miércoles, 13 de junio de 2012

Capítulo 7


Holaaa, sorry por nos subir antes chicas. Bueno, les dejo cap..  Disfruten y firmen. BESOS ♥ 


El sheriff no llevaba alianza de boda, aunque eso no quería decir nada, pero el tono de la conversación que estaba manteniendo con la camarera la hizo pensar que no estaba casado. Obviamen­te, también entendió que la camarera sentía algo por el buen she­riff. Lali se preguntó si estarían liados, pero le pareció que no. Por lo poco que había podido apreciar observándolos, cualquier sentimiento más allá de la amistad no era recíproco y tenía un ca­riz más bien patético. Si la camarera hubiese sido amable con ella, tal vez habría sentido lástima. Pero no lo había sido, y Lali te­nía otras cosas en que pensar.

Capítulo 7
Una demoníaca alarma de coche
hipnotiza a la comunidad

La dura silla de su habitación evitó que Lali se durmiese. Se puso en pie, estiró los brazos para desentumecerlos y boste­zó. Los ojos, clavados en la pantalla en blanco de su ordenador portátil, le escocían y se los frotó. Nada. Había estado sentada tres horas en esa silla, forzando la vista cansada, retorciendo su maltrecho cerebro en busca de algo con que llenar la pantalla. Cualquier cosa. Pero la pantalla seguía en blanco. No le aflora­ba ni una sola idea. No había escrito ni una frase, ni siquiera una mala frase que pudiese llevarla a algo mejor.
Dejó caer los brazos y se apartó del ordenador. Se tumbó en la cama y contempló el techo. De haber estado en su casa, segu­ro que en ese momento estaría limpiando su inmaculado lavabo, planchando camisetas o azotando su colchón. Si hubiese traído su neceser, se habría estado haciendo la manicura en ese mismo instante. Se le daba tan bien que a veces se preguntaba si no le convendría dejar de escribir y montar un negocio de manicura.
Hacerse la manicura era uno de los muchos trucos de que dis­ponía para perder el tiempo y no enfrentarse a la realidad de una pantalla en blanco. Una de las muchas triquiñuelas para no en­frentarse a la realidad de la vida. La dolorosa realidad de no tener una vida. Nadie con quien hablar cuando se sentía sola por las noches. Nadie que le cogiese la mano y le dijese que todo iba bien.
Su madre había muerto en otoño, y su padre había vuelto a casarse en primavera. Se trasladó a Sun City, Arizona, con su nueva esposa para que ella estuviese cerca de su familia. Él la lla­maba. Lali lo llamaba. Pero no era lo mismo. Su único hermano, Evan, vivía en Alemania. Ella le escribía. Él también le escribía. Pero eso tampoco era lo mismo.
Estuvo casada. Durante siete años vivió una vida maravillo­sa en una casa maravillosa en Brentwood, iba a fastuosas fiestas y jugaba al tenis. Su marido, Agustín, era un brillante cirujano plástico, guapo y divertido, y ella lo amaba desesperadamente. Se sentía segura y feliz, y la última noche que pasaron juntos él le hizo el amor como si fuese la mujer de su vida.
Al día siguiente le entregó los papeles del divorcio. Le dijo que lo sentía muchísimo, pero se había enamorado de su mejor amiga, Cande Vetrano. Ninguno de los dos tenía intención de herir a Lali, pero ¿qué otra cosa podían hacer? Estaban enamorados y, menuda casualidad, Cande estaba embarazada de cinco meses, lo cual iba a proporcionarle lo único que Lali no podía darle.
Lali ya no tenía marido, ni amigos, ni hijos.
Sin embargo, tenía su carrera, y si bien no era lo que ella ha­bía soñado para su vida, no estaba tan mal. Hasta que topó de bruces con el muro que bloqueaba su camino.
Durante tres años le había dado la espalda a su pasado, ne­gándose a reconocer la profundidad de su dolor. Había ignora­do la ruina en que se había convertido su vida sumergiéndose en el trabajo. En primer lugar como colaboradora freelance para re­vistas como Woman's World y Cosmopolitan, e incluso realizan­do algunos reportajes para Star y The National Enquirer. Así fue durante un año, pero no disfrutaba realmente inmiscuyéndose en las vidas de los famosos, y además lo hacía por razones equi­vocadas.
Dejó el mundo de los cotilleos y empezó a trabajar como re­dactora del The Weekly News of the Universe, uno de esos tabloides en blanco y negro que afirman que Elvis está vivito y co­leando en Marte. Nada de rumores ni escándalos. Con el seu­dónimo de Madilyn Wright, era la articulista más popular de la publicación, y a ella le encantaba serlo. Hasta hacía dos meses, cuando chocó contra un muro invisible. No pudo ignorarlo, ni traspasarlo o rodearlo. Estaba atrapada. No podía ocultarse de él ni perderlo entre las extrañas historias que creaba mentalmen­te. No había sido capaz de escribir una buena frase desde enton­ces. Lali suponía que a un psicólogo no le habría costado gran cosa decirle qué iba mal en su vida, pero la cuestión era que ella ya lo sabía.
Su editor le había sugerido que se tomase un descanso. No porque quisiese librarse de ella, sino porque la necesitaba. Ella había conseguido que la publicación ganase un montón de dine­ro, y él quería que la hacedora de ese milagro volviese a estar en forma para tratar con habilidad y agudeza el mundo de lo extra­ño e inexplicable.
Walter había escogido incluso el lugar de sus vacaciones, y el periódico iba a sufragar el alquiler de aquella casa durante seis meses. Él le dijo que había escogido el pueblo de Gospel, Idaho, debido al aire fresco. Eso le había dicho, pero ella no era tonta: lo había escogido porque parecía la clase de lugar donde Bigfoot podía asomar la nariz, donde habitualmente alguien es abduci­do por extraterrestres, donde acuden grupos de personas que bailan desnudos las noches de plenilunio.
Lali se sentó en el borde de la cama y suspiró. Aceptó el plan de Walter porque su existencia había llegado a un punto muerto, ya no disfrutaba con su modo de vida. Necesitaba una nueva pauta. Necesitaba alejarse de Los Ángeles una tempora­da. Darse un respiro y, por supuesto, dejar atrás el asunto de Micky el Duende Mágico. Necesitaba aclarar sus ideas respecto a ese tema.
Se puso unos pantalones cortos de franela y una camiseta de Planet Hollywood, y volvió a sentarse ante el ordenador portá­til. Con los dedos en el teclado, clavó la vista en el cursor parpa­deante. Estaba rodeada por un silencio denso, y de pronto bajó la vista para observar la alfombra que se extendía bajo sus pies. Era sin duda la alfombra más gruesa que jamás había visto, y pasó unos quince minutos intentando determinar si los colores eran realmente los que parecían o bien si algún cliente había de­jado caer allí un trozo de pizza.
Cuando finalmente decidió que los colores eran los que pa­recían, o sea una amplia gama de rojos, se obligó a centrarse de nuevo en la pantalla.
La miró como una cobra hipnotizada, contando cada par­padeo del cursor. Llevaba doscientos cuarenta y siete cuando un chillido hizo añicos la tranquilidad de la noche. Lali se puso en pie de un salto.
-¡Por amor de Dios! -exclamó con el corazón en la gar­ganta.
Era la alarma de su coche. Rebuscó deprisa en su bolso la lla­ve de control remoto. Se calzó las sandalias y salió disparada hacia el pequeño aparcamiento, lleno de camionetas, monovolú­menes y polvorientos todoterrenos con canoas sujetas al techo.
La encargada del Sandman se encontraba junto al Porsche de Lali. Seguía luciendo aquellos rizos esponjosos y frunció el en­trecejo al ver aproximarse a Lali. Otros clientes observaban desde las ventanas o las puertas de sus habitaciones. Había em­pezado a anochecer, tiñendo de sombras el escarpado paisaje. El pueblo parecía descansar, relajado y en paz, excepto por los desquiciantes seis tonos de la alarma del Porsche. Lali apuntó con el control remoto y la alarma enmudeció de golpe.
-¿Había alguien intentando abrir mi coche? -le preguntó a Ada Dover.
-No he visto a nadie. -Puso los brazos en jarras y echó la cabeza atrás para mirar a Lali-. Pero casi me ahogo con un hueso de pollo cuando esta cosa empezó a sonar.
-Seguramente alguien tocó la manilla de la puerta o se apo­yó en las ventanillas.
-Creía que había saltado la alarma del M & S, así que llamé a Stanley y le dije que estaban intentando entrar en su tienda y que bajase con la escopeta.
-Oh, estupendo -suspiró Lali.
-Pero me dijo que no tiene alarma. Sólo tiene los carteles, así que todo el mundo cree que hay alarma.
Lali no conocía a Stanley, pero dudaba que le interesase que todo el mundo se enterase de que carecía de sistema de seguridad.
-Iba a llamar al sheriff -prosiguió Ada-, pero antes deci­dí averiguar el origen del escándalo.
Lo último que quería Lali era tener al sheriff rondando por el Sandman, y menos aún después de haberle dicho que ni si­quiera iba a notar que estaba en el pueblo.
-No ha llamado al sheriff, ¿verdad? -En Los Ángeles, na­die llamaba a la policía por una simple alarma de coche. En un día cualquiera se disparaban cientos de ellas en los aparcamientos de toda la ciudad. Cuando la policía pasaba junto a un coche al que le había saltado la alarma, ni siquiera se detenía. ¿Es que la gen­te de ese pueblo vivía en otro mundo?
-No, y me alegro de no haberlo hecho. Me habría sentido una estúpida. Igual que si me hubiese ahogado con el hueso de pollo.
Lali miró a aquella mujer bajita. Estaba anocheciendo rá­pidamente y no pudo ver mucho más que la silueta de su peina­do. El aire frío le erizó el vello de los brazos, y pensó que ten­dría que haberle sentado mal que Ada Dover hubiese estado a punto de ahogarse por culpa de su Porsche, pero, la verdad, ¿qué clase de idiota era capaz de comerse un hueso de pollo?
-Lo lamento -dijo, a pesar de que no se creía que la mujer hubiese corrido serio peligro. Miró por encima del hombro y sintió alivio al comprobar que los clientes del motel habían vuel­to a sus asuntos y echado las cortinas.
-Esa cosa no volverá a dispararse, ¿verdad?
-No se preocupe -respondió Lali.
-Bien, porque no quiero que empiece a chillar y despierte a los clientes en mitad de la noche. Esa gente paga un buen dinero por descansar, y no podemos permitir esta clase de jaleos.
-Le prometo que no volverá a dispararse -dijo Lali apre­tando el botón que bloqueaba las puertas del Viper.
Se dio la vuelta para volver a su habitación, y Ada la siguió a escasa distancia.
-Si salta, tendrá que dejar el motel, cervatilla.
Aquella mujer la tenía entre ceja y ceja y Lali lo sabía. Le habría encantado decirle que le besase el «traserillo», pero sólo ha­bía otro motel en el pueblo y suponía que estaría tan lleno como el Sandman. Así que mantuvo la boca cerrada hasta llegar a su habitación y cerró la puerta a su espalda. Metió las llaves en el bolso y se sentó de nuevo frente al ordenador portátil.
La noche anterior estaba alojada en el Doubletree de Salt La­ke City. Recordaba con claridad el momento de despertarse en aquel hotel bonito y normal, pero en algún momento debía de haberse adentrado en una dimensión desconocida en la que las mujeres masticaban huesos de pollo.
Una lenta sonrisa empezó a dibujarse en su rostro, bajó las manos hasta el teclado y escribió: «Mujer trastornada se asfixia comiendo huesos de pollo. Durante la celebración de una cere­monia ritual, la excéntrica adoradora de pollos Dodie Adams...

Continuará...

13 comentarios:

  1. Me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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  2. ME ENCANTO ,ME ENCANTO
    POBRE LALI YA NO TIENE INSPIRACION
    JAJAJAJA
    BESOS'

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  3. Lina (@Lina_AR12)14 de junio de 2012, 0:07

    Pobre lali,me da cosa todo lo q pasó,está ahí sola y encima nadie parece quererla en el pueblo,bueno pienso q sólo el sheriff está por lo menos intrigada con ella!

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  4. Me encanto para cuando el Laliter?

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  5. aaaaaaay pobre Lali loco! la paso mal la chiqui :( aparte todos en el pueblo le hicieron la cruz por tener lindo auto -.-

    Quiero maaaaaas, quiero Laliteeeeeeer, quiero a Lali feliiiiz :D


    un beso y seguime avisando, yo leo cuando puedo u.u @GuadyLlanos

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  6. jajaja tanto quilombo por la alarma de un auto jaja
    esta buenisima
    beso

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  7. Que risa todo por una Alarma pero si que en los pueblos son unos escandalosos y Lali agotada que escribe cualquier cosa jaja:) me recordó a un viaje con familia que odia a la recepcionista del hotel muy coqueta la tipa jaja:)
    Masi_ruth

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  8. jajaja quiero mas nove!!! @ConEllosSiempre

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  9. Que bueno jaja vaya pueblo me recuerda a mi playa atrasados en todo jajaja
    Que la echen que la eche jaja que se vaya a casa del sheriff!!
    Besos espero eñ proximoo!

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  10. Más noveee.. queda mucho para Laliter a full ? jajaja

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  11. más noveee, me encanta! Quiero laliter jajaja

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  12. me encanto!! jajajajaj pobrecita Lali, todo lo que tiene que pasar. Encima la historia de su matrimonio era muy triste :| no se como hizo, lo peor es que Candela estaba embarazada!!! osea POR DIOS.
    PD: QUIERO LALITERRRRR <3 @LuciaVega14

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