+ comentarios = + caps ♥ besosss!
-Lali...
Ella se fijó en sus anchos
hombros y el cabello castaño que apenas le cubría la nuca.
Abrió la boca pero no dijo nada.
-Mantente alejada del Buckhorn -añadió él, y se fue.
Capítulo 16
A las nueve en punto de la
mañana siguiente, Lali puso el punto final a su historia sobre alienígenas. La
introducción era más bien indefinida y no
entraba en materia hasta el tercer párrafo, pero creía que el artículo había quedado bastante bien.
Había creado un pueblo perdido
habitado por alienígenas que, víctimas de una accidente
estelar, se disfrazaban de humanos
para hacerse pasar por pueblerinos excéntricos, mientras esperaban a que la nave nodriza viniese a recogerlos.
Entretanto engañaban a los turistas y se
aprovechaban de ellos mediante una serie de
apuestas.
Había trabajado en el artículo
desde el amanecer, cuando se levantó de la cama con la
historia ya esbozada en su dolorida cabeza. Se había tomado unas tabletas de Tylenol con café y aún no se había duchado. Llevaba el pelo recogido en lo
alto de la cabeza con dos bolígrafos Bic, y
todavía lucía su pijama de estampado vacuno y un par de
gruesos calcetines. Suponía que no debía
de oler muy bien, pero sabía que era mejor no obcecarse con esas minucias cuando estaba en racha. Mientras
trabajaba, nunca respondía al
teléfono, y sólo un incendio podría haberla obligado a abrir la puerta de la casa.
Le había enviado a Walter por
correo electrónico la idea para el nuevo
artículo. A él le había encantado, pero quería fotografías que acompañasen la narración.
Imágenes creíbles. Lo cual significaba que Lali tendría
que sacar su Minolta y hacer unas cuantas
fotos de la zona. Más tarde, las escanearía y superpondría
la imagen de los alienígenas disfrazados de paletos pueblerinos. Eso le llevaría su tiempo, pero no era
imposible. Sin duda no sería tan
difícil como cuando dotó a Micky el Duende Mágico de un razonable parecido con el príncipe Carlos de Inglaterra.
A eso de las nueve y media hizo
finalmente un alto. Entonces sonó el teléfono. Llamaba
una tal Hazle Avery, de la oficina del
sheriff, para preguntarle si tenía pensado pasarse por la oficina para firmar el informe de la agresión. Lali
contestó que estaría allí en una hora.
No es que hubiese olvidado que
tenía que acudir a la oficina del sheriff.
Más bien había pretendido olvidarlo. Deseaba olvidar todo
lo sucedido la noche anterior, desde que puso el pie en el Buckhorn hasta que Peter
Lanzani se marchó de su casa.
Pulsó «guardar» y hizo una copia de seguridad del
artículo. Bueno, tal vez no se trataba de
olvidar la noche al completo, pero sin
duda tendría que haberse marchado del bar cuando se enteró de las apuestas sobre los excursionistas y
antes de que Emmett Barnes se
metiese con ella. Sus problemas empezaron en cuanto aquel tipo echó un vistazo a lo que escribía en
las servilletas y ella le dedicó una
sonrisita de reconocimiento.
No, se corrigió, empezaron en
cuanto pidió las dos cervezas. De no
haber sido por el interés que despertó en ella la historia de los alienígenas, habría prestado más atención a los
efectos del alcohol. De no haber sido por las cervezas, habría
sabido manejar a Emmett. Con toda
probabilidad, se habría ahorrado el comentario
sobre enanos con polla flácida.
Se quitó la ropa y se metió bajo
la ducha. De no haber sido porque estaba achispada, habría
mantenido las manos y la boca alejadas
del sheriff.
Dejó que el chorro caliente le recorriese el cuerpo.
No sabía qué encuentro había sido peor, si
con Emmett o con Peter. Uno la había atemorizado. El otro la había humillado.
Se había equivocado con Peter. No la deseaba
del modo que ella lo deseaba a él. Él
no quería poseerla por completo. Lo que él quería era marcharse, y fue exactamente lo que hizo. Le había,
visto salir por la puerta con su sabor
todavía en la boca.
«Mantente alejada del
Buckhorn», le había dicho. Nada de disculpas.
Nada de «lamento tener que marcharme». Nada de
excusas. Nada.
Se lavó el pelo y después
salió de la ducha. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que un hombre
la había hecho estremecer. Mucho tiempo desde la
última vez que permitió que un hombre se le acercase tanto como para sentir su
calor en el bajo vientre. Mucho tiempo desde la última vez que había deseado
sentir el cuerpo de un hombre.
Lali no creía en el sexo sin
amor. Lo había probado en la universidad. Pero ahora tenía
treinta y cinco años y sabía que el sexo por el sexo no existía, siempre había algo más.
De lo contrario, la gente no sentiría
dolor alguno o un tremendo vacío a la mañana siguiente. Y no había nada más triste ni más solitario que despertarse por la mañana tras una noche de sexo
esporádico. Nada resultaba más ilusorio
que una mujer diciéndose que lo de la noche
anterior no había significado nada.
Pero el sexo con amor requería una relación. Y una
relación requería esfuerzo y confianza. Y si bien creía que había llegado el momento de volver a intentarlo, sabía que no iba
a dejar que nadie volviese a estar
tan cerca de sus sentimientos. A nivel intelectual le constaba que la mayoría de hombres no engañaban a sus mujeres ni tenían hijos con su mejor amiga,
pero saberlo con la cabeza y saberlo con el corazón eran dos cosas muy
diferentes.
Acallar las oscuras
reticencias que se habían adueñado de su corazón
era una labor casi imposible. Su mirada se había vuelto crítica y conocía a la
perfección sus puntos débiles.
Desde la pubertad, Lali había
sufrido endometriosis, y en la primavera de su último año en la universidad los
síntomas se agudizaron tanto que le quedaron muy pocas opciones aparte de la
cirugía. A los veintiún años se había sometido a una histerectomía total que
la libró de aquellos terribles dolores. Libre para disfrutar de la vida. Libre para disfrutar de las relaciones con hombres. También eliminó su capacidad para
concebir, pero eso no la hundió. Siempre había imaginado que, llegado el
momento, adoptaría a un niño que la
necesitase. La ausencia de útero nunca
la había hecho sentir menos mujer que cualquier otra.
Hasta el día en que su marido
le entregó los papeles del divorcio
y descubrió que iba a tener un hijo con otra mujer. Ese detalle había precipitado su autoestima al nivel del
suelo. Ahora no estaba segura de nada, ni
siquiera sabía si encajaba en el mundo.
Se secó vigorosamente y se
peinó. Tres años atrás creía que sabría
arreglárselas muy bien sola, que podría salir adelante. Retomó
su carrera y gastó la mitad del dinero de Blaine en su adorado Porsche.
Simplemente había eludido la realidad. No había sabido arreglárselas sola, sólo se había limitado a mantenerse en una
posición en la que nadie pudiese volver a hacerle daño.
La noche anterior se había
permitido volver a sentir pasión. Se había permitido que le ardiese la sangre,
y también que la ridiculizasen.
Abrió las puertas del armario
ropero. Aunque tal vez decir que «se había permitido» no
fuese lo más adecuado. Esa expresión
denotaba pasividad. En cuanto él la besó, no se limitó a «permitir» que ocurriese. Ella también había puesto de
su parte. En cuanto él la besó y ella palpó
su musculoso pecho, el deseo la había embargado. Llegados a ese
punto, tendría que haber parado. Claro que tendría que haberse detenido, pero
fue él quien la detuvo, como si fuese la
cosa más sencilla del mundo. Y se había marchado sin siquiera mirar
atrás. Por eso Peter era en ese momento la
última persona en la tierra a la que quería ver. Tal vez estuviese dispuesta
encararlo al día siguiente. O a la semana siguiente.
Tratándose de un pueblo tan pequeño, el único modo
de evitarlo sería encerrarse en casa, pero
tenía dos buenas razones para no hacerlo. La primera, necesitaba su
ayuda para conseguir viejos archivos
policiales; y la segunda, no quería darle un motivo para que pensase que estaba arrepentida por lo
de la noche anterior.
Mientras rebuscaba en el armario, se dijo que no se
pondría el vestido perfecto para que el
sheriff se relamiese. Iba a vestirse con
lo que habría descrito como el encuentro entre la chica de ciudad y la de pueblo. Se puso una falda corta
turquesa, una blusa de seda turquesa y sus botas Tony Lama color azul
pavo real.
Cuando salió de casa, su
maquillaje había adquirido una tonalidad
natural y su pelo tenía ya volumen, con las puntas ligeramente sueltas, como si no hubiese tenido que
rizárselo y moldearlo con laca.
La oficina del sheriff del
condado de Pearl estaba en el cruce de las
calles Mercy y Main, y a excepción del cartel de una tienda que rezaba «Enfoca y dispara -
Fotos en una hora», el edificio ocupaba
toda la manzana. Se notaba el paso del tiempo en la fachada de arenisca, y las ventanas que daban a la
parte de atrás tenían barrotes. Sin embargo, había un aparcamiento
nuevo en un lado y el interior había
sufrido una completa remodelación. Olía a pintura reciente y a moqueta, y la luz del sol penetraba
generosamente a través de amplios
ventanales.
Una mujer de blusa beige y con
una estrella dorada prendida sobre el seno izquierdo levantó
la vista del ordenador cuando Lali se
aproximó al mostrador tras el que estaba sentada. Le indicó a Lali una puerta de cristal de dos hojas con
una gran estrella dorada en medio y la
inscripción «Sheriff Peter Lanzani» debajo. Dentro de la oficina había otra mujer, vestida exactamente igual
que la primera. Lucía una permanente excesivamente rígida, y la placa que había sobre su mesa, junto a una figurita de Jesucrito de plástico, anunciaba que su nombre
era Hazle Avery. Su escritorio estaba en medio de la estancia, justo frente al
pasillo. Lali se preguntó si, al igual que san Pedro, estaba allí para negarle la entrada a los paganos.
-Usted debe de ser Lali
Espósito -dijo Hazle al verla-. Ada ya
me ha hablado de sus botas.
Lali se miró los pies.
-Las compré en una tienda de
ropa vaquera en Malibú.
-Vaya, vaya. -Hazel dejó su
bolígrafo sobre una carpeta manila y se puso en pie-.
Acompáñeme, por favor.
Lali la siguió por el pasillo
hasta el despacho del sheriff. La sólida
puerta de madera estaba medio abierta, y podía leerse el nombre de Peter pintado en letras negras y destacado
con un filete dorado. Lali sintió un
cosquilleo en la boca del estómago, y
mantuvo la mirada fija en las dos arrugas que recorrían la espalda de la almidonada camisa de Hazel.
Una vez dentro del
antedespacho, la mujer le indicó cómo rellenar la denuncia, y le pidió que definiese lo sucedido lo mejor
posible. Lali se sentó frente a un inmaculado escritorio y estudió el impreso. Ciertos momentos de lo sucedido
anoche habían quedado envueltos en una
curiosa bruma. Otros habría deseado
olvidarlos por completo.
-Si tiene alguna duda,
pregúnteme. -Y añadió antes de salir-:
Así no incomodará al sheriff con su provocativa minifalda.
¿Provocativa minifalda? Lali
se preguntó si todo el mundo en aquel pueblo tenía ideas
tan retrógradas o si sólo pretendían ofenderla. Sacudió la cabeza y se sentó. En cualquier caso, ¿qué era lo que Hazel creía que iba a hacer?
Escribió su nombre, dirección
y la fecha, y con la cabeza inclinada
sobre la carpeta alzó la vista hacia la puerta medio abierta del despacho de Peter. Entrevió el extremo de un
escritorio negro, un teléfono y media
pantalla de ordenador. Centró la atención
en las manos de dedos largos que escribían en el teclado. Las mismas manos que
anoche le habían ceñido la cintura y acariciado las mejillas. Vio partes de su
camisa beige y el destello de su reloj de pulsera. Lali
cogió un bolígrafo, apoyó el antebrazo
en la mesa y, con un elegante gesto, escribió algo en un papel.
Peter era zurdo. Descolgó el
teléfono y empezó a dar golpecitos con el bolígrafo en la
mesa. Lali oyó el timbre apagado de su
voz y su suave risa.
Volvió a concentrarse en el
impreso y rememoró todo lo ocurrido
en el Buckhorn. Recordaba haber entrado, pedir cerveza y escuchar a hurtadillas. Luego había tomado notas
para un nuevo artículo y el tiempo se le
pasó volando. Emmett Barnes había insistido
en pagarle otra cerveza y no había aceptado un no por respuesta.
Se había puesto pesado. Ella le contestó de mala manera. Entonces estalló la pelea y ella saltó encima de la mesa para apartarse. Lo siguiente que recordaba era a Peter
entrando en el bar para recibir un
puñetazo en la cara y tumbar a Emmett con un par de golpes. Luego la había ayudado a bajar de la mesa.
Volvió a mirar hacia el
despacho del sheriff. Se fijó en los dedos que sostenían aquel bolígrafo. Él le había tocado el vientre con esos mismos dedos. La había tocado y le había
preguntado si se encontraba bien, y
por primera vez en mucho tiempo ella sintió lo que era sentirse protegida por un hombre. Pero no había sido algo real. Ella había tomado unas cervezas
de más y él se limitaba a hacer su trabajo.
Firmó el impreso con una floritura y regresó a la
oficina. Le entregó el formulario a Hazle, que lo leyó.
-Que Dios nos asista -dijo Hazel antes de cerrar la
carpeta-. Si el fiscal necesita algo, se
pondrá en contacto con usted.
Lali le echó un último vistazo
al pasillo antes de irse. Sin volver
la vista atrás, salió a la calle. Pero mientras se dirigía hacia su coche algo la detuvo. Tuvo la intuición de...
¿de qué?
Se abrió una puerta lateral y
ella miró por encima del hombro.
Continuará...
Me Encanto Quiero Mas
ResponderEliminarMas Laliter
Besos
@DaniiVasqueez
Jummmm quien esta ahí? Jajaja espero que laliter llegue antes de mi ciaje eh? Estas avisada! Jajajajaja
ResponderEliminarProvocativa minifalda, ya me las imagino es ese pueblo todas vestidas reliadas en pieles de animales de tonillos a cabeza jajajaja
seguro es peter (? noseeeeeeeee, jajaja, tiene que seguir laliter♥ quiero mas!
ResponderEliminarWAA, DEMASIADO BUENOOO... QUIERO MAS LALITERR =)
ResponderEliminar@BelenCorbera
Bien ahi lali. ESO ES LO QUE HAY QUE HACER, si te rechaza hay que ponerce bien provocativa para que se arrepienta. YO HUBIERA HECHO LO MISMOO
ResponderEliminarMAAAAAAAAAAS
ResponderEliminarme encanta esta novela jajaja. ESPERO SEA EL SHERIFF .
ResponderEliminarFIRMO PARA QUE SUBA EL OTROOOO
ResponderEliminarMas noveeeee
ResponderEliminarQ buen cap!Es Peter,decime q sí y la ve así femme fatal y se quiere morir!Q agria la secretaria,en ese pueblo todas desayunan con vinagre,JEJE
ResponderEliminarmasssssssssssss ♥
ResponderEliminarVa a tener k enfrentarlo antes d lo k hubiera deseado.
ResponderEliminarViste que te dijeee una mujer se siente humillada si la dejan así!!!! :/ @LuciaVega14
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