No se había despedido de ella. A Lali le dolería que
no le dijera algo antes de irse, y lo último que quería era hacerle daño.
Oprimió el timbre con el índice para anunciar su
presencia y esperó. En vez de responderle por el interfono, Lali abrió la
puerta metálica.
Capítulo
3
Allí estaba, inmóvil ante él.
La seda negra fluía sobre sus pechos y el pelo enmarcaba
la cremosa perfección de su rostro.
Los brillantes ojos lo observaron con cautela mientras
sus pezones se endurecían y presionaban contra la tela que los cubría,
tentándole a capturarlos en la hambrienta profundidad de su boca.
Joder, debería haberse ido directamente a su
apartamento. No debería estar allí.
Iba a hacer justo lo que se había prometido a sí mismo
que no haría.
—Peter. —Su nombre era una caricia en aquellos labios.
El suave y jadeante sonido resultó ronco y dolorido. Contenía una pregunta, un
atisbo de esperanza.
—¿Estás haciendo las maletas?
No era eso lo que quería decir. Lo que ansiaba era
alargar la mano y arrancarle aquel maldito vestido, empujarla contra la pared y
sumergirse en las dulces y cálidas profundidades de su sexo.
Sería muy estrecha. No había tenido un amante en los
años que llevaba en la Unidad. Sabía que era así. La había vigilado como un
halcón cada segundo y se hubiera enterado en el mismo instante en que
ocurriera.
Lali se había sacrificado por la Unidad, pero ¿qué le
había reportado ésta a ella? No tenía familia ni amigos, conexiones ni raíces.
La iba a arrojar a los lobos.
—Sí, estoy haciendo el equipaje —respondió la joven al
cabo de un momento. Se dio la vuelta y se adentró en la estancia, pero antes él
alcanzó a ver un atisbo de dolor brillando en sus ojos—. ¿Quieres algo más?
Por supuesto que quería algo más.
El sofá y el sillón de flexible y suave cuero estaban
orientados hacia el monitor plano fijado a la pared, y debajo había una mesa de
trabajo con un teclado inalámbrico y un ratón.
Vio una manta de flores en el respaldo del sillón y
una taza de té, todavía humeante, sobre una mesita auxiliar.
Una de las paredes estaba cubierta por una estantería
llena de libros. Entre los volúmenes había pequeñas figuras; regalos que había
recibido de sus compañeros por Navidades o por su cumpleaños. Divertidos
dragones de colección. Era lo único que la joven coleccionaba. Caprichosos e
imaginativos dragones; algo totalmente distinto a la realidad en la que estaba
envuelta su vida.
No los había empaquetado todavía. Salvo los pocos
volúmenes que había guardado en las cajas, abiertas en el suelo, los libros
seguían en los estantes.
—Todavía te queda mucho por hacer —señaló Peter mirando
a su alrededor.
La estancia estaba muy limpia. Incluso las cajas
cerradas estaban apiladas en pequeños montones que aguardaban para ser
trasladados al día siguiente.
—Estaré lista a tiempo. —Lali se encogió de hombros
despreocupadamente.
Aquellos salvajes ojos negros cayeron sobre él
haciendo que su erección se endureciera todavía más y que recordara todo lo que
no podía tener. Todo lo que se negaba a tener.
No es que no pudiera acostarse con ella; podía. Y Dios
era testigo de que la deseaba de tal manera que su cuerpo estaba a punto de
arder de necesidad. Pero sabía que si dejaba en libertad aquella exigente ansia
de posesión que le embargaba, los dos quedarían destruidos.
—¿Qué es lo que quieres, Peter? —preguntó la joven
finalmente, acomodándose en el sofá con una pierna debajo del cuerpo antes de
recostarse contra los cojines—. Parece como si creyeras que yo quiero algo de
ti, pero sé que ya no hay nada que hacer.
El pesar que escuchó en su voz le hizo estremecer. Era
como si lo hubiera perdido todo. Como si se hubiera rendido. Y él se sentía
igual. Habían matado algo que ni siquiera habían permitido que naciera.
No, no quedaba nada por hacer.
Tensó la mandíbula para contener el deseo de acercarse
a ella, de empujarla contra los cojines y tomarla de una vez.
Pensó que sólo serían necesarios cinco segundos. La
aplastaría contra el sofá, le subiría aquel etéreo vestido hasta las caderas y
se enterraría entre sus deliciosos muslos en apenas un instante.
Y cometería el mayor error de su vida.
Lali necesitaba mucho más de lo que él podía darle, de
lo que podía permitirse ofrecerle a cualquier mujer.
Además ella era, esencialmente, una compañera de
trabajo. Y él era su superior, aunque también era cierto que la Unidad se había
desmantelado.
—Peter, si no dejas de mirarme como si estuvieras a
punto de estrangularme, comenzaré a preocuparme.
No sonaba preocupada en absoluto, sino irritada,
inquieta, quizá algo frustrada.
—¿Quieres que te ayude a hacer el equipaje? —preguntó
por fin.
No estaba preparado para verla partir. Cuando
amaneciera, llegaría la empresa de transporte que se llevaría sus pertenencias
y Lali les seguiría en cualquiera de los rápidos y caros deportivos que
guardaban en el garaje. Peter le había dado a elegir uno de los coches, algo
que no había ofrecido a ningún otro miembro de la Unidad.
—No necesito tu ayuda. —Había un cierto deje en su
voz, un atisbo de impaciencia y desengaño que amenazaba con hacer estallar la
espita que encendería el inflamable temperamento de Peter.
—Lo dejarás para el último minuto y harás que se
retrasen los transportistas. Estarán dando vueltas por aquí mientras tú das
órdenes a diestro y siniestro —masculló él, dejándose llevar por la creciente
frustración—. Maldita sea, Lali, tenemos que respetar un horario.
—Sabes muy bien que soy puntual cuando es necesario.
—La joven entrecerró los ojos calculadoramente, mirándole con un cierto brillo
de curiosidad en las pupilas.
Detestaba que ella le mirara de esa manera, como si de
repente captara algo en su mirada o en su expresión; una pieza más del
rompecabezas que Lali estaba montando.
Pero él no era un maldito rompecabezas. Era un hombre
jodidamente excitado que intentaba contener su irrefrenable deseo.
¿Qué demonios esperaba Lali de él?
—¿Quieres que te ayude a hacer el equipaje o no? —Peter,
furioso, cruzó los brazos sobre el pecho, canalizando toda su frustrada lujuria
y convirtiéndola en irritación.
La irritación era un sentimiento mucho más fácil de
manejar cuando tenía que enfrentarse a una condenada bruja decidida a
provocarle.
—No. Lo cierto es que no necesito tu ayuda. —Lali se
puso en pie lentamente, como una gata relamiéndose tras levantarse de su lecho
favorito.
—Necesitas que alguien te eche una mano —gruñó él
mirando de nuevo a su alrededor—. ¿Has recogido ya las otras habitaciones?
Ella entrecerró todavía más los ojos.
—Sólo falta el salón. ¿Quieres comprobarlo, papi?
¿Quieres asegurarte de que he cumplido tus órdenes?
La fingida dulzura que rezumaba su voz hizo que
apretara la mandíbula. Aquella mujercita de uno sesenta amenazaba con hacerle
estallar como un polvorín, y, por desgracia, el sentido común parecía haberle
abandonado esa noche.
—No me llames «papi», Lali. Sé muy bien lo que sentías
por tu padre.
—Sólo estaba tratando de bromear, Peter —replicó
arrastrando las palabras sin que por ello desapareciera el peligroso brillo que
titilaba en sus pupilas—. No sentía nada por mi padre. En realidad jamás se
comportó como tal. Los donantes de esperma no cuentan.
Y eso era lo que había tenido Lali. Habían secuestrado
a su madre para violarla y después quisieron convertirla a ella en una yegua de
cría de su propio hermanastro.
—Has tenido semanas para prepararlo todo —le recordó
él—. Ya deberías estar lista.
Algo distinto brilló entonces en sus ojos, algo que él
hubiera jurado que era pena.
Y si no lo era, se trataba del mismo sentimiento que
crecía en su interior. Un furioso rechazo a alejarse de ella.
Frunciendo el ceño, Lali se acercó a él con una fría
mirada y se detuvo justo delante.
—Dime ¿a qué has venido en realidad? —Arqueó
lentamente una ceja al tiempo que cruzaba los brazos bajo los pechos, elevando
los delicados montículos y tentándole de una manera que amenazó con
resquebrajar su control.
Cada músculo de Peter se puso en tensión.
Dios, no. No era posible que estuviera desafiándole,
no cuando ese reto potenciaba aquello que él estaba sintiendo.
—¿Qué quieres decir?
—¿Por qué no me dices de una vez lo que quieres de mí,
comandante? —inquirió ella con un atisbo de cólera en la voz que le hizo
apretar los dientes con determinación—. Has sido un auténtico tirano conmigo
durante años. Cuando no me has ignorado, has ordenado a tus agentes que se
apartaran de mí. Compórtate como un hombre, Peter. Descubre si puedes manejarme
o lárgate de mi apartamento.
Existían retos que un hombre no podía ignorar por
mucho que lo intentara, por mucho que lo deseara. Ese era uno de ellos.
¿Que se comportara como un hombre?
Lali no tenía ni idea de qué estaba provocando.
—No me desafíes —le advirtió, cerrando los puños—.
Puede que no te gusten las consecuencias.
—Así que no te atreves —respondió la joven sin
titubear—. ¿Qué pasa, Peter? ¿Te asusta no poder alejarte de mí con tanta
facilidad como te alejaste de todas las amantes que han pasado por tu cama
estos últimos años?
El desprecio que destilaba la voz de Lali le hizo
tensar la mandíbula, pero fue el dolor en su tono y en su mirada lo que le
desgarró por dentro. Odiaba escucharlo aunque estuviera teñido de burla.
Durante años había visto ese dolorido anhelo en su mirada, la necesidad de algo
más. Demasiado tiempo. No podía volver a escucharlo.
—Puedo alejarme de cualquier mujer, Lali. —Intentó
mantener un tono suave y tranquilo a pesar de que su control pendía de un hilo.
Vio cómo ella apretaba aquellos carnosos labios y
respiraba hondo. Los ojos mostraron un sospechoso brillo; no de lágrimas, Lali
no lloraba con facilidad. ¿La había visto llorar alguna vez en todos aquellos
años? No, definitivamente no.
—¿De veras? —Ladeó la cabeza—. No te creo, Peter. No
puede ser que no necesites a nada ni a nadie. Te debes de sentir muy superior
al resto de los mortales.
El mordaz y agudo tono femenino hizo imposible que él
mostrara el gélido desdén que hubiera mostrado con cualquier otra mujer. No
podía porque, simplemente, no lo sentía. Lo único que sentía era el pene tan
duro que podría romper el acero. Las oscuras emociones que Lali le hacía sentir
iban mucho más allá de la cruda lujuria. Ése era el quid de la cuestión; la
razón por la que se mantenía tan alejado como le era posible.
—No me siento superior, Lali. —Si era sincero, en
realidad, sentía todo lo contrario. Tantos años observando la felicidad que
inundaba a hombres que una vez habían sido fríos y duros guerreros, le habían
demostrado que su vida estaba vacía.
Se recordó a sí mismo que eso era algo que había
asumido hacía mucho tiempo. No podía borrar los errores cometidos en el pasado.
La sangre y la furia que manchaban los días más sombríos de su existencia jamás
podrían ser olvidadas.
—¡Mientes! —La cólera inundaba la voz de Lali, pero
era puro deseo lo que reflejaban sus ojos—. Te crees superior a tus hombres,
les miras por encima del hombro con esa arrogante nariz tuya como si fueran
niños recalcitrantes que necesitaran un castigo por haberse atrevido a amar.
Todos lo saben.
Peter se sorprendió al oír aquello. ¿Sus hombres
pensaban eso? ¿Su propio sobrino? ¿Pensaban que él se consideraba superior
porque ellos habían sucumbido al amor?
Nada más lejos de la verdad.
Era muy consciente de que sus hombres poseían mucho
más que él. Para empezar tenían a alguien a quien abrazar en las largas noches
de invierno, mientras que él tenía la soledad como única compañera.
—Lali, ¿de verdad crees eso? —Peter dio un paso
adelante, sintiendo cómo se mezclaban en su interior llamaradas de deseo con
otras de ofendida cólera.
Antes de acudir al apartamento de la joven se había
prometido a sí mismo que no la tocaría, que sólo se despediría de ella.
Ahora sabía que despedirse no sería suficiente.
—¿Por qué no te largas, Peter? —repuso ella con un
leve deje de sarcasmo. Sus tentadores ojos de bruja ardían furiosos entre sus
largas pestañas—. Ahí tienes la puerta.
El atractivo acento francés de Lali sólo aparecía en
las situaciones más extremas, pero siempre hacía vibrar los sentidos de Peter.
Sí, hacía vibrar sus sentidos, pero donde realmente
estallaba era en su pene: endureciéndolo, tensándole los testículos; un
doloroso tormento que le llevaba a límites insospechados.
Eso era lo que ella le provocaba. Le sacaba de quicio
de tal manera que no había nada que pudiera hacer para impedirlo. Le inundaba
la sangre como un veneno, como una potente droga que le privara del control y
del orgullo, impidiéndole recurrir a su auto-dominio para intentar alejarse de
ella.
—No sigas desafiándome —le advirtió.
—Entonces, vete de una vez. —Los pechos de Lali se
erguían ante él con los pezones tan duros debajo de la seda que a Peter no le
extrañaría que perforaran el tejido en cualquier momento.
El deseo de humedecerse los labios fue casi incontenible.
La necesidad de tomarla, imperiosa.
—Sí, podríamos echar un polvo —gruñó finalmente—. Eso
es lo que quieres, lo que los dos queremos, pero, ¿te has parado a pensar en lo
que ocurriría mañana por la mañana?
—¿Acaso habrá un mañana después? —replicó la joven al
instante con ferocidad—. ¿No fuiste tú quien me dijo en una ocasión que podrías
follarme, pero que después tendrías que matarme? ¿Por qué no me lo demuestras?
¿Qué estaba insinuando? ¿Acaso estaba llamándole
«cobarde»?
Maldita mujer. No sabía cuándo debía mantener la boca
cerrada ni cuándo poner a salvo su sensible corazón.
Continuará...
Y ahora qué pasará?? JA
maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas =)
ResponderEliminar@RochiMyWorld_
Me puse al dia con los capis, copada la nove
ResponderEliminar@Pela_Teamo
Esa se viene rock
ResponderEliminarmaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas :)
ResponderEliminarMasss noveeeeeeee
ResponderEliminarse siente se siente laliter ya se viene jejeje
ResponderEliminarwoooooow me encantaaa :D
ResponderEliminarme encanta como esta peter y su intento por controlarse jajajajja
ahhhhhhhhhhhhhhhh
ResponderEliminarmasssssssssssssssssss
nove plissssssssssssss
=)
Oooooh va genial esta nove <3 Lo esta desadiando Lali, eh? JAJAJA no me la dejes asi Juli!!!! Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas plase <3
ResponderEliminar@Camhii_Infante
Massssssss capiiiiiii
ResponderEliminarme encanta!!!!!!!!!! quiero más nove!!!!!!!
ResponderEliminarMuy zarpada la nove
ResponderEliminarwow!! Que caracter tiene estos dos, cuando todo la energía acumulada sea canalizada pobre del que este cerca ja ja más!
ResponderEliminarOllas a presion son estos dos!Se respira ALTA TENSION SEXUAL!
ResponderEliminarPETER cuando fue a verla creo k no se esperaba esa reaccion de LALI.
ResponderEliminarLALI obvio ya no soporto mas y se atrvio a decirle ls cosas pero eso tendrna sus consecuencias.
ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
AAAAAAAAAAAA
ResponderEliminarLO QUE SE VIENE
MASSSSSSSSSSSSSSSSS
nunca sabemos cuando cerrar la boca para no lastimar nuestro corazon
ResponderEliminargenial el capitulo
como lo desafia a peter
para mi q el se va a arrepentir y no va a hacer nada
beso
Me encantó me encantó, los dos se aman y desean y no lo quieren decir por miedo al amor.
ResponderEliminar@Masi_ruth
me muero vaya dos dios mio, que pasara ?
ResponderEliminarnooooooo porque nos dejas asi no es justooo
ResponderEliminarmas
ResponderEliminarOTRO!!
ResponderEliminarMAAS!!
ResponderEliminarmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaassssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarjajaja lo dije que Peter no se iba a resistir mucho tiempo! jajajja y que no le de la culpa a Lali porque lo ha desafiado! jajaja
ResponderEliminarMe mataste con esa parte:
—Sí, podríamos echar un polvo —gruñó finalmente—. Eso es lo que quieres, lo que los dos queremos, pero, ¿te has parado a pensar en lo que ocurriría mañana por la mañana?
—¿Acaso habrá un mañana después? —replicó la joven al instante con ferocidad—. ¿No fuiste tú quien me dijo en una ocasión que podrías follarme, pero que después tendrías que matarme? ¿Por qué no me lo demuestras?
jajaja Peter la mataria solo para que nadie mas que el la tuviera! jajajaja
Espero el proximo
Besos
Giada :D
Massssssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarte espero :)
Tanto amor k destilan ,y tantos años perdidos x el temor al mañana.¡Hay k vivir el aquí y ahora!.
ResponderEliminarmass mas mas mas mas mas maaaaaas
ResponderEliminarAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH dios mio!!!!!!!!! estan los dos on fire!!!!!!! los amoooo @LuciaVega14
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