Soy mala, lo sé y me encanta (? JAJAJAJA, naaa, mentira! Pero les cuento algo... la cosa mejora despues que Adam se va de viaje con Eugenia. :) Disfruten. + comentarios = + caps. Besos ♥
Capítulo 26
El miércoles por la noche, Peter
dobló la última prenda de Adam y la colocó en la maleta.
El niño lo miró con sus ojazos verdes, con
los labios apretados en un gesto de preocupación. A esas alturas del año, la ilusión de Adam se transformaba
en ansiedad.
-Esta vez no vas a llorar,
¿verdad? -le preguntó Peter a su hijo.
-No. Ahora ya soy mayor.
-Bien, porque tu madre se
siente mal cuando lloras. -Todos los
años, Adam prometía no llorar, y todos los años se controlaba hasta que llegaba el momento de soltar la
mano de su padre-. Mañana, después de
cortarte el pelo, tendremos que ir a la tienda de Hansen a comprarte ropa interior -le recordó mientras colocaba la maleta en lo alto del armario.
-Y un tubo de buceo nuevo.
Rompí el mío por accidente.
Peter le ordenó a la perra que
se bajase de la cama antes de acostar
a su hijo. No sabía por qué, de repente, el tubo de buceo era tan importante, pero Adam debía de tener sus
razones.
-Ponlo en tu lista. -Le acarició
el pelo y le preguntó - ¿Has encontrado ya una piedra
especial para tu mamá?
-Sí, es blanca.
Peter se inclinó y besó la
suave frente del niño. -Que tengas felices sueños.
-¿Papi? -Peter supo qué iba a
pedirle por su tono. Se lo preguntaba todos los años-. Ven conmigo este año.
-Sabes que no puedo. ¿Quién se quedaría aquí para
cuidar de Mandy?
-Puede venir con nosotros. Tú,
yo, mamá y Mandy. Será divertido.
Peter fue hasta la puerta y
apagó la luz.
-No, Adam -dijo, y vio cómo su
hijo se volvía de costado dándole la espalda.
Peter odiaba el mes de julio.
Lo odiaba con todas sus fuerzas. Odiaba entrar en casa y no toparse con su
hijo ni tener que decirle que se apartase. Odiaba
el silencio que reinaba en la casa y lo
vacía que quedaba. Odiaba cenar solo.
Algunas
tablas del suelo crujieron mientras recorría el corto pasillo hasta su oscuro dormitorio. La luz de la
luna se colaba por las persianas iluminando
la cama, el armario y parte de la pared. Retazos de luz cruzaron su cuerpo al sacarse la camiseta por encima de la cabeza. La lanzó sobre un viejo sillón.
Al día siguiente llevaría a Adam a comprar ropa interior, y
al otro lo llevaría al aeropuerto de Sun
Valley para verlo embarcar en el avión privado
con Eugenia. Vería cómo ella se lo llevaba.
Eso era lo que más odiaba.
Odiaba la última mirada que Adam siempre le dirigía por encima del hombro, una
última súplica con ojos llorosos, como si Peter
tuviese el poder de convertir en
realidad su más anhelado sueño.
Pero no podía, y unos cuantos
días o dos semanas no le aportarían a
Adam lo que realmente quería: un padre y una madre que viviesen juntos. Una madre que se pareciese más a la mujer que veía en la televisión todas las semanas que
a la mujer con que se encontraba una vez al
año. Un ángel que cuidase de él igual que
cuidaba de los desamparados, los indigentes, los viejos o los huérfanos que había salvado la semana anterior. Una madre de la que pudiese hablarle a sus amigos.
Peter se sentó en el borde de la cama y se sacó las
botas. Ni Eugenia ni él habían pretendido
mantener a Adam alejado de la vida de
su madre durante tanto tiempo. Nunca habían pensado convertirla en algo que no pudiese compartir con nadie.
No habían deseado mantenerla en secreto. Pero las cosas habían salido
así, y ahora no sabía qué hacer al respecto.
El niño tenía sólo dos años
cuando Eugenia empezó a interpretar el
papel principal de El cielo en la tierra. Peter y Adam ya vivían en Gospel, lejos de los focos que Eugenia atraía a su alrededor.
Con su hermoso rostro, su piel tersa y la promoción en los medios, el público se había enamorado al instante
de ella. En cuestión de meses, pasó de tener una vida de actriz
desconocida a una de ángel celestial. De
repente, era una invitada habitual de los programas de entrevistas y
parangón de la televisión cristiana. Todo el mundo creía que aquel ángel era
hermoso por fuera y por dentro. América
quería un símbolo del bien, y encontraron
a China Bancroft.
Los primeros veranos que pasó
con Adam, ella lo llevaba al pequeño rancho que su padre
tenía en Montana porque necesitaba un
respiro, un lugar donde poder concentrarse en su hijo. El hogar donde se había criado se lo proporcionaba,
así como un bonito entorno para que Adam
tratase con los pocos parientes que
todavía vivían en la zona.
Ahora, cinco años después, lo
llevaba allí porque no tenía opción.
¿Cómo iba a decirle ahora a todo el mundo que tenía un hijo
al que sólo veía una vez al año? ¿Qué impresión daría eso? ¿Cómo se hablaría de ello en la televisión y cómo
reaccionarían los del movimiento
cristiano que patrocinaba su programa? ¿Cómo
afectaría eso a su celestial imagen?
Y aún más importante para Peter,
¿cómo tratarían en las publicaciones sensacionalistas
la noticia de que Eugenia Bancroft no sólo tenía un hijo al que no criaba y al que apenas veía, sino que además
no había estado casada con el padre del mismo? ¿Cómo afectaría eso a Adam? ¿Cómo afectaría eso a la apacible vida que ellos llevaban en Gospel?
Adam tenía ahora siete años.
Ya era bastante mayor para entender
que su vida era muy diferente a la de los niños de su edad. Lo bastante mayor para preguntarse por qué no podía
hablar de su madre. Lo bastante mayor para que le hiriese la verdad, pero mantenerlo al margen durante más tiempo le heriría
incluso más. Tenía que hablar con su
hijo. Adam Lanzani era un hijo ilegítimo del ángel de América. Peter esperaba que el niño pudiese
entenderlo, pero no iba a decírselo esa noche. Ni mañana.
Se quitó los calcetines y los
lanzó junto a la camiseta. Con la luz que
se colaba por la persiana, se desnudó y se rascó el pecho. La presencia de Lali en el pueblo le había hecho
comprender cuán necesario era hablar con
su hijo cuanto antes. Tal vez a su vuelta
a casa. Peter disponía de un par de semanas para trazar un plan. Mientras echaba una mano en el Doble T,
tendría tiempo para aclarar sus ideas y pensar
en cómo iba a decírselo, aunque ya había
escrito ese discurso mentalmente un millón de veces.
Se metió en la cama; las
sábanas estaban limpias y frías. Colocó una
mano bajo su cabeza y se puso a contemplar el techo.
Le explicaría que no amaba a Eugenia
del modo en que un hombre tiene que amar a una mujer, y
el niño tendría claro por fin que no volverían
a estar juntos. Adam no tenía por qué saber que él había sido el único motivo
por el cual su padre se había esforzado en
mantener la relación. Su hijo sólo tenía que saber que sus padres lo querían.
Cuando el jueves Peter acabó de
trabajar, llevó a Adam a Tinte y Rizo para que le
cortasen el pelo. Mientras repasaba la nuca del niño, Dixie le prometió que pasaría por su casa la siguiente semana. Peter ni siquiera se molestó en
decirle que estaría fuera.
Al salir de la peluquería se
detuvieron en la tienda de Hansen para comprar ropa
interior. Adam escogió unos calzoncillos con
estampado de la Patrulla
X. En la tienda había unos turistas comprando souvenirs y un par de lugareños que
se refrescaban con el aire
acondicionado.
En la sección de juguetes, Peter
se concentró en ayudar a su hijo a escoger un equipo de
buceo... hasta que apareció Lali. Como si
ella le hubiese levantado el mentón con un dedo, alzó la mirada en cuanto ella entró en el local. La vio
desplazarse con aquel aire suyo de chica de
ciudad, segura de sí e indiferente al entorno.
Ni siquiera se dio cuenta de que Peter estaba allí. Cogió dos carretes fotográficos y se dirigió al estante de la repostería. Con sólo dos dedos, agarró una caja, arrugó
la nariz y leyó qué ingredientes contenía.
Había estado corriendo y
llevaba el pelo recogido. Varios mechones
habían escapado de la coleta y ella se los remetió tras las orejas, pero se rizaron y se le engancharon a los
lados del cuello. Él conocía a qué sabía aquella
parte de su cuerpo. Allí donde el cuello
se unía al hombro, era dulce y suave. Sabía que su piel era tersa
y también conocía el tacto de sus pechos. Había apreciado la curvatura de su trasero al apretarse contra su
entrepierna... Sin poder contenerse
más, se encaminó hacia ella. Adam se quedó con las arañas de goma, los balones y los equipos de buceo.
Continuará...
Sube otro
ResponderEliminarMala pero mala mala jajaaj ¿Como me voy yo a dormir ahora así? No es justo que lo sepas jajaja cuando me despierte espero ver cap!, no puedo irme de viaje sin unos últimos caps laliter!!
ResponderEliminarBesoooos!!
oajs clkndvlsjdcskd quiero que llegue la parte laliter YAYAYAYAYAYAYAY jajaja @ConEllosSiempre
ResponderEliminarME ENCANTA ME ENCANTA
ResponderEliminarPOBRE PETER Y ADAM NO SE MERECEN ESO'
BESOS
@DaniiVasqueea
Me encanta tu nove
ResponderEliminarNo me puedes dejar asii
ResponderEliminarYya quiero laliter
ResponderEliminarFelicidades eres un gran escritora
ResponderEliminary q lo digas
EliminarNo me dejes con la intriga
ResponderEliminaraaaaaaaaaaaaaa LALITER LALITER LALITER
ResponderEliminarMAS NOVE MAS NOVE MAS NOVE MAS NOVEE
ResponderEliminaraaaaquiero saber como reacciOnara lalita peter todod desesperaado
ResponderEliminarson lo mas lo maaaaaaaaaaaaaaaas
ResponderEliminarBesossssssss
ResponderEliminar@foreverlaliterr
malaaaaaaaaa, jajaja quiero mas! porfa
ResponderEliminarsos mala jajaja
ResponderEliminarpobre Adam, a penas Peter ve a Lali hasta de su hijo se olvida jajaja
quiero massssssssssss
besotes
me gusta la nove.. quiero laliter
ResponderEliminarPobre Adam,me ha dado mucha lastima!Ojalá estas dos semanas q Adam no está él se afloje y acepte lo irremediable...acercarse a Lali!
ResponderEliminarEugenia eligió la fama a su hijo,encima solo lo ve dos semanas al año ,y para más inri,en el rancho d su abuelo,escondido d todas las miradas.Cruel,muy cruel,tan solo tiene 7 años y eso pasa desde los dos.
ResponderEliminarMalvada como vas a dejarme el cap ahí!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! @LuciaVega14
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