Capítulo 11

Capítulo cortito pero comenten que subo más hoy :) Disfruten y comenten. ♥ 

—Un día duro, ¿eh?

Lali levantó la cabeza, y vio que Peter estaba de pie, en el umbral de la puerta abierta con una sonrisa en los labios. No sabía cómo acabaría todo aquello, pero de repente para Lali el verlo allí fue como si se encontrara en medio de un mar encrespado y alguien le hubiera arrojado un salvavidas.

Capítulo 11

La casa de Peter no era una mansión como la de sus padres, pero era muy grande. Por fuera era moderna y desentonaba con las suaves colinas verdes que la rodeaban, pero por dentro era cálida y acogedora.

Los suelos eran de una madera brillante de color miel, y por las habitaciones que fueron pasando Lali vio sillones de orejas, mullidas alfombras, muebles sencillos pero elegantes, lámparas Tiffany… cada detalle parecía imbuir de confort la vivienda, nada que ver con la mansión de sus padres donde sus hermanos y ella lo primero que habían aprendido era que no se debía tocar nada.

Habían llegado a las escaleras, y Lali dejó que Peter, que llevaba su maleta, subiera delante de ella. La barandilla era de madera tallada, y en la pared, pintada de un amarillo claro, había colgados preciosos cuadros.

El tictac de un reloj de caja al pie de las escaleras resonaba detrás de ellos, como los latidos de un corazón, con cada escalón que subían.

—Tienes una casa muy bonita —le dijo Lali más para romper el silencio que por otra cosa.

—Gracias —respondió él.

Al alcanzar el rellano superior giró a la derecha por un pasillo bien iluminado, y Lali lo siguió, pero cuando llegaron al dormitorio y él entró ella se quedó un momento en el umbral de la puerta mirando en derredor. La decoración era muy masculina, y la cama, que tenía dosel, era tan grande que podría jugarse al fútbol en ella. Lali tragó saliva y se dijo que debería alegrarse de que fuera tan amplia. Podría acurrucarse en un extremo y confiar en que Peter se quedaría en el otro… al menos durante la semana que habían acordado que se darían para conocerse.

¿Y cuando esa semana terminase?, se preguntó nerviosa. Un cosquilleo la recorrió de arriba abajo, y sintió que las mejillas se le encendían. «Deja de pensar en la cama», se dijo entrando finalmente, «deja de pensar en la cama…».

El resto de la habitación estaba amueblada con sencillez pero también con buen gusto, igual que las otras estancias de la casa, y en la pared frente a la puerta había unos ventanales que iban de lado a lado. La vista que se contemplaba a través de ellos era impresionante, pues podía divisarse casi todo el valle. Además, en el alféizar había dispuestos mullidos cojines que invitaban a sentarse y admirar el paisaje, mientras que en la pared derecha había una chimenea de ladrillo con un cómodo canapé delante.

Cuando se acercó al ventanal, Lali pasó junto al cuarto de baño y a través de la puerta entreabierta vislumbró una enorme bañera redonda en la que después de acabar el partido en la cama gigante podía bañarse el equipo de fútbol al completo. Oh, Dios…

—¿Te encuentras mejor?

La voz de Peter sacó a Lali de sus pensamientos. Se volvió hacia él.

—¿A qué te refieres?

—Bueno, cuando salimos de casa de tus padres tenías un aspecto horrible.

—Vaya, gracias, eso es justo lo que una novia quiere oír para poner el broche final en el día de su boda.

—Escucha, Lali —le dijo él metiéndose las manos en los bolsillos y yendo hacia ella—, sé que no ha sido un día fácil y…

—Yo diría que ha sido un día «interesante».

Peter se detuvo a sólo unos centímetros de ella. El aroma almizcleño de su colonia invadió las fosas nasales de Lali haciéndola estremecer. Tenía que controlarse, tenía que controlarse…

Los ojos verdes de Peter estaban mirándola fijamente, y Lali estaba empezando a sentirse hipnotizada por ellos. No podía apartar la vista, pero tampoco quería hacerlo.

Pasaron varios segundos, y de nuevo volvió a sorprenderla el silencio que reinaba en la casa. En la de sus padres siempre había ruido: gente hablando, gritando, música de su habitación o de la de Cande, la televisión en el cuarto de Agus… allí, en cambio, se dijo Lali, seguro que si abriese la ventana podría oírse cómo crecía el césped. Era un poco enervante.

—¿Siempre hay este silencio? —inquirió.

Peter ladeó la cabeza, como escuchando, y se encogió de hombros.

—Sí, supongo que sí. ¿Por qué?

—¿No te resulta un poco… inquietante?

Peter se rió.

—¿Te preocupa que pueda haber fantasmas? —le preguntó.

—No —repuso ella algo irritada—, es sólo que no estoy acostumbrada a tanto silencio.

—Te harás a ello —le aseguró Peter.

—O encontraré la manera de remediarlo —le dijo ella.

Peter enarcó una ceja y se quedó mirándola.

—Parece que éste va a ser un largo año, ¿no?

Lali no pudo evitar sonreír.

—Ya puedes decirlo.

Continuará...