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Se abrió una puerta lateral y
ella miró por encima del hombro.
Capítulo 17
Peter se detuvo en lo alto de
los escalones para ajustarse el cinturón reglamentario. Sin
apartar la vista, Lali introdujo la llave en
la portezuela de su coche y le vio bajar los peldaños de hormigón y dirigirse
al aparcamiento. Él enganchó una especie de micrófono en la charretera de su hombro derecho. Volvió a concentrarse
en el cinturón y ni siquiera vio a Lali. Ella no pudo verle la cara debido a la sombra del ala de su Stetson negro, pero le recordó en gran medida a la primera vez que
lo había visto. La camisa marrón,
con sus permanentes arrugas, se adaptaba a la perfección a su estómago plano y a su pecho. La estrella lucía en uno de los bolsillos, la placa con su nombre en
el otro. Aquellos pantalones con las
bandas en los costados... A Lali jamás le habían interesado los hombres de uniforme, pero tenía que admitir que a Peter le sentaba de maravilla. Aunque
los Levi's tampoco le quedaban nada
mal.
Sintió
de nuevo aquel extraño cosquilleo en la boca del estómago y recordó que todavía
no había probado bocado. Se había olvidado de desayunar.
Además, se había tomado medio litro de café.
Abrió la portezuela del coche. Él debió de oír el sonido, porque finalmente alzó la mirada y la vio.
Se acercó al Porsche y la miró
un momento. El moratón bajo su ojo tenía ahora un tono
azulado.
-Hola. ¿Cómo te encuentras esta
mañana? -le preguntó.
-Bien, pero tú no tienes muy buen aspecto.
-Tendrías que haber visto a
Emmett.
-¿Está mal?
-Tiene lo que se merece. -Peter
se acercó hasta que sólo la portezuela del coche los
separaba. Ese hombre no parecía conocer las
reglas básicas del espacio personal-. Me sorprende verte
antes del mediodía -dijo mirándola con sus ojos verdes.
Que la mirase de aquel modo
resultaba un tanto desconcertante, de ahí que,
instintivamente, se agarrase a la portezuela.
-¿Por qué? ¿Por mi trabajo?
-No, por la resaca.
-No bebí tanto. -Como él no apartó la mirada, se
encogió de hombros y admitió-: Bueno, tal
vez un poco más de la cuenta, pero
tengo que verme tirada por el suelo para tener resaca.
-Qué suerte. -Con la punta del
dedo índice, echó hacia atrás su Stetson-. ¿En qué
andas hoy? ¿Buscando información para tu
artículo sobre flora y fauna?
-Esta tarde tenía pensado tomar
unas cuantas fotos de la zona.
Él estudió su atuendo,
enmarcado por la ventanilla del coche. -¿Vestida así?
-Me cambiaré.
Colocó
las manos junto a las de ella en el marco de la portezuela y, muy despacio, volvió a mirarla a la cara. -¿Dónde tomarás esas fotos?
-No lo tengo claro. ¿Por qué?
-Porque no quiero recibir otra
llamada como la de anoche.
-¿Estás sugiriendo que lo de
anoche fue culpa mía?
-No.
Lo que sugiero es que tienes un talento especial para crear problemas, y creo
que deberías quedarte un tiempo cerca de tu casa. -Sus manos se rozaron.
Lali se enderezó un poco más e
intentó ignorar la sensación que la invadía.
-Me da la impresión de que no
está entre tus competencias decirme lo que tengo que hacer.
-Y tal vez tú deberías
replantearte esa manera de hablar. -Se inclinó hacia ella-. Jamás le he dicho
algo así a una mujer, y sólo era una opinión.
-Se detuvo, y ella pensó que iba a besarla-.
Creo que deberías plantearte la posibilidad de convertirte en alcohólica. Eres más agradable cuando has bebido.
-Gracias, sheriff. Pero en el futuro, cuando quiera
saber tu opinión, te la preguntaré.
-¿En serio? -Una lenta y
maliciosa sonrisa empezó a dibujarse en su boca-. Cariño,
¿me lo preguntarás por el teléfono de
carne o debería esperar otra cosa?
Lali frunció el entrecejo. Esa
frase ofensiva era más propia de un
adolescente. No escuchaba algo así desde la universidad, cuando ella y sus
amigas utilizaban esa expresión para referirse al sexo oral. Se dispuso a decirle que creciese de una vez, que ésa no era manera de hablarle a una mujer como ella.
Pero entonces recordó la conversación que habían mantenido la noche anterior sobre la rubia pechugona del Buckhorn.
Se maldijo mentalmente y subió
al coche.
-Tendrás que esperar otra cosa -dijo intentando
cerrar la portezuela.
Peter se lo impidió sin
esfuerzo aparente.
-Sólo por si acaso, ¿quieres
mi número de teléfono?
Lali dio un tirón más fuerte y finalmente logró cerrar.
Sin añadir una
palabra más, puso en marcha el motor del Porsche. Ya sabía su número de teléfono, era el 666.
Lali detuvo el Porsche en el
aparcamiento de la biblioteca pública de
Gospel. Hacía mucho tiempo que no escribía un artículo que no fuese pura ficción, pero siempre le gustaba
empezar hojeando viejos periódicos. No
perdería el tiempo comprobando qué habían
guardado los de la biblioteca en referencia al sheriff Donnelly. A Rochi no parecía entusiasmarle la idea de
hablar de Hiram, y Lali no conocía a nadie más
en el pueblo... excepto Peter. Pero no tenía la menor
intención de preguntarle sobre nada. Ahora no.
No quería estar cerca de él, y mucho menos conversar. No después de que le hubiese sugerido que se hiciese
alcohólica. Y mucho menos después
de la humillación a la que la había sometido la noche anterior. Todavía le ardían las mejillas al rememorar lo que ella
le había dicho. Ése había sido siempre su problema con la bebida, de ahí que no acostumbrase a tomar alcohol.
Creía que estaba siendo divertida cuando, en realidad, no lo era en absoluto.
Si lo que quería era
información, tendría que confiar en los archivos del FBI. Pero pasaría bastante tiempo hasta que se los hiciesen llegar, y ni siquiera tenía claro si deseaba
escribir un artículo que nadie le había
encargado. Suponía mucho trabajo sin garantía alguna, y aunque decidiese escribirlo, tampoco sabía cómo enfocar la cuestión; en otras palabras, no sabía
si escribirlo pensando más bien en
publicaciones como Time o People. Pero cuanto
más averiguaba sobre el antiguo sheriff, más intrigada se sentía. ¿Cómo lo habían pillado? ¿Y cuánto dinero
había robado? La noche anterior, Peter había mencionado unas cintas de vídeo.
¿Las habría visto la gente del pueblo? ¿Qué o quién aparecía en esas cintas?
El edificio de la biblioteca
tenía el tamaño de dos vagones de tren
unidos por un extremo, y las estrechas ventanas dejaban pasar muy poca luz natural al interior. Dentro se
sucedían las estanterías abarrotadas y las mesas, y el escritorio
principal estaba cubierto por pilas de
libros. Tras ese escritorio estaba sentada Regina Cladis, con su cabello
blanco formando una cúpula perfecta sobre su
cabeza. Examinaba unos libros de Goose Bumps acercándoselos a la cara. Luego deslizó sus gruesas gafas por el puente
de su nariz y miró a los tres niños que tenía delante.
-Lavaos las manos antes de
abrir uno de ésos -les advirtió al
tiempo que volvía a ajustarse las gafas-. No quiero más huellas en las páginas.
Lali esperó hasta que los
chicos se fueron con sus libros antes de
aproximarse al escritorio. Miró los grandes y ligeramente estrábicos ojos castaños de la bibliotecaria y se
percató de que sus iris eran muy grandes y
parecían empañados. Lali supuso que
aquella mujer no tardaría en perder la visión.
-Hola -saludó-. Necesito cierta
información, y espero que usted pueda ayudarme.
-Depende. No puedo prestar
material a nadie que no resida en el condado de Pearl
desde hace seis meses.
Lali no esperaba semejante
respuesta.
-No quiero ningún material.
Estoy interesada en leer periódicos locales de hace cinco
años.
-¿Cuál es el tema que le
interesa?
Lali no estaba segura de cómo
reaccionaría la gente del pueblo ante
el hecho de que una forastera se inmiscuyese en sus asuntos, pero respiró hondo y dijo:
-Cualquier cosa relacionada
con el sheriff Donnelly.
Regina parpadeó, deslizó las
gafas por el puente de la nariz y miró a Lali.
-¿Es usted la mujer de
California que vive en la vieja casa de Minnie?
Semejante escrutinio resultaba
más que incómodo, y Lali tuvo que hacer un esfuerzo
para no largarse de allí. -¿Minnie?
-Minnie Donnelly. Estuvo
casada con Hiram durante veinticinco
años antes de que Nuestro Señor se la llevase al cielo.
-¿Cómo
murió la señora Donnelly?
-Cáncer de útero. Algunos
dicen que por eso a Hiram se le fue la
cabeza, pero yo creo que siempre fue un pervertido. En el colegio intentó tocarme la cosita.
Lali parpadeó.
Regina volvió a colocarse bien
las gafas.
-¿Por qué le interesa ese tema?
-Pretendo escribir un artículo sobre el antiguo
sheriff.
-¿Es usted escritora?
-Mis artículos se publican en diversas revistas
-respondió Lali sin faltar a la verdad, pero
hacía mucho tiempo que no salía
nada suyo en las principales publicaciones del país.
Regina sonrió.
-Yo también soy escritora. Me
dedico a la poesía. Tal vez quiera echarle un vistazo a lo
que escribo.
-No tengo ni idea de poesía.
-Oh, no pasa nada. También
tengo un cuento sobre mi gato Jinks.
Canta cuando oye What's New, Pussycat? de Tom Jones.
Lali sintió un calambre en el
cuello. -Qué curioso.
-Es cierto, mi gato canta.
-Regina se volvió hacia el archivador
que tenía a su espalda. Tomó una llave que colgaba de su cinturón y, tras introducirla en la cerradura, abrió
los cajones-. Veamos -dijo subiéndose las
gafas-. Aquello ocurrió en agosto de 1995. -Inclinó
la cabeza sobre un cajón y estudió unas pequeñas
cajitas blancas que había dentro. Después se enderezó y le entregó a Lali dos rollos de microfilme-. El
proyector está ahí -dijo señalando la pared más alejada-. Las fotocopias
cuestan diez centavos cada una. ¿ Necesitará
ayuda con el proyector?
Lali negó con la cabeza.
-No, gracias. Estoy
acostumbrada a lidiar con esos cacharros.
Tardó menos de una hora en
copiar los artículos de los periódicos.
Debido a que la pantalla del proyector producía una imagen granulada, no intentó leerlos allí mismo. Se limitó a echarles un somero vistazo, pero eso le bastó para
enterarse de que el malogrado sheriff se
relacionaba con diferentes clubes fetichistas a través de Internet. En pocos años había malversado unos setenta mil dólares en sus actividades íntimas con
otros miembros de dichos clubes. Se reunían en
San Francisco, Portland y Seattle, y hacia
el final, su gusto por las jovencitas se había ido haciendo más y más caro. A Lali le sorprendía que, a pesar de
todos sus devaneos, nadie en el pueblo
hubiese estado al corriente del asunto hasta el fatal desenlace. ¿O no era así?
A Peter lo mencionaban
bastante, siempre diciendo: «El FBI
está a cargo de la investigación. En este momento no dispongo de información.» Por suerte para los
reporteros, los ayudantes del sheriff no se habían mostrado tan reticentes.
Continuará...
Q odioso Peter con ella,eso se llana mecanismo de defensa,JAJA...le atrae tanto q intenta molestarla!
ResponderEliminarmAS NOVEEEEEEEEEEEEEEEE
ResponderEliminarme mato el sheriff
ResponderEliminaryo si quiero el nro del sheriff jajaja
ResponderEliminarbeso
eeeu bueniisima! Seguila me encanta y yo tmb tengo curiosidad por este donelly che..
ResponderEliminarAme lo Laliter dios mio son tan linndos!
Peter anda medio lanzadito eh..
Perdon por no comentar antes, no tuve tiempo de leer.. Pero me encanta! Seguime avisando :) @GuadyLlanos
Peter tenía ganas de joder a Lali jaja:) y creo que siendo un pueblo chico, si hay personas que sabían lo de donelly.
ResponderEliminarMasi_ruth
lo amo a peter ajajjaja quiero otro!
ResponderEliminary Si Yo Tambien Quiero Saber La Verdad De Donelly,
ResponderEliminarEspero El Proximo
Besos
@DaniiVasqueez
massssssssssssss
ResponderEliminarMAS LALITERRRRR =)
ResponderEliminar@BelenCorbera
Peter siempre metiendo púa y sin perder oportunidad d molestarla.
ResponderEliminarPeter va a tener que remar para que Lali lo perdone! Muy bueno el cap! @LuciaVega14
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