miércoles, 11 de julio de 2012

Capítulo 44

Sin tiempo pero no quiero dejarlas sin nove! :)  Disfruten!! Espero los comentarios chicas. Mi twitter es @siempreconlyp  Besos ♥ 





Se tumbó en el suelo y apoyó la mejilla en las frías baldosas. Sin embargo, otra parte de ella se rebelaba ante la idea de huir. Ya la habían hundido antes, pero esta vez no se iba a privar de la vi­da. No dejaría que el dolor volviera a quitarle lo mejor que tenía. No era la misma que cuando llegó por primera vez a Gospel. No se iba a quedar tirada en el suelo. Le habían roto el corazón y le dolía horrores, pero iba a seguir viviendo con la cabeza bien alta.
Levantó la cabeza y la habitación empezó a girar, así que vol­vió a tumbarse. Sí, iba a seguir viviendo con la cabeza bien alta. Tan pronto pudiera levantarse del suelo del baño.

Capítulo 44

Peter miró a su hijo por encima de la mesa. Por enésima vez en los últimos cinco minutos, Adam hizo rodar su mazorca por el plato. Topó contra el bistec que Peter le había cortado a trocitos.
-¿Por qué no dejas de jugar con eso y te lo comes?
-Porque odio el maíz.
-Qué curioso. La última vez que preparamos mazorcas, te comiste cuatro o cinco.
-Pues ahora las odio.
El día anterior habían dado un paso adelante. Pero después de la penosa experiencia en el pueblo aquella mañana, volvían a retroceder dos pasos. Adam se sintió culpable al ver a su madre tan triste. Y también culpó a su padre. En su mente de siete años, supuso que si no se hubiera portado mal, su madre no lo hubie­ra devuelto a casa antes de la fecha prevista. Portanto, ella no hu­biera estado en Gospel, los reporteros no la habrían encontrado y no habría tenido que llorar.
-Tu madre va a estar bien -trató de tranquilizarlo Peter.
Adam levantó la cabeza.
-Ha dicho que cancelarían su programa de ángeles.
Eugenia había dicho muchas cosas durante la larga hora de viaje hasta el aeropuerto de Sun Valley.
-Lo ha dicho sólo porque estaba triste. Nadie le va a quitar el programa.
Hacía tiempo que conocía a Eugenia y sabía que podía ser muy melodramática, pero jamás la había visto «tan» melodramática. Lloró y vociferó diciendo que su vida se había terminado y, cuando Peter intentó consolarla, lo acusó de ser un insensible. También lo acusó de haber metido a una reportera de la prensa sensacionalista en sus vidas. Dejó bien claro que lo culpaba a él tanto como a Lali.
Lali. Aunque fuera cierto que no sabía nada de Adam y Eugenia cuando llegó a Gospel, había ido corriendo a airear la his­toria nada más descubrir sus jugosos detalles. Él no creyó ni por un segundo que la escena en la puerta del Cozy Corner no hu­biera sido cosa suya. Aunque Lali había negado su responsabilidad, aunque se había quedado plantada entre los periodis­tas y paparazzi y, mirándolo a los ojos, le había dicho «No he sido yo», a él le parecía demasiada coincidencia. Sin duda estaba metida en el asunto hasta sus cejas.
Había empezado su relación con Lali creyendo que se aca­baría cuando Adam volviera a casa. Se había propuesto pasar un par de semanas gozando de su compañía y después volver a la normalidad de siempre. Pero pronto se había dado cuenta de que no quería volver a esa normalidad. Cuando ella estaba cer­ca, lo hacía reír. Lo hacía feliz y le hacía la vida más agradable. No había querido renunciar a eso. No había querido renunciar a ella. No había querido terminar, pero había tenido que hacerlo. Se había acabado, y lo irónico del caso es que había acabado tal como él lo había planeado al principio.
-¿Por qué no comes? -le preguntó a su hijo.
-Ya te lo he dicho: no me gusta el maíz.
-¿Y qué pasa con el bistec?
-Tampoco me gusta.
-¿Y el bizcocho?
-¿Puedo ponerle mermelada?
Puesto que, desde que había llegado a casa, nada había ido como el niño había querido, Peter decidió ceder con la cena.
 -Haz lo que quieras -dijo. Dio un bocado a su mazorca y observó cómo su hijo abría la nevera.
-¿Dónde está la mermelada de uvas?
-Supongo que se ha acabado. Prueba la de fresa.
-Odio la fresa.
Peter sabía que no era verdad. En caso de necesidad, se la co­mería.
-¿Por qué no has comprado? -lo interrogó su hijo, como si hubiera cometido un crimen abominable.
Peter dejó la mazorca en el plato y se limpió las manos con la servilleta.
-Supongo que porque se me olvidó.
-Seguramente estabas muy ocupado.
Los dos sabían lo que había querido decir Adam. Lali. Había estado muy ocupado con Lali. Desde que habían vuelto del aeropuerto, Adam había estado buscando la pelea. Peter se percató de lo que estaba ocurriendo y trató de evitarlo.
 -¿Vas a comer el bizcocho o no?
Adam sacudió la cabeza.
-Quiero mermelada de uvas.
-Pues lo siento.
-¿No irás a comprarla?
-Esta noche no.
-No podré desayunar si no hay mermelada de uvas -pro­testó Adam, alzando la barbilla-. Ni comer. Creo que no volve­ré a comer.
Peter se puso de pie.
-Así me ahorraré el problema de tener que prepararte la co­mida. -Señaló el plato de Adam-. Entonces, ¿estás seguro de que has terminado?
-Sí.
-Pues ve a lavarte los dientes y ponerte el pijama. -Por un tenso instante, Adam pareció querer rebelarse también contra eso, pero al final se puso de morros y salió de la cocina. Peter recogió el plato de Adam y lo dejó en el suelo-. Ven, perrita -dijo, y  Mandy salió de detrás de la mesa y lo devoró todo en cuestión de segundos.
Mientras recogía el plato del suelo, Peter supuso que se ha­bría ahorrado problemas preparándole unos simples cereales. Hacía poco más de un día que había pensado que su vida se ha­bía ido al infierno. Se había equivocado: entonces aún no había tocado fondo. Ahora sí estaba en el infierno.
Antes de cenar había hablado con su madre por teléfono y la mujer, con el tono más optimista posible, le había recordado que «las cosas siempre pueden ir peor». Sí, seguramente tenía razón. Podía recibir una patada en las ingles o el niño podía enfermar, pero aparte de las agresiones físicas o las enfermedades, no veía de qué manera podrían empeorar todavía más.
Peter se tomó un respiro frente a la tele. Cogió el mando y empezó a cambiar de canal. Más allá del miedo, La rueda de la fortuna y un programa rosa. Justo cuando iba a cambiar al si­guiente canal, apareció una foto de Eugenia en la pantalla.
«La estrella de El cielo en la tierra, Eugenia Suarez, tiene un hijo de siete años que ha mantenido en secreto hasta ahora.» El reportaje empezaba con unas escenas de los tres abandonando el Cozy Corner. «Una fuente anónima nos ha informado de que el hijo de Eugenia vive con su padre en un pueblecito de Idaho lla­mado Gospel, a unos setenta y cinco kilómetros al oeste de...
Peter se vio metiendo a Eugenia y Adam en la camioneta. Pa­saron unos segundos y Lali irrumpió en escena para agarrarle el brazo. Estaba pálida y tan bonita como siempre. Movía los la­bios, pero los micrófonos no habían captado lo que decía. Peter no necesitaba escucharlo. Ya lo sabía. Había proclamado su ino­cencia. Era mentira, por supuesto, pero al ver su imagen desva­necerse en la pantalla, y aun sabiendo que mentía, una parte de él quería creerla. Le había removido algo en su interior y, aun después de su deplorable comportamiento, él seguía deseándo­la. Incluso después de todo lo que ahora sabía de ella. Aquella mujer hacía que él quisiera atraparla, zarandearla, abrazarla y hundir la cara en su cuello. El deseo que sentía por ella se tradu­cía en un nudo constante en la boca del estómago. Como si estuviera al borde de un precipicio, a merced del viento.
Disgustado consigo mismo, cambió de canal para poner Poli­cías y dejó el mando en el sofá. Estaba decidido a dejar de pensar que las cosas no podían empeorar, porque seguro que si lo pen­saba empeorarían de lo lindo.
Aquella noche, cuando se fue a la cama, volvió a pensar en Lali. Pensó que si hubiera hecho algunas comprobaciones an­tes de enredarse con ella, se habría ahorrado un montón de pro­blemas. Ahora ya era demasiado tarde, pero quizá podría hacer­lo a primera hora de la mañana. Sólo por si acaso.
Pero a la mañana siguiente encontró un grupo de paparazzi acampado delante de su casa. Él y Adam se metieron rápida­mente en la camioneta y se dirigieron al Double T. Pasaron el fin de semana montando a caballo y haciendo las cosillas que su cu­ñado todavía no había podido hacer, como arreglar el alambra­do del gallinero de su madre y rellenar el camino de grava. Eugenia lo llamó para decirle que ella y Nicolas se habían ido a los viñedos de la familia de su novio, en Burdeos, y que tenía pensado con­ceder una entrevista a la revista People al cabo de unos días.
Cuando Peter fue a la oficina del sheriff a primera hora del lunes, la mayoría de reporteros ya se habían marchado. Pidió a Hazel que le llevara los partes de accidente y los incidentes ocu­rridos durante las dos últimas semanas. Pasó por alto los arres­tos por conducir bajo los efectos del alcohol y leyó una denuncia presentada por Ada Dover en la que acusaba a Wilbur McCaf­frey de haber dejado a propósito que su perro hiciera «sus nece­sidades» en los parterres de flores del motel.
Esperó a haber leído hasta el último informe para ponerse en contacto con el Departamento de Tráfico de California. En unos minutos recibió la dirección de Lali en Los Ángeles y su nú­mero de la Seguridad Social. Con esos datos, encontrar más in­formación sobre ella sería increíblemente fácil.
Vio que realmente trabajaba para el Weekly News of the Uni­verse, y que usaba tres pseudónimos. Antes del Porsche había te­nido un Mercedes y, después de salir de la universidad, había tra­bajado para el San Francisco Chronicle y luego para Los Angeles Times. También hurgó en los archivos judiciales y halló la fecha de su boda y la del divorcio.
Siguió investigando y halló una orden civil de alejamiento por acoso contra un luchador llamado Myron Lambardo, apo­dado Myron el Triturador. Lali la había obtenido sólo tres me­ses antes de llegar a Gospel y, en su defensa, Lambardo había ale­gado que estaba enojado y que sólo quería que la señora Espósito continuara con la serie de duendes de Micky el Duende Mágico y volviera a convertirlo en un «supermacho» para que la gente no creyera que era gay. El tribunal no sólo había fallado a favor de Lali, sino que había dictado orden de que «el demandado no amenace, se acerque o tenga contacto físico con la demandante, no llame por teléfono a la demandante, no corte el paso a la de­mandante en lugares públicos o carreteras, y se mantenga a un mínimo de cien metros de la demandante en su trabajo, en su casa o en cualquier otro lugar que ésta especifique».
Peter sacudió la cabeza y se reclinó en la silla. Pensó que no debía sorprenderle lo que acababa de leer. Por supuesto, Lali no había mencionado la orden de alejamiento, pero había otras cosas importantes que tampoco había mencionado.

Continuará...

14 comentarios:

  1. quien paso la info? no se pero eugE?

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  2. aaai pobre lali. ella no tuvo la culpa


    mas novee. besos


    @foreverlaliterr

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  3. Que Lali haga sufrir un ratito a Peter por no creer en ella, los hombres cuando quieren son estúpidos.
    Masi_ruth

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  4. Lina (@Lina_AR12)11 de julio de 2012, 6:39

    Esto es un lío!Pobre Lali,Peter mal en no confiar pero lo cierto es q los hechos quieren señalarla a ella,es + creoq es alguien q la quiere lejos a ella de Pit,lástima q el + lastimado es el pequeño Adam.Muy Buena!

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  5. Tengo Una Duda Quien paso La Info Se Que No Fue Lali
    @DaniiVasqueez

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  6. haay no pff pobree lali, la novee BUENISIMAA!! jummm ya quiero saber quien madres fuee el quee dijo lo de adam & euge pobre lali ://

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  7. Ai ai ai, que buena novelaaaa. Me Encanta, quiero saber que descubrio Pitt, y que va a a pasar con ellos!!!!!!!

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  8. aii que injusto pobre lali ella no tiene la culpa!!! ahora la pregunta es quien mi.. paso la informacion?
    espero el proximo
    beso

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  9. asifuhnakjdgnaskjg quiero saber lo que no le conto lali!!! @ConEllosSiempre

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  10. Pobre Lali... pero si ella no dio la info quié fue? :s

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  11. :( QUIEN FUEEE NECESITO SABERLO! @LuciaVega14

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