Capítulo 31

Hola!! Estoy en mi momento bajon.. y ayer no subi por las pocas firmas que habia. La nove tiene 35 capítulos .. se acerca el final! No sé que hacer.. si subir otra novela despues o no. Qué les parece? Bueno.. me pueden recomendar novelas Laliter que les guste? :) Acá hay algunas que me gustan mucho.. super recomiendo: http://lavidaesmejorcantandoalsol.blogspot.com.br/ ; http://destinotogether.blogspot.com.br/ ; http://novelaliter-adaptadas.blogspot.com.es/ ; http://fandelalii.blogspot.it/ ; http://lalitertodollegaenformadeamor.blogspot.com.br/  . Disfruten!!

—No sé exactamente qué problema puedas tener con tu marido, La, pero debes confiar en ti; y si tienes que elegir entre tu felicidad y la familia, escoge tu felicidad.

Parecía sencillo… lo único que tenía que hacer era escoger. Lali quería gritar. La ambición de su padre los había llevado a todos a aquella situación, y probablemente el precio que ella acabaría pagando sería cualquier posibilidad que tuviese de un futuro con Peter.

Capítulo 31

—Señora Lanzani, ¿algo que quiera decir a nuestros lectores?

—¡Eh, muñeca, sonríe a la cámara!

—¿Qué ha sentido al enterarse de que es hija ilegítima?

Lali apretó los dientes y mantuvo la vista fija en el frente. Había creído que una vez hubiese salido de la finca se libraría de los reporteros, pero se había equivocado. Había al menos media docena de ellos con sus furgonetas y sus cámaras apostadas a la entrada de la verja por donde se accedía a la propiedad de Peter.

¿Iban a crucificarlo a él también?, ¿por haber cometido el error de casarse con una Espósito? «No vuelvas la vista», se dijo, «no les des la satisfacción de dejar que te vean llorar, de dejar que te vean golpear el volante de frustración».

—Oye, ¿qué piensa tu maridito de tu querido papá? —Le gritó otro reportero, agachándose junto a la ventanilla del copiloto—. Seguro que se arrepiente de haberse casado contigo, ¿eh?

Lali pisó el freno y el coche se paró en seco. Volviendo la cabeza, lanzó una mirada furiosa al grosero periodista, y le gritó:

—¡A él déjenlo tranquilo!

El reportero sacudió la cabeza con una sonrisa cruel en los labios.

—No podemos, nena. Peter Lanzani también es noticia. Y más ahora que se ha casado contigo, con todos los escándalos que están saliendo sobre tu padre.

Mientras los fotógrafos y reporteros se arremolinaban en torno al coche, Lali habría jurado que sintió la tierra temblar.

—Bueno, ¿y qué nos cuentas, encanto? —La instó el tipo grosero tomando su silencio como que había decidido hacer declaraciones—. ¿Qué tiene que decir el perfecto Peter Lanzani de los escándalos de su familia política?

Lali inspiró profundamente y pensó en mandarlos al infierno, pero luego se imagino aquella confrontación en la primera plana de los periódicos, y cambió de idea.

—Sin comentarios —masculló, y tocó el claxon para que el enjambre de periodistas y fotógrafos  se apartara.

Respiró aliviada al ver que se hacían a un lado, pero su alivio sólo duró un par de minutos; el tiempo que tardó en recordar lo que le había dicho Agus. Tenía que tomar una decisión.

Cuando Peter llegó a casa ya pasaban de las diez, y se sentía como si hubiese peleado varios asaltos contra un campeón de los pesos pesados. Dejó el portafolios en el suelo, se apoyó en la puerta cerrada de la entrada, y cerró los ojos. Menuda pesadilla de día.

Había tenido a varios reporteros revoloteando en torno a su oficina en busca de una entrevista, y los teléfonos no habían parado de sonar. De hecho, Gaston se había pasado la mayor parte del día tranquilizando a sus clientes y despachando a los medios que llamaban para saber qué tenía que decir Peter sobre el último escándalo en torno a Carlos Espósito. Y, por si eso fuera poco, al llegar a su propiedad había encontrado a un grupo de reporteros y fotógrafos acampados en la entrada.

Debería haberse puesto furioso. Su empresa asediada por los medios, a el lo habían atosigado al salir del edificio, su familia estaba viéndose arrastrada por aquella fea situación, y, sin embargo, lo único en lo que había podido pensar en todo el día era en cómo estaría llevando Lali todo aquello.

Se apartó de la puerta, y la llamó.

—¿Lali? Lali, ya estoy en casa.

Su voz resonó en el silencio de la vivienda, pero parecía como si no hubiera nadie; como si su esposa y todo el servicio hubiesen desaparecido.

Frunciendo el ceño, cruzó el pasillo, subió las escaleras camino del dormitorio. Diablos, probablemente estaba allí sola, llorando. Quería ir a la mansión de Carlos Espósito y gritarle que era un desgraciado por estar haciendo sufrir a su hija como la estaba haciendo sufrir; quería sacar a la luz a los demonios que atormentaban a Lali y destruirlos; quería… Dios, sólo quería que sintiese por él lo mismo que él sentía por ella y pasar con ella el resto de su vida.

Aquella idea que se le había ocurrido de esperar a que fuese ella quien le confesase su amor había sido estúpida. Debería haberle dicho que la amaba en el mismo momento en que se había dado cuenta de lo afortunado que era. Debería haberle dicho que quería que aquel matrimonio fuese real.

Sus pasos resonaban en la enorme casa mientras subía las escaleras. Cuando finalmente llegó al piso de arriba, fue al dormitorio, pero al abrir la puerta el corazón le dio un vuelco. Lali no estaba allí. Entró corriendo en el cuarto de baño, pero tampoco estaba.

Bajó la vista a la encimera del lavabo, y se dio cuenta de que no estaban allí sus cremas, ni su cepillo del cabello, ni el de dientes…

¿Qué significaba aquello? Lali no podía haberse ido; no podía haberse ido sin decirle nada…

Continuará...