Capítulo 13

Otro cap :)) Disfruten y comenten mucho!!  Les cuento algo.. se vienen cosas buenas (? jajaja Besoss ♥ 

—Pues espero que al menos sepas pedir una pizza por teléfono.

Peter sonrió.

—Creo que sí.

Lali asintió.

Capítulo 13

Tendida en la cama, Lali observaba tensa el reflejo de la ventana que la luz de la luna proyectaba sobre el techo de la habitación a oscuras. Aquello resultaba tan extraño, pensó tirándose del dobladillo del camisón, que sólo le llegaba a la mitad de los muslos. Giró la cabeza sobre la almohada e intentó vislumbrar entre las sombras el perfil de Peter.

Se preguntó si todavía estaría despierto. Se preguntó si tendría puesto un pijama o… tragó saliva… si se habría acostado desnudo. Se preguntó por qué estaría preguntándose aquellas cosas. Se preguntó si estaría volviéndose loca por pensar demasiado.

—Estás despierta, ¿verdad?

La profunda voz de Peter rasgó el silencio, y Lali dio tal respingo que dio un bote sobre el colchón.

—Perdona —murmuró—. Me has asustado.

—¿Por qué? —inquirió él divertido—. Sabías que estaba aquí.

—Sí, pero la cama es tan grande que me ha parecido que tu voz llegaba desde la otra punta del continente.

—Me gusta tener espacio.

Lali había vuelto a girar la cabeza y estaba mirando al techo, diciéndose que no debía preguntarse por qué le gustaba tener espacio. ¿Se habría acostado quizá con un equipo de animadoras? ¿Con todas a la vez?

Como si hubiera adivinado lo que estaba pensando, Peter añadió a modo de explicación:

—Me muevo mucho mientras duermo.

—Ah —murmuró ella, no muy convencida.

Oyó un frufrú en el lado de Peter, y luego sintió un tirón en las sábanas, así que apretó los brazos contra los costados para mantenerlas en su sitio.

—¿Preocupada? —inquirió Peter.

Su voz había vuelto a sonar burlona, como si aquella situación le resultara divertida, pensó Lali frunciendo el entrecejo.

—¿Debería estarlo? —le preguntó a su vez, fijando la vista en el cielo estrellado que se veía a través de los ventanales—. Quiero decir… prometiste darme una semana.

—Es verdad.

—¿Y puedo fiarme de tu palabra?

—Claro —asintió él.

Sin embargo, Lali oyó cómo las sábanas volvían a moverse y que Peter tiraba de ellas. Estaba acercándose a ella, pensó inspirando y conteniendo el aliento.

—Y por supuesto ahora mismo no estás aprovechando la oscuridad para acercarte a mí —apuntó.

—No estoy aprovechando la oscuridad —respondió él. Su voz sonaba más cerca—, pero sí estoy acercándome a ti.

—Pues quédate donde estás —masculló ella moviéndose un poco más hacia el borde de la cama.

Si se movía un par de centímetros más, sin embargo, se caería al suelo.

—¿Te estoy poniendo nerviosa, Lali?

Lo oía aún más cerca, y podía oler su colonia. Era un aroma misterioso y reconfortante a la vez, y de pronto se sintió atrapada por él. «Es por la oscuridad», se dijo, «todo es diferente de noche: la vista, el oído, el olfato… los sentidos se agudizan».

Y lo peor era que en ese momento su instinto estaba prácticamente gritándole que se volviera hacia él, no que se alejara.

Durante la cena le había ocurrido lo mismo; se habían sentado el uno frente al otro en la isleta de granito, y por algún motivo se había sentido… cómoda, en vez de nerviosa, aunque cada vez que Peter le había regalado una sonrisa la cabeza se le había puesto mareada, como si se hubiese tomado un trago de algún tipo de bebida bastante fuerte.

—¿Por qué tendría que estar nerviosa? —le preguntó a su vez, tragando saliva.

—Bueno, estamos casados… —murmuró Peter, cada vez más cerca.

—Sí, pero acordamos que no habría sexo hasta que no hubiese pasado una semana —le recordó ella agarrando las sábanas con más fuerza.

—¿Quién ha dicho nada de sexo? —inquirió Peter.

Lali cerró los ojos y volvió a tragar saliva. Su voz había sonado como un susurro tentador entre las sombras, y ella habría jurado que podía oír los latidos de su propio corazón resonando en el silencio de la noche como un tambor.

—Entonces, ¿qué pretendes?

—Sólo estar cerca de ti —le dijo Peter, deteniéndose justo a unos centímetros de ella.

Lali se echó a reír, y de pronto todo su nerviosismo se desvaneció.

—Oh, Dios, no había oído eso desde el instituto.

Peter se había quedado muy quieto.

—¿Perdón? —inquirió como si se sintiese insultado.

Por ridículo que fuese, el que pareciese tan afrentado no hizo sino ayudarla a relajarse más. Soltó un poco las sábanas, y se giró sobre el costado para mirarlo. Su nariz y la de él casi se tocaban.

—Has dicho que sólo quieres estar cerca de mí —repitió sonriendo—. ¿Eso va en la línea de «no tenemos que hacer nada; sólo quiero dormir contigo entre mis brazos»?, ¿o es más como eso otro de «no haré nada que no quieras que haga»?

Peter frunció el entrecejo.

—Lo que quería decir es que no hace falta que durmamos cada uno en un extremo de la cama para evitar practicar el sexo.

—Cierto —dijo Lali. Escrutó con esfuerzo su rostro en la penumbra, pero no logró interpretar su expresión—. Yo soy perfectamente capaz de contenerme… y de contenerte a ti.

La mandíbula de Peter se tensó mientras la escrutaba él también. Lali tuvo la impresión de que estaba reprimiendo algo que no quería decirle, y se preguntó qué podría ser.

Peter inspiró, y exhaló un suspiro.

—Por lo que a mí respecta no será necesario que lo hagas —le dijo—. No tengo por costumbre forzar a las mujeres.

Lali hizo una mueca. De acuerdo, lo había insultado, pero no había sido ésa su intención. Además había invadido su espacio privado, y el hecho de que en el fondo realmente no le molestara la había hecho enfadarse consigo misma.

—Perdona; no he querido decir eso.

—¿Y qué es lo que has querido decir?

—Pues simplemente que… oh, por amor de Dios. No quería decir nada, ¿de acuerdo?

—Bien —murmuró él. Ahuecó la almohada bajo su cuello, suspiró, y cerró los ojos.

Lali se quedó mirándolo un buen rato antes de sisear:

—¿Qué haces?

Peter abrió un ojo.

—Intentar dormirme.

—Mmm… ¿Y no crees que deberías volver a tu lado?

Las comisuras de los labios de Peter se arquearon en una sonrisa maliciosa.

—No, aquí estoy muy cómodo.

Lali se quedó mirándolo fijamente de nuevo, pero Peter no volvió a abrir los ojos, y al cabo de unos minutos su respiración se tornó suave y acompasada. Se había quedado dormido.

—En fin —masculló—, al menos uno de los dos está a gusto.

Continuará...