Holaaa, sorry por nos subir antes chicas. Bueno, les dejo cap.. Disfruten y firmen. BESOS ♥
Capítulo
7
Una demoníaca alarma de coche
hipnotiza a la comunidad
hipnotiza a la comunidad
La dura silla de su habitación
evitó que Lali se durmiese. Se puso en pie, estiró los
brazos para desentumecerlos y bostezó. Los
ojos, clavados en la pantalla en blanco de su ordenador portátil, le escocían y se los frotó. Nada. Había
estado sentada tres horas en esa silla,
forzando la vista cansada, retorciendo su maltrecho cerebro en busca de algo con que llenar la pantalla. Cualquier cosa. Pero la pantalla seguía en blanco.
No le afloraba ni una sola idea. No había
escrito ni una frase, ni siquiera una mala frase que pudiese llevarla a algo mejor.
Dejó caer los brazos y se apartó del ordenador. Se
tumbó en la cama y contempló el techo. De haber estado en su casa, seguro que en ese momento estaría limpiando su
inmaculado lavabo, planchando camisetas o azotando su colchón. Si hubiese
traído su neceser, se habría estado haciendo la manicura en ese mismo instante. Se le daba tan bien que a veces se
preguntaba si no le convendría dejar de escribir y montar un negocio de
manicura.
Hacerse la manicura era uno de los muchos trucos de que
disponía para
perder el tiempo y no enfrentarse a la realidad de una pantalla en blanco. Una de las muchas triquiñuelas para no enfrentarse a la realidad de la vida. La dolorosa
realidad de no tener una vida. Nadie con quien
hablar cuando se sentía sola por las
noches. Nadie que le cogiese la mano y le dijese que todo iba bien.
Su madre había muerto en otoño,
y su padre había vuelto a casarse en primavera. Se
trasladó a Sun City, Arizona, con su nueva esposa para que ella estuviese cerca de su familia. Él la llamaba.
Lali lo llamaba. Pero no era lo mismo. Su único hermano, Evan, vivía en Alemania. Ella le escribía. Él
también le escribía. Pero eso tampoco era lo mismo.
Estuvo casada. Durante siete años vivió una vida
maravillosa en una casa maravillosa en
Brentwood, iba a fastuosas fiestas y
jugaba al tenis. Su marido, Agustín, era un brillante cirujano plástico, guapo y divertido, y ella lo amaba
desesperadamente. Se sentía segura y feliz, y la última noche que pasaron
juntos él le hizo el amor como si
fuese la mujer de su vida.
Al día siguiente le entregó los
papeles del divorcio. Le dijo que lo sentía muchísimo, pero se había enamorado
de su mejor amiga, Cande Vetrano. Ninguno
de los dos tenía intención de herir a Lali, pero ¿qué otra cosa podían hacer?
Estaban enamorados y, menuda casualidad, Cande
estaba embarazada de cinco meses, lo cual iba
a proporcionarle lo único que Lali no podía darle.
Lali ya no tenía marido, ni amigos, ni hijos.
Sin embargo, tenía su carrera,
y si bien no era lo que ella había
soñado para su vida, no estaba tan mal. Hasta que topó de bruces con el muro que bloqueaba su camino.
Durante tres años le había dado
la espalda a su pasado, negándose a reconocer la
profundidad de su dolor. Había ignorado la ruina en que se había convertido su vida sumergiéndose en el
trabajo. En primer lugar como colaboradora freelance para revistas como Woman's World y Cosmopolitan, e incluso realizando algunos reportajes para Star y The National
Enquirer. Así fue durante un año, pero no disfrutaba realmente
inmiscuyéndose en las vidas de los
famosos, y además lo hacía por razones equivocadas.
Dejó el mundo de los cotilleos y empezó a trabajar
como redactora del The Weekly News of the
Universe, uno de esos tabloides en blanco y negro que afirman que Elvis
está vivito y coleando en Marte. Nada
de rumores ni escándalos. Con el seudónimo de Madilyn Wright, era la
articulista más popular de la publicación, y
a ella le encantaba serlo. Hasta hacía dos meses, cuando chocó contra un muro invisible. No pudo
ignorarlo, ni traspasarlo o rodearlo.
Estaba atrapada. No podía ocultarse de él
ni perderlo entre las extrañas historias que creaba mentalmente. No había sido
capaz de escribir una buena frase desde entonces. Lali suponía que a un
psicólogo no le habría costado gran cosa
decirle qué iba mal en su vida, pero la cuestión era que ella ya lo sabía.
Su editor le había sugerido que
se tomase un descanso. No porque quisiese librarse de
ella, sino porque la necesitaba. Ella había conseguido que la publicación ganase un montón de dinero, y él
quería que la hacedora de ese milagro volviese a estar en forma
para tratar con habilidad y agudeza el mundo de lo extraño e inexplicable.
Walter había escogido incluso
el lugar de sus vacaciones, y el periódico
iba a sufragar el alquiler de aquella casa durante seis meses. Él le dijo que había escogido el pueblo de
Gospel, Idaho, debido al aire fresco. Eso le
había dicho, pero ella no era tonta: lo había escogido porque parecía la clase de lugar donde Bigfoot podía asomar la nariz, donde habitualmente alguien
es abducido por extraterrestres, donde
acuden grupos de personas que bailan
desnudos las noches de plenilunio.
Lali se sentó en el borde de la
cama y suspiró. Aceptó el plan de Walter porque su existencia había llegado a
un punto muerto, ya no disfrutaba con su
modo de vida. Necesitaba una nueva pauta. Necesitaba alejarse
de Los Ángeles una temporada. Darse un respiro y, por
supuesto, dejar atrás el asunto de Micky el Duende Mágico.
Necesitaba aclarar sus ideas respecto a ese
tema.
Se
puso unos pantalones cortos de franela y una camiseta de Planet Hollywood, y
volvió a sentarse ante el ordenador portátil.
Con los dedos en el teclado, clavó la vista en el cursor parpadeante.
Estaba rodeada por un silencio denso, y de pronto bajó la vista para observar la alfombra que se extendía
bajo sus pies. Era sin duda la alfombra más
gruesa que jamás había visto, y pasó
unos quince minutos intentando determinar si los colores eran realmente los que parecían o bien si algún
cliente había dejado caer allí un trozo de pizza.
Cuando finalmente decidió que
los colores eran los que parecían, o sea una amplia gama
de rojos, se obligó a centrarse de nuevo en
la pantalla.
La miró como una cobra
hipnotizada, contando cada parpadeo
del cursor. Llevaba doscientos cuarenta y siete cuando un chillido hizo añicos
la tranquilidad de la noche. Lali se puso en pie de un salto.
-¡Por amor de Dios! -exclamó
con el corazón en la garganta.
Era la alarma de su coche.
Rebuscó deprisa en su bolso la llave de control remoto. Se
calzó las sandalias y salió disparada hacia
el pequeño aparcamiento, lleno de camionetas, monovolúmenes y polvorientos todoterrenos con canoas
sujetas al techo.
La encargada del Sandman se
encontraba junto al Porsche de Lali. Seguía luciendo aquellos rizos esponjosos
y frunció el entrecejo al ver aproximarse a Lali. Otros clientes
observaban desde las ventanas o las puertas
de sus habitaciones. Había empezado
a anochecer, tiñendo de sombras el escarpado paisaje. El pueblo parecía descansar, relajado y en paz,
excepto por los desquiciantes seis tonos de la alarma del Porsche. Lali apuntó
con el control remoto y la alarma enmudeció de golpe.
-¿Había alguien intentando
abrir mi coche? -le preguntó a Ada Dover.
-No he visto a nadie. -Puso los
brazos en jarras y echó la cabeza atrás para mirar a Lali-.
Pero casi me ahogo con un hueso de pollo cuando esta
cosa empezó a sonar.
-Seguramente alguien tocó la
manilla de la puerta o se apoyó en
las ventanillas.
-Creía que había saltado la
alarma del M & S, así que llamé a
Stanley y le dije que estaban intentando entrar en su tienda y que bajase con la escopeta.
-Oh, estupendo -suspiró Lali.
-Pero me dijo que no tiene
alarma. Sólo tiene los carteles, así que
todo el mundo cree que hay alarma.
Lali no conocía a Stanley, pero
dudaba que le interesase que todo el mundo se enterase de
que carecía de sistema de seguridad.
-Iba a llamar al sheriff
-prosiguió Ada-, pero antes decidí
averiguar el origen del escándalo.
Lo último que quería Lali era
tener al sheriff rondando por el
Sandman, y menos aún después de haberle dicho que ni siquiera iba a notar que estaba en el pueblo.
-No ha llamado al sheriff,
¿verdad? -En Los Ángeles, nadie llamaba a la policía por
una simple alarma de coche. En un día cualquiera se disparaban cientos de ellas en los aparcamientos de toda la ciudad. Cuando la policía pasaba junto a un
coche al que le había saltado la alarma, ni siquiera se detenía. ¿Es que la gente de ese pueblo vivía en otro mundo?
-No, y me alegro de no haberlo hecho. Me habría
sentido una estúpida. Igual que si me
hubiese ahogado con el hueso de pollo.
Lali miró a aquella mujer
bajita. Estaba anocheciendo rápidamente
y no pudo ver mucho más que la silueta de su peinado. El aire frío le erizó el vello de los brazos, y pensó que tendría
que haberle sentado mal que Ada Dover hubiese estado a punto de ahogarse por culpa de su Porsche, pero, la
verdad, ¿qué clase de idiota era capaz de
comerse un hueso de pollo?
-Lo lamento -dijo, a pesar de
que no se creía que la mujer hubiese corrido serio peligro.
Miró por encima del hombro y sintió alivio al comprobar que
los clientes del motel habían vuelto a
sus asuntos y echado las cortinas.
-Esa cosa no volverá a
dispararse, ¿verdad?
-No se preocupe -respondió Lali.
-Bien, porque no quiero que
empiece a chillar y despierte a los
clientes en mitad de la noche. Esa gente paga un buen dinero por descansar, y no podemos permitir esta clase de
jaleos.
-Le prometo que no volverá a
dispararse -dijo Lali apretando el botón que bloqueaba
las puertas del Viper.
Se dio la vuelta para volver a
su habitación, y Ada la siguió a escasa
distancia.
-Si salta, tendrá que dejar el motel, cervatilla.
Aquella mujer la tenía entre
ceja y ceja y Lali lo sabía. Le habría
encantado decirle que le besase el «traserillo», pero sólo había otro motel en el pueblo y suponía que estaría
tan lleno como el Sandman. Así que mantuvo la
boca cerrada hasta llegar a su habitación y cerró la puerta a su espalda. Metió
las llaves en el bolso y se sentó de nuevo
frente al ordenador portátil.
La noche anterior estaba
alojada en el Doubletree de Salt Lake City.
Recordaba con claridad el momento de despertarse en aquel hotel bonito y normal, pero en algún momento debía de haberse adentrado en una dimensión desconocida en la
que las mujeres masticaban huesos de
pollo.
Una lenta sonrisa empezó a dibujarse en su rostro, bajó
las manos hasta
el teclado y escribió: «Mujer trastornada se asfixia comiendo huesos de pollo. Durante la celebración de una ceremonia ritual, la excéntrica adoradora de pollos
Dodie Adams...
Continuará...
Me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarME ENCANTO ,ME ENCANTO
ResponderEliminarPOBRE LALI YA NO TIENE INSPIRACION
JAJAJAJA
BESOS'
Pobre lali,me da cosa todo lo q pasó,está ahí sola y encima nadie parece quererla en el pueblo,bueno pienso q sólo el sheriff está por lo menos intrigada con ella!
ResponderEliminarMe encanto para cuando el Laliter?
ResponderEliminaraaaaaaay pobre Lali loco! la paso mal la chiqui :( aparte todos en el pueblo le hicieron la cruz por tener lindo auto -.-
ResponderEliminarQuiero maaaaaas, quiero Laliteeeeeeer, quiero a Lali feliiiiz :D
un beso y seguime avisando, yo leo cuando puedo u.u @GuadyLlanos
jajaja tanto quilombo por la alarma de un auto jaja
ResponderEliminaresta buenisima
beso
Que risa todo por una Alarma pero si que en los pueblos son unos escandalosos y Lali agotada que escribe cualquier cosa jaja:) me recordó a un viaje con familia que odia a la recepcionista del hotel muy coqueta la tipa jaja:)
ResponderEliminarMasi_ruth
jajaja quiero mas nove!!! @ConEllosSiempre
ResponderEliminarjajaj mass!!!
ResponderEliminarQue bueno jaja vaya pueblo me recuerda a mi playa atrasados en todo jajaja
ResponderEliminarQue la echen que la eche jaja que se vaya a casa del sheriff!!
Besos espero eñ proximoo!
Más noveee.. queda mucho para Laliter a full ? jajaja
ResponderEliminarmás noveee, me encanta! Quiero laliter jajaja
ResponderEliminarme encanto!! jajajajaj pobrecita Lali, todo lo que tiene que pasar. Encima la historia de su matrimonio era muy triste :| no se como hizo, lo peor es que Candela estaba embarazada!!! osea POR DIOS.
ResponderEliminarPD: QUIERO LALITERRRRR <3 @LuciaVega14