Capítulo 22

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Lali jadeó, luchando por respirar, luchando por prolongar el placer que estaba experimentando. Quería llegar al clímax, pero también quería que aquel instante no acabase nunca.

Habría querido poder detener el tiempo, quedarse por toda la eternidad en aquel exquisito momento, pero el cuerpo de Peter seguía moviéndose debajo del suyo, y finalmente exploto. Lali lo oyó gritar su nombre, pero no dejó de acariciarla, y pronto comenzó a ver fuegos de artificio a través de sus párpados cerrados y sintió que se olvidaba de todo lo que los rodeaba.

Capítulo 22

Dos horas después yacían los dos sobre su inmensa cama. Los restos de un apresurado aperitivo que se habían preparado antes de subir al dormitorio descansaban en un plato entre ellos, mientras se pasaban una botella de vino medio vacía.

Lali se la llevó a los labios y tomó un largo trago para luego murmurar sonriendo:

—Un caldo descarado, con la gracia de la madurez, y el más ligero toque de la adolescencia.

Las comisuras de los labios de Peter se arquearon antes de que le quitara la botella para dar un trago él también.

—Sensual, pero también dulce. Atrevido, pero no demasiado descarado.

—No está mal —le dijo Lali—. Me parece a mí que tú has catado otros vinos antes.

—Unos cuantos —admitió él dejando la botella en el suelo y recostándose contra los almohadones apoyados en la cabecera de la cama. Dobló una pierna, y apoyó el antebrazo en la rodilla—, aunque ninguno tan informal como éste.

—¿Informal? —repitió Lali.

Retiró el plato del colchón, depositándolo en la mesilla que había en su lado, y avanzó por el colchón a gatas hasta llegar junto a Peter. Quería acariciarlo, recorrer con las manos todo su cuerpo, hacerlo excitarse de nuevo. Oh, Dios…

Se dejó caer sobre su ancho y musculoso tórax. Tenía la impresión de que sus huesos se hubiesen reblandecido, como unos espaguetis que alguien hubiese dejado cociéndose demasiado tiempo. Nunca se había sentido tan relajada, tan satisfecha…

—Yo no creo que estemos vestidos de un modo informal. Estamos vestidos… acorde con la ocasión.

Peter se rió y le pasó una mano por la nalga, acariciándosela y masajeándola suavemente, y Lali casi ronroneó.

¿Quién iba a decir que Peter Lanzani, que al principio le había parecido tan serio, tenía tantos talentos ocultos? Era un auténtico mago del sexo. Esa noche le había hecho experimentar sensaciones que nunca había imaginado que pudiese; llegar a experimentar… y quería volver a experimentarlas de nuevo.

—Si seguimos así vamos a acabar muriendo de extenuación —murmuró Peter acariciándole el  costado con pasadas lánguidas de la mano.

Lali no quería moverse, no quería arriesgarse a que él dejara de tocarla, pero alzó la mirada y le dijo:

—Hay peores formas de morir.

—Cierto —asintió él.

Sus ojos se oscurecieron de deseo, y aun a la tenue luz de la lámpara de la mesilla de noche Lali vio tensarse sus facciones.

Tragó saliva, y sintió que el estómago le daba un vuelco.

La boca se le había puesto seca, pero cierta parte de su cuerpo estaba humedeciéndose de excitación.

Dios, cuando había accedido a aquel matrimonio temporal no había imaginado siquiera que fuesen a saltar chispas entre ellos.

¿Y si lo hubiese sabido?, se preguntó.

—Quiero hacerte mía otra vez —le susurró Peter con voz ronca.

Y al tiempo que pronunciaba esas palabras deslizó una mano entre sus muslos, para luego introducir sus dedos entre sus pliegues.

Lali se abrió para él, y cerró los ojos para concentrarse en las increíbles sensaciones que comenzaron a desatarse en su interior.

Si lo hubiese sabido, no le habría dicho que esperasen una semana.

Continuará...