domingo, 2 de diciembre de 2012

Capítulo 48


hola hola... capítulo larguisimo jajaja  hoy estoy tranquila y puedo subir más! :) Pero solo si hay comentarios..  
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—¿Peter?
La tensión creció hasta que casi se pudo palpar.
Recordó a la jovencita que había conocido ocho años antes. Esos ojos demasiado grandes para aquella pálida cara. El pelo, más oscuro que su color natural. En su mirada había reconocido el miedo, el valor y la desesperanza que formaban parte de su vida.
—Vi a Ascarti, Lali. Vi a Gregor Ascarti.

Capítulo 48
Aquella noche, Gregor Ascarti pobló sus pesadillas.
El monstruo de su infancia. La oscura voz que susurraba su nombre con cruel diversión.
“Sal ya, sal de donde estés, niñita. Papi te está esperando, pero tu tío Gregor quiere probarte antes...” había dicho después de lanzar una risa siniestra. Un sonido demoníaco que había resonado en su cabeza mientras Boyd le cubría la boca con su enorme mano intentando protegerla de la única manera que sabía.
Casi consiguieron atraparlos la noche que se habían visto forzados a huir. Lali siempre había estado nerviosa, segura de que Ascarti la alcanzaría.
Esa noche en concreto no lo había hecho porque Boyd la protegió. Tres meses más tarde, estaba muerto.
Se suponía que Ascarti también lo estaba.
Llevaba demasiado tiempo viviendo bajo una ilusoria seguridad y estaba cansada de ello. Una profunda sensación de agotamiento la invadió y la hizo recordar que aquello nunca acabaría. Que jamás sería libre. Que amar a Peter era como firmar su sentencia de muerte.
La emoción que la embargaba en aquel momento era igual a la que había sentido en Aruba. Aquella pesada incertidumbre cercana al pánico. La seguridad de que aquello sólo tenía dos salidas: libertad o muerte, y por fin una estaba a punto de llegar.
Peter entró en la estancia en ese momento y deslizó lentamente las cortinas de color verde cubriendo las ventanas, dejándoles en una habitación en sombras y sin los rayos de sol que la habían calentado antes.
Su expresión era una sombría mezcla de furia y frío peligroso.
Era un cazador y estaba preparado para la caza. Esperaba, paciente y sereno, a su presa; le ofrecía a ésta la oportunidad perfecta y el tiempo que necesitaba para realizar su maniobra.
Pero la presa era astuta, diabólica, y ya había arrebatado la vida a otros hombres fuertes y nacidos para cazar. Hombres que pensaron que podían protegerla.
—¿Te has enterado de algo? —Sabía que los demás, Yeyo, Agus, Pablo, Gas y Vico, estaban planeando la caída de Ascarti.
—Nos hemos puesto en contacto con las personas adecuadas y les hemos facilitado la localización de las armas. —El miró el reloj antes de levantar la vista hacia ella—. Deberían irrumpir en el almacén en cualquier momento.
—Tenemos que conseguir neutralizarle, Peter. —Y cuanto antes, mejor.
—No, son nuestros hombres los que tienen que hacerlo —replicó él—. Lo único que tienes que hacer tú es arreglarte y asistir a la fiesta de esta noche. Una vez que se vea fuera de juego, irá a por ti. Entonces le atraparemos, si es que consigue escapar del almacén.
—Ascarti no estará allí. No es tan estúpido. —Lali sacudió la cabeza—. Ya deberías saberlo a estas alturas.
Ella lo sabía muy bien. Había escapado de él demasiadas veces en su lucha por sobrevivir para subestimarlo.
—Claro que lo sé, Lali —gruñó él—. Por eso he previsto todas las posibilidades. Hay mucha gente vigilándole.
Lali cruzó los brazos y observó las ventanas, ahora cubiertas, con el ceño fruncido. Al cabo de un rato, se volvió hacia él lentamente, intentando ignorar el ardor que iluminaba los ojos masculinos, la sensualidad, la lujuria en su expresión mientras la recorría con la mirada de pies a cabeza.
—¿Qué habéis planeado, Peter?
Todavía no le había contado lo que pensaban hacer. Sabía que Peter había estado reunido la mayor parte de la mañana con Yeyo, Kell Krieger y el senador, pero no había sido invitada al encuentro. De hecho, éste comenzó antes de que ella se despertara.
—Los planes siguen siendo los mismos. —Peter se encogió imperceptiblemente de hombros bajo la camisa gris oscuro que se había puesto con los vaqueros—. Básicamente consisten en esperar.
Ella le miró con los ojos entrecerrados. Sentarse a observar y esperar no parecía un plan típico de Peter.
—No te miento, cariño —aseguró con aquella sonrisa que siempre conseguía conmoverla—. En ocasiones lo mejor es lo más sencillo. —Ladeó la cabeza y la volvió a mirar de arriba abajo—. La, ¿no es ése el vestido que te hizo aquel indio en Nuevo México?
Lali arqueó las cejas, sorprendida. ¿Lo recordaba? Estaba segura de que él no había prestado atención el día que adquirió aquella prenda. Aquel viaje había sido un pequeño placer que se permitió en los días previos a su ingreso en la Unidad de Fuerzas Especiales.
En aquel tiempo le daba miedo abandonar la base, se sentía aterrada por si la seguían. Peter y Yeyo, junto con la agente de comunicaciones, Daniela, y su marido, Ian, le ordenaron que les acompañara en una salida para hacer algunas compras supuestamente financiadas por las Fuerzas Especiales, para equiparla con mucha más ropa de la que necesitaba. Algo después se enteró de que había sido el propio Peter quien lo había pagado todo.
—En efecto. —Su corazón comenzó a latir a toda velocidad. Sentirse excitada por una insignificancia como saber que él recordaba ese día, era realmente patético.
Peter se acercó a ella; un depredador al acecho con la expresión tensa de lujuria y la mirada consumida por el deseo.
—No debería desearte tan pronto de esta manera —gruñó, parándose delante de ella y deslizando el dorso de los dedos por la suave piel que le cubría el pecho—. Pero joder, Lali, verte vestida de cuero y saber que podrías acabar con un hombre sin que apenas se enterara, me pone loco.
A ella le excitaba que le hablara de esa manera.
—¿Y si echáramos una siesta después de comer? —sugirió justo cuando él curvaba la otra mano en su espalda y la apretaba contra su cálido cuerpo.
—Si te tumbo en esa cama no habrá manera de que me apresure. —Inclinó la cabeza hacia ella y rozó sensualmente sus labios con los suyos—. Pero te juro que cuando todo esto acabe te llevaré a una playa desierta y te mantendré desnuda durante un mes entero. Desnuda y con mi cuerpo como segunda piel.
Su rígida erección se apretaba contra el vientre de Lali y ella intentó contener un gemido ante la creciente necesidad que la inundaba.
Apoyó la cabeza en el pecho de Peter y, al sentir que la estrechaba contra su cuerpo, deseó que existiera la manera de detener el tiempo. Pagaría el precio que fuera, sería incluso capaz de matar para poder pasar sólo unas horas más a salvo entre sus brazos.
—Cuando todo esto acabe... —repitió ella con suavidad, intentando ignorar la fría y fatalista semilla de certeza que germinaba dentro de su alma.
No se acabaría hasta que muriera.
—Pronto acabará, cariño —le prometió él.
La joven levantó la cabeza para mirarlo a los ojos, consciente de pronto de que los últimos ocho años sólo habían sido la manera de llegar hasta allí. Lali se había estado escondiendo y una parte de ella siempre lo había sabido, igual que sabía que acabaría teniendo que pagar un precio.
—Te amo, Peter —susurró antes de que él pudiera impedirle pronunciar las palabras—. Shh. No digas nada. Sólo quería que lo supieras. Si hubiera imaginado lo que me esperaba me hubiera escondido mejor. Hubiera impedido que esto...
—Dios, Lali. —Peter apretó los dedos contra sus labios para acallarla—. Maldita sea, cariño, ¿crees de verdad que hubiera permitido que te enfrentaras sola a esto? ¿Que no hubiéramos hecho todo lo que estuviera en nuestras manos para protegerte cuando nos necesitases? ¿Crees, siquiera por un segundo, que podría haber permitido que desaparecieras sin más?
Su voz estaba llena de sorpresa y frustración cuando miró atentamente al pequeño duendecillo que le atormentaba desde que la conoció. Era tan menuda y esbelta que cabría pensar que la podría tumbar incluso una brisa, pero él sabía que tenía una fortaleza interior asombrosa.
—Lali —la regañó en voz baja, permitiéndose el lujo de pasarle el dorso de los dedos por la sedosa mejilla—. Si no dejas de dudar de mí, cariño, voy a enfadarme en serio.
—No, no es de ti de quien dudo. A veces... —tragó saliva y sus ojos brillaron sospechosamente—, el destino, Dios, la dama de la fortuna o lo que sea, no se pone de parte de los buenos, Peter.
El tuvo que sonreír al escucharla.
—Pero, Lali, da igual cómo le llames. Destino, suerte, musas, dioses... todos me adoran.
Sin embargo, el éxito de sus misiones no se basaba en la suerte ni en ninguna otra fuerza mítica, sino en la preparación. En conocer perfectamente contra qué se enfrentaba y jamás pasar nada por alto.
—¿Esperas que Ascarti esté en la fiesta de esta noche? —preguntó la joven después de alejarse unos pasos, sin duda para ocultar el dolor que le provocaba que él no hubiera correspondido a las palabras de amor que ella había susurrado.
A Peter le dolía rechazarla, pero todavía no estaba preparado para profundizar en las poco familiares emociones que se habían instalado en su interior. No pensaría en ello hasta que todo hubiera acabado. Hasta que supiera que no iba a perderla ni hasta que, si Dios quería, tuviera la certeza de que iba a poder seguir protegiendo a Lali, a sus hombres, a su familia.
Casi sonrió ampliamente ante esos pensamientos. Como si él pudiera controlarlo todo. Pero lo cierto era que dormía mejor por las noches sabiendo que había hecho lo posible por acabar con las dificultades que podían surgir.
—No, no creo que Ascarti acuda a la fiesta —repuso finalmente—. No descubrirá su juego con tanta facilidad. Ni tampoco lo hará su jefe.
—¿Su jefe? —Lali se dio la vuelta tan bruscamente que sus gruesos y largos rizos fluyeron sin control a su alrededor, deteniéndose a la vez que sus ojos se clavaban en él—. Carlos está muerto.
Peter asintió con firmeza y se acercó al mostrador del bar que había en un extremo, consciente de que ella le seguía con la mirada.
—Sí, Carlos está muerto —convino—, pero Ascarti no tiene iniciativa para trabajar solo, no es capaz de guiar a sus hombres eficazmente si no es dirigido por alguien con poder.
Peter no quería darle a Lali esa información. Ella, como cualquiera, se encontraría más cómoda poniendo cara a cada uno de los demonios que la perseguían; pero, por desgracia, aún no era posible.
—Así que seguimos preguntándonos quién demonios es la persona que maneja los hilos —dijo la joven con un hilo de voz.
Peter asintió antes de acercarse a ella de nuevo, y en aquella ocasión no le permitió la opción de apartarse.
La tomó por la cintura y la sentó en la encimera para colocarse entre sus piernas. La altura a la que quedaba era perfecta. Las pupilas de la joven se oscurecieron de inmediato y Peter observó que ella se ruborizaba, que su expresión se suavizaba cuando poderosas oleadas de deseo comenzaron a atravesarla de pies a cabeza.
Sabía lo que ella sentía porque él sentía lo mismo. Era como una avalancha gigante que no dejaba espacio para nada más.
Deslizó los dedos entre los espesos cabellos hasta ahuecarle la cabeza con la palma y la acalló con sus besos. Le introdujo la lengua entre los labios al tiempo que ella le ofrecía su boca y la apretó con fuerza contra su cuerpo. La sensación de los brazos de Lali en su cuello, de sus dedos acariciándole el pelo hizo que su pene palpitara.
La había poseído una y otra vez a lo largo de la noche, ahogándose en cada caricia, en cada beso, en cada gemido susurrado que había podido arrancarle, hasta que se quedaron dormidos de agotamiento al amanecer.
Y todavía la deseaba.
La necesitaba tanto o más que la primera vez que habían hecho el amor.
—¡Dios! —Arrancó los labios de los de ella y se la quedó mirando con la respiración entrecortada, conteniendo el impulso de bajarse los pantalones; le resultaba casi imposible sobrevivir sin estar unido a ella. Pero tenía que resistir. La fiesta empezaría en unas horas y necesitaba que todos sus sentidos estuviesen alerta para poner fin a aquello y asegurar el futuro de Lali de una vez por todas.
Su futuro está en mis manos. Aquel pensamiento inundó cada rincón de su mente antes de que pudiera contenerlo.
No pierdas el control, se advirtió a sí mismo. Sólo existe el presente. La posibilidad de vivir el futuro era más impredecible para hombres como él que para otros. En especial ahora. Y no podía permitirse olvidarlo.
—Te traerán el vestido dentro de poco. —No podía soltarla, no podía apartar las caderas del refugio entre sus muslos—. La fiesta dará comienzo en unas horas. Llegarás con Kell y Emily. Observa a cualquiera que te infunda sospechas, que se acerque demasiado a ti o que trate de alejarte del grupo. Sobre todo, fíjate en cualquier cosa fuera de lo normal.
—Si veo algo sospechoso se lo haré saber a Kell o a alguno de los chicos. —Ella asintió con rapidez antes de que su mirada volviera a oscurecerse de preocupación—. ¿Tendrás cuidado?
—Lo tendré. Y más importante todavía, Lali, estaré cerca. No estarás sola en ningún momento, cariño. Te lo prometo.
¿Cuándo fue la última vez que alguien le había dicho que tuviera cuidado? Ella provocaba una tierna y cálida sensación en su interior cada vez que le dedicaba una de sus dulces sonrisas o hacía algo tan femenino como preocuparse por él. Sin embargo, lo último que quería era que se preocupara.
Como ya le había dicho, muchos ojos estarían pendientes de ella. Peter jamás apostaba por un solo plan ni dejaría la vigilancia en manos de una sola persona. Había recurrido a sus amigos, a dos parejas completamente al margen de las Fuerzas Especiales y de cualquiera relacionado con ellas. Agentes independientes a los que sabía que podría confiarles incluso su vida. Es más, podría poner en sus manos incluso la vida de Lali.
Lanzó una mirada al reloj y contuvo una maldición al constatar que tenían que separarse.
—Ha llegado la hora. —La besó suavemente en los labios antes de dejarla de nuevo en el suelo—. El personal del senador estará de vuelta en menos de una hora.
Y él tenía que desaparecer antes de que le viera nadie. De otra manera, todos los esfuerzos para escenificar su «muerte» habrían sido inútiles.
Y no podía permitírselo. La vida de Lali significaba para él más que la suya propia, y alejar de ella las amenazas era su primera prioridad.
Inclinó la cabeza y volvió a rozarle los labios con los suyos. Tuvo que recurrir a todo su control para no cogerla en brazos, tumbarla sobre la mesa y volver a amarla hasta que gritara de placer cuando él se enterrara por completo en su interior.
Se consoló pensando que tenía un mueble parecido en su casa y que sabría sacarle partido. Ya tendría oportunidad cuando todo aquello acabara; eso era lo único que importaba.
Se apartó de ella y le enmarcó el rostro con la palma de la mano durante un instante, observando el mohín preocupado de sus labios, la tensión de su expresión y el miedo en sus ojos.
—Sonríe, cariño —le pidió Peter, sorprendiéndose al percibir que su voz contenía aquel deje que había heredado de su padre.
—Te juro que dejaré de preocuparme si me prometes hablarme en gaélico la próxima vez que hagamos el amor —le provocó al tiempo que esbozaba una sonrisa.
Peter sabía que ella mentía, que seguiría preocupándose, pero maldición, aprovecharía cualquier oportunidad de volver a llevarla a la cama.
—Trato hecho. —Le dio un beso rápido para quedarse con su sabor en los labios antes de irse; antes de regresar a las sombras que le esperaban.
Un beso que hubiera jurado que ella alimentó con todo el amor que él también creía sentir.

Continuará...

19 comentarios:

  1. .askdjfcanxe maaaaaaas
    @BelenCorbera

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  2. ojala no tenga que suceder algo grave para que Peter recapacite y se de ceutna que de verdad es amor lo que siente

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  3. me encanto !! me muero con ellos dos ! aunque peter no le dijo que la amaba por lo menos ya esta aceptando lo que siente por ella amo esta novelaaa

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  4. Mas nove me encanta esta novela!! @lauvillegas

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  5. QUE BIEN QUE REGRESASTE SUBI MAS

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  6. Estos dos tienen una trememnda tension sexual me parece hahaha

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  7. llevas mucho tiempo sin subirnos nove

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  8. Haaay es muy tierno este capítulo seguilaaaaa

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  9. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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