Hola, hola.. estuve a full en el finde y no pude subir. Perdón! Pensé en hacer algo como un maratón, pero no sé.. ya casi no comentan entonces no sé si podríamos hacer porque no me gusta poner la cantidad de comentarios para subir otro cap, pero obvio que me gusta y quiero que ustedes comenten :( Hay muchas visualizaciones, y sé que muchas no pueden o no quieren comentar... pero me gustaria saber que les parece la nove! Bue, disfruten! Capítulo un poco HOT.
Nada más entrar en el dormitorio comenzó a
desabrocharse la blusa de seda blanca que había combinado con unos pantalones
vaqueros. Sólo quería darse una ducha e ignorar los intensos latidos de su
corazón. Le palpitaba con tanta fuerza que apenas podía respirar a causa el
terror que inundaba su cuerpo. Dios, aquellos ataques de pánico comenzaban a
volverla loca.
Debería haber hecho caso a su instinto.
Capítulo
10
Cuando entró en el dormitorio, las luces se apagaron
de golpe y la puerta se cerró ruidosamente a su espalda.
Segundos. Sólo disponía de unos segundos para escapar
o intentar alcanzar el arma que guardaba al otro extremo de la habitación.
Había comenzado a moverse cuando notó que unos dedos
callosos apretaban su hombro en un claro intento por detenerla. Dio una patada
en esa dirección y se vio recompensada con un ruido sordo al alcanzar su
objetivo, pero no escuchó gemidos de dolor ni que nadie cayera al suelo.
Corrió a través de la habitación y tuvo la sangre fría
de agacharse. Entonces forzó la vista en la impenetrable oscuridad intentando
percibir alguna sombra en movimiento o el brillo de un arma. Aún no estaba
cerca de la mesilla de noche, donde tenía escondida la pistola.
Una fría determinación reemplazó al pánico. Ya no
sentía miedo. Había dejado de sentirlo años antes de unirse a la Unidad de
Fuerzas Especiales, incluso antes de conseguir acabar con su hermano y su
padre. Nunca se había sentido realmente libre y lo que estaba ocurriendo no era
más que la confirmación.
Estaba en desventaja. Vestía una prenda blanca y
quienquiera que estuviera en la habitación iba de negro de pies a cabeza.
Combatir contra un adversario al que no podía ver era casi imposible. Lo único
positivo era que el desconocido no la había matado a pesar de que habría podido
hacerlo sin problemas.
No era capaz de ver ningún movimiento. Odiaba jugar al
gato y al ratón.
Avanzó lentamente hacia la mesilla donde escondía el
arma y abrió el primer cajón.
Rozó con los dedos una toalla doblada que también
guardaba allí, a pocos centímetros de la pistola, y justo en ese momento vio
una sombra que se movía velozmente hacia ella sin ninguna clase de advertencia.
Sólo un ataque rápido y silencioso.
Saltó sobre la mullida alfombra y se lanzó sobre el
asaltante, consiguiendo casi derribarlo. Trató de escapar, pero unos dedos
fuertes le aferraron el tobillo cuando intentó alejarse. Se zafó del agarre y
rodó a un lado antes de que un pesado y duro cuerpo masculino cayera sobre
ella, aprisionándola contra el suelo. Desesperada, se retorció como pudo en un
intento de recobrar la libertad.
Curvó los dedos como garras e intentó arañar la cara
del intruso antes de que éste le sujetara las muñecas y le inmovilizara las
piernas con los muslos. Fue entonces cuando un olor demasiado familiar inundó
sus sentidos.
—Te has puesto una prenda blanca, Lali. Pensaba que te
había enseñado mejor.
Peter.
Se quedó paralizada. Su corazón se detuvo durante un
segundó y luego comenzó a latir con rapidez, impulsado por la adrenalina y la
excitación sexual. Su ansia por sobrevivir se transformó en lujuria. Su cuerpo
se calentó y una ardiente oleada de placer la atravesó de arriba abajo,
haciéndola consciente de la frialdad que la había envuelto durante los últimos
nueve meses. Fue como si, de repente, la despertaran de un largo letargo. Y eso
fue sólo el principio. De pronto sólo podía sentir; arder. Su piel estaba
demasiado sensible. Su deseo por aquel hombre era demasiado intenso.
Peter le apretó las muñecas cuando ella intentó
soltarse, cuando su ansia de escapar se transformó de golpe en una emoción que
no comprendía. Era hambre, necesidad... algo que la aterrorizaba.
—¡Quítate de encima! —siseó furiosa—. ¿Qué demonios
haces aquí?
Peter interrumpió sus palabras cubriéndole los labios
con los suyos, inclinándose sobre ella y consiguiendo inclinar la balanza hacia
un deseo tan voraz que la dejó indefensa y sin otra posibilidad que aceptar el
beso y pedirle más.
Abrió los ojos y los volvió a cerrar. Una extrema
debilidad sensual la inundó, haciendo que la sangre le hirviera en las venas
con una fuerza que casi la cegó. El placer la envolvió y la convirtió en su
esclava mientras sus lenguas se acariciaban, batiéndose en un erótico duelo.
Estaba hambrienta del sabor de Peter, de las
sensaciones que él le provocaba. Necesitaba borrar los meses de soledad, las
semanas de inseguridad y frialdad. Se arqueó hacia él gimiendo y dejándose
llevar por el deseo que la desgarraba, por la desesperación que anulaba su
sentido común.
Peter le soltó las muñecas y le ahuecó la cara con una
mano al tiempo que poseía su boca, lamiéndola y ronroneando contra sus labios.
Lali estaba desesperada por tocarle. El mundo podría estallar a su alrededor en
ese momento y le daría igual.
Sólo importaba aquel beso.
Se curvó hacia él, separó las piernas y alzó las
caderas para que Peter pudiera acomodarse entre sus muslos. La dura evidencia
de su erección pujaba contra la prisión que suponían sus pantalones y le
presionaba el clítoris en una erótica caricia.
Nueve meses de noches solitarias, de tortuosas fantasías
recordando unas caricias que, en ocasiones, llegó a pensar que la habían
marcado a fuego, que la habían dejado muerta por dentro. Y ahora, en menos de
un segundo, volvía a sentirse viva.
Un intenso calor que nació en lo más profundo de su
interior se dirigió precipitadamente a su hinchado clítoris y amenazó con
hacerla estallar.
Había soñado con las caricias de Peter. Se había
despertado algunas noches llamándole y, ahora —¡oh, Dios, sí!—, estaba con
ella. Su cuerpo era duro y exigente encima del suyo, su erección palpitando
tras la bragueta.
La presión del grueso miembro sobre el sensible
clítoris provocaba en ella un desgarrador deseo. Lali friccionó su lengua
contra la de él, enredó los dedos en sus cabellos para acercarle más y rezó
para que no fuera un sueño. Estaba desesperada por grabar cada sensación en su
memoria, en cada célula de su cuerpo, para poder recordarle cuando no
estuviera. Para acordarse hasta del más pequeño detalle que la ayudara a
calentarse en las gélidas noches que la esperaban.
Era consciente de que no se quedaría con ella. Sin
embargo, fuera por la razón que fuera, ahora estaba allí. Abrazándola,
tocándola, besándola con la misma hambre desesperada que Lali había padecido
tantas noches.
Peter le rasgó la blusa e hizo saltar los botones
mientras ella se retorcía contra él y le sacaba la camiseta de la cinturilla de
los pantalones para poder acariciar la ardiente piel. En respuesta, Peter le
presionó la palma de la mano contra el estómago antes de ocuparse del cierre
delantero del sujetador, consiguiendo que ella olvidara la necesidad de
explorar la dura superficie que encontró debajo de la camiseta.
El broche se soltó con suavidad, exponiendo con súbita
violencia los generosos senos, y de pronto Peter interrumpió el beso. El sonido
rudo y jadeante de sus respiraciones inundaba la estancia mientras se miraban
en la oscuridad. Al cabo de unos instantes, como si no pudiera resistir la
tentación, él inclinó la cabeza y deslizó los labios hasta la cima de uno de
sus pechos.
El contacto de la boca de Peter en el enhiesto pezón
provoco una chispa eléctrica que fue directa al vientre de la joven, a su
clítoris hinchado, y le hizo impulsar las caderas hacia arriba en un apremiante
e involuntario movimiento que presionó su sexo contra la dura erección. Al
instante, el placer inundó su cuerpo e hizo añicos todas sus defensas. Contra Peter
no existían barreras, sólo un fuego abrasador, besos llenos de pasión,
caricias... Posesión.
Un excitante calor pareció envolver su pezón cuando él
lo succiono. Lo chupó profundamente y cada movimiento envió una electrizante
ráfaga a lo más profundo de las entrañas de la joven.
La sensación que le provocaba aquella boca y el enorme
cuerpo masculino que la cubría, dominándola, era exquisita. Por primera vez en
nueve meses se sintió viva. Se sintió protegida y a salvo. Volvía a ser mujer
otra vez en lugar de la sombra sin vida que se levantaba cada día.
—Peter. —Se arqueó contra él y susurró su nombre con
hambrienta demanda—. Oh, Dios. Hazlo más fuerte. Más fuerte. — Necesitaba más.
Ansiaba esa amalgama de placer y dolor que sólo él podía darle.
Pero Peter le dio un último beso en el pezón y alzó la
cabeza. El brillo de sus ojos verdes apenas era perceptible en medio de la
penumbra de la habitación.
—No te detengas —le suplicó—. Maldita sea, Peter, no
te detengas ahora.
—Bruja —gruñó él en las sombras, con la voz ronca por
la excitación.
Al sentir el roce de la barba incipiente contra la
curva del pecho, Lali tuvo que cerrar los ojos ante las abrumadoras sensaciones
que la recorrían. Quería tocarle. Quería sentirle contra su cuerpo. Necesitaba
que esos duros músculos masculinos se apretaran contra sus suaves curvas.
Anhelaba la cálida fuerza de su miembro en su interior.
Los recuerdos de la única vez que hicieron el amor la
atormentaban, la rondaban sin cesar. Quería una oportunidad más. Sólo una vez
más, se prometió a sí misma. Luego ya encontraría la manera de vivir sin él.
Le pasó las manos por la espalda y los hombros al
tiempo que se arqueaba hacia él. Deslizó los dedos más abajo, para agarrar la
cinturilla del pantalón, y entonces se tropezó con una pistola.
Lali se quedó paralizada al tiempo que escuchaba la
blasfemia que emitió Peter.
El sólo llevaba su arma encima cuando estaba en una
misión. No era un adorno ni un accesorio personal; la llevaba por protección,
así que no había ido hasta allí para estar con ella.
La joven todavía podía sentir sus labios en la curva
del pecho, después de que él levantase lentamente la cabeza y la observara con
los ojos muy brillantes en la oscuridad. Lali le sostuvo la mirada con una
cansada resignación. Debería de haberse imaginado que no estaba allí únicamente
para verla.
Entonces regresó el pánico estremecedor que se
originaba en sus entrañas y que le era tan familiar. El deseo de correr, de
esconderse, de cambiar de nombre, de cara, de casa. Aquella horrible certeza de
que el instinto le avisaba del peligro, que no era una simple paranoia.
—¿Por qué estás aquí? —susurró, odiando el temblor que
percibió en su voz—. Creo que los dos sabemos que no es por mí.
Lali soltó el arma cuando Peter se alejó y se sentó
junto a ella en el suelo. Le oyó suspirar, un sonido lleno de pesar.
—Estoy aquí por ti —afirmó él.
—Sí, pero no has venido para acostarte conmigo
¿verdad? —le espetó Lali con sarcasmo.
—No —admitió él—. No he venido por eso.
Peter la cogió de la mano y la ayudó a incorporarse.
—No te levantes ni enciendas la luz —le ordenó cuando
ya estaban sentados—. Haz la maleta, te vienes conmigo.
No podía ver los ojos de Lali, pero tampoco era
necesario, Notaba su tensión en el aire que le rodeaba y casi agradeció a Dios
no tener que ver su mirada. Había veces en las que un hombre sabía que no podía
enfrentarse a determinadas emociones.
Ver el destello de terror en sus ojos o observar el
cambio de su expresión habría provocado que sintiera de nuevo en el pecho aquel
extraño pesar ante el que no sabía qué hacer. Ella ya había sufrido demasiado.
Ver cómo se incrementaba su dolor, su miedo, lo haría sentirse un canalla.
Aunque no tenía que verlo para sentirse así. Ya sabía
que lo era.
—¿Para qué necesito una maleta? —La vulnerabilidad y
el miedo inundaban la voz de Lali, algo que no había escuchado antes en ella.
Como si el tiempo alejada de la Unidad, los días como civil, la hubieran
suavizado.
Esperaba que no se hubiera ablandado tanto como para
no luchar por sobrevivir.
—Porque tienes que irte de aquí —le explicó—. Ha
llegado el momento de que te vayas, Lali.
—¡No!
Durante un breve segundo Peter tuvo que admitir que
estaba sorprendido. ¡Joder!, hacía muchos años que alguien se negaba a seguir
una de sus órdenes. Siempre tenía un plan para cubrir cada contingencia, pero
ahora se encontraba perdido.
Lo que explicó que la joven lograra levantarse,
acercarse a la lámpara de la mesilla de noche y encenderla sin que él pudiera
detenerla. Así obedecía ella la orden de seguir en el suelo y no encender
ninguna luz.
Lali estaba desnuda de cintura para arriba. Tenía los
pechos hinchados y sonrojados; los pezones enhiestos y tan apetecibles como un
dulce caramelo que hizo que su boca se inundara de saliva por el deseo de
volver a saborearlos. Santo Dios, su pene estaba tan duro y palpitaba tan
dolorosamente que casi le hacía olvidar cualquier pensamiento sobre seguridad.
Sin embargo, en vez de obligarla a tenderse de nuevo
en el suelo, fue él quien se puso en pie mientras la observaba coger una
camiseta negra del armario y pasársela por la cabeza.
Delgada, esbelta y frágil. Lali parecía tan quebradiza
como una muñeca de porcelana con las mejillas sonrojadas y los rizos
enmarcándole la cara. Los enormes ojos lanzaban chispas. La camiseta y los
pantalones vaqueros la hacían parecer una diosa del sexo con la voz ronca,
preparada para conquistar. Sin duda alguna suponía una amenaza para la libido de
un hombre; para llevarlo a la locura.
Se pasó los dedos por el pelo e intentó dejar a un
lado la imagen que aparecía en su mente, en la que él la tiraba de nuevo al
suelo y la penetraba sin tregua. Su objetivo era mantenerla con vida hasta saber
quién había averiguado que seguía viva y dónde encontrarla.
—Alguien puede estar vigilándote, La, por eso no
quería que estuvieran encendidas las luces —le informó—. Sabemos que llevan una
semana observándote y tienen órdenes de secuestrarte tan pronto como sea posible.
Al oír aquello, Lali apartó la mirada con rapidez y
cerró los ojos con cansada resignación.
—Tenía la sensación de que me seguían.
La aceptación en su voz le conmocionó. ¿Lali era
consciente de que su identidad podía haber sido descubierta y no se había
puesto en contacto con él? El solo hecho de pensarlo le aterraba.
—¿Sabías que alguien te estaba siguiendo y no te
fuiste de aquí? —Una ira, lenta y abrasadora, empezó a inundarle poco a poco.
Que la observaban ya no era sólo una sospecha, ella se lo estaba confirmando—.
¿Por qué no me has llamado? ¿Por qué no has ido a una de las casas seguras?
Él había previsto todas las posibles contingencias,
encargándose de preparar ocho casas seguras en distintos puntos del país. En
cada una de ellas había armas escondidas, dinero en efectivo, vehículos y la
posibilidad de crear nuevas identidades hasta poder ponerse en comunicación con
otros miembros del equipo.
¿Por qué Lali no había hecho uso de ellas? ¿Había
siquiera intentado poner a cubierto ese precioso trasero suyo?
La joven agrandó los ojos con fingida sorpresa. Era
una mirada que hacía que las manos de Peter ardieran por las ganas de zurrar
sus deliciosas nalgas.
—¿Quieres saber por qué, Peter? Porque ahora no huyo.
Si te hubiera llamado o ido a una de esas casas seguras tuyas, me pasaría el
resto de mi vida huyendo. Y ya me he cansado de hacerlo. —La última frase la
dijo con una expresión de cansancio tan abrumador, que a Peter se le puso un nudo
en la garganta. Lali negó con la cabeza y se pasó la mano por la cara en un
gesto de dolorosa vulnerabilidad—. Estoy cansada, Peter. Quiero que todo esto
termine de una manera o otra.
A Peter le pareció que le dolían los brazos por la
necesidad de apretarla entre ellos, de consolarla. ¿Cómo coño iba a enfrentarse
a esa situación? ¿Cómo se suponía que conseguiría mantenerla a salvo cuando
dominar sus emociones era, de repente, más difícil que nunca?
Maldita fuera. Lali le hacía sentir. Provocaba
extrañas e incontrolables sensaciones en su interior, por mucho que él
intentara mantener todas sus barreras en alto. Era la única persona, hombre o
mujer, capaz de tocar su alma.
—Haz la maleta. —No pensaba pelearse con ella ahora.
Su vida era demasiado importante para él. Tenía que centrarse en lo primordial
y dejar todo lo demás en un segundo plano—. Cuando estés a salvo discutiremos
lo que vas a hacer o no. Pero por ahora nos largamos de aquí lo más deprisa
posible. Lali, o te vienes por las buenas o te llevo al hombro, atada y
amordazada. Tú eliges.
Continuará...
Me saca la preocupación de peter por lali, pero no le puede decir sus sentimientos, y termina siendo él el que más la lastima!! más!!
ResponderEliminaramoo a peteer cuando impone sus reglaaas, es tan sexy jajaj
ResponderEliminarmaaaaas
@RochiMyWorld_
Dios hace maraton porfq
ResponderEliminarMas!
ResponderEliminarmaaaaaaaaaaaaaaaaaaas haz maratooooon =)
ResponderEliminarOTRO
ResponderEliminarhay me encanto el capitulo el si que la quierer defender!! me encanta que la quiera proteger se nota que se traen una ganas tremendas!! espero el maratón ya!!!!!
ResponderEliminarPeter es tan autoritario y con tanto autocontrol!Q se la lleve cargada y amordazada!Esta muy buena la nove!Se extrañó!
ResponderEliminarmaraton!
ResponderEliminarLindaaaaaaaa yo leo siempre..pero las vezes comiento...voy comentar masss. besos desde brasil..milena
ResponderEliminarMe encanta la nove
ResponderEliminarperdón pero aveces no comento
me encanto el cap
Lu :D
ME ENCANTO HEY NO TE DESANIMES A SEGUIR ME ENCANTAN TUS NOVES!! SIII MARATOON!! ME ENCANTA !!
ResponderEliminarasgkshsl espero que Lali obedezca a Peter y se vaya con el! Ame el cap <3
ResponderEliminar@Camhii_Infante
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ResponderEliminarO
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ResponderEliminarL
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E.
PETER si que vive preocupado x LALI.
ResponderEliminarLALI y no soporta mas vivr co nesa angustia de saber k la pueden atrapar
PETER debe tener el valor para decir lo que siente xk al final el es el mas daño le causa a LALI.
ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
OJALA PUEDAS HACER UNA MARATON
MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
:0 ooo c dios súper hoy y de un momento a otro ese cambio tan drástico uuu pobre lali siempre huyendo :( massss
ResponderEliminarNo entiendo mucho a Peter, porque no le dice que se preocupa por ella y que por eso se tiene que ir, porque se complica deberían unir fuerzas y conocimientos e idear un plan para descubrir quien busca a Lali.
ResponderEliminarGracias por los caps
@Titel842
Estaban tan bien, por qué descubrió el arma.
ResponderEliminar@Masi_ruth
me ecanto! me mata que peter se procupe por ella si tan solo se animara a contarle lo que siente por ella!!
ResponderEliminarespero más noveee
Mas!
ResponderEliminarNove!
ResponderEliminarMas!
ResponderEliminarMaraton!
ResponderEliminarLali lo desestabiliza.
ResponderEliminarjajajajajaja era re delicado atada yy amordzada (? jajajajaja que directo! @LuciaVega14
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