Capítulo 1

Bueno, acá les dejo el primer cap. La nove empieza en el pasado y despues va al presente, donde empieza la historia a full. Pero los capítulos del 'pasado' tambien son buenisimos. Como ya les dije.. hay capítulos un tanto hot y llenos de detalles. Pero cuando lleguen esos capítulos voy a poner un aviso bien grande jajaja Entonces las chicas que no gusten de capítulos así pueden elegir leer o no. Bueno, espero que les guste. En el proximo capítulo aparece LALI. :)  

Capítulo 1

Ocho años después

—Hola, papá.

Juan Lanzani levanto la mirada de la lapida de mármol y susurro una breve respeta sin dejar de acariciar con los dedos la piedra todavía caliente por el sol, como si así pudiera llegar a la mujer con la que había unido su destino hacia ya tantas décadas.

Claudia, aquella irlandesa salvaje y suave como un amanecer de verano que lo significo todo para él y que le había hecho padre de unos hijos de los que cualquier hombre estaría orgulloso.

Unos hijos valientes, capaces y fuertes.

El mayor, Juan Pablo, se vio forzado durante un tiempo a parecer menos honorable, menos valiente; pero lo que hizo fue necesario para proteger a su familia.

El menor, el único al que Claudia llamaba “pequeño Juan”, era del que Juan estaba más orgulloso.

Esbozo una sonrisa. Peter siempre se acercaba como si no estuviera seguro de cómo sería recibido. Su hijo siempre dudaba del poder del amor, incluso del amor paterno.

Había observado a Peter mientras este cruzaba el pequeño cementerio. Una alta y poderosa figura de piernas largas y fuertes, con las que borró rápidamente la distancia que le separaba de la tumba de su madre.

Juan vio que su hijo acariciaba la piedra con la misma suavidad con la que él llevaba años haciéndolo. Dedujo muchas cosas de aquel gesto, consciente de que Peter se sentiría incomodo si supiera que intuía lo que pensaba.

Podía percibir claramente la tristeza de su hijo. Era un hombre solitario y herido, pero lo más duro era ver los estragos del cansancio. Peter estaba exhausto; algo muy peligroso en un guerrero.

—La echo de menos. –Juan palmeó la lapida con suavidad, apartando la mirada de su hijo y clavándola en la superficie de mármol.

Ella era su talismán, su Claudia. Había sido el sueño de su niñez, el amor de su adolescencia y, finalmente, su esposa, la madre de sus hijos, la guardiana de su alma. Claudia le había hecho jurar que permanecería allí cuando ella no estuviera para ocuparse de la seguridad y felicidad de la familia. Y lo estaba haciendo. Era el único propósito en su mente cuando se levantaba cada día.

Pero este hijo, ah, este ponía a prueba la fuerza del anciano. Miro el todoterreno de Peter antes de volver la vista hacia él.

—¿No has traído a Lali contigo?

Peter tenso la mandíbula con fuerza, al igual que hacía cada vez que le preguntaba por la joven. Parecía que su hijo creía que si no hablaba de ella, Lali terminaría desapareciendo de su vida.

Juan casi se rio al pensarlo, pero dudaba que Peter le encontrara la gracia.

—Está haciendo el equipaje. –Había un deje en la voz de Peter que le hizo arquear las cejas.

—Así que se va finalmente.

Le entristeció saber que la Unidad estaba a punto de disolverse. Había pensado a menudo que aquello era lo único que había dado a Peter una meta, y lo que acababa de escuchar indicaba que Lali también se iría. Mucho se temía que aquello sería demasiado para Peter.

—Tengo que ocuparme de algunas cosas después de que todos se vayan de la base –gruño Peter—. ¿Necesitas algo?

Juan negó con la cabeza.

—Yeyo y Camila se encargan de todo. – Señalo la casa con un gesto—. Ese crio suyo hará que me salgan canas, pero por lo demás, todo está bien. Estaba a punto de llevar la compra a casa.

Sonrió ampliamente al pensar en el hijo de Yeyo y Camila. Era el vivo retrato de su padre, aunque poseía los suficientes rasgos de su madre para poder ocultar que era un Lanzani. El aparentemente desconocido Yeyo Blake. Claro que eso no había impedido que hubiera vuelto a casarse con la que siempre fue su mujer.

—Ya lo hago yo –dijo Peter antes de bajar de nuevo la mirada a la lapida.

Ah, su hijo le preocupaba algo más que la compra.

Se sintió desilusionado cuando, en vez de hablar, Peter se dio la vuelta y se encamino al todoterreno.

—Es demasiado obstinado, Claudia –susurro, observando cómo su hijo cogía varias bolsas y las trasladaba a la cabaña—. En eso se parece a ti, cariño. Yo nunca he sido tan testarudo.

Sabía que si su mujer estuviera a su lado, habría puesto los ojos en blanco con divertida incredulidad.

Así había sido su Claudia.

—Ah, cariño, ¿Cuándo se dará cuenta? –le pregunto con suavidad—. Tiene ojos irlandeses. Jamás podrá librarse de Lali.

Desde que aquella petiza había aterrizado en la base de la Unidad de Fuerzas Especiales, los ojos de Peter habían brillado como zafiros. Ojos irlandeses.

Revelaban lo que Juan ya sabía, que el corazón de su hijo había elegido a Lali. Conocía a sus hijos, sabía lo que escondían en su interior. Por eso estaba tan seguro de que Peter y Lali estaba predestinados a estar juntos.

Su hijo podría negarlo hasta que el infierno se congelara, pero a él no podía engañarle. De hecho, que lo intentara solo demostraba su obstinación.

—¿Qué hacemos ahora Claudia? ¿Cómo salvaremos a nuestro niño?

Llevaba años haciéndole esa pregunta a su esposa.

Todavía estaba acariciando la lapida cuando Peter regreso mostrando una mirada tranquila, aunque gélida como un tempano.

Si, así manejaba su hijo todas esas molestas emociones que se negaba a admitir. Las eliminaba de un frío plumazo.

—Ya esta, papá –informo Peter—. ¿Necesitas algo más?

Juan negó con la cabeza lentamente.

—¿Necesitas tu algo, hijo?

Peter apretó los labios.

—Hoy no estoy para juegos, papá –le advirtió.

Juan se rio entre dientes.

—Me gustaría ver a esa muchacha antes de que salga de nuestras vidas para siempre. No creo que regrese y me gustaría despedirme de ella. —Quería asegurarle que tenía amigos y un hogar al que acudir si lo necesitaba.

Peter aparto la mirada durante un buen rato antes de inclinar la cabeza.

—Se lo diré –prometió, y Juan casi se rio al escuchar su tono burlón.

Sin embargo, permitió que su hijo se marchara sin añadir nada más. Ya encontraría otra manera de ponerse en contacto con ella.

Después de que Peter se alegara en el todoterreno, se volvió hacia la tumba de su esposa.

—Se parece demasiado a ti, cariño –susurro—. Es como darse de cabezazos contra una pared de ladrillos. —Sonrió ante los recuerdos—. ¡Qué maravillosa mujer que fuiste, Claudia!

Y bien sabía Dios lo mucho que la echaba de menos.

La añoraba hasta el punto que se sentía vacío y perdido sin ella.

Sin embargo, tenía que cumplir la promesa que le había hecho.

—Acompáñale, cariño –suspiro por fin—. Guíale en la dirección correcta. –Esta vez, apretó los dedos contra la lapida—. Quiero regresar a casa, Claudia. Ayúdame solo esta vez.

Nunca le había pedido nada antes, pero ya estaba muy cansado.

Habían pasado demasiados años desde la última vez que la vio, desde la última vez que la amo.

Quería volver a su hogar.

Continuará...