Se tumbó en el suelo y apoyó
la mejilla en las frías baldosas. Sin
embargo, otra parte de ella se rebelaba ante la idea de huir. Ya la habían hundido antes, pero esta vez no se iba a
privar de la vida. No dejaría que el dolor volviera a quitarle lo mejor que
tenía. No era la misma que cuando
llegó por primera vez a Gospel. No se iba a quedar tirada en el
suelo. Le habían roto el corazón y le dolía
horrores, pero iba a seguir viviendo con la cabeza bien alta.
Levantó la cabeza y la
habitación empezó a girar, así que volvió a tumbarse. Sí, iba a seguir viviendo con la cabeza bien alta. Tan pronto pudiera levantarse del suelo del baño.
Capítulo 44
Peter miró a su hijo por encima
de la mesa. Por enésima vez en los últimos cinco minutos,
Adam hizo rodar su mazorca por el plato. Topó contra el bistec que Peter le
había cortado a trocitos.
-¿Por qué no dejas de jugar con
eso y te lo comes?
-Porque odio el maíz.
-Qué curioso. La última vez que
preparamos mazorcas, te comiste cuatro o cinco.
-Pues ahora las odio.
El día anterior habían dado un paso adelante. Pero
después de la
penosa experiencia en el pueblo aquella mañana, volvían a retroceder dos pasos.
Adam se sintió culpable al ver a su madre tan triste. Y también culpó a su padre. En su mente de siete años, supuso que si no se hubiera portado mal, su madre no
lo hubiera devuelto a casa antes de la
fecha prevista. Portanto, ella no hubiera estado en Gospel, los reporteros no la habrían encontrado y no habría tenido que llorar.
-Tu madre va a estar bien
-trató de tranquilizarlo Peter.
Adam levantó la cabeza.
-Ha dicho que cancelarían su programa de ángeles.
Eugenia había dicho muchas
cosas durante la larga hora de viaje hasta el aeropuerto de Sun Valley.
-Lo ha dicho sólo porque estaba triste. Nadie le va
a quitar el programa.
Hacía tiempo que conocía a Eugenia
y sabía que podía ser muy melodramática, pero jamás la
había visto «tan» melodramática. Lloró y
vociferó diciendo que su vida se había terminado y, cuando Peter intentó consolarla, lo acusó de ser un insensible. También lo acusó de haber metido a una reportera de
la prensa sensacionalista en sus vidas. Dejó bien claro que lo
culpaba a él tanto como a Lali.
Lali. Aunque fuera cierto que
no sabía nada de Adam y Eugenia cuando llegó a Gospel, había
ido corriendo a airear la historia nada
más descubrir sus jugosos detalles. Él no creyó ni por un segundo que la escena en la puerta del Cozy
Corner no hubiera sido cosa suya.
Aunque Lali había negado su responsabilidad,
aunque se había quedado plantada entre los periodistas y paparazzi y, mirándolo
a los ojos, le había dicho «No he sido
yo», a él le parecía demasiada coincidencia. Sin duda estaba metida en el asunto hasta sus cejas.
Había
empezado su relación con Lali creyendo que se acabaría cuando Adam volviera a
casa. Se había propuesto pasar un par de
semanas gozando de su compañía y después volver a la normalidad de siempre. Pero pronto se había dado
cuenta de que no quería volver a esa
normalidad. Cuando ella estaba cerca,
lo hacía reír. Lo hacía feliz y le hacía la vida más agradable. No había querido renunciar a eso. No había querido
renunciar a ella. No había querido
terminar, pero había tenido que hacerlo. Se había acabado, y lo irónico del caso es que había acabado tal
como él lo había planeado al principio.
-¿Por qué no comes? -le preguntó
a su hijo.
-Ya te lo he dicho: no me
gusta el maíz.
-¿Y qué pasa con el bistec?
-Tampoco me gusta.
-¿Y el bizcocho?
-¿Puedo ponerle mermelada?
Puesto que, desde que había
llegado a casa, nada había ido como el
niño había querido, Peter decidió ceder con la cena.
-Haz lo
que quieras -dijo. Dio un bocado a su mazorca y observó cómo su hijo abría la nevera.
-¿Dónde está la mermelada de
uvas?
-Supongo que se ha acabado.
Prueba la de fresa.
-Odio la fresa.
Peter sabía que no era verdad.
En caso de necesidad, se la comería.
-¿Por qué no has comprado? -lo
interrogó su hijo, como si hubiera cometido un crimen
abominable.
Peter dejó la mazorca en el
plato y se limpió las manos con la servilleta.
-Supongo que porque se me
olvidó.
-Seguramente estabas muy
ocupado.
Los dos sabían lo que había querido decir Adam. Lali. Había estado muy ocupado con
Lali. Desde que habían vuelto del aeropuerto,
Adam había estado buscando la pelea. Peter se percató de lo que estaba ocurriendo y trató de evitarlo.
-¿Vas a
comer el bizcocho o no?
Adam sacudió la cabeza.
-Quiero mermelada de uvas.
-Pues lo siento.
-¿No irás a comprarla?
-Esta noche no.
-No podré desayunar si no hay mermelada de uvas -protestó Adam, alzando la barbilla-. Ni comer. Creo
que no volveré a comer.
Peter se puso de pie.
-Así me ahorraré el problema
de tener que prepararte la comida.
-Señaló el plato de Adam-. Entonces, ¿estás seguro de que has terminado?
-Sí.
-Pues ve a lavarte los dientes y ponerte el pijama.
-Por un tenso instante, Adam pareció querer rebelarse también contra eso, pero al final se puso de morros y salió de
la cocina. Peter recogió el plato de
Adam y lo dejó en el suelo-. Ven, perrita -dijo, y Mandy salió de detrás de la mesa y lo devoró todo en cuestión de segundos.
Mientras recogía el plato del
suelo, Peter supuso que se habría ahorrado problemas
preparándole unos simples cereales. Hacía
poco más de un día que había pensado que su vida se había ido al infierno. Se había equivocado: entonces
aún no había tocado fondo. Ahora sí estaba en el infierno.
Antes de cenar había hablado
con su madre por teléfono y la mujer, con el tono más optimista posible, le
había recordado que «las cosas siempre pueden ir peor». Sí, seguramente tenía
razón. Podía recibir una patada en
las ingles o el niño podía enfermar, pero aparte de las agresiones físicas o las enfermedades, no veía de qué manera podrían empeorar todavía más.
Peter
se tomó un respiro frente a la tele. Cogió el mando y empezó a cambiar de canal. Más allá del miedo, La rueda de la fortuna y un programa rosa. Justo cuando iba a cambiar al
siguiente canal, apareció una foto
de Eugenia en la pantalla.
«La estrella de El cielo en la tierra, Eugenia Suarez, tiene un hijo de siete años que ha
mantenido en secreto hasta ahora.» El reportaje empezaba con unas escenas de los tres abandonando el Cozy
Corner. «Una fuente anónima nos ha informado de que el hijo de Eugenia vive con su padre en un pueblecito de Idaho llamado Gospel, a unos setenta y cinco kilómetros al
oeste de...
Peter
se vio metiendo a Eugenia y Adam en la camioneta. Pasaron unos segundos y Lali
irrumpió en escena para agarrarle el brazo.
Estaba pálida y tan bonita como siempre. Movía los labios, pero los micrófonos no habían captado lo que decía. Peter no necesitaba escucharlo. Ya lo sabía. Había
proclamado su inocencia. Era mentira, por
supuesto, pero al ver su imagen desvanecerse en la pantalla, y aun sabiendo que mentía, una parte de él quería creerla. Le había removido algo en su
interior y, aun después de su deplorable
comportamiento, él seguía deseándola.
Incluso después de todo lo que ahora sabía de ella. Aquella mujer hacía que él quisiera atraparla, zarandearla,
abrazarla y hundir la cara en su cuello.
El deseo que sentía por ella se traducía en un nudo constante en la boca del estómago. Como si estuviera
al borde de un precipicio, a merced del viento.
Disgustado consigo mismo,
cambió de canal para poner Policías y dejó el mando en el sofá. Estaba decidido a dejar de
pensar que las cosas no podían
empeorar, porque seguro que si lo pensaba empeorarían de lo lindo.
Aquella noche, cuando se fue a
la cama, volvió a pensar en Lali. Pensó que si hubiera
hecho algunas comprobaciones antes de enredarse con ella, se habría ahorrado
un montón de problemas. Ahora ya era demasiado tarde, pero quizá
podría hacerlo a primera hora de la mañana. Sólo por si acaso.
Pero a la mañana siguiente
encontró un grupo de paparazzi
acampado delante de su casa. Él
y Adam se metieron rápidamente en la camioneta y se dirigieron al Double T.
Pasaron el fin de semana montando a
caballo y haciendo las cosillas que su cuñado todavía no había podido hacer, como arreglar el alambrado del gallinero de su madre y rellenar el camino
de grava. Eugenia lo llamó para
decirle que ella y Nicolas se habían ido a los viñedos de la familia de su novio, en Burdeos, y que tenía
pensado conceder una entrevista a
la revista People al cabo de unos días.
Cuando Peter fue a la oficina
del sheriff a primera hora del lunes, la
mayoría de reporteros ya se habían marchado. Pidió a Hazel que le llevara los partes de accidente y los incidentes ocurridos durante las dos últimas semanas. Pasó por
alto los arrestos por conducir bajo los
efectos del alcohol y leyó una denuncia presentada por Ada Dover en la que acusaba a Wilbur McCaffrey
de haber dejado a propósito que su perro hiciera «sus necesidades» en los parterres de flores del motel.
Esperó a haber leído hasta el
último informe para ponerse en contacto con el Departamento de Tráfico de
California. En unos minutos recibió la dirección de Lali
en Los Ángeles y su número de la Seguridad Social.
Con esos datos, encontrar más información sobre ella sería increíblemente
fácil.
Vio que realmente trabajaba
para el Weekly
News of the Universe,
y que usaba tres pseudónimos. Antes del
Porsche había tenido un Mercedes y, después de
salir de la universidad, había trabajado
para el San Francisco Chronicle y luego
para Los Angeles Times. También hurgó en los archivos judiciales y halló la fecha de su boda y la del divorcio.
Siguió investigando y halló una
orden civil de alejamiento por acoso contra un luchador
llamado Myron Lambardo, apodado Myron el Triturador. Lali la había obtenido
sólo tres meses antes de llegar a Gospel y,
en su defensa, Lambardo había alegado
que estaba enojado y que sólo quería que la señora Espósito continuara
con la serie de duendes de Micky el Duende Mágico y volviera a convertirlo en un «supermacho» para que la gente no
creyera que era gay. El tribunal no sólo había fallado a favor de Lali, sino que había dictado orden de que «el
demandado no amenace, se acerque o tenga contacto físico con la
demandante, no llame por teléfono a la
demandante, no corte el paso a la demandante
en lugares públicos o carreteras, y se mantenga a un mínimo de cien metros de la demandante en su
trabajo, en su casa o en cualquier otro lugar que ésta especifique».
Peter sacudió la cabeza y se
reclinó en la silla. Pensó que no debía
sorprenderle lo que acababa de leer. Por supuesto, Lali no había mencionado la orden de alejamiento, pero
había otras cosas importantes que tampoco había mencionado.
Continuará...
quien paso la info? no se pero eugE?
ResponderEliminaraaai pobre lali. ella no tuvo la culpa
ResponderEliminarmas novee. besos
@foreverlaliterr
Que Lali haga sufrir un ratito a Peter por no creer en ella, los hombres cuando quieren son estúpidos.
ResponderEliminarMasi_ruth
Esto es un lío!Pobre Lali,Peter mal en no confiar pero lo cierto es q los hechos quieren señalarla a ella,es + creoq es alguien q la quiere lejos a ella de Pit,lástima q el + lastimado es el pequeño Adam.Muy Buena!
ResponderEliminarPobrecita mas mas mas mas
ResponderEliminarSubeeeeeeeeeeee mas por favor *-*
ResponderEliminarTengo Una Duda Quien paso La Info Se Que No Fue Lali
ResponderEliminar@DaniiVasqueez
haay no pff pobree lali, la novee BUENISIMAA!! jummm ya quiero saber quien madres fuee el quee dijo lo de adam & euge pobre lali ://
ResponderEliminarmassssss
ResponderEliminardond esta laliiii
Ai ai ai, que buena novelaaaa. Me Encanta, quiero saber que descubrio Pitt, y que va a a pasar con ellos!!!!!!!
ResponderEliminaraii que injusto pobre lali ella no tiene la culpa!!! ahora la pregunta es quien mi.. paso la informacion?
ResponderEliminarespero el proximo
beso
asifuhnakjdgnaskjg quiero saber lo que no le conto lali!!! @ConEllosSiempre
ResponderEliminarPobre Lali... pero si ella no dio la info quié fue? :s
ResponderEliminar:( QUIEN FUEEE NECESITO SABERLO! @LuciaVega14
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