domingo, 24 de junio de 2012

Capítulo 24


uno más!! :) Disfruten. + comentarios = + caps. Buenas noches. Nos leemos mañana. besos ♥ 



Había conocido a Peter hacía justo una semana. En  realidad, no sabía quién era, pero cuando la miraba o le sonreía, ella notaba algo en el pecho. Y cuando la tocaba, su mente se que­daba en blanco.
Fue hacia el armario y buscó por los alrededores. Mientras lo hacía oyó los sonoros pasos de Peter por el pasillo.
 Capítulo 24

Encontró la otra zapatilla cerca de otros sacos de dormir, y cuando se volvió vio a Peter delante de la ventana, más de metro ochenta de hom­bre, contemplando el lago.
-Nunca había visto el lago desde aquí. -Sus hombros cu­brían la anchura de la ventana. La débil bombilla que colgaba del techo destacaba los retazos dorados de su cabello y enfatizaba el blanco de su camiseta.
Lali dejó la zapatilla junto a la otra al lado de la cama y se le acercó. No podía ver lo que se extendía más allá de la ventana, pero tampoco le importaba demasiado. Todavía no sentía una gran pasión por el paisaje de los alrededores, pero tenía que admi­tir que transmitía una calma palpable. Una suerte de tranquili­dad que no habría encontrado ni en el hotel más caro ni en el más lujoso balneario.
-Desde aquí no puede verse, pero mi casa está allí -dijo él señalando hacia la izquierda-. Justo detrás de aquel enorme pi­no ponderosa. ¿Ves esa estrella a unos sesenta grados al norte? -Como Lali no se movió, le pasó la mano por la cintura y la atrajo hacia él. Con la espalda de ella apoyada en su firme pecho y una de sus manos en la cadera, Peter señaló las estrellas-. Mira directamente debajo de esa mancha pálida. Ésa es la Roca de la Barbilla del Diablo. Justo debajo esta el rancho Doble T. Ahí es donde crecí. Mi madre y mi hermana todavía viven ahí. Cuando mi madre muera, yo también viviré ahí.
Olía ligeramente a almizcle y colonia, y el aroma de la noche le había impregnado la piel. Miró hacia el exterior, pero no había nada que ver. La ventana daba al lago, y poco más que la escasa luz proveniente del porche de los Dalmau rompía la oscuridad. En lugar de mirar lo que Peter señalaba, miró su reflejo en el cristal.
-¿He de entender que no quieres vivir allí?
-No, no quiero. Crecí entre reses, acarreando balas de heno. Es una vida dura. Tiene que gustarte. A mí no me gusta, pero tal vez a Adam sí le guste en el futuro. -Guardó silencio unos se­gundos, mirando hacia lo lejos como si pudiese ver algo que ella no alcanzaba a vislumbrar-. Me moría de ganas de irme de este pueblo. Me marché poco después de graduarme en el insti­tuto.
-Pero regresaste.
-Sí. A veces tienes que correr mundo para descubrir el lugar al que perteneces. Y a veces está justo en el punto del que saliste. Realmente las pasé canutas antes de querer volver a casa.
-¿Dónde viviste para pasarlo tan mal?
Por el reflejo en el cristal, sus miradas se cruzaron y él sonrió.
-Primero en Canoga Park, y después en Chatsworth.
-¿Viviste en Los Ángeles?
-Unos doce años. -Apretó un poco la mano que había apoyado en su cadera- Fui detective de homicidios en Los Ángeles.
-Yo viví en Brentwood.
-No me extraña -dijo él, deslizando la mano hacia su vientre.
-Pero me crié en Northridge -añadió Lali. Respiró hon­do un par de veces y dudó entre liberarse de su abrazo o cogerle la mano. Se sentía como una adolescente, inquieta al notar que todas las células de su cuerpo parecían activadas por una nueva fuente de energía. Pero al contrario que en el pasado, ya no era inocente y sabía el punto exacto donde se concentraba el calor que emanaba de su cuerpo y también hacia dónde apuntaba. Lo que no sabía era si quería ir hacia ese lugar con él o si él querría llevarla.
-Te instalaste en un barrio más acomodado que yo.
El calor de la mano de Peter atravesó su camiseta y le calentó el abdomen. Tuvo que esforzarse para no darse la vuelta y tocarlo del modo en que él la estaba tocando.
-Pablo tenía mucho dinero cuando me casé con él.
-¿Así se llamaba tu marido, Pablo? ¿Era homosexual?
 -No. Es un hombre muy listo -dijo, preguntándose por qué se molestaba en defender a su ex marido.
-Vaya, vaya. ¿A qué se dedica?
-Es cirujano plástico.
A través del reflejo en el cristal, los verdes ojos de Peter estu­diaron sus senos.
-No, éstos son míos.
Él sonrió, impenitente.
-No me habría gustado que no lo fuesen. -La atrajo hacia su pecho y dijo-: Algo así echaría por tierra todas las fantasías que he tenido contigo.
Ella se quedó inmóvil.
-¿Qué fantasías?
Peter hundió la nariz en su cabello y miró su reflejo en el cristal.
-No creo que sea adecuado contártelas.
-¿Por qué? ¿Me atabas?
Lali notó que él sonreía.
-Un poco.
¿Un poco?, pensó ella. Unas leves arruguitas surgieron en las comisuras de los ojos de Peter.
-¿Te molesta?
-¿El qué, que tengas fantasías conmigo o que me ates?
-Ambas cosas.
Pues no. No le molestaba, todo lo contrario. Aumentó su temperatura corporal amenazando con derrumbar todas las ba­rreras. El calor del abdomen se extendió hacia sus muslos y ella apretó las piernas.
-En tus fantasías, ¿yo disfrutaba?
Él acarició el vientre con el pulgar y ascendió hasta rozar el sujetador.
-Por supuesto. Te trataba muy bien.
Como si él ya los hubiese tocado, sus pechos se hincharon, y por debajo de la fina camiseta y el sujetador, sus pezones se en­durecieron.
-¿Quieres saber las cosas que te hago en mis fantasías? -añadió Peter.
Sintiendo su aliento en el cuello, Lali asintió.
Por el cristal, él vio cómo ella bajaba la cara y le pasó la pun­ta de la lengua por el lóbulo de la oreja.
-Te gusta que te haga esto -le susurró. Su aliento le calen­tó la mejilla y un escalofrío le recorrió la espalda. Con su mano libre, Peter le apartó el pelo y le deslizó los labios por el cue­llo-. Y esto. -La besó en el cuello y ella sintió su cálida boca sobre la piel, succionando, pero antes de dejarle una marca siguió avanzando, y muy despacio le bajó los tirantes de la camiseta-. Eres tan suave... -dijo atrayéndola más hacia sí-. Incluso más suave de lo que pareces.
La mano que tenía en su vientre presionó y ella notó la dura erección contra su trasero. Algo en su interior se licuaba, la lu­juria se abría paso entre sus piernas. Pensar en él desnudo, ha­ciendo el amor, casi la llevó a darse la vuelta y rodearle la cintu­ra con las piernas. Durante unos segundos se permitió tener una fantasía, una en la que le arrancaba la ropa a Peter y le recorría el cuerpo desnudo con las manos. Pero dado que todavía con­servaba un resto de cordura, se recordó que no lo conocía bas­tante para verlo desnudo en realidad.
-No creo que el sexo sea buena idea -susurró entonces.
La mirada de Peter buscó sus ojos en el reflejo de la ventana.
-¿Quién ha dicho nada de sexo? -le preguntó antes de be­sarla en el hombro-. Sólo nos estamos divirtiendo un poco.
-¿Frente a una ventana?
-Cariño, no hay nadie en kilómetros a la redonda. -Le sacó el faldón de la camiseta de dentro de la falda-. Cuando haga el amor contigo, no quiero que haya dos niños pequeños en la planta baja. Vendré preparado, y me aseguraré de que dispongo de toda la noche para acariciarte del modo en que quiero hacerlo.
Lali se había olvidado de los niños.
-Creo que deberíamos parar.
Él le pasó la mano por dentro de la camiseta y le acarició la piel.
-¿Quieres que pare?
Lo miró y despejó el semblante.
-No.
-Entonces estate atenta por si escuchas pasitos subiendo la escalera. -Con su boca rozando la de Lali, le preguntó-: ¿Cómo te sientes?
-Bien -respondió, y sacudió la cabeza al darse cuenta de que probablemente no era lo que él le había preguntado. Le tocó la áspera mejilla-. Me siento como si tuviese que pedirte que te fueses. -Le besó en la comisura de la boca-. Pero en realidad no quiero que te vayas. Quiero que te quedes, aunque sé que no deberías hacerlo. -Hundió la cara en su cuello y aspiró el aro­ma de su piel-. Haces que me sienta confundida y sola.
Los dedos de Peter recorrieron su vientre hasta llegar al ini­cio de sus pechos; ella tuvo que recordarse que no debía dejar de respirar.
-Con mi mano tocándote, ¿cómo es posible que te sientas sola?
-Porque me recuerdas cosas que ni siquiera sabía lo mucho que añoraba. -Lo besó en el cuello y añadió-: Como los pasos de un hombre o sentir una rasposa mejilla en mi mano. El cálido placer de sentir tu pecho contra mi espalda. Sentirme a salvo... -Y el sexo. Él la obligaba a pensar en lo mucho que ansiaba la intimidad con un hombre, sentirse deseada y dejarse llevar por la lujuria y la pasión-. Y a veces, cuando te miro a los ojos, pien­so que a lo mejor tú también estás solo.
Peter guardó silencio un instante, observándola. Después le preguntó:
-¿Sabes lo que yo veo cuando te miro?
Sintió el pulso de aquel hombre en sus labios. Negó con la ca­beza.
-Veo a alguien que me recuerda todo el tiempo que ha pa­sado desde la última vez que toqué y sentí la dulzura de una mu­jer. -De nuevo apretó la entrepierna contra su trasero, y ella no­tó el calor a través de la tela vaquera. Se extendió por el interior de sus muslos y le llegó hasta los pies descalzos-. Cuando te mi­ro, olvido por qué he elegido vivir como una especie de monje.
Ella le miró a la cara y su escepticismo resultó evidente.
-¿No crees que viva como un monje?
-He visto cómo te tratan algunas de las mujeres del pueblo.
-Sí, pero no tengo ningún problema para controlarlas. No suponen una tentación para mí. No como tú. -Lali inclinó la cabeza hacia atrás y estiró el cuello, y Peter pudo besarla en los labios-. Con ellas no tengo fantasías de sexo abrasador, apasio­nado y sin barreras. Ellas no me incitan a tocarlas como me inci­tas tú. Por todas partes, con las manos y la boca. Lali, quiero besar tus pechos y ese botoncito que tienes entre los muslos. Sé que tendría que alejarme de ti. Estar cerca de ti hace que todo sea más difícil, pero no puedo apartarme. No tengo control sobre el deseo que siento por ti.
Lali conocía esa sensación. Peter la besó con cuidado, dul­ce y lentamente, y a ella se le aceleró el pulso, por lo cual le cogió la nuca y lo obligó a profundizar en aquel beso. Para un hombre que afirmaba no tener control, parecía estar llevándolo muy bien. Le lamió la lengua, y el beso se transformó en un suave con­tacto de sus bocas, una profunda intimidad que motivaba mucho más de lo que satisfacía. Un enloquecedor juego del gato y el ra­tón. Avance y retroceso de lenguas y labios.
Entonces, como si Lali hubiese encendido un fuego repen­tino en su interior, el beso liberó toda su lujuria y Peter empe­zó a devorarla con avidez. Al poco, ella estaba consumida, y pen­só que lo más adecuado era dejarse arrastrar por alguien que no podía controlarse.
Bajo su camiseta, las manos de Peter abarcaron sus pechos, y la excitación fue tan grande que ella dejó de pensar y no pudo más que concentrarse en aquellos dedos sobándole los pezones por encima del sujetador.
Peter gruñó y apartó la boca. La miró a los ojos presa de  la  lujuria, y sin más le subió la camiseta por encima de los pechos. Ella contuvo el aliento.
-Mírate -dijo, haciendo que se fijase en su propio reflejo en la ventana.
Peter estaba a su espalda, sosteniendo la camiseta, convertida en un amasijo sobre sus pechos. Ella miró su sujetador blan­co, tan transparente que perfectamente podría haber parecido desnuda. Sus pechos eran firmes, y los pezones estaban erectos.
-Eres preciosa -musitó él mientras sus miradas se encon­traban en el cristal.
Ella levantó los brazos y permitió que él le quitase la camise­ta. Entonces le agarró las manos y las apartó de sus pechos. Él se agitó y una corriente de calor recorrió a Peter. Ella intentó vol­verse, pero él apretó con más fuerza.
-Si te mueves, vamos a perdernos -dijo.
-Quiero tocarte, Peter.
-Esta noche sólo toco yo.
Lali cerró los ojos y entreabrió los labios. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan bien. Arqueó la espalda.
-Abre los ojos, Lali. Mírame. Mira cómo te toco...
Así lo hizo y vio cómo las manos de Peter abarcaban sus pe­chos desde atrás, atrapando los oscuros pezones entre sus dedos. Hope observó el deseo que destellaba en sus propios ojos.
Peter apretó los pezones. A Lali le flaquearon las rodillas y él la apretó contra su pecho con más fuerza.
-Si estuviésemos solos en casa -susurró-, pondría mi bo­ca justo aquí. -La besó en la coronilla y luego en la mejilla-. Y después empezaría a descender... Pero no estamos solos, y de­jarte aquí no va a ser tarea fácil.
Estaba en lo cierto, vaya si lo estaba. No podían hacer el amor con dos niños durmiendo en la planta de abajo. Eso sería un error. Y Lali supuso que cerrar la puerta del dormitorio con lla­ve sería otro error.
Peter dio un paso atrás, apartándose.
-¿Necesitas ayuda con Adam y Wally? -le preguntó ella.
-Cariño, hagámonos un favor y quédate aquí arriba hasta que veas las luces de mi coche en dirección al pueblo. -Se acercó a la cama-. Me temo que he consumido toda mi fuerza de voluntad. Dejarte puesto ese sujetador transparente ha sido una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida, y no tengo fuerzas para nada más. -Recogió los zapatos de Wally y Adam y la miró a los ojos una vez más antes de abandonar la habitación.
Lali fue a su dormitorio y desde la ventana vio cómo Peter encendía el motor del Chevy. Él entró de nuevo en la casa e hizo dos viajes en busca de los niños. Cuando el coche enfiló el sende­ro de entrada de la casa, le dio la impresión de que él la miraba brevemente. Pero estaba muy oscuro y no lo supo con certeza.
Miró su propio reflejo en el cristal. No estuvo segura de quién era aquella mujer que le devolvía la mirada. Se parecía a ella, pero no actuaba como solía hacerlo Lali Espósito.
Salió del dormitorio y bajó las escaleras. Conocía muy bien el modo en que deseaba al sheriff, pero ella no creía en el sexo sin contenido. Lo sabía muy bien... aunque parecía haberse olvida­do o no importarle. Cuando Peter estaba cerca de ella, ya no se sentía sola. Eso era lo único que importaba Peter Lanzani la hacía sentirse otra vez una mujer deseada. El sonido de su voz profunda y el roce de sus fuertes manos le re­movían las entrañas, y a ella le gustaba esa sensación. Le gustaba muchísimo. Desde su divorcio, ningún hombre la había mirado de aquel modo ni la había hecho sentir así, como una verdadera mujer. Suponía que, al menos en parte, se debía a que no le había dado oportunidad de hacerlo a nadie, pero tampoco creía habér­sela dado a Peter. Simplemente, había perdido el dominio de sí misma. No había logrado resistir la combinación del encanto de Peter y sus cálidos roces.
Se preguntó si había llegado siquiera a intentarlo.

Continuará...

17 comentarios:

  1. aaaay mas lindoooos!!!!!!!!
    esta con todo la nove, MAS!!!!!!!!!!

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  2. Muy hot hot
    ajajaja
    masssssssssss
    jfnkljdnsjfksdfsdkjsf

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  3. aaaaaaaaaaaaaa que emocion jajaja laliter laliterrrrr

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  4. mas mas mas

    besos besos

    @foreverlaliterr

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  5. Ayayayayayayaay dios mio que pasion!

    Necesito saber como sigue esto! ame,ame,ame

    Seguime avisando cuando subas! Gracias :)

    @GuadyLlanos

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  6. aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa..... laliterrrrrrrrrrrr!!! ♥
    me encanto
    firmo en este xq no estuve para ir leyendo y comentando a medida q subias
    beso

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  7. OMG Peter si sabe cómo volver loco a una mujer, si yo fuese lali no me importarían los niños jaja:).
    Masi_ruth

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  8. Que buenooooooo! Jajaja que forma de quedarse con las ganas y dejarla con las ganas xDD eso va a estallar de aquí a nadaa! XD besoooos el proximo!

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  9. peter sabe muy bien como volver loca a lali :) quedaron con la ganas los dos xD besos @teen_angels94 y obviamente quiero otro ;)

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  10. Me encanto !!!! estos dos tienen las hormonas a flor de piel ajaj a
    espero el proximo
    besos

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  11. ME ENCANTO ME ENCANTO QUIERO MAS ESPERO EL PROXIMO CAP, CON ANSIAS'
    POBRES SE QUEDARON CON LAS GANAS LOS DOS
    BESOS
    @DaniiVasqueez

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  12. Autocontrol,total,no creo k tarde mucho en aparecer d nuevo.

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  13. Admiro a este Peter cualquier otro hombre no hubiera tenido tanto autocontrol, lo que hace mas especial el momento en que lo hagan :D muchas gracias por la noveeeee @LuciaVega14

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