No queda mucho para más Laliter. :) Disfruten. + comentarios = + caps. BESOS ♥
-Eh.. Saca el dedo del chorro de agua.-dijo Peter mientras enjabonaba la cabeza de su hijo.
-Puedo hacerlo solo, papá -se
quejó Adam de pie en la bara, con el agua corriendo hacia
el desagüe.
-Ya lo sé. -A veces Adam se
olvidaba de frotarse bien la cabeza, y a Peter
le gustaba asegurarse de que, al menos una vez a la semana, su hijo tuviese el pelo limpio de verdad-. ¿Qué es esto? -preguntó Peter-. ¿Gravilla?
-No. Wally y yo peleamos en la
arena delante de su casa.
Como hacía siempre, Peter
recogió el corto cabello de Adam en lo alto
de la cabeza y después lo fue echando hacia atrás a medida que aclaraba el champú.
-Me sorprende que Rochi no os
diese unos azotes.
-Lali estaba allí -dijo Adam
cerrando los ojos y relajándose-. Rochi nunca hace esas
cosas si hay otras personas delante.
-¿Lali fue con vosotros al
lago?
-Sí. -Adam se quitó el agua de
los ojos.
-¿En bañador?
-Sí, claro. Llevaba uno azul y
verde.
-¿Bañador o bikini?
-Bañador.
Estuvo a punto de preguntarle
qué aspecto tenía, pero sabía de sobra
el aspecto que podía tener. Lali Espósito habría tenido buena pinta incluso enfundada en una bolsa de
basura.
-¿Qué hicisteis?
-Lali tomó fotos, y después nos
ayudó a mí y a Wally a hacer un castillo de arena.
Pero lo destruyó sin querer cuando un escarabajo le subió por el brazo.
Peter lo sentó y le escurrió el
agua de la cabeza.
-¿Se puso a gritar?
Adam soltó una carcajada.
-Sí, y a dar saltos.
Le habría gustado ver a Lali dando
saltos en bañador. Colocó el tapón en el desagüe y
vertió gel de baño con aroma de plátano en
el agua que empezó a acumularse.
-Bien, ahí tienes el jabón y la
esponja -dijo-. Frótate bien. -Dejó
en el borde de la bañera una cesta con unas gafas y un tubo de buceo, así como varios muñecos-. Y no te
olvides de tus partes. Y -añadió ya de camino
hacia la puerta- lávate bien las orejas.
Están tan negras que podrías sembrar patatas.
Fue a la cocina para ocuparse
de la pila de platos sucios que le estaba
esperando. Abrió la nevera y sacó una botella de Bud; cerró la puerta con un golpe de cadera. Abrió la
botella, sujetó la chapa entre el dedo corazón y el
pulgar y la lanzó. La chapa fue a parar bajo la mesa de la
cocina, en lugar de al cubo de la basura, impactando contra la perrita de Adam, que levantó la cabeza un instante antes de seguir durmiendo.
Peter bebió un sorbo y le echó un vistazo a los
platos sucios amontonados en el fregadero.
A veces pensaba que todo sería más
sencillo si estuviese casado. Si encontrase a alguien con quien compartir las cosas y que fuese al mismo
tiempo una buena madre para Adam. Alguien que pudiese lavar los platos en su lugar y quedarse en casa cuando él tuviese que
atender alguna emergencia. Alguien
con quien hablar cuando llegaba la noche. Alguien que lo acariciase con delicadeza.
Pero Peter sabía por propia experiencia que no hay nada por la que convivir con una
mujer por motivos equivocados. Era noble
compartir casa con una mujer a la que no se puede amar a siempre. Dormir con ella, follar con ella sólo
porque está disponible, aunque ya no haya
amor.
Así había sido con Eugenia. De no haber sido por aquel preservativo
en mal estado, su relación probablemente no habría pasado del primer año. A excepción de
haber crecido ambos en senos ranchos y de
que los dos odiaban ese tipo de vida, no tenían nada en común. De no haber sido por Adam, la relación no habría durado tanto. Él quería a su hijo y sentía
que era una bendición tenerlo a su lado. Eran colegas, pero criar solo a un
niño no era tarea fácil. Ni para él ni para Adam, y a Peter le habría gustado que las cosas fuesen de otro modo. Si hubiese
podido escoger, no habría optado por la responsabilidad de criar solo a
su hijo para que fuese un buen chico y un
hombre decente el día de mañana.
No habría escogido ser testigo del dolor y la
confusión en la mirada de su hijo cuando
hablaban de por qué su madre no vivía con
ellos o por qué ellos no vivían con ella.
Cada mes de julio, cuando Peter
llevaba a Adam al aeropuerto para entregárselo a su
madre, tenía que escuchar la misma pregunta: «¿Por qué no
vienes con mamá y conmigo?» Y en cada
ocasión, Peter tenía que contarle alguna media verdad. No quería pasar ni un minuto junto a Eugenia, y aún
más importante, no quería que Adam
barajase la posibilidad de vivir en familia. Adam ya se había formado por su
cuenta la extraña idea de que cuando su madre dejase de trabajar en
televisión se trasladaría a Gospel para
vivir con ellos. Pero aunque el programa de Eugenia dejase de emitirse al día siguiente, el sueño de
Adam jamás se cumpliría.
Cada año, Adam se iba con su madre, y cada año Peter acampaba en el rancho Doble
T durante las dos semanas que su hijo estaba fuera, para leer, echar una mano
en lo que pudiese y sacar de sus casillas a
su cuñado Nico. Éste era un buen ganadero y sabía llevar el negocio, pero a pesar de que Peter no tenía interés en dirigir el rancho, la mitad del mismo le
pertenecía, y algún día sería de Adam.
Peter pasaba las dos primeras
semanas de julio poniéndose al día del precio del grano y
el pienso y haciendo mil cosas. Pero en
realidad hacía todo eso para no estar en su propia casa vacía.
Adam cerró el grifo del lavabo
y Peter dejó la cerveza sobre la
encimera. Mientras colocaba los platos sucios en el lavaplatos, sus
pensamientos pasaron de sus problemas con Adam a sus problemas con Lali Espósito.
Lali era una mujer preciosa, y no tenía sentido negar que le encantaba cómo las curvas de su cuerpo
moldeaban la ropa que vestía. A pesar
de que jamás llegaría a decírselo, también
le gustaba que fuese irónica e incluso un poco mal hablada. Le gustaba que lo hiciese reír, aunque nunca
sabía de qué se reía.
Besarla había sido un tremendo
error. Lo supo antes incluso de que sus labios se tocasen. Como si de un trago de
whisky caro se tratase, ella calentó todo su
interior. El roce de sus manos le
había cortado la respiración. Lo que sus ojos reflejaban, la pasión con que lo había mirado, casi le
había obligado a arrodillarse. Casi le había suplicado que le dejase
tocar su cuerpo desnudo y besarla entre los muslos, allí donde su cuerpo era sin duda más cálido y húmedo. De haber llevado un
preservativo en la cartera, probablemente no se habría detenido. Muy posiblemente le habría hecho el amor allí mismo,
contra la puerta de la nevera.
Peter cerró los ojos y
presionó con una mano la bragueta de sus Levi's. Con toda probabilidad le habría arrancado aquellos pantalones
de licra y se habría adentrado en lo más profundo de su ser. La lengua dentro de su boca, las manos en sus pechos y su pene bien dentro, allí donde ella ardía. La
hubiese embestido hasta que las
húmedas paredes vaginales se contrajesen de placer.
Notó la dureza bajo su mano, y
no supo qué hacer. Bueno, sí lo supo. Podía no hacer nada o
aliviarse por cuenta propia. Peter alargó
la mano y cogió la cerveza.
Besarla había sido como verse
atravesado por un rayo. Le había erizado la nuca y
revuelto las tripas, pero lo que realmente le preocupaba respecto a la noche
anterior era que, después de besarla, no
había vuelto a pensar en su profesión. Ella era escritora, y resultaba que él conocía una de las
historias más potencialmente
sensacionales desde la caída en desgracia de Jim y Tammy Faye Baker. El ángel de América, la novia del
país, China Bancroft, tenía un hijo
ilegítimo.
Se trataba de algo muy delicado,
y él se había olvidado en cuanto introdujo la lengua en la boca de aquella
mujer. Le asustaba pensar que lo único que le había detenido fuese la posibilidad de traer al mundo otro hijo no deseado. Bajo
ningún concepto deseaba tener otro hijo en semejantes circunstancias.
Peter miró por la ventana del
fregadero. En el camino de entrada, el
sol arrojaba largas sombras sobre su camioneta Ford, aparcada
junto al Chevy del sheriff. Se preguntó qué estaría haciendo Lali en esos momentos en Timberline Road. Tal vez viendo la televisión o preparándose para meterse
en la cama. Adam le había dicho que
había tomado unas fotografías. Tal vez estaba
escribiendo realmente un artículo sobre flora y fauna. Tal vez no mentía sobre
ese tema. Sí, tal vez, pero en cualquier caso seguía siendo escritora.
Siempre podía repasar su historial. Podía pedir un
informe y comprobar si Lali había cometido
algún delito en el pasado. También podía introducir la matrícula de su
coche en el ordenador y ver si encontraba
algo interesante respecto a MZBHAVN...
Pero no iba a hacerlo: violentaba la
ética policial y también las convicciones
de Peter. A menos que hiciese algo ilegal, ella tenía todo el derecho a conservar su intimidad y a que
nadie supiese de sus asuntos.
Peter sabía muy bien lo que
suponía el derecho a la privacidad. Por desgracia, en Gospel él era el único
que parecía tenerlo claro.
Lali esperó hasta el lunes por la tarde para ir
hasta el M&S para comprar un ejemplar de
Weekly
News of the Universe. Agarró una
cesta de plástico azul y metió un ejemplar dentro. El titular del artículo sobre los huesos de pollo
aparecía debajo de la foto de una
gallina enloquecida en el extremo inferior izquierdo de la portada. Alzó la vista un segundo de la
revista y pasó las páginas hasta
llegar a la quince. El artículo se publicaba en la sección «Cotilleos de pueblo». Ocupaba toda una
página y estaba acompañado por la
fotografía de una mujer aparentemente normal bailando rodeada de
gallinas, y en el pie de foto ponía: «Un extraño
culto propone la ingestión de huesos de pollo.» Mientras iba hacia la sección de alimentación, pasó
las páginas hasta llegar al artículo
central. A la historia de Clive Freeman sobre mutilación de vacas por parte de extraterrestres le habían dado el puesto de honor.
Bien, las historias sobre alienígenas seguían siendo
un plato fuerte. Ella había enviado su artículo sobre extraterrestres el día
anterior, completado con las imágenes, ligeramente distorsionadas, de la playa del lago Gospel en la que se
veían unos alienígenas ligeramente
peludos que había sacado de su CD-ROM de
documentación. Los había situado sentados tras una mesa rústica, y en el pie había escrito: «Lugar donde
los alienígenas apuestan sobre los
ingenuos turistas en una agreste zona del noroeste.» Estaba muy satisfecha de cómo había quedado el conjunto, y ya estaba lista para trabajar en su
siguiente artículo.
También había leído las
crónicas fotocopiadas en la biblioteca, y estaba convencida de que podría escribir una historia jugosa. No centrada en el carácter morboso del asunto,
a pesar de que había material de sobra al
respecto, sino sobre las dos vidas, diametralmente
opuestas, de un hombre aparentemente corriente. Sobre cómo sus obsesiones personales le habían ido consumiendo poco a poco hasta convertirlo en alguien
moralmente destrozado.
Lali dejó la revista en la
cesta y le echó un vistazo a los aguacates más
tristes que jamás había visto. La habían invitado a la barbacoa que los Dalmau celebraban esa misma noche con motivo de que los gemelos cumplían dieciocho años,
y pensaba hacerle a Rochi unas cuantas preguntas sobre Hiram Donnelly.
Los melones no es que estuviesen mucho mejor que los aguacates, pero las lechugas parecían decentes. Rochi le había dicho que comerían salchichas, hamburguesas y el plato favorito de los chicos: ostras de las montañas Rocosas. Lali llevaría una ensalada con aliño especial, ideal para comer con marisco. No recordaba la última vez que había preparado su famosa ensalada. Bueno, si lo pensaba bien, sí podía recordarlo, pero hacía mucho tiempo de ello y conllevaba tristes reflexiones relacionadas con su nula vida social. Le hizo gracia pensar, mientras escogía algunos utensilios para la casa, cómo el hecho de encontrarse en un pequeño pueblo había subrayado el vacío en que se había convertido su vida. Le hizo gracia pensar cómo el hecho de haber compartido un poco de comida con una mujer a la que apenas conocía, o de haber sido invitada a una barbacoa con sus vecinos, había despertado en ella el ansia por relacionarse más.
Los melones no es que estuviesen mucho mejor que los aguacates, pero las lechugas parecían decentes. Rochi le había dicho que comerían salchichas, hamburguesas y el plato favorito de los chicos: ostras de las montañas Rocosas. Lali llevaría una ensalada con aliño especial, ideal para comer con marisco. No recordaba la última vez que había preparado su famosa ensalada. Bueno, si lo pensaba bien, sí podía recordarlo, pero hacía mucho tiempo de ello y conllevaba tristes reflexiones relacionadas con su nula vida social. Le hizo gracia pensar, mientras escogía algunos utensilios para la casa, cómo el hecho de encontrarse en un pequeño pueblo había subrayado el vacío en que se había convertido su vida. Le hizo gracia pensar cómo el hecho de haber compartido un poco de comida con una mujer a la que apenas conocía, o de haber sido invitada a una barbacoa con sus vecinos, había despertado en ella el ansia por relacionarse más.
Pensó en llevar una botella de
vino para hacer que Rochi soltase la
lengua, pero Peter y Adam también asistirían, y no quería que el sheriff pensase que
era una alcohólica. No sabía por qué le
preocupaban esos detalles, y tampoco sabía qué pensar de aquel hombre cuya mirada la hacía desfallecer.
Tal vez lo más adecuado era no pensar en ello
en absoluto.
Lali ocupó su lugar en la cola
detrás de una pareja de mochileros. Tras el mostrador,
Stanley Caldwell marcaba las compras y
luego su esposa Melba metía las cosas en bolsas.
Cuando le llegó el turno a Lali,
dejó su cesta sobre el mostrador.
-¿Cómo van las cosas en la
casa de Donnelly? -preguntó Stanley.
-Van bien. ¿Y a usted, señor
Caldwell, cómo le va?
-Tengo un poco de lumbago,
pero voy tirando. -Sacó los aguacates de la cesta y los marcó-. He oído decir
que es usted escritora.
Lali alzó la vista de la cesta
y miró a Stanley.
-¿Dónde lo ha oído decir?
-Me lo dijo Regina Cladis
-respondió pasándole los aguacates a
su esposa para que los metiese en la bolsa-. Me dijo que está usted escribiendo sobre Hiram Donnelly.
Ella miró a Melba y después de
nuevo a Stanley.
-Así es. ¿Le conocieron?
-Por supuesto que le conocimos.
Era el sheriff -replicó Melba-. Su mujer era una buena
cristiana que jamás cometió pecado alguno.
-Al menos eso le dijo ella a
todo el mundo -masculló Stanley mientras marcaba el precio
del pequeño melón-. Sin embargo, uno no puede evitar
pensar...
-¿Pensar qué, señor Caldwell?
-preguntó Lali. Melba cogió el melón y lo metió en la
bolsa.
-Bueno, no creo que por el mero hecho de quedarse
viudo un hombre se despierte de repente con
ansias de ponerse ropa interior de
cuero y de que le azoten el trasero.
Melba apoyó una mano en la
cadera.
-¿Pretendes dar a entender que
Minnie era como Hiram? Por el amor de Dios, su padre
era predicador.
-Sí, y ya sabes cómo eran. -Le pasó a Melba el
ejemplar de Weekly
News of the Universe.
Melba alzó las cejas, pero después
hizo un gesto de admisión.
-Bueno, eso es verdad. -Se
encogió de hombros y le echó un vistazo a la revista-. Hay un artículo
realmente bueno sobre una mujer de treinta y cinco
kilos de peso que dio a luz a un bebé de ocho kilos.
Por fin alguien que reconocía
leer prensa sensacionalista.
-También hay otro artículo
-añadió Stanley- sobre alienígenas que mutilan vacas en
Nuevo México. Por suerte, no hay alienígenas de esos por aquí.
«Oh, pero los habrá», pensó Lali,
y se preguntó si se reconocerían a sí mismos al leer su
historia sobre extraterrestres.
-¿Has leído el de ese culto de
mujeres que comen huesos de pollo? Una de ellas murió asfixiada e intentaron
resucitarla mediante una ceremonia ritual con pollos.
-Eso no me lo trago. -Stanley
sonrió y sacudió la cabeza-. ¿Quién escribirá esas
cosas?
Lali también sonrió.
-Alguien
con mucha imaginación.
-O alguien que está loco -dijo
Melba cuando Stanley apretó el botón de «total» en la
caja registradora.
Continuará...
"Le habría gustado ver a Lali dando saltos en bañador."
ResponderEliminarajajajaajaja
me matoooooooooooooo
masssssssssssss
sdjfnsfklsdklf
más pleaseeeeeeeeeee!!!!!! :)
ResponderEliminarBarbacoa y vino jumm jajajaja aqui el pan y el agua va a durar poco me da a mi jajajajaja quiero leer esooo!! Otro otro otro (8)
ResponderEliminarMAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS
ResponderEliminarmaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaass
ResponderEliminarMAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS
ResponderEliminarSi Peter supiera k esa ocasión k desperdició x no llevar condón,no le habría hecho falta,se volvería loquito,si solo d recordarlo se puso cuenchi,bastante calentito.
ResponderEliminarQ observadora,tenes razón si lo detenía el hecho de no tener otro hijo no deseado(q feo suena)con ella esta seguro,Pobre lali!
Eliminartienen razon que pena que peter no lo supiera:(
EliminarQ largo y lindo cap,sigo pensando q es un pueblo de locos!
ResponderEliminarson mas chusmas ahi jajaja
ResponderEliminarquiero mas
besos
Chusmas hay en todas partes ,quien mas,quien menos somos chusmas,jajaja.
ResponderEliminarYa sabe k los bichitos,la ponen a dar saltos y correr,jajaja,les tiene pánico,quizás utilice esa información ,en algún momento.Leyendo el cap me vinieron a la mente unas imágenes en las k el le ponía sapos,para ver como reaccionaba ,ya k le gusta tanto meterse con ella.
ResponderEliminarSi,lo reconozco ,soy un tanto traviesa como una adolescente,pero me divertiría una situación similar,o igual a la k digo con sapos,k Peter hiciera a posta,para provocarla.
ResponderEliminarCómo dicen en todos lugar hay gente chismosa.
ResponderEliminarMe gusta lo que escribe Lali.
Peter está con las hormonas a ful.
Masi_ruth
me gusta me gusta
ResponderEliminarPeter me hace reir con su pensamientos xD
Me podes avisar cuando subas?
Soy @Teen_Angels94
Siiiiiiii se van a volver a ver!!! Ya quiero que sea de noche de :D @LuciaVega14
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