Hola Hola, de ahora hasta el capítulo 15 es como que "la misma escena" pero como es muuuuy larga, la dividi. Espero los comentarios.. si yo fuera ustedes, iba a firmar mucho para que llegue pronto el capítulo 15. JAJAJAJAJA besitooos ♥
-Yo también a ti, papi.
Capítulo 12
Lali miró por la ventana del número 2 de Timberline
hacia la luna creciente que colgaba de lo
alto de las montañas Sawtooth como si fuese un ornamento en lo alto del
árbol navideño. Su pálido resplandor se
extendía sobre la superficie del lago Gospel.
Las estrellas abigarraban el oscuro cielo, casi se amontonaban unas sobre otras, y Lali pensó que jamás
había visto tantas estrellas. Al igual que la noche anterior, se sentía
conmovida por el silencio de aquel lugar.
Nada de coches, sirenas o helicópteros
zumbando sobre su cabeza. Ni siquiera el ladrido del perro de algún vecino que la sacase de quicio.
Centró la mirada en su propio
reflejo en el cristal de la ventana y en la luz de la casa que se vertía en el
porche y el polvoriento jardín. Gospel, Idaho,
parecía el lugar más solitario del planeta.
Dejó que la pesada cortina verde
volviese a su lugar. Había adelantado mucho trabajo desde
que se había instalado. La planta baja
estaba limpia, y había descolgado la piel de oso de la pared para cubrir la mancha de sangre del suelo. Había
desempaquetado algunas de las cajas con sus
cosas, que ya habían llegado, y limpiado a conciencia el dormitorio de enfrente
a la habitación de los murciélagos. Le había dado un toque personal
a la casa y también había colgado su ropa en el armario. Todavía le quedaba
mucho por hacer, pero tiempo era precisamente lo que le sobraba.
Fue al comedor y encendió su
ordenador portátil y también el de escritorio, que había
llegado esa misma tarde. Colocó un cojín en
la dura silla y se sentó a la mesa. Después de haber escrito la historia de los huesos de pollo, suponía
que su musa había regresado. Con los dedos
apoyados ligeramente sobre el teclado, cerró los ojos y despejó la mente.
Media hora después, se puso en
pie bruscamente.
-¡Mierda! -rezongó antes de
coger un bote de limpiahogar y un trapo.
Tras pasar otra hora limpiando
la casa y descubrir que ni siquiera
así recuperaba a su musa, sacó su neceser de manicura. Escogió
un poco de laca para mejorar su ánimo y se pintó las uñas de un profundo rojo.
Rojo profundo. Miró por encima
del hombro hacia la chimenea de la otra habitación.
Ella no escribía historias relacionadas con crímenes reales. No escribía sobre gente real ni sobre los secretos
o los demonios que dominaban sus vidas.
Se puso en pie y se sopló las
uñas mientras iba hacia el salón. Con el
pie apartó la piel de oso y se fijó en la oscura mancha marrón. Se preguntó qué era eso tan horrible que había
provocado que el sheriff no encontrase
más opción que pegarse un tiro en la cabeza.
Rochi había hablado de
perversiones sexuales. La gente no se suicidaba porque le
gustase que la azotasen. Así pues, ¿hasta dónde
habrían llegado las perversiones perpetradas en aquella casa y cuánto de
todo ello sabría realmente la gente del pueblo?
El bar Buckhorn era el
establecimiento más antiguo de Gospel.
Reconstruido tras el incendio de 1932 y sede durante muchos años de la Iglesia de Jesus Cristo
Nuestro Salvador, actualmente congregaba entre sus
gruesas paredes a un buen número de otro
tipo de fieles. Los viernes por la noche era el momento del «dos por dos» hasta las diez, y no había
muchos devotos del Buckhorn que dejasen pasar
la oferta de dos cervezas por dos
dólares.
Tal vez el Buckhorn era tan
popular entre la gente de Gospel porque,
al igual que ellos mismos, nunca había pretendido ser algo que no era. El Buckhorn era simplemente un lugar
donde tomar unos tragos o jugar al
billar en la sala del fondo. Durante los meses de verano, los habituales compartían espacio con los turistas en la medida de lo posible, pero no cabía
culpar a nadie si algún dominguero era obligado
a levantarse de un taburete adjudicado
a uno de los parroquianos.
La gama musical de la máquina
de discos se centraba en el country, un country puro, y
sonaba lo bastante fuerte para ahogar el ruido del aparato de aire
acondicionado. El año anterior, un listillo se había colado en el bar fuera de
horas y cambiado los discos de George Jones por los de Barry Manilow.
Barry no llegó a cantar ni la mitad de I Write the Songs antes de que Hayden Dean agarrase un taburete y le arrease un buen golpe a la máquina de discos. Ahora los taburetes estaban fijados
al suelo.
El dueño del Buckhorn, Burley
Morton, nunca había tenido muy buen ojo para la decoración, pero se las había ingeniado para que la nueva máquina de discos destellase con el sonido de las
guitarras al mismo tiempo que el rótulo de neón de cervezas Coors colocado detrás de la barra. Exceptuando el
salón de atrás con el billar, entrar
en el Buckhorn era como adentrarse en una cueva en penumbra. A los parroquianos que lo consideraban su segundo hogar les gustaba así.
Lali permaneció unos segundos
en la entrada, dejando que sus ojos se adaptasen a la
escasa luz. A pesar de ver poco más allá de las sombras y los brillantes carteles de neón, el local le recordó el bar de Las Vegas donde había encontrado a
Micky el Duende Mágico, Myron Lambardo. Olía
a cerveza, a décadas de humo de cigarrillo acumulado y a
madera envejecida. Eso tendría que haberla puesto sobre aviso para dar media
vuelta y largarse de allí, pero a esas alturas
estaba ya un poco desesperada. Se sacó los auriculares, los guardó en la riñonera y se apartó un par de pasos para dejar pasar a un corpulento vaquero. Su
hombro topó con un panel de anuncios y alzó
la mirada. Una tarjeta enganchada en el
corcho ponía: «Reunión anual del mes de julio - Concurso
de comedores de ostras de las montañas Rocosas - Y lanzamiento de váteres.
Por
supuesto, conocía las ostras. Cuando era pequeña, su familia había organizado
más de una parrillada de marisco. Pero lo del
lanzamiento de váteres... Eso era nuevo, aunque por lo que sabía del pueblo no le extrañó demasiado. En los
cinco días que llevaba en Gospel había descubierto muchas rarezas. La
cantidad de armas que podían verse por la
calle, por ejemplo. Por lo visto existía una regla tácita según la cual,
si tenías una camioneta, debías disponer de dos rifles que resultaran bien
visibles en la ventanilla trasera de tu
vehículo. Si llevabas un cinturón, la hebilla tenía que ser del tamaño de un plato, como mínimo, y si tenías una cornamenta, debías exhibirla en casa, en el
granero o en la camioneta.
Todas esas cosas parecían poder resumirse en una única frase: si no eres un vaquero, que te den por saco.
Lali echó un vistazo a su
reloj y supuso que disponía de una hora
antes de que cayese la noche. No había planeado acudir al Buckhorn, simplemente se había fijado en él mientras
hacía jogging.
No lograba escribir nada decente desde la
historia de los huesos de pollo. Walter le había enviado un e-mail esa misma mañana pidiéndole algo bueno, a ser posible
relacionado con Bigfoot, extraterrestres o
Elvis. Su jefe empezaba a perder la paciencia,
de ahí que Lali esperase encontrar una encarnación de Bigfoot o de Elvis en el interior del Buckhorn.
Una vez sus ojos se adaptaron a
la luz, se abrió paso hacia un reservado vacío en el otro extremo del local.
Era muy consciente de las miradas que suscitaba,
como si ninguno de los presentes hubiese visto nunca unos
pantalones cortos de licra o un sujetador
deportivo. Llevaba el pelo recogido en una coleta y no se había maquillado.
Pidió una cerveza Corona pero
tuvo que conformarse con una Bud Lite, y se puso a
escuchar los ruidos procedentes del billar. Por encima de las guitarras
country de la máquina de discos, oyó la conversación que mantenía una pareja
en el reservado de al lado, algo
relacionado con los excursionistas. Al parecer se referían a algún tipo de apuesta. Por lo visto, tras el último accidente, Otis Winkler era el mejor situado con
tres casos de intoxicación, dos
roturas de ligamentos de tobillo, un pulgar roto y una costilla astillada.
Lali escuchó con interés y al poco le pidió un bolígrafo a
la camarera.
Mientras tomaba su cerveza en un vaso de plástico rojo, agarró una servilleta
de papel y anotó: «Saboteadores alienígenas
ocultos en las montañas de Idaho. En una tranquila localidad con reminiscencias
a población de la clásica serie televisiva
Mayberry, los alienígenas engañan a los ingenuos turistas.........
Peter abrió la puerta del
Buckhorn de un empellón, haciéndola
rebotar contra la pared. No estaba de humor para tonterías. Dos de sus ayudantes estaban ocupados con un
accidente de tráfico al sur de Banner
Summit, otro estaba de vacaciones y Lewis
aún se encontraba a media hora de camino de allí. Eso lo había obligado a ponerse el cinturón de servicio
sobre sus Levi's, prenderse la estrella de
sheriff en el bolsillo de la camisa y acercarse al Buckhorn para lidiar con unos cuantos idiotas.
El ruido de los puños, los
gritos de los apostadores y el tema Helio Darlin' de Conway Twitty se mezclaban en el ambiente del local.
Peter se abrió paso entre los
mirones y a duras penas evitó uno de
los puñetazos que lanzaba Emmett Barnes.
Alguien hizo callar a Conway y
encendió las luces justo cuando el otro contendiente,
Hayden Dean, acertó un directo a la
mandíbula de Emmett para enviarlo tambaleante hacia la multitud. A Peter no le sorprendió que uno de los
implicados fuese Emmett. En sus mejores días, Emmett era un cabronazo con complejo de bajito, y ése no parecía uno de sus días
buenos. Rondaba el metro sesenta y
cinco cuando llevaba sus botas con alzas,
pero tenía la constitución de un pitbull. Si al conjunto se le añadía suficiente alcohol, Emmett se convertía en un
gran músculo cervecero esperando ser
flexionado.
Peter señaló al dueño del bar,
que inmovilizó a Hayden con una llave de oso. Fortachón
Morton no tenía ese sobrenombre por ser
esmirriado.
Peter se colocó frente a Emmett
y le apoyó una mano en el pecho.
-La diversión ha acabado -dijo.
-¡Apártate de mi camino, sheriff! -bramó Emmett con
los ojos encendidos de ira-. No pararé hasta
patearle su huesudo culo.
-Será mejor que te calmes.
En lugar de eso, Emmett le
soltó un puñetazo justo debajo del ojo
izquierdo. El impacto hizo que Peter retrocediese, que se le cayese el sombrero y que agujas de dolor le
atravesasen la cabeza. Detuvo el siguiente
golpe con el antebrazo y golpeó a Emmett
en el vientre. El tipo vació sus pulmones y se dobló por la mitad. Entonces Peter le propinó un uppercut en la cara que le llevó directamente al suelo.
Sin darle oportunidad a reincorporarse,
lo volvió y le esposó las manos a la espalda.
-Ahora quédate quietecito y ejerce tu derecho a permanecer en
silencio -le dijo mientras lo cacheaba.
Se puso en pie, apoyó un pie
en medio de la espalda de Emmett y le lanzó otras esposas
a Morton, que no tuvo problema en inmovilizar
al mucho menos corpulento Hayden.
-Bien -dijo Peter dirigiéndose
a la multitud, ahora en silencio-, ¿qué ha pasado aquí?
Varias personas hablaron a la
vez.
-Emmett la invitó a una ronda.
-Ella le dijo algo y él empezó
a molestarla.
-Entonces se presentó Hayden.
Emmett se removió en el suelo y
Peter pisó con más fuerza.
-¿Quién
es ella? -Se tocó el pómulo. No sangraba, pero por la mañana se le habría inflamado.
Todo el mundo señaló hacia un
reservado a pocos metros de distancia.
-Ella.
Continuará...
QUIERO MAS!!!
ResponderEliminarElla? Lali? aaaaaaasdhsjkdhskjfhks capitulo quinceeeeee! más!!!!!!!!!!
ResponderEliminarOooooh ell jajajajaja naaah deberías haber dejado el largoooo!!!
ResponderEliminarEl proximo promto eh? Que de uno al otro se me olvida jajaja besoos
MAS MAS MAS MAS MAS MAS
ResponderEliminarMAS MAS MAS ELLA' ES LALI'
ResponderEliminarQUIERO MAS
ESPERO YA EL CAP 15'
BESOS
@DaniiVasqueez
Ella! y quien sino lali,no...vamos por el 15!
ResponderEliminarSubes MAS porfi
ResponderEliminarQUIERO MAS!!!
ResponderEliminarMÁS MÁS MÁS . Quiero el cap 15 yaaa!
ResponderEliminarEL Cap 155555555555555555555
ResponderEliminarQuiero Laliterrrrrrr
ResponderEliminarY lali le dijo que no iba a notar su presencia(? Jajajajja @LuciaVega14
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