Capítulo 36

EL FINAL !!!  Qué les parecio la nove?? Quiero saber.. entonces comenten mucho! Les cuento que voy a subir otra novela siiii. La proxima novela es la que fue más votada despues de 'Regalo Inesperado' ... se llama 'Perdido en Tu Amor'. YA les subo el argumento y mañana empezamos, ok? Gracias por siempre estar y por siempre comentar. @siempreconlyp ♥ Gracias por todo!! Espero que les tenga gustado la nove!

—Lo siento —le dijo cuando se dirigían al garaje.

—¿El qué?

—Que tengas que estar pasando por esto.

Peter no contestó, pero Lali sabía que para él aquello estaba siendo una auténtica tortura.

Capítulo 36 - Ultimo Capítulo

Justo se había sentado en el coche cuando le sobrevino otra contracción. Cada vez se producían más seguidas, y Lali estaba empezando a sentir una presión muy fuerte, como si la cabeza del bebé estuviese intentando salir.

—Deprisa, Peter —lo instó cuando se sentó tras el volante.

Peter puso el coche en marcha y momentos después avanzaban a toda velocidad por la carretera.

Lali quería llorar. No era así como había imaginado que pasaría; se suponía que debería haber tenido más tiempo, que la madre de Peter debería estar allí con ella. Y lo peor era que estaba tan asustada que no se acordaba de nada de lo que había aprendido en las clases preparto.

¿Y si algo saliese mal?, ¿y si le pasase algo al bebé?

—No puedo hacer esto —gimió—. He cambiado de idea; no quiero tenerlo.

—Me temo que ya es un poco tarde para eso —murmuró Peter.

—Tengo miedo.

Peter le tomó la mano y se la apretó.

—Todo va a salir bien, ya lo verás.

El trayecto hasta el hospital fue un auténtico calvario para Lali. Con cada bache en la carretera, y cada curva que tomaban, el dolor parecía aumentar, y el único consuelo con que contaba era la mano de Peter sujetando la suya.

Iba conduciendo muy rápido, con una sola mano en el volante, y estaba segura de que se habían saltado dos o tres semáforos en rojo, pero gracias a Dios no había nadie por las calles porque era medianoche.

Cuando llegaron a la entrada de Urgencias del hospital un enfermero les llevó una silla de ruedas, y apenas se hubo acomodado Lali volvió a sentir otra contracción. Cuando pensaba que ya no podría dolerle más era mucho peor.

Por fortuna el dolor remitió un poco cuando entraron en el ascensor. Alguien le tomó la mano, y al alzar la vista vio que se trataba de Peter.

—¿Vas a entrar conmigo al paritorio? —le preguntó.

—Voy a entrar contigo.

No iba a dejarla. Estaba aterrado, pero la amaba demasiado como para dejarla sola. Aquélla era probablemente una de las cosas más difíciles que había tenido que hacer en toda su vida, pero se lo debía.

Cuando sintió a Lali apretarle la mano con fuerza supo que estaba teniendo otra contracción. Le acarició el cabello, le susurró que todo iba a salir bien, y le dijo que intentase concentrarse en inspirar y expirar.

Tenía la sensación de que si llegaban pronto al paritorio Lali daría a luz en el ascensor. ¿Cuánto se tardaba en subir cuatro condenadas plantas, por amor de Dios?

Finalmente llegaron a su destino, y en cuanto salieron al pasillo se les acercaron un par de enfermeras que empezaron a hacerle preguntas.

En medio de la frenética actividad Peter no pudo hacer otra cosa más que mantenerse al lado de Lali, intentando calmarla.

—Quiero que me den algo para el dolor; lo que sea —le dijo Lali a la enfermera que estaba tomándole la tensión—. Diles que me den algo —le rogó a Peter, volviendo la cabeza hacia él.

Peter miró a la doctora, pero ésta negó con la cabeza.

—Me temo que ya no hay tiempo. Ha dilatado por completo y el bebé ya está bajando. En cuanto estés preparada empieza a empujar, Lali.

Peter la ayudó a incorporarse un poco y fue contando los segundos en voz alta, sintiendo por primera vez que estaba siendo de alguna ayuda.

A juzgar por la fuerza de las contracciones que había tenido, Peter había esperado que el bebé prácticamente saliese solo, pero aquello parecía ir muy lento. Le secaba el sudor a Lali de la frente y le daba hielo machacado cada vez que hacía un descanso, maravillado de cómo estaba esforzándose por mantener la calma.

—Ya está saliendo —dijo la doctora al cabo de un rato.

Sin ser consciente siquiera de lo que estaba haciendo, Peter se asomó y vio la cabeza del bebé, cubierta por una mata de pelo negro.

—Oh, Dios, Lali, es verdad; está saliendo.

—Un empujón más, Lali —le dijo la doctora.

—No puedo —jadeó ella—. Estoy cansada…

—Lali, mírame —le dijo Peter tomándola por la barbilla para girarle el rostro—. Puedes hacerlo. Vamos, tú puedes. Un empujón más y se habrá acabado.

Lali inspiró profundamente, cerró los ojos para concentrarse, empujó con todas sus fuerzas, y el bebé se deslizó fuera de ella.

—Es una niña —le dijo la doctora momentos después acercándosela y colocándosela sobre el estómago— Una niña, una hija…

 Lali y él tenían una hija, se dijo Peter sin poder creerlo todavía.

Era pequeña, y sonrosada, y a juzgar por cómo estaba llorando tenía buenos pulmones. Era la cosa más bonita que había visto en su vida.

Lali alargó la mano para tocarla: los bracitos, las piernecitas, la carita…

—Mírala, Peter, ¿verdad que es perfecta?

Al oír su voz el bebé dejó de llorar, y alzó la cabeza para mirarlos con ojos curiosos.

Peter se enamoró de ella al instante, y se sintió ridículo por haber pensado siquiera que sería capaz de no quererla. De pronto los ojos se le habían llenado de lágrimas de alegría y no podía hacer nada por contenerlas.

—Perdóname, Lali. He sido un idiota todo este tiempo.

Ella extendió la mano y le secó las lágrimas de las mejillas.

—Te quiero —le dijo Peter.

—Yo también te quiero.

Una de las enfermeras se llevó a la niña para pesarla y medirla, y a Lali se le hicieron eternos los minutos que pasaron hasta que por fin se la devolvieron, envuelta en una mantita rosa.

Su bebé… pensó embelesada mirándola. Iba a ser una niña muy feliz, se dijo, con un papá y una mamá que la adorarían, y con unos abuelos además. Una familia de verdad.

Peter se sentó junto a ella en la cama de la habitación a la que la habían llevado, y miró con amor a la pequeña.

Lali se la puso en los brazos, y empezó a imaginar lo maravilloso que sería verla crecer.

—Es igualita a ti —le dijo Peter jugando con los deditos de la niña.

—Tu madre se sentirá muy decepcionada cuando sepa que se lo ha perdido —murmuró Lali.

Peter se encogió de hombros.

—Ya estará cuando nazca el siguiente.

Lali lo miró sorprendida.

—Sé que no me merezco otra oportunidad —le dijo Peter muy serio—, pero si me dejas te prometo que te compensaré por lo idiota que he sido durante todos estos meses.

Lali sonrió.

—Ya lo has hecho.

Parecía que los cuentos de hadas a veces se hacían realidad, pensó. Únicamente había que tener un poco de fe. El castillo encantado de su historia no era ya un lugar oscuro, sino lleno de luz; pronto resonarían en cada rincón las risas de ellos dos y de su niña; y el príncipe había sido liberado de la maldición que sufría gracias al amor de una doncella… la que tenía dormida en sus brazos en ese momento.

Fin.