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—¿De qué clase de favor
se trata?
—Pues… se trata de algo
en lo que sólo usted puede ayudarme —contestó él mirándola a los ojos—. Quiero
que se case conmigo.
Capítulo 2
A sus veinticinco años, Lali
llevaba ya tres ocupándose de organizar los eventos para los que su familia
alquilaba la finca, y para entonces creía haberlo visto todo. Habían celebrado
fiestas en los jardines, meriendas, una fiesta para la hija del senador para
celebrar el nacimiento de su bebé, e incluso un acto de la DAR , la organización de
mujeres descendientes de combatientes de la Guerra de Independencia, pero era la primera vez
que un novio al que habían dejado plantado en el día de su boda le pedía
matrimonio.
Parpadeó, sacudió la
cabeza y miró al hombre de hito en hito.
—¿Está usted loco?
—No, por lo general no.
—Vaya, pues eso no es
muy tranquilizador.
Él sonrió, y Lali sintió
un cosquilleo en el estómago que trató de ignorar. Era una reacción extraña y
fuera de lugar, pero habría retado a cualquier mujer a ponerse a un metro de él
y no sentir la atracción magnética que parecía emanar de su persona.
Medía casi dos metros,
llevaba el pelo, que era castaño, peinado con un corte informal, tenía los ojos
verdes, y los rasgos de su rostro parecían los de una escultura helénica. Era
un imán andante.
—Diga que sí, por favor,
no tenemos mucho tiempo —le pidió de nuevo, echándole un vistazo a su reloj
antes de volver a mirarla.
Lali soltó una risa
incrédula.
—Me está tomando el
pelo, ¿verdad?
Los ojos de él se
oscurecieron y la miraron fijamente.
—Yo nunca bromeo.
—Pues es una pena —murmuró
Lali—, porque se le daría bien.
Aquello no podía estar
ocurriendo, se dijo.
—Oiga, señor Lanzani…
—Llámame Peter.
—No pienso hacerlo. Y no
me tutee; yo no le he…
—Escúchame, Lali —la
interrumpió él, haciendo caso omiso de lo que acababa de decirle—, necesito una
esposa; necesito casarme esta misma tarde.
—¿Por qué?
—¿Por qué qué?
—Por qué tiene tanta
prisa por casarse.
—Eso no tiene
importancia.
—Ya lo creo que la tiene
cuando me está pidiendo que sea la novia.
Peter suspiró, volvió a
mirar el reloj, y se abrochó la chaqueta.
—Está bien; digamos
simplemente que a algunos de los empresarios con los que trato, los hombres
casados les parecen más… de fiar.
—¿Qué son, de la Edad de Piedra?
Una de las comisuras de
los labios de Peter se curvó ligeramente, y Lali se descubrió a sí misma
deseando que volviese a sonreírle. Aquello no era una buena señal. A lo largo
de esas semanas en que lo había tratado lo había visto impaciente, enfadado y
aburrido, pero hasta hacía sólo unos minutos no lo había visto sonreír. Quizá
guardara sus armas más potentes para las situaciones desesperadas.
—Son… conservadores—le
explicó.
—Pues lo siento por
usted, pero…
—Lali… —volvió a
cortarla él.
La joven tuvo que
reprimir su irritación. ¿Nunca lo habría puesto nadie en su sitio?
—Interrumpir a los demás
cuando están hablando es de mala educación.
—Es cierto —admitió él
con un asentimiento de cabeza—, pero tengo mucha prisa y quisiera que oyeras mi
proposición antes de rechazarla de plano.
En fin, tampoco le haría
ningún daño escucharlo, se dijo ella. Además, se estaba tomando mejor de lo que
había esperado el que la novia lo hubiese dejado plantado.
—Está bien, hable.
—Gracias. Verás, como ya
te he dicho necesito una esposa, y tú pareces la candidata perfecta.
—¿Por qué?, ¿porque soy
mujer?
—Bueno, eso desde luego
es algo a tener en cuenta —contestó él con un brillo en los ojos que la hizo
estremecer.
—Esto es ridículo —masculló
Lali.
A través de las puertas
cerradas se filtraban las notas interpretadas por el cuarteto de cuerda que
habían contratado, el sol entraba por los ventanales, y allí estaba ella con un
chalado que estaba haciéndole una proposición sin pies ni cabeza.
—No veo por qué —replicó
él—; los matrimonios concertados han existido desde hace siglos.
—Sí, claro. ¿Y cuántos
cree que habrán resultado bien? —le espetó ella rogando por que su ayudante
volviese.
Peter suspiró con
impaciencia. ¡Oh, y encima estaba empezando a exasperarse!
—Te daré lo que me pidas
si me haces este favor.
—¿Favor? Esto es algo
más que un favor —le señaló ella—. Un favor es que un vecino te pida que saques
a pasear a su perro o que le des de comer a su canario o…
—¿Y si te pagara? —insistió
él—. ¿Cuánto quieres?
—Tendré que consultarlo
antes con mi chulo —contestó ella, sintiéndose insultada.
Él advirtió de inmediato
su metedura de pata y levantando ambas manos en señal de disculpa le dijo:
—Lo siento, lo siento.
¿Qué puedo ofrecerte entonces para que aceptes mi propuesta?
—Señor Lanzani…
—Por favor, Lali, tengo
que casarme; hay reporteros ahí fuera, cámaras de televisión… No puedo
evitarlos, y si se enteraran de que me han dejado plantado ante el altar podría
ser fatal para mi negocio —se frotó el rostro con una mano, agobiado, y de
pronto a Lali le pareció más… humano—. El escándalo que se montaría haría que a
mi madre le diese un ataque y acabase en el hospital.
Lali frunció el ceño. El
que su negocio no fuera lo único que lo preocupaba la hizo sentirse mejor… y
peor. No podía casarse con un desconocido sólo porque sintiese lástima de su
madre, por amor de Dios.
Claro que, replicó una
vocéenla dentro de su cabeza, su padre quería casarla con un perfecto
desconocido por causas mucho menos altruistas.
Y, de repente, acudieron
a su mente escenas de la discusión que había tenido lugar en el estudio de su
padre dos noches atrás…
—Ya tienes veinticinco
años, Lali —le dijo su padre escrutándola, como quien mira con ojo crítico un
caballo que está pensando comprar.
De hecho, Lali casi
creyó que iba a hacerle abrir la boca para comprobar el estado de su dentadura.
—Y ya va siendo hora de
que te cases.
«¿Casarme?,», pensó ella
aturdida. ¡Si hacía más de un año que no había salido con nadie! Concretamente
desde que su novio aceptase dinero de su padre por alejarse de ella.
—Y dado que tu gusto con
los hombres es pésimo —continuó su padre—, me he tomado la libertad de buscarte
a un marido adecuado.
—¿Cómo?
—Un marido, Lali;
supongo que conoces el significado de esa palabra.
—Sí, padre, y te
agradezco las molestias, pero…
—Benjamin Amadeo —la
cortó su padre, recostándose en su sillón de cuero granate. Luego apoyó los
codos en los brazos del mismo, entrelazando las manos, y la observó antes de
añadir—: el hijo del senador Amadeo.
—¿Benja? —exclamó ella
horrorizada, dando un paso hacia la mesa, sorprendida de que las piernas aún la
sostuvieran—. ¿Quieres que me case con Benja Amadeo?
—El senador Jackson me
ha prometido que cuando os caséis acelerará la aprobación de un proyecto de ley
que me permitirá afianzar algunas de mis actividades financieras aquí en
California.
«De modo que de eso se
trataba…», pensó Lali. No lo había hecho pensando en ella, sino en sus
negocios. Aunque al fin y al cabo, ¿de que se sorprendía?, se había preguntado
con amargura. Cada conversación que tenían acababa siempre derivando en lo más
importante de su vida: Industrias Espósito.
—Así que, básicamente… —comenzó
a decirle ella antes de poder contenerse—… el trato es que tú le consigues una
esposa para su hijo, y el senador te entrega a ti en bandeja el mercado de
California.
Sabía que a sus ojos
nunca había valido nada, por mucho que se hubiera pasado todos esos años
intentando conseguir su aprobación, pero… ¿Benja Amadeo? Su padre, que había
fruncido el ceño al oír sus palabras, pues no le gustaba que le replicase, le
espetó:
—Podrías haber tenido
peor suerte. Benjamin es un buen chico, y es de buena familia.
«Cierra la boca; no le
contestes», le susurró a Lali esa vocecilla interior. Pero su lengua no recibió
el mensaje a tiempo.
—Es un idiota —le soltó
de sopetón—. Es un buenazo, pero eso no quita para que sea un idiota.
—Ya es suficiente —masculló
su padre. Se irguió en el asiento y apoyó los antebrazos en su pulcro
escritorio—. Benjamin Amadeo es el hombre con el que te casarás.
—Pero es que ese hombre
va a convenciones de ciencia ficción con su perro —insistió ella.
Su padre frunció el
ceño.
—Y no sólo se disfraza,
sino que al perro le pone también un disfraz a juego con el suyo —añadió Lali.
—Tú lo ayudarás a
madurar.
—¡Que se busque a otra!
¡Yo no pienso casarme con él!
Dios del cielo… ¿Había
dicho lo que creía que había dicho? Ya era demasiado tarde; las palabras habían
cruzado sus labios, y tenía la impresión de estar oyendo el eco dentro de su
cabeza.
El estómago le dio un
vuelco, y sintió cómo el temor la invadía, igual que de niña, cuando sabía que
su padre iba a castigarla. Sin embargo, apretó los puños contra los costados y
alzó la barbilla desafiante. Tenía que plantarle cara. Ya no era una cría.
Tenía que enfrentarse al hombre que había sido para ella un gigante y un
dragón. De no hacerlo, acabaría casándose con Benja y cosiendo lentejuelas en
la capa de su perro.
—Me parece que no te he
oído bien —murmuró su padre.
—Has oído bien, padre:
no voy a casarme con Benja.
Las facciones de su
padre se endurecieron, y se puso rojo de ira. Los ojos le relampagueaban, y sus
labios se habían convertido en una fina línea. Aun así, Lali no se arredró. Las
piernas le temblaban, pero no retrocedió ni un paso.
—Discutiremos esto
cuando seas capaz de mostrarte racional.
—Estoy siendo racional.
—No, no es verdad. Y
ahora sal de aquí —le ordenó su padre.
No volvió a mirarla.
Abrió un cajón de su escritorio, sacó una carpeta, tomó su pluma y se puso a
trabajar, como si ella ya se hubiese marchado, como si hubiese dicho la última
palabra… como si ella hubiese accedido a aquel matrimonio de conveniencia.
Apartando aquel recuerdo
de su mente, Lali se dijo preocupada que, por mucho que intentara oponerse a su
voluntad, su padre podía ser lo bastante insistente como para hacer que
finalmente acabase rindiéndose. Nunca se daría por vencido… a menos que ella se
casase antes…
—Podrías planteártelo
como una propuesta de negocios —estaba diciéndole Peter.
—Negocios —repitió ella.
Peter se irguió y sus
ojos se iluminaron, como si hubiese advertido su vacilación.
—Te daré lo que quieras —le
dijo.
¿Sería contagiosa la
locura?, se preguntó Lali, que estaba empezando a considerar seriamente aceptar
su proposición de matrimonio. Al menos aquel hombre estaba dándole la
posibilidad de decidir y poner sus condiciones. Además, tendría la excusa
perfecta para negarse al matrimonio concertado que había organizado su padre,
y, por otro lado, ¿qué podía perder? Peter era guapo, rico, y… de acuerdo,
estaba loco, pero al menos no era un caso perdido como el de Benja.
—¿No tendrá perro,
verdad? —inquirió.
—¿Eh? —Dijo él
frunciendo el entrecejo—. No.
—Estupendo —respondió
ella con un suspiro de alivio—; eso está bien.
—Si tú lo dices… —murmuró
él, mirándola preocupado, como si pensara que era ella la que no estaba muy
cuerda.
—Aceptaré… pero con una
serie de condiciones.
Peter asintió.
—Te escucho.
Continuará...
JAjajajaa me mata, Que MAL gusto tiene el papa de lali... CUales seran las condiciones de Lali? MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS
ResponderEliminarayyy me re gusta!!!!
ResponderEliminarLleva a su perro a convenciones de ciencia ficción jajajajaja. que goma.
ResponderEliminarMÁS NOVEEE, ESTÁ GENIAL!
Amo este fondo de miradas que tiene el blog ♥ ♥
ResponderEliminarYo ya lei este libro y me encanta!!! :D
ResponderEliminar@Teen_Angels94
aii dios menos mal que no se caso con el mono !!! ahora me pregunto cuales seran las condiciones lali jaja a
ResponderEliminarespeor el proximo
besos
Haay Dios!! no nos puedes dejar asi D: es buenisimoo el caap jajajajaja mee mori de risaa benja va a convenciones de ciencia ficcion con su perro mee mori :3 jajajaja pff es geniaal la novee :DD!!
ResponderEliminar@maaff_lazaro
QUIERO SABER CUALES SON ESA CONDICIONES.SI ME QUISIERAN OBLIGAR A CASARME COMO A ELLA ,,NO LE PONDRÍA NI CONDICIONES A PETER,JAJAJA.
ResponderEliminarHabra q ver la condiciones, pero creo q alguans se las van a romper je1 más!
ResponderEliminarMAS MAS MAS ME ENCANTA
ResponderEliminarOk si se llega a casar con Peter esta va a ser mi nove favorita jaja
ResponderEliminarSeguis mi blog pliss??
JAJA desde q lei con quien queria casarla el padre no pude parar de reir!Creo q ha sevido de descarga,hoy catarsis en la nove,JAJA.Q no lo piense más y se case con Peter.Te faltó agregar q además del perro aunq ya está crecidito siempre viste gorra aunq sea plena noche y vaya al teatro,JAJA!EXCELENTE CAP,y hablando enserio me encanta la historia!
ResponderEliminarjajajja masssssss
ResponderEliminarjajajaja!!! muy buena la novela me encanta...
ResponderEliminarMAS NOVELA!!!
Jajajaja, estuvo buenísimo! Dios, todavía con quien quería que se case Lali, eso se llama maldad!! Morí con lo de "¿No tendrá perro, verdad?" jajaja
ResponderEliminarme encantaaaa buenisimo! quiero masss!!! :)
ResponderEliminar@LalitermiVida2
uuuuh cuales seran estas condiciones?? jajjaja
ResponderEliminarTengo la sensacion que estos dos se encontraran en desacuerdo en muchas cosas durante su matrimonio, pero dicen que las reconciliaciones son la parte mejor! jajaja
No lo puedo creer que el padre de Lali queria que se casara con un negocio con un tipo raro como Benjamin (ya nos basta verlo en la realidad) que va a convenciones de ciencia ficción con su perro y lo disraza como él, pobre perro:(
Aunque si por lo que lei en el prologo no me deberia sorprender con que Carlos quiere hacer algo asi como hacer casar su hija por negocios!
Bueno espero el proximo
Besos
Mas nove porfaaa!
ResponderEliminarahhhhhhhh me encantoooooo chan chan chan que condiciones :O @LuciaVega14
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