Capítulo 34

Uno más y se termina chicass!! Disfruten y comenten mucho, asi subo el ultimo hoy tambien. :)  @siempreconlyp

—Está bien —murmuró su prima. Sin embargo, cuando ya había llegado a la puerta trasera y tenía la mano sobre el picaporte, se volvió hacia ella y le dijo—: pero recuerda que si necesitas hablar me tienes aquí.

Lali asintió agradecida y unos minutos después de que Rochi se hubiera marchado salió de la cabaña por la puerta delantera.

Capítulo 34

Hacía un día precioso y el lugar era precioso, pero Lali se sentía como si estuviese encerrada en una habitación a oscuras. Y lo peor, se dijo, era que no había ninguna salida.

Peter llevaba las últimas cuarenta y ocho horas intentando hallar un modo de entrar en la finca de los Espósito, pero era como intentar colarse en el fuerte Knox. Los guardias de seguridad no dejaban pasar a nadie, y cada vez que llamaba por teléfono le decían de un modo educado pero firme que la familia Espósito no contestaría a ninguna llamada en esos momentos.

«Ni siquiera las llamadas de un marido», masculló para sus adentros, mirando irritado a uno de los guardias de seguridad plantado ante su coche como un pilar de cemento con gafas de sol.

Se frotó el rostro con una mano, y notó el tacto áspero de su barba de dos días. Ni siquiera se había afeitado; había sido incapaz de hacer otra cosa en esas cuarenta y ocho horas que no hubiese sido pensar en Lali.

Debería haber ido tras ella el mismo día en que se había ido, pero para cuando había sido capaz de reaccionar, de obligar a su cuerpo paralizado a moverse, ya se había alejado con su vehículo y había perdido la oportunidad.

Hacía una hora había recibido una llamada de Rochi, la prima de Lali. Sólo le había hecho una pregunta: «¿La quieres?»

Tan pronto como la hubo convencido de que sí, Rochi le había dicho que fuese a la finca, y le aseguró que ella haría que los guardias lo dejasen pasar. Lo único que tenía que hacer era ser paciente, pero la paciencia estaba abandonándolo por momentos.

Finalmente uno de los guardias le hizo un gesto de asentimiento con la cabeza, abrió la verja, y Peter pudo entrar con su coche.

Un cosquilleo nervioso lo recorrió de arriba abajo mientras su vehículo avanzaba por el camino de grava en dirección a la pequeña cabaña que Rochi le había descrito.

¿Y si Lali no quería escucharlo? Apartó ese pensamiento de su mente. Tenía que escucharlo. Tenía que creerlo.

Sentada en el suelo con la espalda apoyada en el rugoso tronco de un árbol, Lali observaba los viñedos que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Arrancó una brizna de hierba y la cortó metódicamente en trocitos mientras dejaba vagar su mente. E invariablemente sus pensamientos acababan volviendo a Peter. Su rostro, el olor de su colonia… ansiaba volver junto a él, rodearle el cuello con los brazos y apretarlo contra su cuerpo. ¿Cómo iba a soportar no volverlo a ver?

—Es difícil hablar contigo.

Abrió los ojos y lanzó una mirada incrédula por encima del hombro. Peter… allí… estaba muy serio y tenía una sombra de barba de al menos un par de días. Iba vestido con unos vaqueros, una sudadera blanca arrugada y zapatillas de deporte negras. Cuando se acercó, Lali vio un brillo peligroso en su mirada, y se puso de pie algo asustada.

—No tenemos nada de qué hablar —le dijo quedamente, sin poder dejar de mirarlo.

¿De verdad sólo habían pasado dos días? A ella le parecía que hiciera semanas, meses… desde la última vez que lo había visto, desde la última vez que lo había tocado.

—Eso es lo que tú crees.

—Peter…

—No, Lali, tú ya dijiste lo que tenías que decir —la cortó él, deteniéndose a apenas medio metro de ella.

Tan cerca y a la vez tan lejos… a Lali le dolía el corazón, y sus dedos ansiaban tocar su áspera mandíbula. Parecía tan frustrado y exhausto como ella se sentía.

—Peter…

—Ah. Ahora me toca hablar a mí —volvió a interrumpirla él, apretando un periódico que llevaba doblado en la mano derecha—. Hace dos noches no me diste la oportunidad de hablar; decidiste por los dos, y te marchaste.

—Tuve que hacerlo, no podía ser de otra manera —replicó ella, sintiendo que los ojos se le llenaban de lágrimas.

Sin embargo, se negó a dejarlas rodar por sus mejillas. Había llorado bastante en los dos últimos días, y no iba a hacerlo en ese momento, delante de él. Al menos tenía que conservar un mínimo de dignidad.

—Según tú.

—Según nuestro acuerdo —le recordó ella—. ¿O lo has olvidado? Te casaste conmigo para evitar un escándalo y… —dejó escapar una risa amarga—. En fin, mira a tu alrededor; ésta es «la central de los escándalos».

—¿Crees que me importa? —le dijo Peter acercándose a ella hasta que no los separaban ya más que unos centímetros.

Diablos, durante esos dos días no había querido otra cosa más que hablar con ella, pero ahora que estaba allí, que la tenía justo delante de él, hablando del motivo por el que ella se había marchado, lo único que quería hacer era agarrarla por los hombros y besarla hasta dejarla sin aliento.

—¿De verdad crees que me importa lo que le esté pasando a tu familia en estos momentos?

Lali emitió un gemido ahogado, y lo miró con el entrecejo fruncido.

Peter sacudió la cabeza lleno de frustración.

—No es eso lo que quería decir. Por supuesto que me preocupa lo que le ocurra a tu familia, pero sólo por cómo te afecta a ti. No quiero verte sufrir, Lali.

—Entonces será mejor que te marches —murmuró ella.

Continuará...