sábado, 23 de junio de 2012

Capítulo 20


Hola hola :) Gracias por los comentarios! Disfruten. + comentarios = + caps. Beso ♥ 


-Eso no me lo trago. -Stanley sonrió y sacudió la cabe­za-. ¿Quién escribirá esas cosas?
Lali también sonrió.
-Alguien con mucha imaginación.
-O alguien que está loco -dijo Melba cuando Stanley apre­tó el botón de «total» en la caja registradora.

 Capítulo 20
 Lali reconoció que la música que sonaba era country; de haber sido otra clase de música, no habría tenido ni idea. Se vis­tió de manera informal, con una falda caqui, una camiseta de ti­rantes blanca y sandalias sin tacón. Se recogió el pelo en una co­leta y se encasquetó una gorra Gap.
El sol del atardecer formaba un rastro dorado sobre la su­perficie del lago cuando Lali salió al jardín trasero de la casa de los Dalmau. Llevaba un plato de plástico con ensalada y hue­vos rellenos.
Una docena de chicos y chicas comían juntos en una de las dos mesas de picnic ubicadas en la zona sombría del jardín. El humo que despedía la barbacoa Weber envolvía a los dos hom­bres que se ocupaban de ella. Sólo se les veían las piernas. Uno llevaba unos Wrangler y tenía el trasero plano; el otro llevaba unos Levi's de tiro bajo. La brisa aclaró la humareda y permitió ver que los dos hombres no le quitaban ojo a las hamburguesas y salchichas, así como a las ostras de las Rocosas. Wally y Adam estaban detrás de ellos con los platos vacíos.
Gaston se dio la vuelta y colocó una gran salchicha ennegrecida en el plato de cada niño.
-Está quemada, papá -se quejó Wally.
-Ponle un buen chorro de ketchup -le dijo Gas-. No no­tarás la diferencia.
-Le dije que no pusiese demasiado carbón en la barbacoa -susurró Rochi a Lali mientras se dirigían hacia los hombres. La brisa cambió de dirección y el humo volvió a envolverlos.
Desde atrás, lo único que se veía ahora eran los dos traseros y parte de las camisetas, una verde y la otra blanca. Lali no ne­cesitó ver sus caras. Tras haber caminado detrás de Peter por el interior de su casa aquella noche, habría reconocido sin problema su trasero, su zona lumbar, los bolsillos de sus Levi's...
Peter miró por encima del hombro y el humo se arremolinó en el ala de su sombrero de paja.
-A ver, ¿qué vienen a buscar estas damas? -preguntó.
 -¿Qué es lo que más se ha achicharrado? -quiso saber Rochi.
-Las salchichas están bastante chamuscadas y las hamburguesas están superhechas, pero las ostras no están tan mal.
-Aleja de mí esas ostras -dijo Rochi con ceño-. Ponme una hamburguesa.
Peter puso una hamburguesa en un panecillo abierto y se lo pasó a Rochi.
-Gas va a provocar que todos tengamos cáncer -gruñó és­ta alejándose.
Peter centró su atención en Lali.
-¿Y tú, señora buen comportamiento?
-Me arriesgaré a lo del cáncer y tomaré una salchicha.
-Un perrito caliente bien quemado. -Lo depositó en un panecillo y lo puso en su plato-. Gas dice que lo mejor es echar­le mucho ketchup.
-A mí no me parece tan mal -le aseguró al cocinero-. Me gustan las salchichas chamuscadas. No como carne cruda.
Peter tragó saliva y apretó los labios.
 -¿Vas a probar las ostras? -le preguntó Gas.
–¿Están muy hechas?
-No lo dudes. ¿Cuántas quieres?
-Sólo una.
-No creo que sea buena idea -le dijo Peter mientras co­locaba una ostra empanada junto a la salchicha chamuscada. -¿Las has probado alguna vez?
-Claro. -Había comido marisco cocinado de mil maneras diferentes-. Montones de veces -añadió antes de ir a sentarse en una mesa junto a Rochi y los niños. En la otra mesa, los adoles­centes estaban sumidos en profundas discusiones filosóficas sobre quién era el «malo más malo», Freddy Kruger o Chucky. Los ge­melos habían acabado de comer y tenían oscuros churretones al­rededor de la boca. A las chicas sentadas a su lado no parecía im­portarles. De hecho, todos tenían los labios ennegrecidos.
-Míralos -dijo Rochi sacudiendo la cabeza-. Eran tan monos de pequeños... Cuando los vestía de marineritos estaban orables. Ahora han crecido y tienen esas desagradables cos­mbres propias de los hombres. -Como si la hubiese oído, An­ew escupió tabaco en una taza de plástico.
Lali miró a Rochi.
-¿Tienes un ataque de nostalgia?
-Me siento mayor. -Su mirada era triste-. Ya no me acuerdo cómo olían. Ya no huelen a niño.
-Yo sí, mami -dijo Wally a su lado.
-Es cierto. -Le pasó el brazo por los hombros y lo apretó contra sí-. Tú eres mi pequeñajo.
Al otro lado de la mesa, frente a Wally, Adam levantó la vis­ta de la salchicha requemada que descansaba en su plato. -Puedes olerme si quieres, Rochi.
-¿Por qué iba a querer olerte nadie? -preguntó Peter de­jando una lata de Coca-Cola en la mesa y pasando una pierna y luego la otra sobre el banco para sentarse junto a su hijo-. Siem­pre hueles como tu desaseada perrita. -La puntera de su bota tocó los dedos de Lali y ella retiró el pie.
-Es que le gusta lamerme la cara. -Apoyó la cabeza en el hombro de Peter.
Peter observó a su hijo y el ala de su sombrero vertió un re­tazo de sombra sobre su nariz y su mejilla.
-Seguramente lo hace porque sabes a chuleta de cerdo.
El niño sonrió.
Lali le dio un bocado a su crujiente salchicha y estudió el perfil de Peter buscando el parecido con su hijo. El cabello de Adam era más oscuro, su boca y su nariz eran diferentes, pero sus ojos eran idénticos a los de su padre.
Rochi señaló la Coca-Cola de Peter.
-¿No vas a comer nada?
Él alzó la vista y la sombra le cubrió la mitad de la cara. Lali observó sus labios antes de que hablase.
-Me zampé unos cuantos perritos calientes antes de que quedasen calcinados.
Gas trajo un plato con carne y se sentó junto a Wally.
-Creo que Lali es la única mujer que aprecia mi forma de cocinar.
De hecho, la salchicha estaba demasiado quemada incluso para ella. Le gustaban tostaditas, no crujientes, pero no iba a de­cirle que no. En lugar de eso, le dio otro bocado.
-Mmm...
Peter sonrió socarronamente, y cuando Lali tragó, dio la impresión de que la salchicha se le atascara en mitad del esófago. Rochi señaló el plato de su marido.
 -Come un poco de la ensalada que ha traído Lali o alguna otra cosa. Vas a tener que estar en forma si quieres ganar el concurso de lanzamiento de váteres este año.
-¿Vas a participar de nuevo? -preguntó Peter.
-Sí, el primer premio es un televisor de pantalla gigante.
-Yo quiero ese televisor -dijo Rochi-. Así que mañana voy a empezar a darle a Gas esos esteroides que le inyectan al ganado. Tiene que estar fuerte como un toro.
-¿Y qué pasa si me pongo como un toro en otro sentido? -quiso saber Gas.
-Esos esteroides afectan al impulso sexual, y es más proba­ble que te dejen el pitorro fuera de combate -le advirtió Peter.
 -¿Qué es el pitorro, papá?
-Ya te lo explicaré luego.
Lali dio otro bocado a la salchicha y bajó la vista. Desde luego nunca había comido con gente que mascase tabaco, que ha­blase de sexo o dijese cosas como «dejar el pitorro fuera de com­bate».
Mientras Lali comía ensalada, escuchó a Rochi y Gas ha­blar de su estrategia para ganar el concurso de lanzamiento de vá­teres, en la que se incluía una dieta para rebajar peso y la inges­tión de un buen puñado de vitaminas. De nuevo Peter le tocó los dedos del pie con la bota, y ella volvió a retirarlo. Alzó la vis­ta, pero Peter estaba mirando a Adam y Wally, que acababan de levantarse para ir al lago en busca de piedras.
-¡Quedaos donde pueda veros! -les gritó Rochi.
Lali le echó un poco de sal a su ostra y alargó la mano para coger un cuchillo de plástico. No estaba segura de querer pro­barla.
-¿En serio vas a comértela? -le preguntó Peter.
-¿Qué? -Levantó la mirada y vio que sostenía una lata de Coca-Cola en una mano. Una gota de agua se deslizó por el aluminio rojo hasta desaparecer entre sus nudillos.
Él separó un dedo de la lata y señaló su plato.
-Sabes que no es una ostra auténtica, ¿verdad?
-¿Y qué es, una ostra falsa?
-Podría decirse que sí.
Ella alzó un poco más la vista, hasta su ancho pecho.
-¿Como las barritas de cangrejo, que en realidad son pesca­do blanco?
-No, cariño. Las ostras de las montañas Rocosas en reali­dad son pelotas.
Ahí estaba otra vez. «Cariño», y lo decía de un modo...
-¿Pelotas de qué?
-Dios, sabía que no tenías ni idea. Pelotas... Testículos.
 Por fin ella le miró a la cara, entre las sombras del ala de su sombrero, directamente a los ojos.
-Sí, claro. Y lo próximo que me dirás es que mi salchicha en realidad es un pitorro.
Peter enarcó las cejas.
-¿No me crees?
-Por supuesto que no. Eso es repulsivo. -Cortó un trozo de ostra y se lo llevó a los labios.
-Si te parece repulsivo, será mejor que no te lo metas en la boca.
Olió lo que había pinchado y se volvió hacia Rochi, que dis­cutía con Gas sobre dónde colocar el nuevo televisor.
-Rochi, ¿qué es esto?
-¿Qué?
-Esto. -Sacudió el tenedor.
-Una ostra de las montañas Rocosas.
-¿No es marisco?
-No; es un testículo.
-¡Oh, Dios mío! -Dejó caer el tenedor como si le hubiese dado un calambrazo-. ¿De quién?
Peter estalló en una carcajada. 
-Mío no.
-Vienen del rancho Rocking C. Las compré durante la temporada de castraciones- explicó Rochi.
-¿Las compraste? ¡Oh, Dios mío!
-Bueno -añadió Rochi como si Lali se hubiese vuelto loca, -  no iban a regalármelas, ya sabes.
-No, no lo sé. Soy de California. Comemos comida auténtica. No comemos testículos de vaca.
-De buey.
-¡De lo que sea!
-Saben a pollo -le informó Peter.
-¡Dijiste lo mismo sobre las serpientes! -Se sintió como si la hubiesen lanzado al interior de la película Rústicos en Beverly Hill. Probablemente no tardarían en asar una ardilla.
-Lo de las serpientes fue una broma.
-Peter tiene razón -comentó Gas-. Las ostras de las Rocosas saben a pollo... aunque son más crujientes.
-Eso dicen -dijo Rochi-. Por supuesto, yo jamás las he probado.
Por fin algo de cordura. Lali se llevó las manos a la cara. Sintió que se le revolvía el estómago, pero al menos la interven­ción de los gemelos la libró de una descripción culinaria más de­tallada.
-Mamá, nos vamos al centro -informó Thomas a su madre.
-¿Qué pasa en el centro?
-Nada. Seguramente acabaremos jugando a billar en el lo­cal de Zack.
-Si conducís bebidos, os quitaré el coche -les advirtió Gas.
-Quiero que estéis de vuelta a las doce -dijo Rochi, lo cual inició un debate sobre si los gemelos eran lo bastante mayores para saltarse el toque de queda.

Continuará...

15 comentarios:

  1. me encanta quiero mas
    Gracias por avisar
    besos @Teen_Angels94

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  2. jajajajajaj.. me mato lo de los testiculos. estaba tentada yo ajaja

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  3. YA ME PUSE AL ORDEN JAJAJA ME ENCANTO MAS ME ENCANTO
    BESOS
    @DaniiVasqueez

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  4. Tendria que estar arreiglando mis uñas para el quince de mi hermana, pero no podia dejar de leer tu novela, me acabo de leer los 20 capítulos me encantaron !!!
    ya quiero el proximo capítulo
    besos

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  5. Dioooooos jajajajaja que locura vamos!! Anque vamos de milagro la han avisado, como le toman el pelo ahí con todo pobrecita jajajaja que poco duraria yo en ese sitio xD hoy espero otro antes eh?? Ya sabes antes de que me vaya! (;

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  6. jajajaja estan todos locosssssssssssss
    y pobre lali, la agarran para la joda
    beso

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  7. JAJAJAJAJA me estalle con lo de las ostras rocosas! jajajajaja me imaginaba la cara de todos y las expresiones y fue muuy bueno! Que imaginacion dios mio! Tenes que ser escritora..

    Ame,ame el cap!

    Seguime avisando, @GuadyLlanos beso!

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  8. Los testiculos .. mio no JAJAAJAJAJAJA
    MASSSSSSSSSSSSSSSSS
    @sweetlaliter

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  9. quiero ya un cap laliter nos dejas con ganas che!!!!

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  10. ¡Vaya con la comida campestre!,todo quemado y encima esos testiculos,ostras rocosas,me pregunto para quien las compra Rochi,si solo Lali las prueba?.

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  11. Jajajajajjajajajjajajajaja entre que la comida estaba toda quemada, y que la ostra no era ostra, y las cosas que decía Peter me re tente te lo juro!!! Muy buena la nove! @LuciaVega14

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