lunes, 25 de junio de 2012

Capítulo 26


Soy mala, lo sé y me encanta (? JAJAJAJA, naaa, mentira! Pero les cuento algo... la cosa mejora despues que Adam se va de viaje con Eugenia. :) Disfruten. + comentarios = + caps. Besos ♥ 


Dos semanas. Durante quince días no tendría que preocu­parse por encontrárselo o pensar en el lento roce de sus manos o su ávida manera de besar. Dos semanas eran el tiempo que ella ne­cesitaba para aclarar sus pensamientos y concentrarse en el tra­bajo, que había sido la razón de establecerse en Gospel. Ahora que su carrera volvía a encauzarse, necesitaba concentración y ca­beza fría. Pero de repente dos semanas le parecieron muchísimo tiempo.

Capítulo 26
El miércoles por la noche, Peter dobló la última prenda de Adam y la colocó en la maleta. El niño lo miró con sus ojazos ver­des, con los labios apretados en un gesto de preocupación. A esas alturas del año, la ilusión de Adam se transformaba en ansiedad.
-Esta vez no vas a llorar, ¿verdad? -le preguntó Peter a su hijo.
-No. Ahora ya soy mayor.
-Bien, porque tu madre se siente mal cuando lloras. -To­dos los años, Adam prometía no llorar, y todos los años se con­trolaba hasta que llegaba el momento de soltar la mano de su pa­dre-. Mañana, después de cortarte el pelo, tendremos que ir a la tienda de Hansen a comprarte ropa interior -le recordó mien­tras colocaba la maleta en lo alto del armario.
-Y un tubo de buceo nuevo. Rompí el mío por accidente.
Peter le ordenó a la perra que se bajase de la cama antes de acostar a su hijo. No sabía por qué, de repente, el tubo de buceo era tan importante, pero Adam debía de tener sus razones.
-Ponlo en tu lista. -Le acarició el pelo y le preguntó­ - ¿Has encontrado ya una piedra especial para tu mamá?
-Sí, es blanca.
Peter se inclinó y besó la suave frente del niño. -Que tengas felices sueños.
-¿Papi? -Peter supo qué iba a pedirle por su tono. Se lo preguntaba todos los años-. Ven conmigo este año.
-Sabes que no puedo. ¿Quién se quedaría aquí para cuidar de Mandy?
-Puede venir con nosotros. Tú, yo, mamá y Mandy. Será di­vertido.
Peter fue hasta la puerta y apagó la luz.
-No, Adam -dijo, y vio cómo su hijo se volvía de costado dándole la espalda.
Peter odiaba el mes de julio. Lo odiaba con todas sus fuer­zas. Odiaba entrar en casa y no toparse con su hijo ni tener que decirle que se apartase. Odiaba el silencio que reinaba en la casa y lo vacía que quedaba. Odiaba cenar solo.
Algunas tablas del suelo crujieron mientras recorría el corto pasillo hasta su oscuro dormitorio. La luz de la luna se colaba por las persianas iluminando la cama, el armario y parte de la pa­red. Retazos de luz cruzaron su cuerpo al sacarse la camiseta por encima de la cabeza. La lanzó sobre un viejo sillón. Al día si­guiente llevaría a Adam a comprar ropa interior, y al otro lo lle­varía al aeropuerto de Sun Valley para verlo embarcar en el avión privado con Eugenia. Vería cómo ella se lo llevaba.
Eso era lo que más odiaba. Odiaba la última mirada que Adam siempre le dirigía por encima del hombro, una última sú­plica con ojos llorosos, como si Peter tuviese el poder de con­vertir en realidad su más anhelado sueño.
Pero no podía, y unos cuantos días o dos semanas no le apor­tarían a Adam lo que realmente quería: un padre y una madre que viviesen juntos. Una madre que se pareciese más a la mu­jer que veía en la televisión todas las semanas que a la mujer con que se encontraba una vez al año. Un ángel que cuidase de él igual que cuidaba de los desamparados, los indigentes, los vie­jos o los huérfanos que había salvado la semana anterior. Una madre de la que pudiese hablarle a sus amigos.
Peter se sentó en el borde de la cama y se sacó las botas. Ni Eugenia ni él habían pretendido mantener a Adam alejado de la vida de su madre durante tanto tiempo. Nunca habían pensado con­vertirla en algo que no pudiese compartir con nadie. No habían deseado mantenerla en secreto. Pero las cosas habían salido así, y ahora no sabía qué hacer al respecto.
El niño tenía sólo dos años cuando Eugenia empezó a interpre­tar el papel principal de El cielo en la tierra. Peter y Adam ya vivían en Gospel, lejos de los focos que Eugenia atraía a su alrede­dor. Con su hermoso rostro, su piel tersa y la promoción en los medios, el público se había enamorado al instante de ella. En cuestión de meses, pasó de tener una vida de actriz desconocida a una de ángel celestial. De repente, era una invitada habitual de los programas de entrevistas y parangón de la televisión cristia­na. Todo el mundo creía que aquel ángel era hermoso por fuera y por dentro. América quería un símbolo del bien, y encontra­ron a China Bancroft.
Los primeros veranos que pasó con Adam, ella lo llevaba al pequeño rancho que su padre tenía en Montana porque necesi­taba un respiro, un lugar donde poder concentrarse en su hijo. El hogar donde se había criado se lo proporcionaba, así como un bonito entorno para que Adam tratase con los pocos parientes que todavía vivían en la zona.
Ahora, cinco años después, lo llevaba allí porque no tenía op­ción. ¿Cómo iba a decirle ahora a todo el mundo que tenía un hijo al que sólo veía una vez al año? ¿Qué impresión daría eso? ¿Cómo se hablaría de ello en la televisión y cómo reaccionarían los del movimiento cristiano que patrocinaba su programa? ¿Cómo afectaría eso a su celestial imagen?
Y aún más importante para Peter, ¿cómo tratarían en las pu­blicaciones sensacionalistas la noticia de que Eugenia Bancroft no sólo tenía un hijo al que no criaba y al que apenas veía, sino que además no había estado casada con el padre del mismo? ¿Cómo afectaría eso a Adam? ¿Cómo afectaría eso a la apacible vida que ellos llevaban en Gospel?
Adam tenía ahora siete años. Ya era bastante mayor para en­tender que su vida era muy diferente a la de los niños de su edad. Lo bastante mayor para preguntarse por qué no podía hablar de su madre. Lo bastante mayor para que le hiriese la verdad, pero mantenerlo al margen durante más tiempo le heriría incluso más. Tenía que hablar con su hijo. Adam Lanzani era un hijo ilegí­timo del ángel de América. Peter esperaba que el niño pudiese entenderlo, pero no iba a decírselo esa noche. Ni mañana.
Se quitó los calcetines y los lanzó junto a la camiseta. Con la luz que se colaba por la persiana, se desnudó y se rascó el pecho. La presencia de Lali en el pueblo le había hecho comprender cuán necesario era hablar con su hijo cuanto antes. Tal vez a su vuelta a casa. Peter disponía de un par de semanas para trazar un plan. Mientras echaba una mano en el Doble T, tendría tiempo para aclarar sus ideas y pensar en cómo iba a decírselo, aunque ya había escrito ese discurso mentalmente un millón de veces.
Se metió en la cama; las sábanas estaban limpias y frías. Co­locó una mano bajo su cabeza y se puso a contemplar el techo.
Le explicaría que no amaba a Eugenia del modo en que un hombre tiene que amar a una mujer, y el niño tendría claro por fin que no volverían a estar juntos. Adam no tenía por qué saber que él ha­bía sido el único motivo por el cual su padre se había esforzado en mantener la relación. Su hijo sólo tenía que saber que sus pa­dres lo querían.
Cuando el jueves Peter acabó de trabajar, llevó a Adam a Tinte y Rizo para que le cortasen el pelo. Mientras repasaba la nuca del niño, Dixie le prometió que pasaría por su casa la si­guiente semana. Peter ni siquiera se molestó en decirle que es­taría fuera.
Al salir de la peluquería se detuvieron en la tienda de Han­sen para comprar ropa interior. Adam escogió unos calzoncillos con estampado de la Patrulla X. En la tienda había unos turis­tas comprando souvenirs y un par de lugareños que se refres­caban con el aire acondicionado.
En la sección de juguetes, Peter se concentró en ayudar a su hijo a escoger un equipo de buceo... hasta que apareció Lali. Como si ella le hubiese levantado el mentón con un dedo, alzó la mirada en cuanto ella entró en el local. La vio desplazarse con aquel aire suyo de chica de ciudad, segura de sí e indiferente al entorno. Ni siquiera se dio cuenta de que Peter estaba allí. Co­gió dos carretes fotográficos y se dirigió al estante de la reposte­ría. Con sólo dos dedos, agarró una caja, arrugó la nariz y leyó qué ingredientes contenía.
Había estado corriendo y llevaba el pelo recogido. Varios me­chones habían escapado de la coleta y ella se los remetió tras las orejas, pero se rizaron y se le engancharon a los lados del cuello. Él conocía a qué sabía aquella parte de su cuerpo. Allí donde el cuello se unía al hombro, era dulce y suave. Sabía que su piel era tersa y también conocía el tacto de sus pechos. Había apreciado la curvatura de su trasero al apretarse contra su entrepierna... Sin poder contenerse más, se encaminó hacia ella. Adam se quedó con las arañas de goma, los balones y los equipos de buceo.

Continuará...

21 comentarios:

  1. Mala pero mala mala jajaaj ¿Como me voy yo a dormir ahora así? No es justo que lo sepas jajaja cuando me despierte espero ver cap!, no puedo irme de viaje sin unos últimos caps laliter!!
    Besoooos!!

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  2. oajs clkndvlsjdcskd quiero que llegue la parte laliter YAYAYAYAYAYAYAY jajaja @ConEllosSiempre

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  3. ME ENCANTA ME ENCANTA
    POBRE PETER Y ADAM NO SE MERECEN ESO'
    BESOS
    @DaniiVasqueea

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  4. No me puedes dejar asii

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  5. Felicidades eres un gran escritora

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  6. No me dejes con la intriga

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  7. aaaaaaaaaaaaaa LALITER LALITER LALITER

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  8. MAS NOVE MAS NOVE MAS NOVE MAS NOVEE

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  9. aaaaquiero saber como reacciOnara lalita peter todod desesperaado

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  10. malaaaaaaaaa, jajaja quiero mas! porfa

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  11. sos mala jajaja
    pobre Adam, a penas Peter ve a Lali hasta de su hijo se olvida jajaja
    quiero massssssssssss
    besotes

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  12. me gusta la nove.. quiero laliter

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  13. Lina (@Lina_AR12)26 de junio de 2012, 6:08

    Pobre Adam,me ha dado mucha lastima!Ojalá estas dos semanas q Adam no está él se afloje y acepte lo irremediable...acercarse a Lali!

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  14. Eugenia eligió la fama a su hijo,encima solo lo ve dos semanas al año ,y para más inri,en el rancho d su abuelo,escondido d todas las miradas.Cruel,muy cruel,tan solo tiene 7 años y eso pasa desde los dos.

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  15. Malvada como vas a dejarme el cap ahí!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! @LuciaVega14

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