Capítulo 12

Ayer no pude subir otro cap chicas.. Comenten que hoy subo sí o sí. Se va poniendo mejor eh... :)  Disfruten y espero por los comentarios. Besos ♥   - @siempreconlyp

Peter enarcó una ceja y se quedó mirándola.

—Parece que éste va a ser un largo año, ¿no?

Lali no pudo evitar sonreír.

—Ya puedes decirlo.

Capítulo 12

Mientras observaba a su esposa ir de un sitio a otro de la cocina, Peter se maravilló de lo bien que parecía manejarse en ese ambiente. Había cambiado la blusa por una camiseta verde y la falda por unos pantalones cortos blancos que dejaban a la vista sus largas y bronceadas piernas. No era que él se hubiera fijado en ellas, ni nada de eso, por supuesto.

—Creía que siendo una Espósito no sabrías distinguir una tostadora de una sartén.

Lali, que estaba buscando algo en el frigorífico, le echó una mirada por encima del hombro.

—Mi hermano, mi hermana, y yo aprendimos a cocinar muy pronto —le dijo irguiéndose.

Cuando se volvió, tenía entre los brazos un cartón pequeño de huevos, un paquete de beicon, y unas bolsas de verduras. Cerró la puerta del frigorífico con la cadera, y llevó todas las cosas hasta la isleta central. Soltó todo con cuidado sobre la encimera de granito, y le dirigió una sonrisa a Peter, que estaba de pie al otro lado.

A Peter se le cortó el aliento, y tuvo que recordarse que tenía que volver a respirar. ¿Por qué no se había fijado antes en aquella sonrisa tan maravillosa que tenía Lali? Durante las semanas que habían estado tratando los detalles de la boda habría hablado con ella más de una docena de veces, pero su sonrisa no le había afectado de esa manera. Y de pronto cayó en la cuenta: trabajar con él raramente inducía a la gente a sonreír.

—No digo que seamos grandes chefs ni nada parecido —continuó hablando Lali al tiempo que cascaba varios huevos en un bol—, pero sabemos apañárnoslas bien en la cocina —añadió mientras los batía.

—¿Os enseñó vuestra madre? —inquirió él recordando cuántas veces le había insistido la suya en que debía aprender a cocinar para que su futura esposa no pensase que ella había hecho de él un inútil.

Lali prorrumpió en risas, y al ver la expresión sorprendida de Peter se encogió de hombros y le dijo:

—Perdona, pero es que el solo imaginar a mi madre en una cocina es tan… surrealista —ralló un poco de queso y lo echó en el bol donde había batido los huevos—. No, fue la cocinera quien nos enseñó a los tres. Solíamos pasar mucho tiempo en sus dominios cuando volvíamos del colegio, o durante el verano, así que… —volvió a encogerse de hombros.

—Y a ti te gustaba —dijo Peter.

No era una pregunta; por la luz que había en su mirada sabía que así había sido.

—Claro. ¿A qué niño no le habría gustado? Poder mancharse las manos, utilizar el fuego… —respondió con otra sonrisa que de nuevo dejó a Peter sin aliento.

Aquél no era un matrimonio de verdad, se recordó, era sólo un trato que habían hecho y que se acabaría cuando hubiese pasado un año.

Sin embargo, eso no significaba que no pudiese disfrutar de ese año mientras durase, ¿no?

Rebuscando en los cajones de la isleta, Lali encontró el tipo de cuchillo que estaba buscando, y se puso a cortar las verduras.

Brécol, pimientos verdes, champiñones… Fue troceando todo aquello con destreza y rapidez, y cuando terminó estiró el brazo para alcanzar una de las sartenes que colgaban sobre la isleta.

Al hacerlo, el dobladillo de su estrecha camiseta se levantó, dejando al aire el ombligo y un buen trozo de suave piel bronceada de su estómago, y Peter tuvo que apretar los puños para resistir la tentación de tocarla. Se puso de pie bruscamente, fue hasta el frigorífico y lo abrió.

—¿Te apetece una cerveza?

Lali lo miró con la sartén en la mano y los labios fruncidos.

—¿Estás preguntándole a una Espósito… una Espósito de Bodegas Espósito, si quiere una cerveza?

—Sí.

Lali asintió con la cabeza.

—Sólo estaba probándote, y sí, sí que me apetece.

Peter sonrió para sí, y la siguió con la mirada mientras se dirigía a la cocina. Lali colocó la sartén sobre uno de los quemadores, puso una cucharada de mantequilla en ella, y dejó que se derritiera antes de añadir los huevos, el queso y las verduras.

Peter se acercó y le tendió la lata de cerveza que había abierto para ella. Lali la tomó, y dio un trago antes de dejarla sobre la encimera para volver con lo que estaba haciendo.

—Y ahora escúchame bien, vaquero —le dijo a Peter, mirándolo de cuando en cuando mientras movía la sartén para que el huevo se cuajase uniformemente—: no te malacostumbres; el que esté haciendo esta tortilla tan sublime no significa que vaya a prepararte la cena todas las noches.

Peter la observó con una ceja enarcada. Se había recogido el cabello en una coleta que le caía por debajo de los hombros, y en sus labios había una sonrisilla burlona. Iba a convertirse en una auténtica tortura para él; como si lo viera… no debería haber accedido a aquel acuerdo de esperar una semana entera para conocerse mejor. ¿Quién había dicho que hacía falta conocer a una persona para que saltaran chispas con ella en la cama? Y con sólo mirarla lo sabía, sabía que el sexo con ella sería increíble.

Su cuerpo se puso rígido de excitación, y tuvo que luchar por controlarse… algo que no le había pasado desde sus años de adolescente. Por amor de Dios, ¿qué le estaba pasando? Él no era un hombre que se dejase llevar por sus hormonas…

Finalmente, cuando habló, el tono de su voz sonó algo más áspero de lo que había pretendido, pero la culpa era de ella. ¿Por qué tenía que ser tan endiabladamente sexy?

—Tengo una cocinera, Lali —le dijo—. No me he casado contigo por tu talento culinario.

La sonrisa se borró del rostro de la joven, y tomó otro sorbo de cerveza antes de volver a dejar la lata sobre la encimera y volver la tortilla en la sartén con la ayuda de una tapa metálica.

—Y si tienes una cocinera, ¿por qué estoy haciendo esto?

Peter frunció el entrecejo y tomó otro trago de cerveza con la esperanza de que lo ayudara a enfriar sus ánimos un poco.

—Porque le di dos semanas libres. Se supone que debíamos estar en Fiji, ¿recuerdas?

—Oh, sí, es verdad —murmuró Lali volviendo la vista a la sartén para apretar la tortilla con una espumadera—. Entonces… —añadió después de apagar el fuego y pasar la tortilla a un plato grande—… ¿significa eso que durante estas dos semanas vamos a estar únicamente tú y yo en esta casa?

—Sí.

—Solos.

—Sí.

Lali suspiró.

—Pues espero que al menos sepas pedir una pizza por teléfono.

Peter sonrió.

—Creo que sí.

Lali asintió.

Continuará...