Capítulo 23

Hola :) Disfruten y comenten chicas! @siempreconlyp besos ♥ 

—Quiero hacerte mía otra vez —le susurró Peter con voz ronca.

Y al tiempo que pronunciaba esas palabras deslizó una mano entre sus muslos, para luego introducir sus dedos entre sus pliegues.

Lali se abrió para él, y cerró los ojos para concentrarse en las increíbles sensaciones que comenzaron a desatarse en su interior.

Si lo hubiese sabido, no le habría dicho que esperasen una semana.

Capítulo 23

—Me da igual que la Corporación Peabody se retire del trato —le dijo Peter a Gaston, su ayudante, recostándose en el sillón y mirándolo.

Gaston sacudió la cabeza, parpadeó y acercó la cabeza, poniéndose la mano en el oído como si no lo hubiera oído bien.

—¿Perdona?, ¿te importaría repetir lo que acabas de decir?

Peter esbozó una sonrisa maliciosa.

—Resulta irónico, ¿no? Pero lo digo en serio, Gas. Si ese vejestorio quiere retirarse del trato, es su problema. Que se busque a otro que esté dispuesto a tragar con sus anticuadas ideas de cómo debe construirse una empresa.

La luz de la mañana entraba a raudales por los ventanales tras el escritorio de Peter, y Gaston estaba de pie frente a él con una carpeta en la mano.

—Nunca pensé que llegaría el día en que te oiría decir eso.

—A decir verdad, yo tampoco —respondió Peter irguiéndose en el asiento y plantando los codos sobre la brillante superficie de la mesa.

Gaston siguió hablándole, pero pronto su mente comenzó a vagar por pensamientos que nada tenían que ver con la conversación que estaban teniendo, cosa que le ocurría con demasiada frecuencia últimamente… o, más bien, desde que Lali había entrado en su vida.

Los últimos días habían sido bastante duros para ella. En todos los periódicos había algún artículo sobre el escándalo más reciente en torno a su familia, y lo estaba pasando mal.

El hijo ilegítimo de su padre se había convertido en el tema del momento, y todos los reporteros del estado parecían estar buscando constantemente un ángulo diferente para seguir exprimiendo la historia.

Sabía que Lali estaba más inquieta por el impacto que aquello pudiera tener en él y en su negocio, que por ella, pero, aunque le agradecía su preocupación, le había dicho muchas veces que no tenía por qué preocuparse.

Era cierto que los escándalos podían tener un efecto negativo sobre los negocios, especialmente cuando uno tenía que tratar con gente como Manfred Peabody, un tipo chapado a la antigua que se habría sentido más cómodo si hubiera vivido en la Inglaterra de la Era Victoriana, pero dudaba que aquel escándalo pudiera afectar en modo alguno al prestigio de su familia. La salud de Industrias Lanzani era inmejorable, y el que Carlos Espósito fuera un indeseable no le afectaba en lo más mínimo. Excepto en lo que se refería a Lali, por supuesto, que bastante estaba pasando con todo aquello.

Y por lo tocante a Peabody… Lali era su esposa y no iba a consentir que aquel vejestorio, o ninguna otra persona, insinuasen siquiera que era una especie de paria a la que había que dar  de lado por haber nacido una Espósito.

No había imaginado que su matrimonio de conveniencia pudiese llegar a convertirse en algo más, pero estaba ocurriendo. Lali estaba invadiendo cada rincón de su vida y…

—¡Peter!

—¿En?

Parpadeó y miró a Gaston, que estaba sacudiendo la cabeza con una sonrisa divertida en los labios.

—¿Se puede saber qué ha sido de Peter Lanzani, el hombre de la voluntad de hierro que nunca pierde la concentración?

Peter se echó a reír para luego ponerse de pie y meterse las manos en los bolsillos del pantalón. Se encogió de hombros, y le contestó a su amigo:

—Si te digo la verdad, no tengo ni idea.

Gaston asintió pensativo.

—Bueno, ya iba siendo hora.

—¿Qué significa eso?

—Significa… —dijo Gaston metiéndose la carpeta bajo el brazo izquierdo—… que has vivido demasiado tiempo para y por la compañía.

Peter frunció el ceño, pero no replicó. No podía hacerlo cuando su amigo tenía toda la razón.

—Toda tu vida ha sido comer, dormir, respirar, y trabajar —continuó Gaston—, y eso no es sano.

Peter resopló y rodeó el escritorio. En la pared más alejada había un reloj de plata que marcaba los minutos hasta que llegaba la hora de volver a casa… con Lali. Diablos, otra vez había vuelto a dispersarse. Se sentó en el borde de la mesa y miró a Gaston con una sonrisa socarrona.

—Que no es sano… —repitió divertido—. Y me lo dice un hombre que piensa que las patatas fritas pueden considerarse verduras.

Gaston sonrió.

—A lo que me refería… —dijo ignorando la pulla de su amigo—… es a que tienes derecho a tener una vida, y hasta ahora no la has tenido.

Peter frunció el ceño.

—Claro que tengo una vida…

—La compañía no cuenta.

—Supongo que es verdad lo que dices —murmuró—, que hasta ahora ha sido lo único que contaba para mí.

—Hasta ahora —subrayó su amigo. Dio un paso hacia él y le dio una palmada en el hombro—. Lali te está haciendo mucho bien, Peter. Me alegra que te casaras con ella.

—Sí, pero es sólo algo temporal —replicó él—. Acordamos que el matrimonio sería sólo temporal.

Gaston se rió y se dirigió a la puerta lateral por donde se accedía a su propio despacho. La abrió, y se detuvo para mirar un momento a su jefe y amigo.

—¿No eras tú quien decía que los contratos estaban hechos para renegociarse?

Aun después de que su ayudante se hubiera marchado, esas palabras permanecían todavía en el aire como… ¿como qué? ¿Como un desafió?, ¿como una sugerencia?

Peter cerró los dedos en torno al borde del escritorio y miró el reloj de pared mientras los pensamientos bullían en su mente. ¿Debía dejar que su matrimonio con Lali siguiese siendo solo algo temporal? ¿Quería tener con ella algo más que un matrimonio con fecha de caducidad?

No estaba seguro. Lo único que sabía a ciencia cierta era que en ese momento preferiría estar con Lali a estar allí, en la oficina.

Continuará...