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Capítulo 31
-Es el momento de decidirse
-dijo él, pasándole la mano por la cintura. Se apartaron
de la caseta y les envolvió la oscuridad-.
Basta de juegos, Lali -le advirtió mientras seguían alejándose de los tenderetes-. O te llevo a casa o vienes a la mía. Y si es esto último, te llevo a mi cama. -Iban en
dirección contraria a las parejas que se dirigían a la orilla del lago, donde
se iban a lanzar los fuegos artificiales-. No creo que duermas mucho -añadió.
-He venido con Gas y Rochi.
-Ya lo sé. -Se detuvo en la
entrada del aparcamiento para que
ella pudiera tomar una decisión-. Ya les he dicho que te llevo yo a casa.
-¿Cuándo se lo has dicho?
-Cuando llegué.
Lali
miró el rostro de Peter. ¿Podía hacerlo? ¿Podía pasar la noche con él y sentirse bien al día siguiente?
-¿Tan
seguro estabas de ti mismo?
Él sacudió la cabeza.
-No. Esperaba que me dejaras quitarte la ropa, pero
no estaba seguro de nada. Aún no lo estoy.
-Su mano se desplazó hasta el hombro
desnudo de ella-. No tenía previsto venir hoy. No pensaba volver al pueblo en un par de semanas.
¿Podría? ¿Podría dejar de lado
los sentimientos y tratar una aventura
como los hombres? ¿Podría ella comportarse como un hombre?
-¿Recuerdas cuando has
preguntado si tenía un deseo irrefrenable?
-añadió él, dejando resbalar la mano por el brazo para apretar la suya-. Pues sí, lo tengo. Tengo un deseo
irrefrenable de ti.
Sí, sí que podría, y sus
últimos vestigios de raquítico autodominio se fundieron allí mismo, en los
confines del agreste Idaho. Allí mismo, con su tatuaje falso y su casco de
plástico.
-Vale -susurró-. Quiero ir a
casa contigo.
-Gracias, Dios bendito -musitó
él.
Ella pensó que la besaría. Un
beso romántico bajo la luna y las
estrellas. Pero no la besó y, en cambio, casi la arrancó de sus sandalias. Atravesaron varias filas de coches,
camionetas y jeeps. Tiró de ella hasta que llegaron
a una camioneta azul marino. Tras abrir
la puerta, la metió dentro casi de un empujón. En menos de diez segundos, Peter había puesto en marcha la
camioneta y ya estaban dejando atrás la feria.
Sólo algunos reflejos del salpicadero iluminaban el rostro
de Peter. Lali observó su perfil desde su
asiento. Miraba al frente y, por alguna razón, iba muy serio. Aferraba el volante con fuerza y Lali se preguntó
en qué estaría pensando.
-¿Te pasa algo, Peter?
-No.
-Entonces, ¿por qué miras
fijamente hacia delante?
-Sólo intento mantener la
camioneta dentro de la carretera, pero es
jodidamente difícil porque sólo pienso en meterte la mano entre las bragas.
-La miró fugazmente y volvió a fijar la atención en la oscura carretera-. No quiero tener que pararme en el arcén y saltarte encima antes de llegar a casa.
Ella rió y él sacudió la
cabeza.
-No tiene gracia -dijo.
-Quizá tendrías que pensar en
algo aburrido y monótono.
-Ya lo he intentado. No
funciona.
-Te
ayudaré. -Lali se quitó el casco y se deslizó por el asiento-. Vamos a probar
algo nada sexual. -Se puso de rodillas al
lado de él-. Algo como: hace doscientos años, los padres fundadores dieron a luz una nueva nación en
este continente. -Lali arrojó el sombrero de paja al lado del casco y comenzó a hurgar en la pechera de su camisa,
desabrochándole los botones, uno a
uno, hasta dejarla del todo abierta. Deslizó la mano en el interior y él
contuvo la respiración. Sus músculos se tensaron bajo su mano-.
Concebida en libertad. Consagrada a la idea
de que todos los hombres son creados iguales. -Le acarició el vello del pecho. Los padres fundadores
se habían equivocado. No todos los
hombres eran creados iguales. Algunos tenían más que otros. Además de encantos y buena planta, tenían un no sé qué escurridizo. Fuera lo que fuese, Peter
lo tenía en grado sumo.
A continuación medio se
incorporó y le besó el cuello y deslizó la
boca abierta hasta la garganta, saboreando su loción de afeitado y el calor de su piel.
-Lali, por Dios, casi no veo...
-No te hace falta ver. -Le
cogió una mano y guió la palma hasta su pecho-. Ya eres mayorcito, toca tú
solito -musitó antes de succionarle el cuello.
-Dios...
Los dedos de Dylan se cerraron
sobre aquel pecho y el aire que había estado reteniendo
escapó atropelladamente de sus pulmones.
Lali tenía los pechos cada vez
más firmes y los pezones erectos. Tiró de la camisa de Peter
para sacársela de los vaqueros. Observó su vello pectoral. El tenue resplandor
que venia de la carretera brillaba sobre su
tersa piel. Mientras la camioneta avanzaba,
ella peinó con sus dedos la fina línea de vello que cruzaba el vientre plano del sheriff.
-¿Te estoy ayudando? -Bajó la
mano a la bragueta y, por encima de la gruesa tela
vaquera, presionó con la palma la impresionante largura de aquella erección pétrea-. No me has contestado -insistió.
-He olvidado la pregunta
-graznó él.
Ella siguió besándole la
clavícula.
-¿Aún te cuesta mantener la
camioneta en la carretera?
-¡Vaya si me cuesta!
Lali tuvo la vaga impresión de que la camioneta se
desviaba. Lo
siguiente que supo fue que habían parado y que estaba tumbada boca arriba en el asiento, mirando el rostro
de Peter. Y que él la besó. Un beso largo y ardoroso, con la lengua
explorándole la boca. Tenía la falda subida
hasta la cintura y él estaba encajado
entre sus piernas. Lali entrelazó las piernas alrededor de la cintura del sheriff y le agarró la cabeza con
las manos, besándolo como él la besaba a ella, como si no pudieran saciarse.
Ya fuera por las bocas, las
lenguas o el calor, sus cuerpos empapados rezumaban efluvios.
Peter tocó el claxon con el
pie y se separó de ella, jadeando para
tomar aire. Tenía la camisa abierta y la mirada encendida.
-Salgamos de aquí-dijo, y de
algún modo se las apañó para apearse de la camioneta. Antes
de enfilar el sendero que llevaba a la
puerta trasera, cogió una caja de preservativos de la guantera.
Lali miró la camioneta por
encima del hombro, aparcada de cualquier
manera. No recordaba si habían derrapado o no. No recordaba mucho más que el sabor de la piel de Peter.
Al entrar en la cocina, Peter
encendió la luz y lanzó las llaves y
la caja de preservativos sobre la encimera. Hope entornó los ojos para protegerse del resplandor y fue
captando imágenes de paredes azules, suelos
blancos y electrodomésticos, superficies de mármol y una mesa de madera encima de la cual había una tarta blanca con rodajas de melocotón confitado,
pero entonces Peter se quitó la camisa y
ella se olvidó por completo de la tarta. El sheriff lanzó la camisa a un lado y, sin mediar palabra, tiró
de Lali, cuyas manos aterrizaron en el viril pecho desnudo, cubriéndole los pezones con las palmas. Ella levantó
la vista del vello castaño que se enredaba
entre sus dedos y le besó la marca que le había dejado antes, mientras deslizaba las manos hacia la enorme hebilla del cinturón.
-Podrías matar a alguien con
esto -susurró mientras le desabrochaba el cinturón y se lo quitaba. Entonces lo
miró y añadió-: Según cómo, podría considerarse un arma
letal.
Los ojos del hombre la miraron
con ardiente deseo y en sus labios se dibujó una
sonrisa lasciva.
-Tienes toda la razón -murmuró,
arrastrando las palabras. Lali tuvo la ligera impresión
de que no estaba hablando de la hebilla.
El cinturón se escurrió entre sus dedos y cayó al suelo con un golpe seco.
Peter le puso las manos en la
cintura y tiró de la camiseta. -Levanta los brazos -le
pidió, y lentamente le descubrió el estómago.
Luego se la quitó por la cabeza. La larga cabellera
de Lali le resbaló sobre los hombros y ella dejó caer los brazos a los lados. Peter lanzó la camiseta junto a su
camisa, mientras Lali permanecía erguida ante él, con su sujetador negro y su falda caqui.
De repente ella se preguntó si
podría continuar en esas condiciones; con la brillante luz de la cocina
magnificando todas sus imperfecciones, no. Cuando le
quitara las bragas, le vería la fina cicatriz en el bajo vientre. Y le preguntaría de qué
era.
Lo miró, repasando la
perfección de su estómago moldeado y la amplitud de su pecho adornado por el
fino vello y los fuertes músculos. Repasó la columna de su garganta, su
barbilla y las líneas perfectamente definidas de sus sensuales
labios. Allí, bajo aquella luz descarnada, con sólo las botas y los
vaqueros puestos, era perfecto. Absolutamente perfecto, y ella tenía una vieja cicatriz.
Él fue a desabrocharle el
botón de la falda, pero ella le sujetó la muñeca. Quizá no le viera la cicatriz, pero vería
que no llevaba bragas de seda rosa. Durante unos segundos no
recordó si llevaba bragas finas o de andar por casa. Cuando se
acordó, se relajó un poco. Blancas. Braguitas
blancas. Eran nuevas, pero no hacían juego con el sujetador. Tenía que haberlo previsto. Tenía que haber llevado algo de seda. Tenía que
haber llevado algo que quitara el aliento al sheriff, pero ni siquiera le había
pasado por la cabeza que él pudiera estar en la
feria.
-Quizá deberíamos apagar las luces -sugirió Lali.
-¿Por qué?
Pronto iba a descubrirlo.
-Porque no llevo bragas a
juego.
Él la miró como si le hablara
en chino.
-¿A juego con qué?
-Con el sujetador.
Peter parpadeó y arrugó el
entrecejo.
-¿Bromeas?
-No; llevo bragas blancas y...
Peter se inclinó y le susurró
ante los labios:
-Me
importa un pimiento tu ropa interior. Sólo me importa lo que contiene. -Trazó a besos un cálido rastro entre su mejilla
y la oreja-. Eso tan suave y calentito. -La húmeda punta de su lengua la acarició bajo la oreja y con las
manos le desabrochó el sujetador-.
Haremos una cosa. -Le bajó las tiras de los hombros y la prenda cayó al suelo-. Problema solucionado. -Sus manos calientes se cerraron en torno a
los pechos de Lali, y volvió a
acercarle la boca.
De repente ella se olvidó de
todo lo que no fuera el tacto de aquellas manos ásperas frotando sus pezones
duros y sensibles. Ella le metió la lengua en la
boca y él retrocedió, arrastrándola hacia la barra de la cocina. El deseo de Lali
estalló, humedeciéndola entre los muslos e
hinchando sus senos. De tan intensas, las sensaciones eran casi dolorosas. Maravillosas y arrolladoras. Gimió profundamente y lo acarició con las manos. El
pelo, las mejillas, el cuello, los
hombros... Lo acarició hasta donde alcanzaba: la espalda, los costados y el vientre.
La ávida boca de Peter se
aferró a sus labios y la besó con ardor y
lujuria. Sus besos sabían a hombre excitado. A sexo. Lali se arqueó sobre el cálido muro de su pecho, sus
hacendosas manos y su erección. Notaba
contra el vientre el turgente miembro, duro como un mástil, y se restregó más,
ansiosa del contacto íntimo. Deseosa de aquello, de lo único que él
podía darle, le desabrochó el botón de la
cintura y, al bajar la cremallera, vio que
debajo de los vaqueros no llevaba nada. El palpitante pene brincó fuera y Lali lo envolvió con su mano,
apretándole el glande.
Peter aulló como una bestia
liberada y Lali le miró el rostro. Sus ojos eran apenas dos finas líneas
verdes y resollaba como un corredor de fondo. Ella
bajó la vista al oscuro vello púbico que
asomaba entre los bordes de la cremallera y aquel enorme pene. Deslizó la palma por la suave piel para acariciarle el aterciopelado capullo con el pulgar, extendiendo
una gota de fluido sobre la hendidura y
captando la esencia y textura de aquel hombre.
-¡Lali! -graznó él con
aspereza, como si ella lo estuviera torturando.
Le apartó la mano y la puso sobre su hombro.
Entonces la agarró por la cara
posterior de los muslos y la levantó
hasta sentarla en la barra. Retrocedió un paso y, en menos de un minuto, se apretó contra ella completamente
desnudo. Ella hubiera preferido observarlo un
momento para apreciar la belleza de su cuerpo, la solidez de sus músculos y
sus increíbles proporciones, pero él no le
dio oportunidad. Se metió entre sus piernas
y le dio un tierno beso en un lado del cuello.
-Te deseo, Lali... -dijo,
mientras le dejaba un reguero de besos en
la clavícula-. Me has vuelto loco de deseo. -La besó en el pliegue del pecho.
Ella arqueó la espalda-. Loco pensando en esto...
Le besó entonces la punta del
pezón y lo rodeó con su lengua inquieta. Lali cerró los ojos al sentir un
escalofrío que le recorrió la columna. Peter la
lamió como había prometido, como si
ella fuera un helado, y luego empezó a chuparle la piel firme con su boca caliente y húmeda. Continuó besándola
mientras con la mano la acariciaba
bajo la falda, entre los muslos. La detuvo
ahí y, presionando la palma contra su entrepierna, apretó ligeramente. Pasó al otro pecho y le chupó el
pezón. Deslizó la mano por el interior del muslo y metió los dedos por los bordes de sus bragas.
-Estás mojada -susurró, tocándole la hinchada vulva,
sobándola allí donde ella tanto deseaba,
donde tan rápido reaccionaba, donde
su mano la hacía anhelar más-. Quiero penetrarte... -Con cada caricia, con
cada movimiento de su mano, la llevaba
cada vez más cerca del orgasmo. Le bajó las bragas lentamente y le
dijo-: Tú estás mojada y yo estoy demasiado tieso. -Dejó caer la arrugada
prenda al suelo-. Me parece que es el
momento.
Mientras ella se deshacía de
la falda, Peter cogió un preservativo
de la caja que había dejado en la encimera. Lali se quitó la falda por los pies y observó cómo él encajaba la
fina capa de látex a lo largo de su grueso
miembro.
-Ven -le pidió, y ella le
envolvió el cuello con los brazos y la
cintura con las piernas. Él la bajó de la barra hasta hacerla tocar el ardiente glande. Abriéndose paso hasta el
orificio, se hincó en ella con una leve presión
entre sus muslos. No pudo llegar muy lejos antes de que Lali soltara un grito
de dolor ante aquella brusca intrusión.
-¡Chist!, tranquila -le susurró él, y estrechándola
contra su pecho se acercó a la mesa de la
cocina-. Lo haré bien. Haré que te guste.
La tumbó en la superficie de
madera y la mano de Lali fue a dar contra la tarta blanca,
que resbaló hasta la otra punta de la mesa, sin que ninguno le prestara atención. Él se inclinó y le besó el cuello y los pechos, mientras le apoyaba los
pies en la mesa y le abría las piernas.
Entonces acercó las caderas y la penetró suavemente, abriéndose camino hasta el fondo. El gemido de Peter fue tan profundo que sólo pudo salirle del
alma.
-Joder -se desahogó, y hundió
sus dedos en el pelo de Lali-. ¿Estás bien?
Lali podía haber dicho que no
lo sabía. Nunca había probado nada como Peter Lanzani,
pero cuando se movió, fue como si una
descarga eléctrica le recorriese toda la piel. Cada vez que él se retiraba para
embestirla hasta el fondo, los jadeos de Lali se convertían en gemidos. El calor se concentraba en su entrepierna y se le extendía por el vientre y los pechos
como un reguero de fuego. Aquel pene la
llenaba tanto y llegaba tan adentro que se sentía consumida.
Lali le puso las manos a los
lados de la cabeza, sobre las mejillas
y el pelo, y lo atrajo hacia sí.
-Estoy mejor que bien -dijo, y
lo besó en la boca.
Él la besó intensamente
mientras seguía penetrándola con un ritmo
suave y acompasado que fue creciendo hasta que ninguno de los dos podía casi respirar. Él se separó de ella
lo suficiente para mirarla a los ojos y sus jadeos dejaron de puntuar sus golpes de cadera. Todas las terminaciones nerviosas de Lali
vibraban de cálido placer líquido, acercándola cada vez más al orgasmo. El placer que le subía por las pantorrillas era
cada vez más intenso y ardiente. Y de repente
la anegó por completo. Olas y olas de
placer la cubrieron de la cabeza a los pies, y gritó el nombre de su amante.
Se agarró a los hombros
desnudos de Peter y se colgó de él mientras
las paredes de su vagina se contraían alrededor de el. Aquello duró y duró como ella nunca antes había experimentado.
Él se movía más rápido y con más fuerza, bombeando sin parar hasta que el aire se le escapó de los pulmones como si alguien le hubiera golpeado el pecho y los
músculos se le pusieron rígidos como
rocas.
Después, él único sonido que se
oyó fue el de respiraciones pesadas. Se les había pegado
la piel húmeda y ninguno de los dos parecía
tener fuerzas para levantarse de la mesa. Peter descansaba
la frente contra la oreja derecha de Lali, y tenía los dedos enredados en sus cabellos. A Lali la invadió una
sensación de bienestar cálida y palpitante,
y volvió la cabeza para besarle la sien.
-Dios -balbució-. Ha sido
increíble.
Lali sonrió. A ella también se
lo había parecido. Acababa de experimentar el sexo más asombroso de su vida.
Eso no era amor. Lali sabía diferenciar
entre sexo y hacer el amor. Lo que él le
había proporcionado era el orgasmo más increíble de toda su vida. No, no era amor, pero había sido
maravilloso. Y él también lo era.
Continuará...
Q capitulito,eh!Increible!Al fin,eso es lo q se logra cdo se ponen las cosas a fuego lento y se espera con paciencia...hierven !
ResponderEliminarOtro
ResponderEliminarAlfin llego la hora me encanto valio pena la espera
ResponderEliminarFascinanteee
ResponderEliminarQue bien que lo disfrutaron los dos
ResponderEliminarmee encanto estubo super padrisimoo :3 JAJA' laas ganaas que se teniaan por fin se les hiso, estupendo el caap maas maas maas :DD!!
ResponderEliminarNdjskskiskaja hermosos
ResponderEliminarEnhora buena
ResponderEliminarMe encanto me fascnino ya era hora que llegara ese momento magico
ResponderEliminarPor fin y fue increíble, me encantó.
ResponderEliminarMasi_ruth
Por fin se sacaron la ganas ajajaja
ResponderEliminarme encanta!!
Mas nove
@Teen_Angels94
Casi que No Ya Se Sacaron Las Ganas
ResponderEliminarMe Encanto
Mas Nove
Besos
@DaniiVasqueez
me encanto! por fin--------------- @ConEllosSiempre
ResponderEliminarwau wau.... quiero otro cap
ResponderEliminarPor dios que capítulo !!! me encanto empezaron a sacarse las ganas que se tienen, ya quiero otro para saber como sigue esto
ResponderEliminarbesos
aaaaaaaah quiero saber YA como sigue esto! me muero me muero! que calentura dios!
ResponderEliminarAme el temita de los detalles..muy bueno..
Segui subiendo y seguime avisando por favor! @YoSoyLalita
estan a full eh... quiero más! porfaaa
ResponderEliminarX fin se estan sacando las ganas y con todo.
ResponderEliminarsii claro eso solamente fue sexo... no fue amor... ni ella se lo cree! jajajaja @LuciaVega14
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