Capítulo 48

Hola hola ...  ;)  5 capítulos para el final! Disfruten y comenten. Besos ♥ 

-Y a mí también. Desde que llegó al pueblo, todos los hom­bres le van detrás.

-¿A Lali? Si está en los huesos.

-Ya, eso lo dices por decir.

-No. A mí me gustan las chicas rellenitas y con curvas. -La repasó de arriba abajo con la mirada-. Las chicas como tú.

Capítulo 48

Lali se enfundó un par de gruesos guantes de trabajo y em­pezó a arrancar las malas hierbas que crecían en el viejo jardín frontal de la casa. Mientras los insectos revoloteaban a su alre­dedor, el sol de última hora de la tarde le daba en la cabeza, protegida por una gorra Gap. Llevaba unos pantalones cortos beige y una camiseta de tirantes roja, y se había protegido la piel con crema solar y repelente de insectos. En el porche la esperaba su bandeja de té frío, y en el CD cantaba Bonnie Raitt.

Habían pasado tres días desde que había visto a Myron sa­liendo del M&S. No lo había vuelto a ver, pero había tenido noti­cias suyas. Ignoraba cómo había conseguido su número de telé­fono, puesto que no figuraba en la guía, pero lo había conseguido y, aunque nunca decía nada, ella sabía que era él. Había recono­cido su respiración. Le había hecho lo mismo cuando la siguió hasta Los Ángeles.

Cuando se lo contó a Rochi, ésta le dijo que no tenía nada que temer, pero al ver que se seguían produciendo aquellas esca­lofriantes llamadas, le ofreció a su marido para que le pateara el culo al enano. Si fuera tan sencillo como eso... Lali, por su anterior experiencia, sabía que a Myron se le daba muy bien es­conderse.

-¿Qué haces?

Lali miró por encima del hombro a los dos niños que entra­ban en su jardín sólo con el bañador y las botas vaqueras. Los ojos de Wally se desviaron rápidamente hacia la enorme hoz que des­cansaba contra la pared de la casa, mientras que Adam los man­tuvo pegados al suelo.

Al ver a Adam, a Lali se le iluminó el corazón. Se sorprendió de cuánto se alegraba de verlo, de cuánto había llegado a encariñarse con él en tan poco tiempo. Era un niño encantador.

-¿Os habéis puesto protector solar, chicos?

Wally asintió y volvió a preguntar:

-¿Qué haces?

-Intento limpiar el parterre de las rosas.

-¿Necesitas ayuda?

En circunstancias normales hubiera agradecido la ayuda.

-No, gracias.

-Podrías pagarnos -continuó Wally como si nada-. Y ha­ríamos un buen trabajo.

Lali miró a Adam, que finalmente apartó los ojos de sus bo­tas y cruzó la mirada con ella. Se le ruborizaron las mejillas y des­vió la mirada; se sentía incómodo y confuso.

-Me gustaría mucho, pero no creo que al padre de Adam le hiciera mucha gracia verlo aquí.

-No le importará. ¿Verdad, Adam?

Adam sacudió la cabeza.

-No, no le importará que arranque tus hierbajos.

Pero ella sabía que sí.

-Os diré qué haremos -propuso, pues no quería discutir-. Ve a llamar a tu padre y se lo preguntas. Si te dice que sí, os con­trato a los dos.

-Vale -- dijeron los niños al unísono, y cruzaron la calle dis­parados.

Lali los vio desaparecer y pensó que no existía la menor po­sibilidad de que volvieran. Mientras se afanaba arrancando las malas hierbas que poblaban el parterre debajo de la ventana prin­cipal, sus pensamientos volvieron a Myron. Un rato antes la ha­bían llamado de la oficina del sheriff para comunicarle que la Winnebago de Myron había desaparecido y que creían que se ha­bía ido del pueblo. Lali sabía que no, pero no dijo nada. La úl­tima vez que había ido a pedir ayuda la mandaron directamente al despacho de Peter. Prefería enfrentarse al acoso de Myron que mirar a Peter y ver la inescrutable expresión de su rostro.

Myron la volvía loca, pero por lo menos no le hacía daño. Arrancó un grueso hierbajo y lo echó al montón. Prefería acabar loca por culpa de un enano obsesivo que soportar las continuas heridas que el desinterés de Peter infligía a su corazón.

De pronto volvieron los niños.

-El padre de Adam ha dicho que sí.

Lali no se lo pudo creer. Peter le había advertido que no se acercara al niño.

-¿De verdad ha dicho eso? -preguntó a Adam.

Él la miró a los ojos y respondió:

-Sí, ha dicho que sí.

-¿Te ha dicho que podías trabajar para mí? ¿Le has men­cionado mi nombre?

-Sí.

Sorprendida y quizás un poco aliviada al pensar que Peter, después de todo, quizá no creía que ella fuera tan mala persona, se quitó los guantes y los dejó caer al suelo.

-Vale, muy bien. Seguidme.

Los hizo entrar en la casa y entregó a cada uno un par de guantes de goma rosa, de los que utilizaba para lavar los platos. Luego les sirvió té frío con bastante azúcar, y finalmente ambos se pusieron a trabajar. Wally hablaba casi sin respirar, pero Adam estaba más callado que de costumbre.

-Lali, ¿puedo hacerte una pregunta? -tanteó Wally, pe­leándose con un hierbajo casi tan alto como él. Ella levantó la cabeza.

-Claro, pero si creo que no debo contestarte, no lo haré.

-Vale. -Wally echó el hierbajo al montón-. ¿Algún día me dejarás conducir tu coche?

Lali echó un vistazo al Porsche aparcado en el sendero de entrada.

-¿Por qué no? -El rostro de Wally se demudó en una enor­me sonrisa, hasta que ella añadió-: Cuando tengas permiso de conducir.

El niño suspiró.

-Vaya, hombre...

Entonces, él y Adam se pusieron a arrancar juntos un hier­bajo que requirió la fuerza de ambos para abandonar el suelo.

Mientras se arrodillaba en otro parterre, a unos cuantos me­tros de ellos, Lali observó a Adam con el rabillo del ojo. Du­rante la hora siguiente se dio cuenta de que el niño la miraba cuando creía que ella no lo estaba mirando, y lo hacía con los ojos verdes entornados y el entrecejo fruncido, como si estuviera intentando descubrir algo muy serio.

-¿Lali?

-Dime, Wally.

-¿Cómo es que no tienes hijos?

Ella apoyó las manos enguantadas sobre los muslos y miró a los niños por debajo del ala del sombrero. Como siempre, no sa­bía muy bien cómo contestar las preguntas de aquel par de bri­bonzuelos.

-¿Es porque no estás casada? -quiso saber Wally.

Al final, habló Adam.

-¡Serás bobo! Para tener hijos no hace falta estar casado.

-¿De verdad?

-Pues no. Mi mamá y mi papá me tuvieron a mí y no esta­ban casados -explicó Adam, y Lali se alegró de ver que el niño ya lo sabía y que le parecía normal.

Wally miró a su amigo.

-Pero ¿qué dices?

-Pues eso.

-Ah.

Los niños volvieron a centrar su atención en Lali y espera­ron su respuesta.

-Bueno -empezó ella, decidida a contar la verdad-, es que cuando era muy jovencita tuvieron que operarme y después ya no pude tener hijos.

Adam abrió los ojos como platos.

-¿Te operaron? ¿Dónde?

Lali se levantó y se tocó el abdomen.

-Justo aquí.

-¿Y te duele? -preguntó Adam.

 -Ahora ya no.

Adam se acercó a ella con la mirada clavada en su abdomen, como si pudiera ver lo que había debajo de la camiseta.

 -¿Tienes cicatriz?

-Sí.

-¡Uau! -Levantó la cabeza y le cayó un mechón de pelo sobre los ojos. Se lo tenían que volver a cortar-. ¿Puedo verla?
Lali levantó la mano y le apartó el pelo de la frente. El sol le había calentado la cabeza y ella notó el calor del niño entrando directamente a su corazón. Adam no retrocedió ni se apartó, y ella le sonrió.

-Creo que no.

-Vaya, qué pena...

En ese momento la camioneta de Peter entró en Timberline Road desde la carretera, y a Lali le temblaron las rodillas. Se preguntó hasta cuándo seguiría reaccionando su corazón cada vez que lo viera. Se dirigió al porche para beber un sorbo de té, dándole la espalda adrede. No quería verlo, él ya no sentía nada cuando la miraba. Algún día ella tampoco sentiría nada por él, igual que no sentía ya nada por su ex marido. Pero le llevaría su tiempo.

-Adiós -dijeron los niños al unísono, tirando los guantes al suelo.

-¡Esperad, chicos! ¡Os olvidáis del dinero! -les gritó, echando un vistazo por encima del hombro.

-¡Luego! -gritó Wally. Apenas esperaron a que la camio­neta acabara de pasar para salir disparados hacia el jardín de los Dalmau.

Lali tuvo la ligera sospecha de que le habían tomado el pe­lo, de que le habían mentido con absoluta desfachatez. Suponía que a Peter no le haría ninguna gracia y estaba convencida de que le diría algo al respecto. Algo como «Te dije que te alejaras de mi hijo», temiendo que ella hubiese pretendido sonsacar alguna in­formación a Adam para enriquecer la historia.

Lali se puso a trabajar de nuevo en el parterre debajo de la ventana y esperó a que Peter viniese a recriminarla. 

Continuará...