controlar los nervios que la atenazaban ante un posible enfrentamiento con su padre.

—¿Qué? —dijo Cande de pronto. Lali giró el rostro y vio que estaba contestando a alguien por el micrófono del auricular—. Sí… de acuerdo, enseguida voy.

—¿Qué ocurre?, ¿ha pasado algo? —le preguntó Lali.

—Nada de lo que no pueda hacerme cargo —contestó Cande tomando su mano y dándole una palmadita—: sólo un pequeño problema en la cocina.

—Si es Jean quejándose otra vez del proveedor, dile que he dicho que tiene que…

—Hoy eres la novia, ¿recuerdas? —La interrumpió Cande—. Deja de preocuparte —le dijo mientras se alejaba—; ya te he dicho que yo me encargo.

Lali asintió y reprimió un impulso de ir tras ella a ocuparse del problema. Desde que la pusieran a cargo de la organización de los eventos que se celebraban en la propiedad, se había tomado su trabajo muy en serio, se había esforzado en cada ocasión por cuidar al máximo hasta el más mínimo detalle, y hasta la fecha todos los clientes habían quedado satisfechos.

—¿Pensando cómo escapar de mí? —preguntó de pronto la voz de Peter detrás de ella.

Lali, que no se lo esperaba, dio un respingo y se volvió hacia él.

—¡Vaya susto que me has dado!

—Lo siento —murmuró Peter divertido—. Es la hora de las fotos —le dijo tomándola por el codo.

—No creo que sea una buena idea que…

—Esto es un matrimonio de verdad, ¿recuerdas? —le susurró él al oído.

Lali resopló.

—Oh, está bien.

La «feliz» pareja salió a la parte delantera de la mansión para saludar a los medios que se habían reunido allí, y con el «clic» de las cámaras de fondo, se vieron acribillados por la interminable batería de preguntas de los reporteros. Peter esbozó una sonrisa de marido orgulloso, y rodeó los hombros de Lali con un brazo… para contener los nervios de ella y que no saliera corriendo.

Sin embargo, la joven lo sorprendió gratamente al mantenerse erguida, sonriente, y con la cabeza bien alta. Dudaba que Maria hubiese sido capaz de sobrellevar aquello con tanta estoicidad.

Continuará...