Capítulo 27

Se acerca el final chicas... Quedan menos de 10 capítulos. Disfruten y comenten... Se viene algun cambio ? mmmm! JA besos ♥

Sin embargo, el escándalo había salido a su encuentro de todos modos, y Peter estaba distanciándose de ella; podía sentirlo… incluso cuando yacían juntos en la misma cama, y cuando le hacía el amor. No sabía qué podía hacer para impedirlo, ni si debería siquiera intentarlo.

—Menuda fiesta… —murmuró.

—¿Estoy invitado?

Capítulo 27

Lali alzó la cabeza hacia la puerta abierta del dormitorio, y vio allí de pie a Peter. Llevaba la chaqueta enganchada de un dedo, sobre el hombro, la corbata desanudada, y los primeros botones de la camisa desabrochados. Parecía cansado, pero estaba increíblemente sexy.

Lali tragó saliva, y se preguntó si algún día sería capaz de mirarlo sin derretirse por dentro. Se bajó del alféizar de la ventana, y después de aclararse la garganta preguntó:

—¿Qué?

—Estabas diciendo algo de una fiesta, y me preguntaba si estaba invitado —respondió entrando en la habitación y cerrando detrás de él. Dios… ¿Cómo podría resistir un año entero ocultándole lo que sentía por él?, se dijo Lali. Si al menos se le diera bien mentir… si se le diese bien fingir…

Tragó saliva de nuevo, y se obligó a esbozar una sonrisa. Tendría que hallar la manera de mantener en secreto, como fuera, sus sentimientos.

Peter estaba al fin en casa, y las preocupaciones abandonaron su mente, dejando el terreno libre a sus necesidades como mujer. Quizá Peter no la amara, quizá estuviera intentando distanciarse de ella, pero sabía que la deseaba, así que se concentraría en el momento, en esa noche, y se olvidaría del mañana.

—Pues claro que estás invitado —le dijo caminando hacia él, sus pies descalzos silenciosos sobre la mullida moqueta.

Se quitó la bata y la dejó caer al suelo, dejando al descubierto la camisola verde clara que llevaba debajo. Peter enarcó una ceja mientras se aproximaba a él.

—¿Qué clase de fiesta es?

Su voz profunda y sensual hizo estremecer a Lali.

—Es una fiesta de «cuánto has tardado en volver; te he echado de menos».

Peter frunció ligeramente el entrecejo, y arrojo su chaqueta a los pies de la cama.

—No quería quedarme hasta tan tarde en la oficina, pero…

Lali sacudió la cabeza y le impuso silencio tapándole la boca con las puntas de los dedos.

—Eso ahora no importa; lo que importa es que ya estás aquí.

Una de las comisuras de los labios de Peter se arqueó, y sus ojos brillaron traviesos.

—Justo a tiempo para la fiesta, según parece.

—Y además eres el invitado de honor.

—¿De veras? —Inquirió él dejando que lo condujera hasta la cama—. ¿Y voy a recibir algún tipo de homenaje, o algo así?

—Ahora lo verás —murmuró ella, tirando de un extremo de la corbata para quitársela.

Le desabrochó la camisa, se la quitó también, y deslizó las palmas de sus manos por la vasta extensión de su pecho desnudo. Peter aspiró entre dientes, y Lali sonrió, satisfecha de saber que al menos podía hacerle sentir deseo por ella.

No podía decirle que lo amaba, pero podía demostrárselo.

Bajó la cabeza y apretó los labios contra la base de su cuello, y suspiró cuando Peter introdujo las manos por debajo de su camisola de seda.

—Tienes una piel tan suave… —le susurró, haciendo que su cálido aliento soplase sobre su cabello—, tan increíblemente suave…

Lali imprimió lánguidos besos por toda su garganta, y fue descendiendo hasta llegar a uno de sus duros pezones. Lo colmó de atenciones, lamiéndolo y mordisqueándolo, y luego hizo lo mismo con el otro.

Peter gimió, y la hizo caer en la cama con él.

Lali levantó la cabeza y lo miró. Sus facciones estaban tensas, y sus ojos se habían oscurecido de deseo.

—No sé qué es lo que me das —murmuró él, apartándole el cabello del rostro con una mano, y pasándolo por detrás de su hombro. Su voz sonaba ronca, como si le costase trabajo hablar—, pero no puedo dejar de pensar en ti.

Aquello ya era algo, pensó Lali. La deseaba, pensaba en ella. No era amor, pero al menos ya era algo.

—Yo también he estado pensando en este momento todo el día —le dijo.

Inclinó la cabeza y lo besó de un modo muy sensual, tirando de su labio inferior con los dientes.

Un gruñido escapó de la garganta de Peter, que la hizo rodar con él para colocarse encima.

En cuestión de segundos la tenía desnuda y  revolviéndose excitada debajo de él. Sus manos y su boca recorrieron todo su cuerpo, haciendo saltar chispas entre ellos.

Lali se retorcía sobre las sábanas llena de deseo. Nunca llegaría a saciarse de él, pensó. Cada vez, que lo hacían su deseo crecía y crecía. ¿Seria aquello amor?, se preguntó, ¿podría ser amor esa ansia acuciante de estar con él, de fundirse en uno con él?

Y, si así era, ¿cómo podría sobrevivir sin él cuando hubiese acabado el año? Sus pensamientos se detuvieron cuando Peter se apartó un momento de ella para deshacerse del resto de su ropa. Lali lo observó a la luz del fuego mientras se desnudaba, y sintió que se excitaba aún más.

Peter volvió a colocarse a horcajadas sobre ella, y empezó a besarla de nuevo. El roce de su piel con la de él era algo mágico, y cuando Peter comenzó a acariciarla otra vez, se arqueó hacia él pidiéndole en un ruego mudo que no parara.

—Esto es una locura… —murmuró él contra su garganta al tiempo que se posicionaba entre sus piernas—. Tu aroma está siempre conmigo, vaya donde vaya; oigo tus suspiros en mis sueños; tu rostro está en mi mente todo el tiempo; y escucho tu voz en mis oídos aunque no estés a mi lado.

Lali sonrió, atesorando esas palabras, abrazándose a ellas como estaba abrazada a él, guardándolas para cuando llegase el momento en que tuviesen que separarse, para cuando se quedase sola de nuevo y tuviese que recordarse  que el amor no había entrado en el trato.

—Tómame, Peter… —le susurró—. Hazme tuya… —le rogó arqueándose hacia él, levantando las caderas.

Peter entrelazó sus dedos con los de ella y empujó sus brazos hacia arriba, contra el colchón, para que quedaran a ambos lados de su cabeza. Luego, inclinándose para besarla, se impulsó dentro de ella.

Sus lenguas iniciaron una danza frenética al tiempo que sus cuerpos se movían a un ritmo que iba increscendo, y cuando los primeros temblores sacudieron su cuerpo, Lali oyó a Peter susurrar su nombre antes de dar el salto al vacío con ella.

Luego, un rato después, cuando yacía junto a él en la oscuridad rota sólo por la tenue luz de los rescoldos del fuego, lo observó pensativa mientras dormía, preguntándose cómo podría seguir viviendo cuando tuviesen que separarse.

Continuará...