Disfruten y comenten.. quiero saber que les parece :) Poco a poco van a ir entendiendo mejor la historia. Besos ♥ @siempreconlyp
Lo único que sabía era que a Lali no podía ocurrirle
nada. No se había parado todavía a considerar si sentía algo por ella. No había
tenido la posibilidad de pensar si la decisión que tomó nueve meses antes fue
acertada o no, pero no había vuelto a verla sonreír, ni a discutir con ella, ni
a hacerle de nuevo el amor... Y no permitiría que nadie le robara la
posibilidad de hacerlo de nuevo.
En especial, alguien cercano a la antigua organización
de Carlos, el difunto padre de Lali.
Capítulo 9
Hagerstonm, Maryland
Notaba una extraña sensación en la nuca.
Lali se frotó el cuello por debajo de la espesa melena
de rizos que le caía en cascada sobre la espalda. Lanzó una mirada de soslayo a
su alrededor, los estrechos confines de Friendly’s, y apretó los labios con
irritación.
Parecía que nueve meses fuera de la Unidad de Fuerzas
Especiales no eran suficientes para perder los viejos hábitos. La paranoia que
formó parte de su vida antes de que Peter la hubiera aceptado en la Unidad
había regresado.
—Tu turno, La. —La áspera voz de su contrincante hizo
que volviera a centrar la atención en la mesa de billar.
—Ya eres mío, Casey —murmuró, consciente de que la
música de la gramola ahogaría su voz. Metió la bola número ocho y brindó a su
adversario una sonrisa de suficiencia antes de coger el dinero que habían
apostado.
—Quiero la revancha —anunció Casey mirando hacia la
mesa de billar lleno de frustración.
—Otro día. —Sacudió la cabeza con rapidez y volvió a
mirar a su alrededor—. Cuando estés sobrio ¿te parece?
Juraría que notaba unos ojos sobre ella, que alguien
la vigilaba. Llevaba semanas sintiendo lo mismo. Dondequiera que fuera, hiciera
lo que hiciera, tenía la sensación de tener una espada de Damocles sobre el
cuello.
Sin embargo, no era posible que la acechara ningún
peligro.
Seguía siendo cuidadosa, igual que lo había sido la
mayor parte de su vida. Jamás había pillado a nadie siguiéndola de cerca ni
vigilándola.
Tampoco había saltado la alarma del coche ni había
detectado nada raro en la de su casa. Nadie la había abordado ni tratado de
entrar en su propiedad.
Pero seguía notando un hormigueo en la nuca. Algo en
su interior le decía que tenía que ser precavida y se sentía extrañamente
inquieta.
Cruzó la pequeña pista de baile vacía y regresó a la
barra. Pidió otra cerveza y puso varios dólares sobre el gastado mostrador.
Kyle, el camarero, deslizó un botellín frío hacia
ella. Lo cogió y se lo llevó a los labios mientas lanzaba otra rápida mirada a
su alrededor.
Había pocas personas a esas horas de la noche. Casi
todas clientes habituales. Gente que solía coincidir con ella y a la que había
investigado a fondo. Incluido el propio Casey. A primera vista no había
detectado nada peligroso en él.
Entonces, ¿por qué demonios notaba ese hormigueo en la
nuca?
—La, necesitas tener una aventura. —Julieta Espósito, una
de las pocas jóvenes presentes esa noche, le brindó una sonrisa y se sentó en
una de las mesas pegadas a la pared—. Es viernes por la noche, ¿no crees que
deberías buscarte un rollo o lo que sea que se tenga a tu avanzada edad?
Lali disimuló una sonrisa, pero sus ojos verdes
brillaron de diversión. Se le rompía el corazón cada vez que miraba a aquella
muchacha. Le pasaba desde el día que la contrató. Julieta Espósito era su prima
segunda. Se había dirigido a Hagerstown con idea de relacionarse con ella, pero
nunca había imaginado que llegaría a conocerla tan bien.
—¿Mi avanzada edad? —Lali arqueó una ceja y contuvo el
pesar que la inundó al pensar que jamás podría revelar su identidad a la
joven—. Se llama experiencia, jovencita, y ya aprenderás lo bueno que es dormir
sola.
Julieta alzó su cerveza con una breve carcajada.
Parecía un poco más extrovertida ahora que cuando había comenzado a trabajar en
el negocio, poco después de que Lali lo hubiese comprado.
—Joder, daría lo que fuera por acostarme con una de
vosotras —gruñó Casey con expresión de borracho.
—Has bebido tanto que mañana no te acordarías —bromeo Julieta
al tiempo que se echaba el pelo por encima del hombro.
Casey parecía tener la misma edad que su prima, quizá
algún año más. Era apuesto, fuerte como un tanque, y actuaba con educada
cordialidad.
Era un nuevo cliente del bar. El día anterior había
comenzado a trabajar en un almacén de madera cercano a las oficinas de la
empresa de ajardinamiento que ella había adquirido unos meses antes.
Llevaba dos noches dejándose caer por allí. Había
tenido que abandonar los Rangers por razones médicas, aunque era difícil
imaginar que el musculoso brazo izquierdo contuviera en su interior los
tornillos y soportes que tenía. La noche anterior le había investigado más a
fondo que a los demás, sólo por su historial militar.
—Mujeres... —gruñó Casey mientras se pasaba la mano
por la mejilla y se sentaba al lado de Julieta—. Son crueles e insensibles.
—Clavó en ellas unos ojos color chocolate y esbozó una ebria y encantadora
sonrisa.
Lali puso los ojos en blanco y Julieta casi escupió la
cerveza que estaba tomando cuando le dio un ataque de risa.
—Bueno, ha llegado el momento de que me despida por
hoy —dijo al tiempo que se levantaba del taburete. La sensación en su nuca se
estaba convirtiendo en un irritante pinchazo.
Casey suspiró con fuerza.
—La me abandona, Juli. Acabará por romperme el
corazón.
—Tu corazón acabará ahogándose en cerveza, Casey —se
rió Julieta—. Vamos, juguemos una última partida de billar.
Casey se tambaleó al ponerse en pie con las pupilas
dilatadas de placer.
—Como quieras. —La amplia sonrisa masculina resultó
ligeramente torcida.
Antes de dirigirse a la salida, Lali volvió la mirada
hacia la barra y escrutó de nuevo a los presentes en busca de algo que le
llamara la atención. Todo inútil.
—Buenas noches, Mar —gritó el camarero cuando se
acercó a la puerta.
La joven no se detuvo hasta el último momento, casi
traicionándose a sí misma al no reaccionar ante su nuevo nombre.
Mar. Todavía no se había acostumbrado a que la
llamaran así. No le resultaba familiar, no se terminaba de hacer a la idea,
pero era el nombre que Peter había elegido, la identidad que él había creado
para ella, así que intentaba aceptarla.
—Buenas noches. —Levantó la mano para despedirse y
atravesó la puerta trasera, pasando ante la pequeña lavandería antes de llegar
al aparcamiento.
Era una zona pequeña, apenas capaz de albergar una
docena de vehículos. No se atrevía a aparcar allí el Viper, ya que le aterraba
que alguno de los clientes saliera demasiado bebido y le diera un golpe.
Era su orgullo y su alegría. Lo único que le quedaba
de Peter. Lo único que tenía para recordar el tiempo pasado con él.
Un maldito coche. ¿No era una pena? Y lo que resultaba
aún más triste era pensar lo mucho que le reconfortaba tenerlo.
Cruzó a paso rápido al otro lado de la calle y se
dirigió hacia las sombras donde había aparcado el deportivo con la llave entre
los dedos.
Apretó el botón del control remoto del Viper cuando
pisó la acera. Se encendieron las luces del vehículo y el motor empezó a
ronronear. Rodeó la parte trasera del coche y en unos segundos estaba sentada
detrás del volante.
Antes de meter la marcha, desactivó la alarma y esperó
la confirmación de que no había nada extraño en la parte inferior del
automóvil.
Ni un localizador ni una bomba. Cualquiera de las dos
cosas hubiera servido para confirmar que la picazón que notaba en la nuca
estaba justificada.
No había nada. «Todo en orden.» Las palabras brillaron
intermitentes en la pantalla digital, informándole de que el coche era seguro.
Había vivido demasiado tiempo huyendo, demasiados años
escondiéndose y preocupándose antes de que Peter la hubiera aceptado en la
Unidad. Esa era la razón de su creciente paranoia actual. No estaba
acostumbrada a la sensación de libertad.
Aceleró y salió del aparcamiento. Una vez en la
calzada, se dijo a sí misma que aquellos años habían quedado atrás. Tenía que
aprender a relajarse en vez de vivir pendiente de luchar y huir. Pero,
sencillamente, no sabía cómo ser libre. Incluso camino de casa, con las
carreteras casi desiertas, seguía buscando entre las sombras.
El trayecto era corto, y el escaso de tráfico en las
calles le aseguró que nadie la perseguía. Pero seguía notando aquel hormigueo
en la nuca y sus sentidos continuaban alerta.
En el pasado, habría confiado en su instinto y se
habría alejado de esa zona como alma que lleva el diablo. Habría empaquetado
todas sus pertenencias y huido a cualquier otra parte. Aquél era el período más
largo de su vida viviendo en un mismo lugar, a excepción del apartamento en la
base de la Unidad. Allí había permanecido ocho años. Durante ese tiempo tuvo la
sensación de que tenía casa y familia; sin embargo, no se dio cuenta de que eso
era lo que sentía hasta que todo hubo acabado.
Una vez que el equipo se disolvió, no había vuelto a
tener contacto con nadie. Cada uno siguió su camino y, aunque conservaba el
teléfono vía satélite de la extinta Unidad, no había recibido ninguna llamada.
La habían olvidado.
¿Realmente esperaba otra cosa?, se burló para sus
adentros. Era la hija del proxeneta que ordenó la tortura de Yeyo. Del monstruo
que había mandado secuestrar a una joven que acabó convirtiéndose en la esposa
de Victorio. Del despiadado ser que asesinó a los padres de Ian.
Había días en los que incluso le asombraba que la
hubieran dejado vivir. Por supuesto, el que hubiera sido ella la que propició
la muerte de su padre contribuyó a que la toleraran y la dejaran formad parte
del equipo. La protegieron y le proporcionaron una vida seguirá mientras
permaneció en la Unidad.
Y ahora tenía que admitir que no se esperaba que la
abandonaran una vez que todo acabó. Había esperado recibir al menos alguna
llamada de Dani, o de Rochi. No que la relegaran al olvido más absoluto.
Cuando salió de la base por última vez se dio cuenta
de que huir no era una opción. Estaba cansada de hacerlo incluso antes de
unirse a las Fuerzas Especiales. Así que, finalmente, echó raíces, pero hasta
ese momento no había sabido lo profunda y firmemente que éstas habían
arraigado. Hasta que comenzó a presentir que le acechaba el peligro y decidió
que, en esta ocasión, se enfrentaría a lo que fuera en vez de huir.
Cuando llegó al camino de acceso a su casa, la puerta
del garaje se deslizó con suavidad para permitirle entrar. Esperó a que la
puerta se cerrara a su espalda y luego la pantalla luminosa del coche le indicó
de nuevo que todo estaba en orden. Entonces apagó el motor, y tiró del freno de
mano.
A su puerta no se acercaba ninguna girl scout
vendiendo galletas. Los vecinos no la visitaban a menudo, pero la saludaban con
la mano al verla pasar y, algunas veces, cuando cortaba la hierba o podaba las
flores, se detenían a charlar con ella. Una vez, una pareja la había invitado a
una fiesta en su casa. No asistió. Se limitó a observarles escondida en las
sombras de su patio, dividida entre el asombro y la envidia ante la inocente
diversión que estaba presenciando. En aquella ocasión, pensó que estar allí
fuera era casi como estar dentro.
La ilusión le sirvió para contenerse y permanecer
agazapada. Las lecciones del pasado estaban demasiado arraigadas: permanecer
escondida, mantener la distancia con todo el mundo, protegerse de un
desconocido enemigo que podría atacarla en cualquier momento.
Era mucho más conveniente no tener amigos, aunque se
sentía satisfecha teniendo vecinos. Veía la rutina de otras personas y eso le
bastaba.
El barrio donde vivía era tranquilo y su nueva vida se
desarrollaba de forma serena y apacible. Le gustaba pensar que en los meses
transcurridos desde que se había mudado a aquella casa se había curado una
parte de su alma.
Entonces, ¿por qué demonios estaba tan inquieta?
Salió del coche y lo cerró con suavidad antes de
dirigirse a la puerta que comunicaba el garaje con la cocina.
El sistema de programación encendió las luces al
instante. Odiaba entrar en una casa a oscuras, igual que odiaba entrar en una
casa vacía.
Quizá había llegado el momento de tener un gato. O
mejor todavía, uno de esos perrillos falderos que siempre había deseado. Porque
si continuaba dejándose llevar la soledad que la atenazaba, iba a terminar por
volverse loca.
Cerró la puerta con llave y conectó la alarma antes de
darse la vuelta y observar la cocina americana, el comedor y la sala de la
casita que se había comprado.
¡Había comprado una casa! Marianella Rinaldi tenía una
hipoteca. No podía huir. Tenía un negocio con empleados y responsabilidades. No
quería huir. No quería regresar a aquel tiempo en el que su vida era un
completo infierno.
Para variar, ansiaba vivir.
Le había llevado un tiempo decidir qué tipo de casa le
gustaba y dónde desearía vivir. Pero en el instante que vio aquella casita con
su patio, se enamoró de ella.
Se había decidido a trasladarse a Hagerstown por Julieta.
Había vigilado a la joven desde que ésta llegó, procedente de Inglaterra, para
asistir a la universidad de Maryland. Era una tradición familiar que los Espósito
enviaran a sus hijos a las mejores universidades americanas para completar su
educación antes de casarse.
Había observado desde lejos a su prima, pero no llegó
a imaginar que surgiera la oportunidad de conocerla. Julieta había llegado a
Hagerstown poco antes de que la Unidad hubiera sido desmantelada, se alojó en
el apartamento que dispuso su familia y, a diferencia de sus otras primas Espósito,
buscó de inmediato trabajo a tiempo parcial. Cuando Lali la contrató para
trabajar en la empresa que había adquirido, la joven le confesó que jamás había
tenido un empleo.
Julieta era de su familia; algo que ella nunca había
tenido. No había esperado nunca llegar a relacionarse con su prima; de hecho,
ni siquiera lo había pensado. Fue la propia Julieta quien la encontró. Solicitó
trabajo la misma semana que Lali asumió la dirección de la pequeña empresa de
proyectos para jardines, y no pudo negarse a contratarla. A partir de ahí
siguió tratando con la simpática muchacha y haciéndose su amiga, aunque le
preocupaba que esa amistad pudiera poner en peligro a su prima. Y tenía que
admitirlo, Julieta era una buena diseñadora. Estudiaban juntas los proyectos de
ajardinamiento antes de que ella hiciera los presupuestos, y luego era Julieta
quien supervisaba la realización.
Formaban un equipo fabuloso. Odiaba pensar que el
talento de su prima llegara a verse desperdiciado si la familia se enteraba de
que estaba trabajando.
Emitió un suspiro de cansancio. A pesar de todo eso, Juli
no fue la única razón de que se hubiese establecido allí. Uno de los miembros
de la antigua Unidad vivía cerca con su esposa y los otros visitaban Washington
D.C. a menudo. Se había preguntado si quizá alguno se pondría en contacto con
ella, pero nadie la llamó y Lali tenía demasiado orgullo para dar el primer
paso.
Suspiró de nuevo y atravesó el terrazo del suelo de la
cocina hasta la brillante madera de la salita. Los colores cálidos eran siempre
una agradable bienvenida en noches como ésa, en las que le parecía que jamás se
libraría del miedo que la había perseguido durante la mayor f parte de su vida.
Las tonalidades anaranjadas del sofá, el sillón y las
sillas armonizaban a la perfección con los tonos terrosos de los cojines y la
manta ligera. Alfombras de colores intensos cubrían el suelo y las vibrantes
cortinas impedían que ojos indiscretos la espiaran por las ventanas. Era su
casa; perderla la destrozaría.
Esa noche no se detuvo a ver la televisión ni a coger
otra cerveza. No se entretuvo en el ordenador para comprobar el correo
electrónico y una simple mirada de reojo al teléfono le indicó que no tenía
mensajes ni llamadas perdidas.
Santo Dios, qué vida tan patética. En los ocho meses
que llevaba allí no había hecho demasiados amigos ni se había acostado con
nadie. Cada parte de su cuerpo le impelía a huir, pero otra, mucho más
importante, le obligaba a quedarse y luchar.
Nada más entrar en el dormitorio comenzó a
desabrocharse la blusa de seda blanca que había combinado con unos pantalones
vaqueros. Sólo quería darse una ducha e ignorar los intensos latidos de su
corazón. Le palpitaba con tanta fuerza que apenas podía respirar a causa el
terror que inundaba su cuerpo. Dios, aquellos ataques de pánico comenzaban a
volverla loca.
Debería haber hecho caso a su instinto.
Continuará...
noooooooooooooooooooooooo
ResponderEliminarmassssssssssssssssssss
porfis m,as
esta re interesante ke
intuitiva ke resulto ser
jejejeje
massssssssssssssssssssssss
=)
Muy bueno!Q fea esa sensacion q tiene!
ResponderEliminarQ complicado q es su pasado!Realmente vivir en la Unidad todos esos años le deben haber servido para sentirse segura peroo ahora se encuentra nuevamente con ese pasado q la persigue!Q llegue Peter!
ResponderEliminarEl coment es mío!Lina!
EliminarLALI pobre sentir k te vigilan y no poder hacer nada.
ResponderEliminarLALI ojala no le pase nada y logre seguir adelante.
ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
MASSSSSSSSSSSSSSSSSS
me encanto!!!!!! ya quiero saber como va hacer ese reecuentro laliter!!
ResponderEliminarespero más nove
Es peter??? o agustín el que siente que la vigila Pobre lali se siente sola!! más!!
ResponderEliminarme encantaa!!!
ResponderEliminarMasssss capi
ResponderEliminarDespués d la experiencia ,me da k está más k capacitada ,pero el miedo es libre .Buenísimo k sienta k la siguen y aunque ella se crea paranoica,es muy intuitiva.
ResponderEliminarK joya d padre,menos mal k está muerto ,xk mejor perderlo k encontrarlo.
ResponderEliminarQuien será quien la vigila?? Acaso será el equipo de Peter o será de los malos???
ResponderEliminarSu prima si en buena????
Tengo muchas preguntas :) espero el próx. Cap gracias!!!!
@Titel842
Feliz día internacional d LA PAZ.
ResponderEliminarQuz paso.
ResponderEliminarCasey no sera uno de las Fuerzas Especiales que Peter mando para controlar a Lali? Espero que sea Pitt o alguien de la F.E. y no uno de los quieren matarla!!
ResponderEliminarEspero el proximo
Besos
maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas =)
ResponderEliminar@RochiMyWorld_
mas mas mas mas
ResponderEliminarHahahahaha esta buenísima uuu lali es súper negativa espero q pronto cambie la actitud hahah q intriga mas mad
ResponderEliminarmaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas
ResponderEliminarmaaaaaaaaaaaaaaaaas
ResponderEliminarsubi otro!
ResponderEliminarchan espero que no le pase nada malo :/ @LuciaVega14
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